Estatua de Ramsés II. Granito rosa. Hacia 1270 a.C. British Museum. Londres.
No se puede afirmar de modo categórico que fue el faraón más importante de la historia de Egipto, ni tampoco el que durante más tiempo ciñó la doble corona. Pero es, desde su paso por la tierra, el rey de Egipto más nombrado y el más popular.
Durante el largo reinado del faraón de la XIX dinastía, Ramsés Meriamón (1289-1224), hijo de Seti I, el faraón luchó por recuperar la hegemonía egipcia sobre los territorios que habían controlado los faraones de la XVIII dinastía, lo que le llevó a enfrentarse en Oriente Próximo al soberano hitita Muwattali en la indecisa batalla de Qadesh, presentada por Ramsés como una gran victoria. Pero ante el creciente poderío asirio, Ramsés y el nuevo monarca hitita, Hattusi III, concluyeron una alianza que abrió un largo período de prosperidad para Egipto, cuyoas fronteras con los libios fortificó Ramsés, quién también aseguró el control sobre Nubia al sur (Sudán).
El legado arquitectónico de Ramsés II puede apreciarse a lo largo de todo el Nilo. En el Bajo Egipto, en el Delta, erigió una nueva capital, Pi-Ramsés, al tiempo que embellece la antigua ciudad de Menfis. En el Alto Egipto levantó el templo de Abydos, y en la orilla occidental de Tebas erigió su magnífico templo funerario, El Ramesseum. En la orilla opuesta del Nilo, el templo de Luxor es también testimonio de su actividad constructora. Pero la inclinación personal qu el faraón sintió por Nubia, la tierra del oro, dejó en esta zona algunas de sus obras más personales. Se trata de templos excavados (speos) o semiexcavados (hemispeos) en la roca, como Wadi-el-Sebua, Beit-el-Wali o Derr. De entre todos ellos destaca el complejo de Abu Simbel, emplazado en la zona fronteriza entre Egipto y el mundo nubio (Sudán), a unos 70 kilómetros al norte de la segunda catarata.
El legado arquitectónico de Ramsés II puede apreciarse a lo largo de todo el Nilo. En el Bajo Egipto, en el Delta, erigió una nueva capital, Pi-Ramsés, al tiempo que embellece la antigua ciudad de Menfis. En el Alto Egipto levantó el templo de Abydos, y en la orilla occidental de Tebas erigió su magnífico templo funerario, El Ramesseum. En la orilla opuesta del Nilo, el templo de Luxor es también testimonio de su actividad constructora. Pero la inclinación personal qu el faraón sintió por Nubia, la tierra del oro, dejó en esta zona algunas de sus obras más personales. Se trata de templos excavados (speos) o semiexcavados (hemispeos) en la roca, como Wadi-el-Sebua, Beit-el-Wali o Derr. De entre todos ellos destaca el complejo de Abu Simbel, emplazado en la zona fronteriza entre Egipto y el mundo nubio (Sudán), a unos 70 kilómetros al norte de la segunda catarata.
Bajorrelieve con Ramsés II guerreando en la batalla de Qadesh. Procedente de Abu Simbel.
Bajorrelieve con Ramsés II ejecutando a un asiático, un nubio y un libio. Procedente de Menfis.
Ramsés II supo, como nadie ya antes que nadie, manipular los acontecimientos en su propio beneficio. Algunas de las guerras que protagonizó y que fueron inmortalizadas por el cincel en la piedra sólo fueron meras escaramuzas o campañas de castigo, generalmente en la frontera sur de Egipto, contra un enemigo muy inferior. De sus victoria más sobresaliente, la famosa batalla de Qadesh, libraba contra los hititas en el quinto año de su reinado y que fue la más esculpida en los templos para mayor gloria del rey, sabemos que estuvo a punto de costarle no sólo una gran derrota sino también la vida. Si alguién sabía convertir un prudente repliegue militar (la ciudad de Qadesh, junto al Orontes, no fue conquistada) en una aplastante victoria, ése sólo podía ser el hijo del Sol, Ramsés Meriamón, el rey del Alto y el Bajo Egipto, el Señor de las Dos Tierras, dotado de una vida eterna como el Sol.
