Hoy haremos una excepción y saltaremos en el temario, desde Roma al barroco cortesano español; la ocasión bien lo merece. Esta entrada va dedicada a mi amigo Alberto Bravo (Su Majestad Carlos II) y a su soberbio blog Reinado de Carlos II, el cual recomiendo a todos los amantes de la historia, puesto que hoy, 6 de noviembre, se celebra el 349 aniversario del nacimiento del último monarca de la casa de Austria en nuestro país.
ENCUADRE:
Obra: La adoración de la Sagrada Forma por Carlos II. Sacristía de la Iglesia del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial (Madrid).
Autor: Claudio Coello.
Género: Pintura. Óleo sobre lienzo.
Estilo: Arte Barroco.
Cronología: 1685-1690 (Siglo XVII). Escuela madrileña de Corte.
Otras Obras: del mismo autor: "Carlos II", "Triunfo de San Agustín", "San Francisco de Asís", "Tránsito de la Magdalena", "Frescos exteriores e interiores de la Casa de la Panadería en la Plaza Mayor de Madrid"...
ANÁLISIS:
Nos encontramos ante un inmenso lienzo encargado por el último monarca de la casa de Austria, Carlos II, al pintor de corte Clauido Coello. En él se aprecia bajo una arquitectura abovedada en perspectiva al monarca arrodillado adorando a la Sagrada Forma eucarística, delante de numerosos personajes alineados. El lienzo es un magnífico ejemplo de solución espacial, interpretado con el lenguaje teatral e ilusionístico propio del barroco, del que Coello es un maestro. Escena religiosa y a la vez cortesana, es también una magnífica galería de retratos, en la que aparecen representados los principales personajes de la corte, encabezados por el propio monarca Carlos II, quien se arrodilla en oración ante la Sagrada Forma.
Claudio Coello fue contratado para hacer un cuadro de altar para El Escorial, que debía adaptarse al lugar donde iba a ser ubicado, entre dos columnas, en la zona del altar. Así, la solución aportada es un fondo de arquitectura acorde a la estancia con una imagen central religiosa. Dentro del artificio barroco, el artista ha prolongado la perspectiva de la sacristía en un espacio imaginario al emplear una serie de arcos en profundidad, siguiendo la misma decoración de la sala en la que se coloca el lienzo. Es decir, casi reproduce la sacristía a la que sirve de fondo, empleando como plano final una serie de cuadros.
La maestría técnica y compositiva del autor queda reflejada sobre todo en la techumbre, de bóveda de cañón con lunetos, decorada con mosaicos de colores. En ella, se puede ver la presencia divina, como fondo del hecho religioso que es la adoración de las sagrada forma por parte del rey. Se añade un cortinaje de color rojo, llamativo, para dar más teatralidad si cabe a la escena, dando mayor movimiento además por sus curvas. La luz que se introduce por los lunetos ilumina perfectamente la escena, pero no produce la sensación atmosférica, la magistral perspectiva aérea que había conseguido Velázquez con Las Meninas, en el que aparece el aire que circunda los objetos y los personajes. Más bien, se aprecian ecos de los grandes maestros flamencos en las tonalidades brillantes empleadas (Rubens o Van Dyck).
Pero otra de la grandes preocupaciónes de Coello es representar la escena con el mayor realismo posible, realizando un magnífico conjunto de retratos, totalmente enérgicos, de la sociedad nobiliaria de la época. No aparecen personajes fingidos, sino grandes dignatarios y cortesarnos reales (como veremos más adelante) totalmente reconocibles, apreciándose así la influencia de El Greco ("Entierro del Señor de Orgaz"). Al realismo de los rostros debemos añadir la veraz reproducción de los accesorios: los candelabros, las telas, los bordados, las alfombras, etc.
Resumiendo, los elementos estilísticos, los grandes rasgos de la pintura de Claudio Coello se nos muestran en este gran lienzo: el rico colorismo aprendido en Venecia, el gusto por los elementos decorativos grandilocuentes (cortinajes, columnas, angelotes, flores...), la rica y aparatosa escenografía barroca, los elementos arquitectónicos clásicos y el gusto por las perspectivas fingidas, así como las composiciones con gran número de personajes.
Claudio Coello fue contratado para hacer un cuadro de altar para El Escorial, que debía adaptarse al lugar donde iba a ser ubicado, entre dos columnas, en la zona del altar. Así, la solución aportada es un fondo de arquitectura acorde a la estancia con una imagen central religiosa. Dentro del artificio barroco, el artista ha prolongado la perspectiva de la sacristía en un espacio imaginario al emplear una serie de arcos en profundidad, siguiendo la misma decoración de la sala en la que se coloca el lienzo. Es decir, casi reproduce la sacristía a la que sirve de fondo, empleando como plano final una serie de cuadros.
