Bernini // Borromini
Bernini y Borromini son las dos figuras más importantes del barroco italiano e internacional, especialmente en la arquitectura. Pero son dos personalidades absolutamente diferentes y trabajan de diferente manera y diametralmente opuesta. Ambos artistas construyen edificios de planta elíptica con muros alabeados, pero las diferencias en el empleo de los órdenes y de los materiales, y en el uso del espacio y de la luz, hacen que se sitúen a años luz sus estilos.
Sin embargo, durante un tiempo, sus vidas corrieron paralelas, ya que Borromini tras trabajar en el Vaticano a las órdenes de Carlo Maderna, entró como ayudante de Bernini en las obras del Palacio Barberini de Roma; tras unos de colaboración, surgió entre ellos una enemistad que duraría toda la vida, tal vez por la incompatibilidad de caracteres entre ambos. Veámos algunas diferencias:
CARÁCTER:
Gian Lorenzo Bernini (1598-1680) nació en Napales y fue hijo de un escultor manierista, de quién aprende el arte de la escultura, aunque también se movió como nadie en el mundo de la arquitectura. Los biógrafos nos han dibujado a un hombre que es un genio perfecto, que nació con estrella, con notables cualidades morales (buen hijo, buen esposo y buen padre, además de ser jovial y gran conversador). El éxito siempre le acompañó, sirvió a, nada más y nada menos, ocho papas (entre ellos a los poderosos Urbano VIII, Inocencio X y Alejandro VII), también fue invitado por el Rey Sol, Luis XIV, a Francia para diseñar la fachada del Louvre. Hombre moderno de amplio espectro de actividades plásticas, se dedicó a la arquitectura y a la escultura sobre todo, aunque también fue dramaturgo, urbanista y diseñador de sus propios decorados y vestuarios. Hizo también arquitectura provisional o efímera. Fue un hombre de genio precoz, se le atribuyen esculturas de gran calidad a los 10 y 11 años de edad. Tiene un virtuosismo innato de alta inteligencia práctica y una profunda sensibilidad emocional. Educado en el espíritu jesuítico, alcanza profundamente el sentido contrarreformista y refleja admirablemente las pretensiones del poder de la iglesia.
Francesco Castelli, llamado Borromini (1599-1667), nacio en Bissone en Suiza. Se trasladó a Milán y luego a Roma, donde trabajó con Maderna y Bernini. Pero no obtiene el favor de grandes mecenas y se conforma con trabajar con pequeñas órdenes religiosas, desprovistas de recursos financieros. Su carácter es irascible e iracundo, violento, huraño y solitario, muy religioso y llevando una vida de pobreza absoluta. Murió de manera trágica, ya que se suicidó al clavarse su propia espada, tal vez por su estado depresivo y melancólico, o desesperado por las fiebres y el insomnio de una enfermedad no diagnosticada.
ESTILO:
Cada uno representa las dos caras del arte en Italia: Bernini es el arte triunfante y oficial, mientras Borromini es el arte para pequeños y humildes demandantes, aunque de mayor calidad que el primero.
Ya hemos dicho que en la clientela, Bernini tuvo a los más ricos y poderosos clientes (reyes y Papas), mientras Borromini tuvo como clientes a pobres iglesias y órdenes mendicantes.
Partiendo de la preceptiva clásica, Bernini respetó las proporciones de los órdenes y las reglas de la composición, mientras que la fantasía de Borromini rompió estas normas e inventó nuevos elementos. "Yo no he nacido para para ser copista de las columnas del Coliseo", afirmaba. Borromini daba especial relevancia a la plena libertad de diseño, negándose a "copiar" características u elementos estilísticos en sus proyectos, y llegando al extremo de resignar toda remuneración a cambio de tal libertad expresiva
En cuanto a los materiales, Bernini utilizó, preferentemente, el mármol como material de construcción, ya que le encomendaban grandes y ricos proyectos; Borromini, en cambio, fue un arquitecto barato, que empleó el ladrillo, el estuco y el revoque.