Ramsés II fue un constructor infatigable a lo largo de su vida, pero, en muchos casos, construyó de prisa y mal. Antepuso la cantidad a la calidad. Para inmortalizar sus hazañas en los muros de los templos utilizó el relieve inciso, mucho más rápido y fácil que el altorrelieve o relieve real. No tuvo el menor recato en usurpar el nombre de reyes anteriores en templos, estatuas y estelas, sustituyéndolos por su protocolo real, ganando así la gloria y la paternidad de obras en ocasiones muy anteriores a su propio nacimiento.
A Ramsés II le tocó vivir uno de los períodos más delicados de la historia egipcia. El final de la XVIII dinastía marca el declive lento, pero irremisible, de los gloriosos días del imperio que había creado Tutmosis III, y Ramsés II, tercer faraón de la dinastía XIX, hizo frente desde muy pronto a este hecho, dejando por todo Egipto la poderosa impronta de su actuación.
Antes que nada vamos a centrarnos en su nombre, pues para un egipcio antiguo, el nombre era muchísimo más que un signo distintivo de identidad. El nombre (ren) era uno de los cinco componentes esenciales que conformaban al individuo. Un grupo escultórico conservado en el Museo de El Cairo nos muestra a un Ramsés niño bajo la protectora figura del dios halcón Horus, una manifestación de Ra (el Sol). Esta imagen encierra una lectura semioculta. Sobre la cabeza del soberano se destaca el disco del dios Sol, que en escritura jeroglífica leemos Ra; Ramsés aparece como un niño que podemos leer, por asociación, como mes; finalmente, este faraón niño sujeta en su mano izquierda un junco (representación heráldica y jeroglífica del Sur, el Alto Egipto), que forma parte del protocolo real como determinativo de la palabra rey y que transcribimos por su. Si juntamos estas sílabas obtendremos la palabra Ramsés, tal y como figura en el cartucho real grabado en la base de la estatua. La idea está clara: Ramsés asocia, desde su infancia y divinizando su linaje, su nombre de nacimiento con la divinidad de Ra Horus (no olvidar que Ramsés significa nacido de Ra).
Ramsés II tmbién debió sentir el temor de que, en el futuro, otro faraón pudiese borrar sus nombres para grabar los nuevos. Esta idea quizá llegó a ser obsesiva si nos atenemos a las pruebas. El templo de Luxor fue edificado en la dinastía XVIII por Amenhotep (Amenofis III), Posterioremente, y tras la usurpación de gran número de estatuas del rey Amenhotep, Ramsés II procedió a la ampliación del templo terminándolo con un pilono monumental. Ante esta entrada que remata la mayoría de los templos, erigió dos obeliscos hechos con granito rosa de Asuán en los que, repetidamente y por las cuatro caras, aparece el protocolo real con sus nombres. Cuando fue donado en el siglo XIX al rey francés Luis Felipe de Orleans el obelisco oeste (hoy en la Plaza de la Concordia de París), se observó que en la base del mismo, la única parte invisible hasta entonces, ¡figuraba también grabado el nombre de Ramsés!
El templo de millones de años de Ramsés, que Champollion denominó Rameseum, se encuentra delante de la aldea de Qurna. En el primer patio de acceso, lo primero que llama la atención son los restos caídos de una estatua colosal de granito rosa. Esta efigie sedente de Ramsés marca un hito absoluto en su género. Parece que Ramsés hubiese querido competir con los únicos vestigios importantes de lo que fue el templo finerario de Amenhotep III: los llamados Colosos de Memnón, esculpidos en cuarcita, una piedra más dura que el granito rosa.
La Estela del año VIII narra cómo el joven Ramsés encontró en la "montaña roja" (actuales canteras de Gebel-el-Ahmar, lugar próximo a El Cairo) un enorme bloque más alto que un obelisco de granito con el que se esculpió una estatua colosal suya, de casi veinte metros de altura, lo que evidencia el gusto por la grandilocuencia de Ramsés II.
