En 1402 se hace público el fallo del jurado: quedan dos
finalistas, Brunelleschi y Ghiberti. A pesar de que es más conservador,
el proyecto de Ghiberti (que entonces tenía poco más de veinte años) sale ganador. Brunelleschi tiene mucha más
experiencia como orfebre, pero su "Sacrificio de Isaac" es excesivamente
dramático. Además, la confección resulta mucho más complicada ya que se trata de diferentes piezas de bronce enganchadas.
La obra de Ghiberti está hecha de una sola pieza a excepción de
Isaac, el brazo de Abraham y la roca. Este plafón es menos innovador, la
figura de Isaac es más clásica, la de Abraham es muy gótica. La composición está marcada por dos diagonales, una marcada por
el ángel, Abraham y los criados, la otra está marcada por la roca. No
hay un centro claro en la composición y la vista del espectador recorre
los dos grupos.
Ghiberti gana el concurso porque su obra entusiasmaba al público con su
impecable factura y su melodioso ritmo gótico Este apego a la tradición del
siglo XIV, al virtuosismo técnico y a la delicadeza en los detalles le hace vencer, ya que era más del gusto de la época.
En el Museo Nacional de Florencia se conservan los modelos en bronce
presentados en este concurso por los florentinos Brunelleschi y
Ghiberti; se conoce que en tiempo de Vasari ya se los admiraba,
comentándolos y comparándolos en todos sus detalles. Es de suponer que
los que propusieron el tema señalaran también el número y posición de
las figuras, porque en ambos modelos hay el mismo número de personajes;
a los escultores no quedaba más que disponerlos según aquella novedad y
belleza de estilo que constituye la invención artística.
En los dos relieves, Isaac está sobre una ara y Abraham en el
momento de agarrarle por el cuello; en los dos, el ángel portador del
cordero aparece en la parte superior, y en la inferior los dos criados,
con el asno que ha traído la leña para el sacrificio. En el relieve de
Brunelleschi podemos apreciar su portentosa habilidad como escultor,
después medio olvidada por su afición dominante, la arquitectura, y
sobre todo por los trabajos de la cúpula; se advierten también curiosos
detalles de gran naturalidad, como el del cordero que se rasca el
cuello, y la singular imitación de la antigua estatua del niño
espinario (que se saca una espina del pie), reproducida en uno de los tipos de los sirvientes.
Lorenzo Ghiberti. Sacrificio de Isaac. Bronce. 1401. Museo Nacional del Bargello. Florencia.
Este relieve de Brunelleschi demuestra que Florencia estaba
muy bien preparada para dar vida a su escuela de escultura
cuatrocentista, cuando un hombre como Brunelleschi, que después casi
abandonaría este arte, llegaba a componer y ejecutar un relieve
parecido, dentro de la forma ingrata del cuadro lobulado. Sin embargo,
el relieve de Lorenzo Ghiberti le supera. El escultor, cuando labró su
maravillosa composición, muestra la disciplina de sus años de estudio
en el taller de su padrastro, que era un gran platero.
La pulcritud de la fundición parece ser lo que determinó a
los treinta y cuatro jueces a decidirse a favor de Ghiberti; él mismo,
en su escrito titulado
Comentarios de la Pintura, habla con
orgullo, ya en la vejez, de su triunfo en aquel concurso, asegurando
que los otros competidores se retiraron al reconocer su superioridad.
Es posible, no obstante, que por un momento se pensara en adjudicar la
obra a los dos florentinos y que Brunelleschi, según dice un biógrafo,
sólo cediera para no tener que trabajar en colaboración. Sea lo que
fuere, esta vez el resultado obtenido del concurso fue favorabilísimo
para el arte: Brunelleschi se confirmó todavía más en su vocación de
arquitecto, y Ghiberti pudo realizar libremente en las puertas
maravillosas un ideal nunca soñado para la escultura.
Hizo Ghiberti los recuadros de estas
Segundas Puertas del Baptisterio de Florencia, que
corresponden a la fachada septentrional. La composición y el trabajo de fundición en bronce le llevó más de veinte años de trabajo. Las dos hojas de estas segundas puertas constaban de veintiocho cuadrados (catorce cada hoja) con tréboles u orlas cuatrilobuladas en el interior de los cuadrados,
casi góticas, como eran las de las primeras de Andrea, pero en sus
escenas se confirmó en aquella gracia y bello naturalismo que
caracterizan su relieve del concurso. En el interior de los tréboles se disponían escenas del Nuevo Testamento. En los fondos se marcan
graciosamente los paisajes con árboles; las figuras se agrupan y mueven
en gestos finos, sorprendidos de la realidad. Cada cuadrado encerraba a muy pocos personajes, pero de una gran claridad y perfección anatómica, además de originalidad.