En la composición, Bernini plantea espacios naturales abiertos, con curvas y contracurvas diáfanas, dispone de todo el espacio y todas las hectáreas que necesita para dar rienda suelta a su imaginación, mientras que en Borromini los espacios son artificiales y reducidos, al complicarlos mediante combinaciones de alabeos secundarios, debiéndose adaptar a pequeños espacios.
En cuanto a la iluminación, Bernini deja sus fachadas e interiores pulidos, con el propósito de que la luz y la sombra resbalen y los bañen por igual; Borromini, por su parte, afila los perfiles, añade resaltes y aplica aristas para que la luz se quiebre en un cortante efecto claroscurista.
OBRAS:
A Bernini se le considera el último arquitecto clásico, representa el espacio dado de antemano, no se plantea su proyecto desde el espacio porque siempre contaba con todo el que quería. Bernini representa el Barroco del poder, encarna el deseo de magnificencia de la Roma triunfal, una vez vencidos los temores de la Reforma. Aunque su arquitectura es movida, con plantas circulares y ovales, su espíritu es clásico, de hecho se le considera como el último arquitecto clásico, frente a Borromini, el primer arquitecto moderno. Ese clasicismo se aprecia en su respeto a las proporciones de los órdenes y a las reglas de la composición. Además, prefiere las plantas centrales (cruz griega y ovales).
Su carrera como arquitecto se inicia en el Vaticano, proyectando El Baldaquino de San Pedro, obra híbrida entre arquitectura y escultura, muy movida, pues apenas se aprecia una línea recta. Es importante porque aparecen elementos nuevos que van a caracterizar el Barroco, como las columnas salomónicas de orden gigante y el retorcimiento general de la obra, como si fuese una llamarada. Se trata de un movido palio de bronce, apeado en cuatro columnas salomónicas decoradas con racimos de vid, que sitúa bajo la cúpula de la basílica, para conmemorar que allí debajo, en la cripta, está la tumba de San Pedro. La cubierta iba a ser una cúpula pero él la sustituyó por cuatro volutas que se juntan en el centro sosteniendo una bola del mundo con una cruz encima. Así queda abierta la cubierta dándole más dinamismo. Tiene un simbolismo acentuado, ya que se pone en el centro del crucero y simboliza el centro de la cristiandad; es un monumento conmemorativo porque debajo esta la Cripta de San Pedro, y asimismo, es también un símbolo del poder del Papa Urbano VIII, su emblema nobiliar aparece por toda la obra (las tres abejas). Es el símbolo de la familia de los Barberini. Esta será la obra cumbre del Barroco y de Bernini.
El éxito de esta empresa le valió el título de arquitecto pontificio, realizando otras obras en la Basílica, como la Cátedra de San Pedro y la Columnata en la Plaza del Vaticano.
La Cátedra de San Pedro está adosada al ábside de la Basílica de San Pedro, en la misma línea de perspectiva que el Baldaquino. Se relaciona con la silla que usó San Pedro como primer obispo de Roma. Bernini sitúa esta reliquia en un trono mayor, que mantienen en el aire los Doctores de la iglesia, y abre en la zona superior una gloria que perfora el muro, convirtiéndose en el precedente de los transparentes hispanos.
Su obra más trascendental como arquitecto es la Columnata de la Plaza de San Pedro del Vaticano en Roma. Bernini contaba con un amplio espacio creado artificialmente para él; allí debía crear una plaza grandiosa, pero había dos problemas: adosar la plaza a la fachada y que ésta quedara equilibrada con la plaza, que una parte no hiciera pequeña a la otra. La solución fue no poner la plaza pegada a la fachada sino separada por medio de unos grandes brazos convergentes que, simbólicamente, sirven para acoger a las multitudes. Así la fachada queda al fondo y la plaza se hace independiente. Además las anchuras de una y de otra son diferentes. Los brazos continúan por la plaza en sentido circular-elíptico, en forma de pórticos con gigantescas columnas de orden dórico muy severo y con efectos de perspectiva elíptica. Así, con esta planta elíptica, las columnas nacen de la fachada de la Basílica como dos grandes brazos que acogen a la humanidad. Esta columnata es funcional y alegórica, ya que cierra óptimamente la Plaza del Vaticano, sirve de deambulatorio cubierto a las procesiones y abraza ecuménicamente a la cristiandad. Toda la columnata sostiene un gigantesco ejército de santos y mártires.