Este gusto por las imágenes colosales se manifiesta también en otro detalle del Rameseum. Las estatuas osíricas adosadas a los pilares del pórtico del segundo patio tienen una altura que sopresa ligeramente los ocho metros de altura (16 codos egipcios), que es la alutra ideal de la crecida anual del Nilo. El nivel alcanzado por las aguas de la inundación oscilaba entre siete y nueve metros sobre el caudal normal del río; un nivel inferior a siete metros significaba una cosecha pobre: los graneros no se llenaban y amenazaba el hambre. Pero si las aguas sobrepasaban los nueve metros, rompían los canales periféricos y se producian inundaciones en las casas y los templos. El templo está dedicado al culto a Ramsés muerto, convertido en un dios, y al de su padre Amón, rey de todos los dioses. Los bajorrelieves conservados repiten escenas del faraón con diversas divinidades, de manera casi exacta a las que el mismo rey grabó en la pared sur de la sala hipóstila del templo de Amón en Karnak.
El rostro de Ramsés II se nos hace inconfundible. Sus labios carnosos, ligeramente caídos, su nariz aguileña sobresaliendo de un óvalo facial no exento de cierta dulzura, que termina en una barbilla prominente; sus ojos rasgados, como escudriñando vigilantes todo cuanto acontece...
Es el rostro que podemos ver en su estatua colosal de caliza del Museo al aire libre de Menfis, en la de granito que adorna la plaza de la estación de ferrocarril de El Cairo, en la del Museo de Turín encontrada en Karnak y en un interminable número de representaciones del faraón. Estas imágenes que reproducen fielmente los rasgos de Ramsés constituyen una garantía de que fueron cinceladas, no usurpadas, expresamente para el rey.
En todas las ciudades de Egipto, Ramsés edificó santuarios y templos a los dioses locales, y ello con independencia de que firmase incluso las ya existentes justificando alguna remodelación. En Menfis asoman del suelo los vestigios del templo que Ramsés consagró al dios local Ptah. Y en el Alto Egipto reformó el bellísimo templo de millones de años de la reina Hatshepsut. En el templo de Abydos, que Ramsés construyó tras terminar el de su padre Seti, la belleza de los bajorrelieves maraca, sin duda, el punto álgido del arte ramésida.
Desde el principio de su dilatado reinado, Ramsés II sintió una personal inclinación por Nubia, país del oro por excelencia. LLegó a construir hasta cinco grandes templos situados en la orilla occidental y uno (Wadi-el-Sebua) en la orilla este del Nilo. Para su erección adoptó la modalidad de speos o hemispeos, templos excavados o semiexcavados (una parte excavada y otra exterior exenta) en la roca virgen. El primero de estos hemispeos lo construyó en Beit-el-Wadi. En él, Ramsés empezó a poner el acento en su origen divino, en lo que supone un claro anuncio de lo que vendría más tarde: en los relieves aparece amamantado por Isis, y en el fondo del santuario está sentado, de igual a igual, entre los dioses Anuket y Khnum.
Toda la actividad constructora de Ramsés II alcanza, de manera sobresaliente y espectacular, su máximo apogeo y esplendor en el templo de Abu Simbel, un gigantesco speos, diferente a todos los templos de Egipto, hoy salvado por las aguas de la gran presa de Asuán. Aquí es un Ramsés sedente, repetido cuatro veces, el que, ocupando el frente de fachada, capta toda la atención. Esculpidas en la roca madre y como surgiendo del mismísimo gres, las efigies de Ramsés, con sus 20 metros de altura, son mucho más que el canto egocentrista de un triunfador. Ramsés, más que fundirse en el templo, es el templo y, por fin, el templo es Ramsés.
Como ya es casi habitual en Ramsés, las paredes de la primera sala interior del templo, soportada por ocho columnas con la imagen osiríaca del rey, nos relatan las hazañas militares destacando la versión, gráficamente más interesante, de la batalla de Qadesh. En la pared opuesta una escena llama la atención: Ramsés se dispone a tomar una fortaleza siria; montado en us carro de guerra, arremete contra el enemigo. Lo sorprendente es que el brazo armado del rey se ha duplicado, dotando a la escena de un dinamismo tan original como efectista. La explicación puede ser doble: bien el artesano quiso lograr una sensación de dinamismo; bien se multiplica el brazo del rey para poder abatir a un mayor número de enemigos con sus flechas.
