"Bomarzo" es una de esas novelas que dejan huella, sobre todo si te cogen con esa edad en la que se está formando la personalidad. Efectivamente, se trata de una las mejores novelas que uno ha leído en su vida (y he leído unas cuantas). Recuerdo que la tuvimos que leer en 4º de carrera como lectura obligatoria en la asignatura optativa "Los orígenes del mundo moderno" y, claro, me fascinó. La volví a leer hace unos cuantos años y, aún ahora, para elaborar este artículo, he vuelto a releer algunos pasajes.
Probablemente no sea la obra más recomendable para los alumnos/as de 2º de Bachillerato por el caudal de erudición y documentación, pero, sin lugar a dudas, es una de las más bellas y poéticas recreaciones de un momento decisivo en la historia: el Renacimiento y la Italia del siglo XVI.
El autor es el escritor y periodísta argentino Manuel Mújica Laínez (1910-1984). Hijo de una aristocrática familia argentina, estudio en Inglaterra y Francia donde adquiere una vasta cultura europea, y concluyó Derecho en Buenos Aires. Su afición por el arte le hizo ser crítico de arte muchos años en el diario "La Nación", así como Director de Relaciones Culturales del Ministerio del Exterior. Autor de numerosas obras de ensayo y novelas, traductor de Racine, Moliére o Shakespeare, sus mejores novelas son las que se han movido en la fábula histórica, como "El unicornio" (otra fábula histórica ambientada en la Edad Media), "El escarabajo" (se trata de una joya egipcia que va pasando por distintos etapas de la historia) y, claro está, "Bomarzo", escrita en 1962. La obra coincidió con otra obra cumbre de la literatura argentina: "Rayuela" de Julio Cortázar, y obtuvo varias distinciones, tales como el Gran Premio Nacional de Literatura de 1963, el premio John F. Kennedy y la Medalla de oro del gobierno italiano. Tal fue el éxito, que fue el argumento de una ópera en 1967 de gran éxito, con música de Alberto Ginastera y libreto compuesto por el mismo Mújica Laínez.
"Bomarzo" es la historia de un noble italiano real, Pier Francesco Orsini (Vicino para los pocos amigos que tenía). Amargado desde su nacimiento por la joroba o giba con la que nació y que tanto le lastra, en una época en la que se aspira a la belleza absoluta y a la perfección, repudiado por sus familiares, teniendo que aprender a sobrevivir en un mundo de intrigas y perversiones, sólo con la ayuda de su abuela; en un momento de la obra, el protagonista llega a decir:
"El amor - le contesté- es un modo de sobrevivir".
En esto se puede encontrar cierto parecido con el "Yo Claudio" de Rober Graves, un personaje en medio de todas las intrigas de la época, al que todo el mundo desprecia por sus deficiencias y que curiosamente sobrevive a todo y a todos y gobierna para sorpresa de todos. A algunos los mata el mismo y a otros las intrigas o batallas, pero él con todos sus problemas y traumas es quien queda hasta el final.
La novela se gestó con una visita que hizo en 1958 Mújica Laínez al parque y bosque sagrado de Bomarzo, colosal conjunto escultórico y fantasmagórico, mandado a construir por Vicino en las afueras de Viterbo, a pocos kilómetros al norte de Italia, como obra inmortal.
Construcciones y escultóricas fantásticas en el Bosque de Bomarzo
El autor, por tanto, no hace una novela histórica, sino una intepretación del mundo interior (narrada en primera persona) del atormentado duque de Bomarzo (1512-1572), con contrastes difíciles de entender en una primera lectura. En la novela está presente tres planos diferentes: al fondo, el mundo irrepetible del Renacimiento; más cercano, en relieve, los personajes más representativos que le dieron vida; y, en primer plano, Pier Francesco Orsini y su mundo interior y sus vivencias, todo ello adornado con una prosa recargada, barroca, amanerada y manierista, rica en recursos técnicos, con un estilo directo y arrollador. Es cierto que el autor utiliza un lenguaje anacrónico, propio del Renacimiento y, más concretamente, del Manierismo, como adorno o refinamiento de la prosa, que, a veces, llega a ser bastante ambiguo. La prosa parece que gira al ritmo de un tango: con giros y retruécanos, idas y venidas, repeticiones constantes, reencarnaciones, muertes, historia transmutada. Bomarzo no es una novela histórica propiamente, ni tampoco el tan manido realismo mágico sudamericano; los personajes reales dan credibilidad a la historia, pero la novela es una fabulación, una recreación de un período, un acercamiento a un momento concreto de la historia con personajes de la época. Díficil clasificar esta obra en un género literario; se ha dicho que es una narración-descripción estética, semirreal-semifabulada de la personalidad del duque de Bomarzo.
El marco en el que se desarrolla la acción es el siglo XVI italiano, momento esplenderoso, pero ya decadente en la segunda mitad del siglo, con el desarrollo del manierismo. Aquí se desarrolla el "hombre nuevo", culto, humanista, que quiere disfrutar de la vida y mira sin miedo al progreso. Esta visión que tiene el autor está basada en la obra de Jacob Burkhart, "La cultura del Renacimiento en Italia" (1860). En este contexto se nos muestra los problemas y las relaciones entre las repúblicas y principados italianos, las luchas entre los linajes por el poder civil o eclesiástico, el individualismo y egoismo imperante en la época, donde todo se mueve por el interés y el ansia de poder, donde la moral no tiene cabida (referencias maquiavélicas), el afán de cultura, de gloria y fama, la implantación del humanismo, de la lituratura clásica, de la arqueología, la religiosidad profunda, pero también el gusto a la magia y a la astrología y la alquimia. Así, Pier Francesco Orsini nos dice de él mismo:
"yo fui un típico hombre del Renacimiento".