La obra arquitectónica de la que Bernini se sentía más satisfecho es la Iglesia de San Andrés del Quirinal. La planta interior se contrapone con la exterior. La planta es original de Bernini pero se inspiró en el Panteón de Roma. Es una planta oval con capillas alrededor y un altar mayor que resalta al exterior por detrás. Pero este dinamismo de la planta se acentúa con otra elipse tangente que se inicia en la fachada pero no se acaba, se acaba imaginariamente fuera, en la calle.
La fachada parece clásica, estática, con un gran frontón triangular sobre un pórtico sobresaliente. Pero la escalinata describe una curva y saca dos columnas que soportan un entablamento de media circunferencia decorado encima con un frontón curvo partido. Con estos elementos se produce el dinamismo o movimiento arquitectónico, jugando con las líneas cóncavas y convexas. Las dos alas las construye como dos brazos que recogen al visitante y lo invitan a entrar. En el interior, el eje transversal acorta el trayecto entre la puerta y el Altar mayor, todo ello decorado profusamente. Las capillas laterales llevan un tratamiento más estático, con elementos muy clásicos. Bernini decora la Iglesia para que la atención recaiga en el Altar Mayor, con gran escenografía, como si el edificio sirviera para albergar este altar.
Otras obras menores civiles de Bernini son el Palacio Barberini (abajo), con fachada diáfana y arquerías superpuestas y el Palacio Chigi-Odescalchi.
Borromini fue el primer arquitecto moderno, con planteamientos muy revolucionarios, ya que fue el primer arquitecto que rompió con el clasicismo renacentista, siendo muy criticado por ello en su época. Su forma de diseñar es diferente de Bernini. Él parte de la idea sencilla para ir hacia la complejidad, adaptándose al poco espacio que tiene para construir. Juega con el espacio con un criterio de dinamismo en términos propiamente escultóricos. Rompe con todas las reglas arquitectónicas e inventa nuevos elementos, obteniendo así plantas nuevas indefinibles. Asimismo, ondula entablamentos y cornisas, alabea los muros, utiliza bóvedas que parecen nervadas y arcos mixtilíneos, crea plantas estrelladas y muy movidas, en definitiva, su arquitectura se puede calificar como fantástica, genial y muy original.
En una de sus primeras obras, la Iglesia de Santa Inés en Plaza Navona en Roma, parte del aprendizaje con Maderna en el Vaticano, para crear una obra propia al curvar el cuerpo central de la fachada (cóncava), rimando, así, en una armonía, todavía atemperada, con la gran cúpula. La obra se adapta perfectamente al marco urbano.
Pero su primera gran obra como artista independiente, y mucho más audaz y novedosa es la Iglesia de San Carlos de las cuatro fuentes (San Carlo alla Quattro Fontane), hecha para los trinitarios españoles. Se le encargó un convento y una iglesia; el convento se ha perdido y la iglesia la construyo entera, menos parte de la fachada, al morir el artista. Borromini parte de un espacio angosto, un cruce de calles. Había cuatro fuentes en el solar y una de ellas debía respetarla, dejando un chaflán en una esquina para albergarla. La planta es nueva, elíptica, y no tiene precedentes y se crea en función del solar: un patio rectangular con los ángulos en chaflán. A partir de este espacio, crea una planta muy dinámica, quiere un edificio que se mueva y que rompa con la tradición clásica. Es una Iglesia pequeña pero monumental. En el interior utiliza medias columnas y en los intercolumnios orada el muro para crear líneas convexas contrapuestas. El muro cambia así cada dos por tres de forma muy dinámica. La cúpula se adapta a la planta y es en forma de elipse muy decorada en su interior. Hace curvo también el arquitrabe. De la fachada, él hizo el cuerpo inferior y el superior lo hizo su sobrino, pero siguiendo sus proyectos. Va en contra de todas las fachadas que se conocían hasta entonces: es ondulada y alabeada, con dos curvas cóncavas y una convexa en el centro para romper así los planos, al igual que en el interior. Con este efecto consigue que la luz provoque en la fachada matices distintos. La puerta es convexa y encima pone una media cúpula. En los laterales pone nichos cóncavos para acentuar el rompimiento de líneas.