En el recóndito Sancta Sanctorum nos espera la sorpresa final. Sentados unos junto a otros aparecen cuatro dioses: Ra Heractes, Ptah, Amón...¡y el propio Ramsés II! El faraón se situa entre Ra Heractes y Amón. Ahora Ramsés se ha autoconvertido en la manifestación humana de Ra. Este ya no es sólo el padre de Ramsés, porque éste ya forma parte de la esencia divina e inmortal del dios.
Basado en Estrada Laza, Fernando: "El gran constructor Ramsés II". Revista Historia. National Geographic. Número 1. Barcelona, 2003.
Ramsés II fue un constructor infatigable a lo largo de su vida, pero, en muchos casos, construyó de prisa y mal. Antepuso la cantidad a la calidad. Para inmortalizar sus hazañas en los muros de los templos utilizó el relieve inciso, mucho más rápido y fácil que el altorrelieve o relieve real. No tuvo el menor recato en usurpar el nombre de reyes anteriores en templos, estatuas y estelas, sustituyéndolos por su protocolo real, ganando así la gloria y la paternidad de obras en ocasiones muy anteriores a su propio nacimiento.
A Ramsés II le tocó vivir uno de los períodos más delicados de la historia egipcia. El final de la XVIII dinastía marca el declive lento, pero irremisible, de los gloriosos días del imperio que había creado Tutmosis III, y Ramsés II, tercer faraón de la dinastía XIX, hizo frente desde muy pronto a este hecho, dejando por todo Egipto la poderosa impronta de su actuación.
Colosos de Ramsés II y obelisco ante los pilonos de acceso del Templo de Luxor.
Ramsés II tmbién debió sentir el temor de que, en el futuro, otro faraón pudiese borrar sus nombres para grabar los nuevos. Esta idea quizá llegó a ser obsesiva si nos atenemos a las pruebas. El templo de Luxor fue edificado en la dinastía XVIII por Amenhotep (Amenofis III), Posterioremente, y tras la usurpación de gran número de estatuas del rey Amenhotep, Ramsés II procedió a la ampliación del templo terminándolo con un pilono monumental. Ante esta entrada que remata la mayoría de los templos, erigió dos obeliscos hechos con granito rosa de Asuán en los que, repetidamente y por las cuatro caras, aparece el protocolo real con sus nombres. Cuando fue donado en el siglo XIX al rey francés Luis Felipe de Orleans el obelisco oeste (hoy en la Plaza de la Concordia de París), se observó que en la base del mismo, la única parte invisible hasta entonces, ¡figuraba también grabado el nombre de Ramsés!
Cabeza colosal de Ramsés II. Museo al aire libre de Menfis.
La gran innovación operada en el Imperio Nuevo, en lo que concierne a la arquitectura funeraria real, consistió en separar el templo del culto y ofrendas al Ka (la esencia vital) del faraón muerto, de la tumba en que reposaba su momia. Fue una modalidad forzada, a la que se llegó tras ser ultrajadas las residencias eternas de los reyes muertos. Hubo que ocultar la tumba, separándola, por lo tanto, del templo funerario de las ofrendas y el culto real, y se buscó para ello un lugar apartado y seguro, fácil de vigilar y no muy alejado del fértil valle occidental. Así nació el Valle de los Reyes, lugar de reposo eterno de los faraones del Imperio Nuevo, que ellos llamaron "la gran pradera". Estos templos funerarios también se llamaron "templos de millones de años".El templo de millones de años de Ramsés, que Champollion denominó Rameseum, se encuentra delante de la aldea de Qurna. En el primer patio de acceso, lo primero que llama la atención son los restos caídos de una estatua colosal de granito rosa. Esta efigie sedente de Ramsés marca un hito absoluto en su género. Parece que Ramsés hubiese querido competir con los únicos vestigios importantes de lo que fue el templo finerario de Amenhotep III: los llamados Colosos de Memnón, esculpidos en cuarcita, una piedra más dura que el granito rosa.
