ARTE TORREHERBEROS: Conceptos
RICHARD ESTES. "Water Taxi, Mount Desert". Óleo sobre lienzo. Kemper Museum of Contemporary Art, Kansas City (Missouri).


BIENVENIDOS A TODOS Y TODAS. Este blog nace con la única pretensión de complementar y facilitar las tareas a los alumnos/as de Historia del Arte de 2º de Bachillerato del IES Torre de los Herberos de Dos Hermanas (Sevilla), así como hacer pasar un rato agradable a todos los amantes del arte. No tiene ninguna otra pretensión intelectual. De los textos es responsable el administrador del Blog, no así de las opiniones expresadas en los comentarios. Las imágenes o fotografías, videos y presentaciones están tomadas de internet mayoritariamente, citando la autoría siempre que ha sido posible; si en alguna de ellas no aparece, es por error o descuido, y ruego que me lo hagan llegar para subsanarlo. Casi todo lo que aparece en estas páginas es libre y abierto, y se puede descargar para otros fines, pidíéndose únicamente que se cite la procedencia.





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domingo, 23 de septiembre de 2012

EL VALOR, MERCADO, CONSUMO Y PROTECCIÓN DE LA OBRA DE ARTE



Frank Lloyd Whright. Salomon Guggenheim Museum. 1937. Nueva York.

Los juicios sobre el valor de las obras de arte varían históricamente porque dependen del sistema de valores vigente en cada época. Por tanto, la calidad artística, no es un valor intrínseco y propio únicamente de la obra. Lo que llamamos calidad es una atribución del valor, algo que no puede definirse fuera de las normas, convenciones, intereses y gustos existentes en el momento en que se producen las obras y en el contexto desde el cual se interpretan. Por tanto, hay que destacar el relativismo y variabilidad histórica de los juicios de valor en el sentido de las fluctuaciones que la historia del  arte nos muestra en relación con la valoración o desvaloración de obras y artistas.      
Sin embargo, ciertas obras y artistas han mantenido una lata estimación sociocultural sin que se haya puesto en duda su calidad. Así, debe de existir aspectos que posibiliten una apreciación razonada y bastante objetiva: su contexto. Así pues, hay que situar a la obra en el espacio y en el tiempo. El grado de innovación, de creatividad, de aportación técnico-lingüística sobre otras obras sólo se puede apreciar por contraste. El grado de habilidad técnica dentro de las normas de determinado estilo puede comprobarse con bastante objetividad. Todos los estilos poseen normas y convenciones y, dentro de ellos, se puede comprobar fácilmente si algunos artistas han resuelto mejor que otros determinados problemas (Ej, la perspectiva en los pintores del Renacimiento).
Desde la antigüedad clásica se ha valorado bastante la unidad dentro de la variedad: las obras de arte destacan por su unidad, pero al mismo tiempo por su complejidad. Asimismo se destacan los valores universales: obras que tratan genéricamente de la condición humana y que poseen un alto grado de comunicación intercultural y transcronológica. Por tanto, todos los que se interesen por ellas se encontrarán siempre una fuente de conocimientos, sean de la época que sea. Los denominados clásicos tienen ese carácter de apertura y perduración.

 Vincent Van Gogh. Viñedo rojo. Óleo sobre lienzo. 1890. Museo Puskhin. Moscú.

¿Quiénes deciden el valor artístico de las obras? El campo del arte tiene sus expertos, como cualquier otra actividad. Son ellos los que estudian las obras, establecen criterios de interpretación y de apreciación y, en definitiva, atribuyen y defienden cierto grado de valor que será más o menos consensuado por la sociedad. Evidentemente, sus opiniones serán más valoradas por los grupos sociales más afines, siendo rechazadas, a veces, por el resto. Otro problema a tener en cuenta dentro de la valoración de la obra de arte es su valor económico. En general los precios del arte vienen determinados por la ley de la oferta y la demanda y su cotización no tienen ninguna relación con la calidad. Cuando se paga una altísima cantidad de dinero se hace por escasez en el mercado de obras de arte de ese artista, por capricho o por la firma del artista, al margen de la calidad (Van Gogh no vendió ni un solo cuadro en vida y hoy es uno de los pintores más cotizados).