A continuación realiza el Oratorio de los Filipenses, concebido como sala de audiciones, hecho en ladrillo. La planta de este edificio es más sencilla porque aquí Borromini se dedicó sobre todo a la fachada. Su planta es cuadrada y dividida en varios espacios: un patio cuadrangular al igual que la planta general del edificio y el resto todo iglesia separada en varias partes: un ángulo inferior, un pasillo central y otro cuerpo a la derecha. La fachada no tiene correspondencia con el eje del edificio. La fachada es de palacio urbano pero alabeado y ligeramente curva. Incorpora la luz para modelar, para dilatar el cuerpo. Está dividida en dos cuerpos cóncavos con uno convexo en el centro. Las formas de capiteles y ventanas son nuevas, inventadas por él. Para coronar la fachada inventa un tipo de frontón nuevo mixtilíneo, alternando lo angular con lo curvilíneo.
A continuación emprende su obra más culminante, la Iglesia de San Ivo alla Sapienza. La realiza entre 1643 y 1648. De nuevo partía con muchos condicionantes, pero debía esmerarse porque éste era el único encargo que recibía del Papa. El templo simboliza el homenaje que la Iglesia Católica rinde a la sabiduría. Todo el espacio alrededor estaba edificado, debiendo construir la Iglesia entre dos alas. Así resulta una planta interior hexagonal (dos triángulos equiláteros que, al cruzarse, crean un hexágono), aunque por el exterior y antes del arranque de la cúpula, aparece la estrella original de seis puntas, aunque los ángulos son redondeados y romos. La fachada da a un patio interior y es curva, como si quisiera unir en prolongación las dos fachadas que tiene en los lados. Las ventanas de esta fachada son distintas, de medio punto, porque las ventanas de las alas laterales son de medio punto. La combinación de la fachada con la cúpula le da al edificio un sentido elástico, porque la fachada es cóncava y la cúpula es convexa. A la cúpula le da un sentido ascensional porque le pone una linterna alta y una moldura ascensional en forma de hélice cónica, que denota la inagotable inventiva del artista. Por otro lado, la fachada no es tan dinámica como las anteriores, es más quieta, más sólida porque debía guardar armonía con el entorno. Aún así, el contrapunto que se produce entre fachada y cúpula es el toque maestro.
También Borromini trabajó en la decoración interior de la Basílica de San Juan de Letrán.
13 comentarios:
Interesantisimo, monsieur!
Que bueno que incluya usted un apartado para hablarnos de la personalidad de los artistas, porque es algo que me interesa muy especialmente. Me atrae el estudio de las personas que hay detras de las grandes obras y los grandes acontecimientos.
Feliz fin de semana
Bisous
Hola!
Te devuelvo la visita, muy interesante blog.
Me inicié en la escultura con un maestro imaginero, así que me son cercanas tus entradas del blog, además Sevilla tiene historia tela imaginera.
Me pasaré.
un abrazo.