Y en otro momento vuelve a insistir:
"Debo decirle al lector hasta la saciedad, para que me comprenda bien, que en el siglo XVI yo fui un hombre esencialmente característico de mi época, ni mejor ni peor que el resto".
Como hombre del Renacimiento fue un mecenas de las artes, un experto arqueólogo, un erudito conversador y un culto poeta, tanto en latín como en italiano. Pero también era un hombre dual: un personaje cruel y aborrecible, corrupto, capaz de todo para llegar al poder, como asesinar a su hermano, de ambigua sexualidad, cuando no homosexual (no posee a su mujer, la dulce Julia Farnesio, sobrina del poderoso Alejandro Farnesio, futuro Papa Paulo III, pero si tiene relaciones con la prostituta Pantasilea y con su sirviente Abdul).
"¿Sabemos por qué matamos?(...) ¿Podemos asegurar que sabemos algo de alguién, cuando atravesamos las capas obvias de la superficie y nos adentramos en lo más profundo?(...) Tantos elementos sutiles, delicados, ignotos, juegan cuando cumplimos cada acción -la dematar a un hombre o la de amar a otro- que en verdad para comprender cualquier sentimiento y cualquier actitud, aún las más simples, deberíamos dedicar nuestra vida entera a desmontar el misterio de las razones acumuladas, entreveradas, y aún así propablemente se nos hurtaría lo principal".
Lorenzo Lotto. Retrato de gentilhombre en el estudio. 1528-30. 97 x110 cm. Galería de la Academia. Venecia.
La novela, para el que se acerque por vez primera, tiene una estructura compleja, ya que parte del principio de que el Duque es inmortal, tal como le fue pronosticado en su horóscopo al nacer, aunque esto no queda claro. La inmortalidad de Pier Francesco se pone en relación con la creencia declarada del autor en la reencarnación. Esta obsesión por la inmortalidad es la que le hace recurrir a la astrología, la alquimia, la numerología, etc. y es también lo que quiere dejar como legado en el Sacro Bosque de Bomarzo:
"Mi tema y yo nos habíamos encontrado y formábamos desde ese segundo una indestructible unidad. Mi vida (...) mi vida transfigurada en símbolos...salvada para las centurias...eterna...imperecedera".
Esta perspectiva de la inmortalidad y de la intemporalidad da ocasión al novelista para utilizar el recurso de salir del tiempo histórico del siglo XVI y proyectarse en el futuro: así el lector está en el siglo XVI y en el XX (se cita un libro de Eugenio D´Ors, escritores como Góngora, Baudelaire, James Joyce, Pirandello o Virginia Wolf, referencias a Freud, incluso a Hitler). Mújica Laínez es perfectamente consciente de este hecho y juega con ello para crear incertidumbre hasta el final. Momento trágico para el duque resulta descubir que iba a morir como cualquier otro mortal y que había luchado en balde:
"el duque Pier Francesco Orsini,... asombrado, murío de veneno, sin originalidad, como cualquier príncipe del Renacimiento".
Por las páginas de Bomarzo pasan múltiples personajes que son como modelos o estereotipos de lo que fue el Renacimiento (tan bien reflejado en la obra de Baltasar de Castiglione, "El cortesano"). Cuando la novela se centra en estos personajes y la historia, la obra se hace más densa y pesada, mientras que cuando lo hace del mundo interior del Duque, aparece la fantasía creadora y la imaginación del autor. El Duque estará acompañado de humanistas, médicos, condotieros, artistas, escritores, eclesiásticos y pontífices. Así, forzando la historia, aparecerán en la novela artistas como Miguel Ántel, Benvenuto Cellini, Tiziano, Lorenzo Lotto, etc., médicos como Paracelso, astrólogos como Sandro Benedetto... Tambíen sitúa a nuestro personaje en importantes acontecimientos históricos, como la coronación del emperador Carlos V, el ataque de Barbarroja, la batalla de Lepanto, las luchas entre el Papa y el Emperador, las luchas entre familias y linajes aristocráticos, como los Orsini contra los Colonna o los Farnesio, la caída de los Médicis...); además, con el desplazamiento del protagonista nos acercaremos a los diversos escenarios del Renacimiento, tales como Roma, Florencia, Bolonia, Venecia, Nápoles, e incluso a Metz y Lepanto.
Terminamos con la descripción que hace el duque de sí mismo, al contemplarse en el "supuesto retrato" (no hay certeza que esa obra fuese un retrato de Pier Francesco Orsini) que le hizo el pintor veneciano Lorenzo Lotto, con algunos símbolos importantes, tales como pétalos de rosa, un anillo de compromiso (¿el que le dió Cellini?) o una lagartija, que representa la fugacidad de la vida:
"Me reconocí plenamente en la conmovedora figura, en su máscara de encendido alabastro. Así era yo de triste, de extraño, de indeciso, de soñador, de turbio y de añorante. Un príncipe intelectual, un hombre de esa época, poco menos que arquetípico, situado entre la Edad Media mística y el hoy ahíto de materia; simultáneamente preocupado por las cosas de la vida lascivas y por las del más allá problemático; blando y fuerte, ambicioso y vacilante (...). La giba, la carga bestial, dolorosa, no está presente en el lienzo pero, pesa sobre él, invisible, sobre su donosura espiritual, sobre su atmósfera metafísica".