Hoy día, nos encontramos con una oferta muy amplia de objetos denominados "de arte". La distinción entre lo que tiene valor artístico y lo que no, viene marcada por su valor económico ya que existe una enorme actividad comercial alrededor de la creación artística, convirtiéndose en consecuencia la obra de arte en un objeto más de consumo.
 Si miramos hacia el pasado, ya desde la época helenística, se fomento el consumo y coleccionismo del arte. En la Edad Media y durante muchos siglos después, es la Iglesia la que ocupa un papel preponderante como cliente del arte. En el Renacimiento, se desarrolló la figura del mecenas, como persona que ayuda al artista desde un punto de vista económico y vital. En los siglos XVII y XVIII, son las monarquías europeas, las que protegen y atraen a los artistas a sus cortes. Sin embargo, el mayor auge del coleccionismo y, por tanto, de consumo artístico, se produce en la segunda mitad del siglo XIX, con la llegada al mercado del arte de los americanos, a los que se unen en el siglo XX los compradores japoneses y alemanes.              
 Las fuertes cantidades económicas que se mueven actualmente en el mercado artístico, han fomentado la aparición de intermediarios como son los galeristas y marchantes, que utilizan las exposiciones en salas de arte, galerías y ferias como centros de operaciones.

 Auguste Renoir. Retrato de Paul Durand-Ruel. Óleo sobre lienzo. 1910.


--La galería de arte, es una firma comercial que tiene colección de objetos de arte propios para vender y al mismo tiempo, hace exposición de sus fondos o de los de algún artista con el que contacta.
 --La sala de arte o de exposición, se diferencia de la galería, en que no tiene ni artistas ni fondos propios. Ambas pueden ser públicas o privadas y en ambas se funde el interés cultural con el económico.
 --Las ferias de arte, son certámenes anuales que reúnen a muchos artistas y firmas comerciales para dar a conocer sus últimas creaciones. Destacan entre ellas, la Feria de Colonia  en Alemania y ARCO en Madrid, que en 2002 ha celebrado su XX  edición.

En cuanto a la figura del marchante, cobra fuerza desde finales del siglo XIX hasta hoy. Controla la distribución de arte en un país así como las galerías de arte y los hay de dos tipos: el valorador, que expone su capital y prestigio en producir y promocionar artista independientemente del valor de la obra; y el revendedor, que vende, compra y promociona exposiciones de artistas consagrados. Es el más abundante y le interesan más los valores económicos que los culturales. Esta función la suele abarcar en la actualidad las grandes casas de subastas (Christi´s o Sotheby).
           
Podemos definir el museo como el espacio que facilita el encuentro entre la obra y el espectador, aunque la obra se halle fuera de contexto ya que no fue creada para ser expuesta en ellos, salvo excepciones como algunas pinturas en los Museos Vaticanos. Los museos, son creaciones de la sociedad contemporánea. Fue en Francia tras la Revolución Francesa, cuando se inició tras expropiar las obras de arte de la Monarquía, la acumulación de ellas para ser expuestas al público.

 Juan de Villanueva. Museo del Prado. 1786. Madrid.

 En España, fue en 1809, cuando se produce la primera disposición legal para crear un museo que recoja las obras de todos los edificios públicos, nace así el Museo del Prado.
 Inicialmente, la concepción tradicional del museo, lo sitúa como un almacén de obras. Será a partir del siglo XX, cuando se pasa de una exposición acumulativa a otra selectiva, de tal manera que el museo se convierte en un centro cultural, donde no sólo se expone sino que se promueve todo tipo de actividades culturales. Con esta nueva concepción, que llega hasta nuestros días, se intenta transformar a los museos en entidades dinámicas que exponen y catalogan sus obras, que fomentan la investigación, que organiza exposiciones de autores concretos con sus fondos y con otros prestados por otros museos, entidades culturales y particulares y que, además, se encargan de restaurar y conservar su patrimonio artístico. Todas estas actividades, requieren de una financiación económica que puede provenir del sector privado o como ocurre en España, puede proceder mayoritariamente de la Administración pública.
En cuanto a los tipos de museos, existen dos grandes grupos:

a) Museos Públicos: surgidos  a  partir de la segunda mitad del siglo XVIII y entre los que podemos citar el British Museum de Londres (1753), el Louvre de París (1793), el Prado en Madrid, el Metropolitan Museum de Nueva York, etc.
 b) Museos dedicados a personalidades artísticas o históricas: nacen en este siglo en honor de personas concretas y promovidos por "grupos de amigos de ..." o por la familia o "fundaciones". Son los casos de museos como los de Rembrandt y Van Gogh en Amsterdam o el de Dalí en Figueras.