La maestría técnica y compositiva del autor queda reflejada sobre todo en la techumbre, de bóveda de cañón con lunetos, decorada con mosaicos de colores. En ella, se puede ver la presencia divina, como fondo del hecho religioso que es la adoración de las sagrada forma por parte del rey. Se añade un cortinaje de color rojo, llamativo, para dar más teatralidad si cabe a la escena, dando mayor movimiento además por sus curvas. La luz que se introduce por los lunetos ilumina perfectamente la escena, pero no produce la sensación atmosférica, la magistral perspectiva aérea que había conseguido Velázquez con Las Meninas, en el que aparece el aire que circunda los objetos y los personajes. Más bien, se aprecian ecos de los grandes maestros flamencos en las tonalidades brillantes empleadas (Rubens o Van Dyck).
Pero otra de la grandes preocupaciónes de Coello es representar la escena con el mayor realismo posible, realizando un magnífico conjunto de retratos, totalmente enérgicos, de la sociedad nobiliaria de la época. No aparecen personajes fingidos, sino grandes dignatarios y cortesarnos reales (como veremos más adelante) totalmente reconocibles, apreciándose así la influencia de El Greco ("Entierro del Señor de Orgaz"). Al realismo de los rostros debemos añadir la veraz reproducción de los accesorios: los candelabros, las telas, los bordados, las alfombras, etc.
COMENTARIO:
Como ya hemos dicho, la temática de este lienzo puede considerarse tanto como religiosa (adoración de elemento litúrgico), como cortesana, al representarse a importantes personajes de la Corte de Carlos II. En ese afán realista del pintor madrileño, vemos representados a Carlos II arrodillado; el padre F. de los Santos, historiador del Monasterio, con la reliquia en las manos; el Duque de Medinaceli; el Duque de Pastrana; el Conde de Baños; el Marqués de Puebla o el propio pintor; el joven representado en primer término es el hijo de los Duques de Alba. Para mitigar la veracidad de la composición, sólo se introducen algunos ángeles y figuras alegóricas. Especialmente significativa es la intención del pintor de retratar al rey tal cual es, sin rebajar su extrema fealdad, destacando lo prominente de la barbilla y labio inferior, rasgo común en todos los monarcas de la Casa de Austria, pero realmente exagerada en la persona enfermiza de Carlos II.
Claudio Coello fue nombrado pintor de Corte en 1684, siendo éste el primer gran encargo de Carlos II. En tan magno encargo empleó cinco años, al estar firmado en 1690, siendo ese año expuesto por primera vez. La obra fue realizada para conmemorar el acto de arrepentimiento de Carlos II y su junta de gobierno ante la Sagrada Forma de Gorkum, en el altar de la sacristía de El Escorial en 1684. Fue Francisco Ricci quien realizó los primeros bocetos del encargo, sustituido por Coello al fallecer aquél. Es necesario conocer la historia de la Sagrada Forma para entender el lienzo.
En la sacristía del Real Monasterio de El Escorial se guarda una singular reliquia: La Sagrada Forma, que tiene cuatro siglos de antigüedad y que se expone a los fieles dos días al año, el 29 de septiembre (día de San Miguel) y el 28 de octubre (día de San Simón y San Judas). Esta reliquia entró en el Monasterio en noviembre de 1597 procedente de la ciudad alemana de Gorcum. La Iglesia de Gorcum había sido profanada por un grupo armado de protestantes, que habían pisoteado las Sagradas Formas. Ante el asombro de los soldados, una de las obleas sagradas comenzó a sangrar tras haber sido aplastada con la suela claveteada de una bota militar. La noticia de este milagroso suceso pronto se extendió por toda Alemania. Tras pasar por diversos dueños, la Sagrada Forma fue trasladada a Viena por Fernando Weidmer, capitán del ejército del emperador Rodolfo II, a través de cuyos descdendientes llegó a España.
Sin embargo, hay otra versión de los hechos: en el siglo XVII la Basílica fue profanada por las tropas del Duque de Medina Sidonia y cuenta la leyenda que uno de sus soldados pisó la Sagrada Forma que comenzó a manar sangre. El soldado, muy impresionado por el milagro que acababa de presenciar, ingresó en un convento de franciscanos. Se dice que incluso el Rey Carlos II se vio obligado a crear el Altar de la Sagrada Forma por exigencia del papa Inocencio XI, como condición para levantar la excomunión que sufrían parte de los nobles que formaban la Junta de Gobierno por la profanación que del Duque de Medina Sidonia y sus partidarios de este Templo.