La Estela del año VIII narra cómo el joven Ramsés encontró en la "montaña roja" (actuales canteras de Gebel-el-Ahmar, lugar próximo a El Cairo) un enorme bloque más alto que un obelisco de granito con el que se esculpió una estatua colosal suya, de casi veinte metros de altura, lo que evidencia el gusto por la grandilocuencia de Ramsés II.
Imágenes colosales del Ramesseum en Tebas, templo funerario de Ramsés II, dedicado a
su culto y a Amón.
El rostro de Ramsés II se nos hace inconfundible. Sus labios carnosos, ligeramente caídos, su nariz aguileña sobresaliendo de un óvalo facial no exento de cierta dulzura, que termina en una barbilla prominente; sus ojos rasgados, como escudriñando vigilantes todo cuanto acontece...
Es el rostro que podemos ver en su estatua colosal de caliza del Museo al aire libre de Menfis, en la de granito que adorna la plaza de la estación de ferrocarril de El Cairo, en la del Museo de Turín encontrada en Karnak y en un interminable número de representaciones del faraón. Estas imágenes que reproducen fielmente los rasgos de Ramsés constituyen una garantía de que fueron cinceladas, no usurpadas, expresamente para el rey.
En todas las ciudades de Egipto, Ramsés edificó santuarios y templos a los dioses locales, y ello con independencia de que firmase incluso las ya existentes justificando alguna remodelación. En Menfis asoman del suelo los vestigios del templo que Ramsés consagró al dios local Ptah. Y en el Alto Egipto reformó el bellísimo templo de millones de años de la reina Hatshepsut. En el templo de Abydos, que Ramsés construyó tras terminar el de su padre Seti, la belleza de los bajorrelieves maraca, sin duda, el punto álgido del arte ramésida.
Bajorrelieve del faraón Ramsés II, procedente del Templo de Abydos. Brooklym Museum.
Nueva York.
En templos que jalonan las riberas del Nilo observaremos que el rey ha sido representado a igual tamaño que los dioses, pero aparece ofreciéndolas, de rodillas, los frutos que aporta el Nilo y el mantenimiento del orden establecido en la forma de una figurilla de la diosa Maat. Todo ello simboliza que el faraón es el Hijo de Ra, nacido de su cuerpo, pero no es Ra.Desde el principio de su dilatado reinado, Ramsés II sintió una personal inclinación por Nubia, país del oro por excelencia. LLegó a construir hasta cinco grandes templos situados en la orilla occidental y uno (Wadi-el-Sebua) en la orilla este del Nilo. Para su erección adoptó la modalidad de speos o hemispeos, templos excavados o semiexcavados (una parte excavada y otra exterior exenta) en la roca virgen. El primero de estos hemispeos lo construyó en Beit-el-Wadi. En él, Ramsés empezó a poner el acento en su origen divino, en lo que supone un claro anuncio de lo que vendría más tarde: en los relieves aparece amamantado por Isis, y en el fondo del santuario está sentado, de igual a igual, entre los dioses Anuket y Khnum.
Toda la actividad constructora de Ramsés II alcanza, de manera sobresaliente y espectacular, su máximo apogeo y esplendor en el templo de Abu Simbel, un gigantesco speos, diferente a todos los templos de Egipto, hoy salvado por las aguas de la gran presa de Asuán. Aquí es un Ramsés sedente, repetido cuatro veces, el que, ocupando el frente de fachada, capta toda la atención. Esculpidas en la roca madre y como surgiendo del mismísimo gres, las efigies de Ramsés, con sus 20 metros de altura, son mucho más que el canto egocentrista de un triunfador. Ramsés, más que fundirse en el templo, es el templo y, por fin, el templo es Ramsés.
Cuatro estatuas colosales de Ramsés II en el acceso al speos de Abu Simbel.