Teatro-Museo Dalí. 1970-1974. Figueras (Gerona).
  
También se pueden clasificar los museos por sus contenidos en:

a)  Documentales: históricos, militares, geográficos, de ciencia, cera, etc.
b) Específicos de Arte: de temática muy amplia (arqueológicos, de Bellas Artes y de Arte Contemporáneo, de escultura o de Arte Romano).



Los temas relacionados con la protección, conservación y restauración del patrimonio artístico se han convertido, para las sociedades modernas, en elemento de interés público y fuente de controversia. Se discute la responsabilidad de quienes deben garantizar su preservación y, sobre todo, la sensibilidad de rehabilitadores. ¿Es lícito que un párroco en su iglesia despoje el templo de los vestigios suntuosos del barroco para acomodarlo a la sencillez emanada del Concilio Vaticano II? ¿Es lícito que un arquitecto municipal borre las huellas de un palacio renacentista urbano para convertirlo en una funcional sucursal bancaria? ¿Es lícito que un restaurador limpie con idéntico criterio histórico un cuadro depositado en un museo, que una imagen de culto que despierta veneración popular y cuya devoción reside en su aspecto ajado, en el oscurecimiento del rostro, en los regueros repintados de sangre o en los pies descarnados por los besos de los fieles?

La respuesta a estos interrogantes aparece nítidamente en la “Carta del Restauro”, promulgada en Venecia en 1964, cuya meta es salvaguardar la obra de arte, respetando los testimonios históricos que el tiempo le ha ido añadiendo. Sólo falta ya informar y concienciar a la ciudadanía de que la preservación del patrimonio artístico es la mayor herencia cultural que puede transmitirse a las generaciones venideras. Y ello se hace a través de instituciones culturales (como institutos de restauración dependientes de ministerios o consejerías autonómicas), a través de los centros educativos (asignaturas de patrimonio histórico y artístico) y a través de la protección legislativa y judicial (leyes de patrimonio).
El debate abierto sobre la conservación del tesoro artístico se ha extendido al ámbito del museo público, cuya institución debe responder, en los umbrales del siglo XXI, a tres finalidades: educar, enriquecer el patrimonio nacional y ser un depósito activo de la historia pasada y reciente. Originariamente, el museo surge en los círculos privados renacentistas, alentado por aficionados que coleccionaban antigüedades y obras modernas para decorar los gabinetes de sus viviendas y disfrutar de ellas; luego, llegado el caso, su propietario los mostraba al visitante, orgulloso de la calidad atesorada y del esfuerzo personal por elevarse sobre los tópicos vulgares. Durante los siglos XVII y XVIII, los reyes, la aristocracia, las altas dignidades eclesiásticas y la burguesía acomodada se convierten en coleccionistas apasionados. Pero tras las revoluciones liberales y los procesos desamortizadores del siglo XIX, muchas de estas propiedades, junto con los bienes de la iglesia, pasaron a la tutela del estado, que los instala en palacios y conventos para el disfrute del pueblo.

 Fotografía de Vasily Kandinsky. 1913.

 

El museo se convertía así en un depósito de lujo, en un espacio inmóvil que censuraba agriamente en 1912 el pintor ruso Kandinsky en su libro “De lo espiritual en el arte, reclamando profundas alternativas:

 

“Imagínate un edificio, más o menos grande, dividido en salas; cada sala cubierta de lienzos de distintos tamaños, quizá miles de ellos. Todo ello está reproducido en un librito que lleva los nombres de los artistas y los cuadros. Libro en mano, la gente se pasea de pared en pared. Luego se van, ni más ricos ni más pobres, y vuelven a sus preocupaciones cotidianas, que no tienen nada que ver con el arte. ¿Para qué han venido?”