Sea como fuere, tuvo que impactar mucho en el monarca para encargar este gran lienzo, que hoy forma una pantalla o velo con el que se protege el camarín de la Sagrada Forma, que sólo será descubierto en ocasiones extraordinarias. Cuando esto ocurre, el cuadro desciende deslizándose por unos rieles y desaparece en su totalidad.
En cuanto al autor, diremos que Claudio Coello nació en Madrid en 1642, en una familia de origen portugués. Su padre, que era broncista, lo llevó al taller de Francisco Ricci, pintor de la escuela madrileña, para que le enseñara la técnica del dibujo y poder usarlo luego en su trabajo como broncista. Pero sus cualidades para la pintura hicieron que continuara su aprendizaje como pintor. Con Ricci aprendió el lenguaje del barroco decorativo, basado en una concepción dinámica y escenográfica, con gran riqueza de color y una ejecución suelta y vibrante. Más tarde viajó a Italia, recibiendo el influjo de los pintores italianos de la época, en especial, Tiziano. La pintura de Coello presenta un espléndido colorismo, aprendido durante su estancia en Italia y a través del estudio de los venecianos.
Recibió, además, la influencia de Rubens y de Velázquez, a quien debe su especial habilidad para captar la atmósfera y la perspectiva espacial. En su producción destaca la pintura religiosa y las decoraciones murales y, a partir de 1683, cuando es nombrado pintor del Rey, realizará numerosos retratos, en especial de Carlos II. Relevó a Juan Carreño de Miranda como pintor real, artista con el que mantuvo una gran relación y, en cierta manera, una gran estima, continuando el estilo de retratos aparatosos y realista de aquel.
San Francisco. 1669. Convento de San Pascual. Madrid. / Tránsito de la Magdalena.
1682. Museo del Prado. Madrid.
Padre Cabanillas. 1680-90. Museo del Prado. // Triunfo de San Agustín. 1664. Museo del Prado.
Su gran realización, "La adoración de la Sagrada Forma por Carlos II", una obra muy original, proporcionó al artista un éxito considerable, pese a lo cual no fue elegido para ejecutar un importante programa decorativo en El Escorial, obra que le fue encomendada al italiano Luca Giordano. Este fracaso entristeció a tal punto al artista, que en lo sucesivo sólo trabajó en la catedral de Toledo, donde decoró al fresco el techo de la sacristía, y en la madrileña casa de la Panadería en la Plaza Mayor, en la cual realizó decoraciones, así mismo al fresco, que se cuentan entre lo mejor de su obra. Finalmente, murió en 1693.
Otras obras suyas son "Padre Cabanillas", "San Antonio de Padua", "San Francisco de Asís", "Triunfo de San Agustín"...
CONTEXTO HISTÓRICO:
Esta obra hay que enmarcarla en un siglo de crisis y de decadencia, tal es el caso del siglo XVII. Siglo marcado por la crisis económica, tras unos años de pésimas cosechas debido a nefastas condiciones meteorológicas, guerras continuas que socaban las haciendas de las potencias y epidemias terribles, como la Peste Negra, que provocan grandes mortandades. En el caso de España, la crisis es mucho más acuciante, debido al brusco descenso de remesas de metales americanos, las pésimas cosechas agrícolas continuadas, las continuas guerras contra Francia, que dieron lugar al inicio de la pérdida de territorios del imperio hispánico, la corrupción y la venta de cargos públicos y al espcial azote de la Peste Negra en nuestro país.
Si ya durante el reinado de Felipe IV (1661-64) y con la derrota en la Guerra de los 30 años (1618-39), España deja de ser la gran potencia hegemónica, dominadora del concierto europeo, esta decadencia se agudiza en la figura de su hijo, Carlos II (1665-1700). Hijo y heredero de Felipe IV y de Mariana de Austria, nació en 1661 y fue nombrado rey con cuatro años; permaneció bajo la regencia de su madre hasta que alcanzó la mayoría de edad en 1675. Su sobrenombre de el Hechizado le venía de la atribución de su lamentable estado físico a la brujería e influencias diabólicas. Creyendo que estaba poseído por el diablo sus confesores y consejeros intentaron varias veces extraer de su cuerpo el espíritu maligno mediante exorcismos. Parece ser que los sucesivos matrimonios consanguíneos de la familia real produjeron tal degeneración que Carlos creció raquítico, enfermizo y de corta inteligencia, además de estéril, lo que acarreó un grave conflicto sucesorio (Guerra de Sucesión española, 1701-1713), al morir sin descendencia y extinguirse así la rama española de los Austrias.