Sobre la puerta, en la parte superior, una hornacina cobija a Ra Heractes, el dios al que supuestamente está dedicado el templo. Al igual que en Waid-el-Sebua, Ramsés aparece a ambos lados de esta capilla ofreciendo una estatuilla a Maat: ¡Ramsés está adorando su propio nombre! (al llevar en su mano el user, símbolo de fuerza y poder, y en la otra mano la imagen de Maat, lo que da Usermaatra, nombre de entronización del faraón), y utiliza la sílaba-signo del Sol, Ra, que es el dios al que consagra el santuario. En consecuencia, Ramsés no sólo se dedica el templo a sí mismo, sino que también se identifica, se iguala y se confunde con el mismo dios Ra.Como ya es casi habitual en Ramsés, las paredes de la primera sala interior del templo, soportada por ocho columnas con la imagen osiríaca del rey, nos relatan las hazañas militares destacando la versión, gráficamente más interesante, de la batalla de Qadesh. En la pared opuesta una escena llama la atención: Ramsés se dispone a tomar una fortaleza siria; montado en us carro de guerra, arremete contra el enemigo. Lo sorprendente es que el brazo armado del rey se ha duplicado, dotando a la escena de un dinamismo tan original como efectista. La explicación puede ser doble: bien el artesano quiso lograr una sensación de dinamismo; bien se multiplica el brazo del rey para poder abatir a un mayor número de enemigos con sus flechas.
En el recóndito Sancta Sanctorum nos espera la sorpresa final. Sentados unos junto a otros aparecen cuatro dioses: Ra Heractes, Ptah, Amón...¡y el propio Ramsés II! El faraón se situa entre Ra Heractes y Amón. Ahora Ramsés se ha autoconvertido en la manifestación humana de Ra. Este ya no es sólo el padre de Ramsés, porque éste ya forma parte de la esencia divina e inmortal del dios.
Naos o Sancta Sanctorum de Abu Simbel, con cuatro estatuas de Ptah, Amón-Ra, Ramsés II divinizado y Ra Heractes.
Para terminar y que esto se haga más gráfico, os dejamos tres videos que tienen relación con la figura de Ramsés II; el primero hace una semblanza de Egipto y del faraón (Artehistoria), mientras el segundo se centra en la colosal estatua de Menfis y el tercero en el Templo de Abu Simbel.
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Basado en Estrada Laza, Fernando: "El gran constructor Ramsés II". Revista Historia. National Geographic. Número 1. Barcelona, 2003.
Bibliografía:
-- Destroches, Ch.: "Ramsés II. La verdadera historia". Destino. Barcelona, 1996.
-- Jacq, Chr.: " Ramsés II". Planeta. Barcelona, 1999. Ciclo narrativo o novela histórica.
-- Jouet, R.M. (dir): "Tebas, 1250 a.C. Ramsés II y el sueño del poder absoluto". Alianza Editorial. Madrid, 1992. -- Lalouette, Cl.: "Memorias de Ramsés el Grande". Crítica. Barcelona, 1994.
18 comentarios:
El otro obelisco del templo de Luxor se encuentra en la plaza de la concordia de Paris, fue un regalo que hicieron los egipcios a los franceses como reconocimiento a los trabajos de Champolion.
El templo de Abu Simbel, fue desmantelado para ser reconstruido unos 65 metros màs alto.
Un abrazo
El otro obelisco del templo de Luxor fue un regalo que "Mehemet Ali" valí de Egipto,hizo a los franceses como reconocimiento de los trabajos que "Champollion" realizo, Louis-Philippe lo mando instalar en la Plaza de la Concordia (Paris).
El templo de Abu Simbel fue reconstruido 65 metros màs alto para salvarlo de la subida de las aguas del lago Narse.
Un abrazo
Muy interesante la entrada, con detalles que desconocía de este Faraón. ¿No fue el que inmortalizó Yul Brinner en la película Los diez mandamientos?
Un saludo.
Apasionante entrada ahora que yo misma andaba sumergida en la época. Lo que no imaginaba es eso de que construía rápido y mal, y que anteponía la cantidad a la calidad. Fíjese qué moderno era hasta en eso! Parece uno de los nuestros.