 

Acabar con la pasividad del público, mero observador de la tradición que se acumula en las salas de los museos, y convertirlo en sujeto activo de la experiencia estética es el gran reto de esta institución pública. Para ello es preciso construir edificios adecuados, donde el continente arquitectónico rime con el contenido expuesto. Sus gestores deben esforzarse por instalar pedagógicamente los fondos y acompañar la colección permanente de una programación de actividades, que hagan del centro un instrumento productor de comunicación y difusor de cultura. Ha de contar con espacios para restauración, investigación y exposiciones temporales que permitan celebrar acontecimientos históricos relevantes; todo ello, sin olvidar que es un centro de consumo y que debe saber comerciar. Urge que los patronos y administradores definan una política coherente de nuevas adquisiciones, comprando solamente con los caudales públicos aquellas obras singulares que rellenen carencias y, al mismo tiempo, alienten la participación de la sociedad civil a través de las asociaciones de amigos de los museos y el mecenazgo de entidades privadas. En suma, el museo debe convertirse en un lugar dinámico de encuentro, de colaboración y convocatoria cultural ciudadana a partir del artista y sus posibilidades creativas.

 


Con el fin de preservar todos los objetos que puedan tener un valor significativo para nuestra cultura, empleamos con frecuencia la expresión bienes culturales en lugar de patrimonio artístico.
Son bienes culturales  aquellos que tengan una gran importancia para el patrimonio cultural  de  los  pueblos,  como  las  construcciones  de  interés  histórico,  los  campos arqueológicos, las obras de arte, manuscritos, libros, colecciones científicas, colecciones importantes de libros, museos  etc. Con posterioridad se les han añadido las  imágenes en movimiento.
Desde el siglo XVIII, con el nacimiento de la mentalidad burguesa, las diferentes administraciones se vieron en la obligación de iniciar la protección de sus monumentos y obras  de  arte,  mediante  la  creación  de  academias,  fundaciones,  escuelas  de restauración etc.
Aunque a lo largo del siglo XX han sido muchas las instituciones que han velado por el patrimonio cultural de los  pueblos, la UNESCO ocupa un papel relevante. Siempre ha promovido  la  defensa  y  protección  de  todos  los  bienes  que  pueden  formar  el patrimonio  cultural  de  los  pueblos  con   la  colaboración,  tanto  de  instituciones internacionales como no gubernamentales. Una  de  las  grandes  aportaciones  de  la UNESCO ha sido la protección de algunos conjuntos monumentales y bienes culturales, declarándoles Patrimonio Cultural de la Humanidad.

 Marcel Breuer. Sede de la UNESCO en París. 1953.

domingo, 16 de septiembre de 2012

FUNCIÓN DEL ARTE

 Mies van der Rohe y Philip Johnson. Edificio Seagram. 1954-1958. Nueva York.


Desde siempre la función principal del arte había sido la imitación de la realidad, pero hoy es evidente que la fotografía y el cine cumplen con mayor exactitud esta posibilidad,  por lo que ha tenido que buscar otras salidas, convirtiéndose en un arte-creación. Dadas las relaciones de la obra de arte con la cultura en que se crea, es indudable la función que desempeña como medio para adentrarnos en el conocimiento de estas culturas.
La ideología, las creencias, toda la actividad espiritual del hombre tiene su eco en la obra de arte. Pero al mismo tiempo,  los inevitables condicionamientos que imponen las circunstancias materiales que intervienen en la creación artística es otro aspecto del pasado que la obra refleja. Además, es evidente que la belleza del lenguaje artístico contribuye poderosamente a la formación estética del contemplador, enriqueciendo su personalidad.
Así, si el arte es un medio de interpretar la realidad y de actuar sobre ella, es evidente que tiene una función práctica, utilitaria. En este sentido se interpretan, por ejemplo, las pinturas rupestres. Una de las teorías del arete más permanente en el tiempo es aquella que nació en el mundo griego: que la escultura y la pintura deben imitar a la naturaleza, y ello ha llegado hasta finales del siglo XIX. Pero el arte es también un soporte de ideas, conceptos y valores, por lo que resulta innegable su función comunicativa. La censura o la manipulación de las obra por grupos sociales manifiesta que el arte es un instrumento ideológico (arte medieval cristiano, constructivismo ruso...). 

 Tríada del faraón Mikerinos, la diosa Hathor y el nomo de Kynopolis. Imperio antiguo egipcio. Museo egipcio. El Cairo.