Su reinado se caracteriza por la incompetencia política, por la que tiene que entregar el poder a validos o privados (nobles en quién deposita el monarca toda su confianza), como ya había hecho su padre, Felipe IV, y su abuelo, Felipe III. Así, se suceden el Padre Nithard o el intrigante Valenzuela en su minoría de edad. En su reinado personal continuaron validos como Valenzuela, su hermanastro bastardo Don Juan José de Austria, el Duque de Medinaceli y el Duque de Oropesa. Estos dos últimos iniciaron una serie de medidas económicas y administrativas y llevaron a cabo una recuperación moentaria mediante una severa política inflaccionista
En el terreno político, su reinado se ve condicionado por los enfrentamientos bélicos contra Francia. Tras la invasión de los Países Bajos por Francia en la llamada Guerra de Devolución (1667-68), la Paz de Aquisgrán (1668) supuso para España la recuparación del Franco Condado. En 1672 España se alió a los Países Bajos contra Luis XIV, quién salió victorioso. Por la Paz de Nimega (1678) España perdió definitivamente el Franco Condado junto con varias plazas flamencas.
Tras el matrimonio de Carlos II con María Ana de Neoburgo, España volvió a entrar en guerra contra Francia junto a la Liga de Augsburgo (1689). El ejército francés invadió Cataluña, pero por la Paz de Ryswick (1697) Luis XIV devolvió a España Cataluña, Flandes y Luxemburgo.
Hacia 1690 estaba claro que el rey español iba a morir sin descendencia. En Europa se formaron dos bandos en torno a los dos prentendientes al trono: el Archiduque Carlos de Austria y Felipe de Borbón (nieto de Luis XIV), los cuales se enfrentarán en la Guerra de Sucesión española.
Sin embargo, la decadencia política y militar fue acompañada de un inusitado esplendor en las letras y en las artes que convirtieron al siglo XVII en el Siglo de Oro español, coincidiendo nombres como Miguel de Cervantes, Francisco de Quevedo, Lope de Vega o Pedro Calderon de la Barca en la literatura, Gregorio Fernández o Juan Martínez Montañes en la escultura, Francisco Zurbarán, José Ribera, Diego Velázquez o Bartolomé Esteban Murillo en la pintura.
Algunos retratos de Carlos II:
Sebastián de Herrera Barnuevo. Carlos II con su madre Mariana de Austria. Colección privada.
Juan Carreño de Miranda. Carlos II en el Salón de los Espejos del
Real Alcázar. 1675. Palacio Real. Madrid.
Claudio Coello. Retrato de Carlos II. 1690-95. Museo del Prado. Madrid.
Real Alcázar. 1675. Palacio Real. Madrid.
Juan Carreño de Miranda. Carlos II como Gran Maestre de la Orden del
Toisón de Oro. 1677. Colección Horrach. Rohrau (Austria).
Juan Carreño de Miranda. Carlos II con armadura. 1680. Casa-Museo El Greco. Toledo.
Juan Carreño de Miranda. Carlos II. 1685. Kunstistorisches Museum. Viena.
20 comentarios:
Café con leche, tostadas, el gran Sabina de fondo y este magnífico comentario, poco más se puede pedir, ¿verdad?
Paco, enhorabuenísima por todas las aportaciones del blog.
Un abrazo.
Begoña.
Un grandioso cuadro, donde Coello dio lo mejor de sí. Me impresiona especialmente la figura del rey, con todo su hieratismo y majestad.
Saludos, Paco
Con todos vosotros, aprender y saber es aún más sencillo, es un placer tener amigos comunes que nos has acercado con Carlos II.
Un abrazo.
Una entrada muy completa que toca todos los "palos", además de original.
Un saludo, don Paco.
¡Qué interesante post¡ ¡Hace años que no voy a EL ESCORIAL¡...de jovencita iba mucho con los amigos....cuando vivia en Villalba...a 15 minutos en tren de EL ESCORIAL....y este post me ha hecho desear volver....creo que iré pronto.
Muy interesante el cuadro y muy interesante Claudio Coello.
BESOS
Madre mia, menudo trabajo tan completo, como siempre los hace usted. Una aportación desde el punto de vista artístico y comenzando por un retrato del monarca en el que aparecen, ademas, los principales de la corte, y por tanto adecuadisimo.