Feliz día
Bisous
Un faraon muy guerrillero murió si bien creo a la edad de 92 años dejando 125 hijos, se dice así supuestamente no conociendo a ninguno.
Muy interesante como los anteriores.
Abrazos
Me encanta Ramses y Akenatòn.
Lo que no me gusta, es ver por TV al imitador de "Indiana Jones", Hawass, que es el ministro de cultura Egipcio.
Un abrazo.
Sí que tuvo el ego un poco subidito. Y cuantos y grandes recuerdos suyos nos ha dejado. Un saludo.
Mi diccionario, Paco, se queda sin palabras para manifestar la admiración que me haces sentir. Creo que la docencia es la más noble de las ocupaciones del hombre; sin ella todos arrancaríamos de cero.
Estimado amigo, su entrada y sus videos me han hecho recordar el momento que más emoción sentí ante un monumento. Fue frente al conjunto de Abu Simbel.
Una vez más le doy las gracias por su maravillosa entrada.
Un abrazo :-)
Apabullante, impactante y cautivante: asi es este magnifico patrimonio cultural.
Un abrazo.
Hola Paco!! Me dejaste sin palabras amigo. un maravilloso post de un arte que me atrae muchísimo. Tu me aclaras muchas cosas. Gracias por compartirlo.
Un abrazo
Hola, me encanta eL bloG!! le doy a seguir!!!!
Necesito AYUDAA URGENTE!
Conoceis a KAUFFMAN, un autor alemán del neoclasicismoo??? Me han mandado un trabajo en la universidad sobre este autor y sus obras y no lo encuentro ni en libros ni en internet, si sdabéis de algún manual/libro/web o algo que me aporte información mandadme un correo a : tetu_pink@hotmail.com, gracias!!!
Un interesante paseo por las construcciones de Ramses II. Me impresiona eso de anteponer la cantidad antes de la calidad, pero aún así han perdurado.
Me ha gustado mucho el vídeo de Abu-simbel.
Saludos Paco
Y su momia fue la única que viajó en avión, con pasaporte, recibida en el aeropuerto con honores de jefe de estado, en París, para su restauración...me imagino el gran impacto que supuso el hallazgo de la momia, él siempre representado en todo el esplendor de la juventud.
Saludos.-
como dice mi amiga Madame, muy actual su concepción casi inmoral de preferir la cantidad a la calidad...
muy buena crónica y muy bellas fotos, saludos Paco
Mi querido Paco, me has hecho un gran regalo con esta entrada, siempre desee ir a Egipto y cuando ya por fin tenía el dinero para viajara me dije: ¿Y porque no ir más lejos? y me fui 3 meses a la India y ya no tuve otra oportunidad de viajar a ese país para mi enigmático.
Gracias también por tus palabras en mi blog sobre el tema de la fe.
Te dejo mi ternura
Sor.Cecilia
Volveré a ver todos los vídeo , ahora no puedo
Gracias a todos por vuestros comentarios y opiniones, especialmente Mariac y Calamanda por las ampliaciones al tema. Quisiera responder a dos preguntas directas:
Cayetano, efectivamente, Yul Brinner hizo una actuación magnífica en Los diez mandamientos.
myeyesaremine: preguntas por Kauffmann como autor; yo a la que conozco es a la pintora suiza Angelika Kauffman, que vivió y pintó en Roma. Si es así, se puede buscar algo.
¡Hola Paco!
Me ha encantado este paseo por la Historia, la Cultura y el Arte Egipcio.
Qué chocante y qué fuerte es que para tener unos cultivos ajustados a las necesidades del pueblo, el Nilo tuviera que desbordarse con las consiguientes inundaciones en el pueblo. Y que ello se reflejara en la altura de esas tremendas estatuas de los faraones.
Sin duda Ramsés fue un gran egocéntrico, y también usurpador de los nombres a que estaban dedicados los monumentos. Tendría también grandes cualidades como la de constructor y otras, pero qué tiempos aquéllos, faraones a la altura de los dioses y el pueblo sufriéndolo.
Gracias por compartir ese post tan interesante.
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