 Pero el arte ante todo es una creación humana que se caracteriza por la supremacía de la función estética. Cuanto mayor sea  su función estética mayor grado de alejamiento de la utilidad alcanza. Por tanto, el carácter estético de un objeto hace que nos atraiga, especialmente desde un punto de vista formal, apareciendo lo que se llama “arte por el arte”. Por último, a partir del Romanticismo, y sobre todo a partir de Freud, el arte comienza a ser considerado como una compensación psicológica, ya que puede ser utilizado para desviar, canalizar o sublimar conflictos, deseos o necesidades personales; eso se da con fuertes individualidades, cosa que no ocurre hasta la edad contemporánea.
Hemos de tener en cuenta que las funciones del arte se atribuyen y estabilizan colectivamente: ni el objeto en sí mismo ni los puntos de vista individuales determinan su papel o utilidad. Las funciones del arte derivan de las relaciones con la sociedad.
La función de la arquitectura tiene un fin eminentemente utilitario, hay que atender prioritariamente a los aspectos técnicos, aunque también son importantes los aspectos estéticos, lo que ha permitido que la historia de los estilos arquitectónicos sea tan rica y variada
En cambio, la función tanto de la escultura como de la pintura ha evolucionado a lo largo de la Historia del Arte. En sus primeras manifestaciones (arte prehistórico)  sus funciones estaban definidas por su carácter mágico y religioso (función religiosa). Posteriormente, cuando las instituciones políticas y religiosas comienzan a realizar grandes edificios, la escultura y la pintura sirvieron para mostrar el poder y la riqueza de sus constructores (función política). En otras ocasiones  destaca una clara función conmemorativa, convirtiéndose las obras de arte en importantes instrumento "educativos" (función conmemorativa y educativa). En todos estos casos son también elementos de representación de ideales estéticos (función estética).





































Giotto. Huida a Egipto. Pintura mural al fresco. 1305-1306. Capilla Scrovegni. Padua.


Por otro lado, ¿Cómo ha registrado el artista el mundo visible? ¿Podemos hablar de evolución? No está tan claro. Lo que está claro es que la forma de observar la realidad está relacionada directamente con el pensamiento y la idiosincrasia de las sociedades y civilizaciones.
El primer paisaje conocido en Europa es un fresco de la isla de Thera: son planos superpuestos, contornos  y  perfiles  dibujados  y  los  interiores  coloreados,  todo  ello  bastante  esquemático.  Los ocupantes de aquella habitación sentirían hallarse  en medio de un paisaje real, pero hoy pocos lo aceptarían como tal.
En el 1300 Giotto pintaba las rocas y las plantas bellamente modeladas, con luces y sombras y casi en tres dimensiones aunque torpemente. Pintaba con precisión y sus obras se consideraban muy reales.
En el siglo XV Jean Van Eyck pinta un paisaje de estructura similar al de Giotto pero mucho más realista, con una perfección de miniaturista, casi fotográfica, desde los guijarros hasta las nubes. Entonces eso era lo más real. Mientras tanto, en el mismo momento pero en el norte de Italia, los artistas observan que la realidad es una cosa y lo que ve el ojo humano es otra. Por eso los objetos se ven más pequeños cuanto más lejos están. Se inventan entonces las líneas de fuga y la perspectiva lineal.

 Diego Velázquez. La rendición de Breda. Óleo sobre lienzo. 1634. Museo del Prado. Madrid.

Durante el siglo XVI y XVII, Leonardo primero y Velázquez después descubren que a veces no vemos bien los objetos, nuestra nitidez disminuye conforme se alejan los objetos y también cuanto más denso es el aire que hay entre ellos y nosotros. Así es como nace la perspectiva aérea.
Así llegamos al siglo XIX y con el Impresionismo la percepción cambia: desaparecen los contornos, se borra el dibujo, los detalles se emborronan y el artista intenta captar con pinceladas rápidas una visión pasajera, una percepción fugaz, una impresión veloz, en movimiento y nerviosa. Para los artistas esa era la visión de un ojo de la Revolución Industrial, sin embargo su pintura no fue aceptada por irreal.
En el siglo XIX lo irreal es la norma, siguiendo un proceso por el cual el Arte se desvincula de la realidad para buscar formas puras. Nace así el arte abstracto. Al final una obra de Mondrian o Kandinski es mucho más irreal que el fresco de Thera. Luego entonces ¿Hay evolución o no? No si la realidad es sólo lo que capta un ojo humano. si la realidad es además todo lo conceptual que rodea al ser humano. A la larga la realidad es un concepto tan engañoso y subjetivo como el de la belleza.

 Piet Mondrian. Cuadro nº 2. Óleo sobre tela. 1925. Collección Max Bill. Zurich.


Terminamos con dos presentaciones sobre la función social del arte, una de la profesor Ana Rey, y otra basada en "El libro de los abrazos" de Eduardo Galeano:








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