Feliz fin de semana
Bisous
Que buen analisis.
Excelente. Me encanta el Barroco en general, y Rubens, en particular.
Tambièn otros, (Bouguereau, Von Stuck).
Gran estudio.
(y me enojan Pollock y esos otros asaltantes de caminos!)
Un abrazo.
Paco muchísimas gracias por tu colaboración. Un comentario artístico excelente como siempre. La adoración de la sagrada forma de Coello es una de las pinturas clave del Barroco Español, con un realismo unusitado, es probablemente la imagen más perfecta y real que existe del monarca junto a los retratos de Carreño. Sólo decir que es realidad el cuadro es una mezcla de ficción y realidad ya que a pesar de que los personajes son todos reales, la disposición de la Capilla Real y los juegos de luces son inventados para dar así mayor espectacularidad al conjunto.
La historia de Gorkum es cierta, lo único es que lo sucedido en el XVII y que según algunos autores fue lo que inspiró su creación, fue el hecho de que el hijo de los Duques de Alba junto a otros nobles irrumpieron en El Escorial para apresar a don Fernando de Valenzuela, el derrocado valido de doña Mariana de Austria, tras la subida al poder de don Juan José de Austria. Don Fernando se había aprovechado de la inmunidad eclesiástica y de la importancia del regio monasterio, pero los jóvenes nobles no respetaron este hecho a pesar de las protestas de los frailes que allí vivían y acabaron entrando y apresando al ex-valido. Este hecho supuso que todos ellos fueran excomulgados por el Papa...parece ser que Carlos II para compensar el hecho mandó decorar la Capilla de la sacristía de esta forma.
Un saludo.
Hola Paco:
Interesante comentario que hace sobre este cuadro.
Una vez lo vi en El Escorial El día de San Miguel También la Custodia.
Realmente no veo los cuadro de esa forma, ahora me avergüenzo ;D
Saludos Paco
¡[Taco], que maravilla! Así el arte es incluso más bello. Una exposición magistral.
Un saludo, Paco.
Recuerdo la visita a este lugar hace muchos años y la impresión que me causó. La pintura una marabilla de técnica, sigue la perspectiva de la sacristía y parece una prolongación de ésta. La vela del monarca parece estar encendida de verdad.
La pintura obra de un maestro que sabía poner los pigmentos donde tocaba.
Y este trabajo una exposición magnífica. Saludos.
Acabo de disfrutar de uno de los mejores momentos de mi navegación esta tarde por los artículos publicados sobre Carlos II. Independientemente de la maravilla de cuadro que nos has presentado, nos lo has explicado impecablemente y encima con la propina de la historia de la Sagrada Forma guardada en El Escorial, ese tipo de historias que tanto me gustan y de las que tanto me gusta escribir. Aunque el profe seas tú, hoy te voy a puntuar yo: 10 elevado a la enésima potencia. Un abrazo.
You can also check El Greco's page:
http://www.facebook.com/pages/El-Greco/123870124300837
and El Greco's Blog:
http://elgreco2014.blogspot.com/
Hola Paco, hace días que no pasaba por tu blog, así que hoy me he dado un verdadero festín de historia del arte. El análisis sobre el cuadro todo un placer para la lectura, tan detallado, tan documentado, espero que a tus alumnos no les pidas tanto... Yo también te pongo un 10.
Un abrazo y buena semana
Interesante descripción de un cuadro excelente y que, por cierto, no he llegado nunca a ver a pesar de haber vitiado innumerables veces el monasterio (un familiar mío posee una casa en El Escorial donde he pasado alegres veranos de mi infancia). Creo que se encuentrta en un altar de la sacristía, tras unas puertas movibles.
En todo caso es muy interesante la historia que nos has contado tanto de la época, como del motivo de su ejecución como de la vida y obra de su autor (incluido el comentario de Carlos II que nos añade mayores datos sobre el tema)
Besos
Interesante y completa aportación (al 349), para leerla otra vez con más detenimiento por la gran cantidad de detalles que nos das, enhorabuena.
Interesante imagen y magnífico comentario, Paco. Que lástima que el pintor no haya logrado gran éxito con esta obra de arte, y que lo merecía.
Felicitaciones por tu espectacular aporte a este aniversario de Carlos II.
Un abrazo
Una GRAN entrada para uno de los grandes. Saludos.
Gracias a todos por vuestros comentarios y vuestras palabras, tal vez algo exageradas. Decididamente, estos días Carlos II está de moda. Un abrazo a todos.
uaua... sencillamente genial... un retrato social excelente a través del análisis del arte...
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