Me agrada que nos cuentes más cosas para ampliar el conocimiento de estos dos monstruos de la arquitectura. Si tuviera que elegir me pondrían en un brete: Bernini fue un hombre muy completo, escultor y arquitecto, que nos supo maravillar con su arte, protegido por los papas, nobles y reyes de la época. Borromini fue un incomprendido, pues su arte rompía demasiado con los conceptos artísticos de la época, pero fue un modelo a seguir a posteriori. Contrapuestos y a la vez complementarios. No podemos comprender el Barroco sin la genialidad de ambos.
Un abrazo
Estimado Paco:
He llegado a este blog a través del de Pinceladas de Historia Bejarana de nuestra amiga Carmen. Soy licenciado en Historia del Arte y me parece un blog soberbio. Tus alumnos pueden estar orgullosos de tenerte como profesor.
Saludos desde Béjar (Salamanca)
Paco, infinitas gracias por tus palabras de aliento en La Cala. Aún no estoy en condiciones de retomar mi ritmo bloggero habitual, estoy con internet prestado en estos momentos pues en mi sector aún no se repone el servicio. Espero que mi vida personal así como la de mi país se normalicen más. Cuando así sea no te quepa duda que vendré a este blog pues es un pendiente que tengo y que me interesa muchísimo. Por lo pronto un fuerte abrazo y toda mi gratitud por tu presencia.
Dos grandes arquitectos sin duda ninguna, como explicas muy bien. Personalmente, prefiero a Borromini capaz de sacar con pocos recursos y espacios complicados, obras de gran sutileza, imaginativas, capaces de crear interiores muy especiales muy en consonancia con el mensaje trascendente que quería transmitir la arquitectura religiosa.
Dos grandes figuras sin las que no se puede entender la Roma barroca, ni el desarrollo de ese estilo especialmente por lo que toca a la arquitectura.
Un saludo.
Estupenda entrada, para mí son los dos mejores,
son los verdaderos creadores del estilo y en el
barroco Italia a la cabeza de la arquitectura
europea.
Borromini aportó dinamismo, son estupendos los
dos y es difícil elegir.
Tres figuras cumbre del arte nacieron en el mismo
año: Bernini,Borromini y Velázquez.
Bernini hizo un proyecto para el Palacio del
Louvre de su fachada y no fue aceptado.
Saludos.
Excelente entrada sobre los dos grandes arquitectos barrocos italianos. Todo este post me ha traìdo a la mente mis tiempos vividos en Roma, sin duda, el caput mundi barroco y una de las ciudades màs bellas del mundo.
Un saludo desde el frìo norte de Italia.
Querido amigo, magnifica entrada,muy interesante e instructiva Felicidades.
Un abrazo Isthar
Mucho se aprende de la lectura de tu escrito.
Gracias por compartirlo.
Saludos.
Madame Masqué: a mí también me interesan mucho la vida de los artistas; detrás de sus obras están sus propias vivencias personales
Tula: Sí, Sevilla tiene tela de historia imaginera, y de la buena. Gracias por pasar.
Carmen: Efectivamente, dos grandes monstruos y como apuntas, imposible comprender el Barroco sin ellos. Bienvenida.
Roberto: Se bienvinido también desde tierras castellanas. Te pasas en lo de soberbio, dejemoslo en normalito tirando a bueno. Mis alumnos creo que no llegan a apreciarlo tanto como otros.
Eva: las aguas llegarán pronto a su cauce, seguro. Todo mi apoyo al pueblo chileno. Tienes todos mis respetos y mi gratitud.
Alfredo: También me quedo con Borromini. Es más díficil crear en situaciones más adversas. Gracias por pasarte por aquí.
Calamanda: Qué nombres, Bernini, Borromini y Velázaquez. Efectivamente, Luis XIV no aceptó el proyecto de Bernini para el Louvre por ser muy movido y rompedor. Los franceses se lo perdieron. Gracias.
Carolus II: Tú lo has dicho todo, Roma fue la caput mundi y de lo más bello que hay.
Isthar: Gracias por detenerte un ratito aquí nuevamente.
Salvador:Que vengan esas palabras de usted es todo un honor. Muchas gracias
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