Estas puertas con
escenas bíblicas fueron la escuela en que Ghiberti se familiarizó con
el arte y la técnica de la fundición; cuenta Vasari que, al fundir el
gran marco para las puertas, el molde se estropeó y tuvo que hacerlo
otra vez. Un siglo más tarde, las puertas despertaban aún tanta
curiosidad, que se recordaba el lugar de su fundición y se enseñaban
restos del horno de Ghiberti detrás del hospital de los tejedores.
Lorenzo Ghiberti. Anunciación y Transfiguración de Cristo. Bronce. Segundas Puertas del Baptisterio de la Catedral de Florencia. 1424.
Después de estas segundas puertas del baptisterio, en
las que trabajó hasta el año 1424, la fama de Ghiberti era ya tanta que
se le encargaron las
Terceras Puertas del Baptisterio de Florencia (las cuales constituyen su obra maestra)
sin ningún concurso, y permitiéndosele hasta cambiar el número de los
asuntos que le habían propuesto, conforme al programa que trazó el
erudito Leonardo Bruni. Según éste, la tercera puerta, que corresponde
al lado oriental del baptisterio y da frente a la fachada principal de
Santa María del Fiore, tenía que estar dedicada al Antiguo Testamento,
con veintiocho recuadros, donde se explicarían uno por uno los
principales temas de la Creación y la historia de Israel; cada batiente
de la puerta estaría dividido en siete zonas, con dos relieves cada
una.
Ghiberti acumuló varias historias en un mismo relieve,
ejecutando el programa de Bruni en diez compartimientos suficientemente
grandes (prescinde deliberadamente de las casillas lobuladas) para poder desarrollar los fondos en perspectiva, los paisajes
y pintorescas representaciones con muchas figuras que sólo se
anunciaban en sus puertas anteriores.
Se trata de una obra mucho más moderna y de
los nuevos tiempos, ya que cambia el diseño, el tratamiento del relieve y las
fuentes de inspiración El propio escultor afirma en sus Comentarios:
"En algunos de estos diez relieves he introducido más de cien
figuras, en otros menos, trabajando siempre con conciencia y amor.
Observando las leyes de la óptica, he llegado a darles tal apariencia
de la realidad, que a veces, vistas de lejos las figuras, parecen de
bulto entero. En diferentes planos, las figuras más cercanas son
mayores; las de más lejos disminuyen de tamaño a los ojos, como pasa en
la naturaleza”
Este párrafo de los
Comentarios indica cuan
conscientemente el escultor florentino realizaba la invención del
relieve pictórico, que no se había sabido ejecutar desde la antigüedad
clásica. En los pulpitos de los písanos, las figuras, todas del mismo
tamaño y del mismo alto relieve, indican sólo por el gesto y el sitio
que ocupan el papel que representan en la escena, compuesta sin
confusión.
Los personajes de primer
término tienen mucho volumen, mientras apenas están tratados los del fondo,
abriendo el camino de la perspectiva lineal en la escultura. La obra tiene
mucho sentido de movimiento y ritmo, enmarcado todo en arquitecturas clásicas.
Lorenzo Ghiberti. Terceras puertas del Baptisterio de la Catedral de Florencia. Bronce. 1452.
En los relieves de su última puerta, Ghiberti realiza una
maravilla de efectismo plástico, superando hasta los mismos resultados
de los relieves pintorescos helenísticos. La acumulación de las
escenas, en lugar de ser una traba para el artista, es motivo de
invención y nuevos efectos para todas las escenas reunidas. Así, por
ejemplo, la creación del hombre en primer término permite hacer más
dulce el bello relieve con la figura de Eva, y el grupo del
Todopoderoso con una nube de ángeles que se pierden en la atmósfera, da
luz y espacio al paisaje del jardín. Lo mismo sucede en el maravilloso
paisaje del pasaje de Caín y Abel; las diversas escenas están
separadas por un barranco con pinos, para que a lo lejos, y en la parte
más alta, se levanten los dos altares, con los sacrificios al Señor, y
en el fondo elevado la cabaña de los primeros padres en una bellísima
perspectiva de montañas.
Sin embargo, cuando en su imaginación veía aparecérsele una
composición grandiosa que exigía la totalidad de un relieve, Ghiberti se
lo concedía sin vacilar, como en la teatral escena de Salomón y la
reina de Saba o en la del Hijo Pródigo, donde las figuras forman
animados grupos con una perspectiva común de pórticos en el fondo.
Quizás lo más sorprendente de estas diez composiciones sean
los fondos con palpitantes definiciones de espacio y de ambiente.
Todavía cuando Ghiberti utiliza el "punto de fuga" de la teoría
perspectiva inventada por Brunelleschi, no todo se resuelve con una
fría geometrización del espacio, sino que emplea con una increíble
sutileza los efectos de atmósfera producidos por las formas
difuminadas. Con ello, logra resultados que recuerdan los relieves
helenísticos alejandrinos con escenas de paisaje. Basta contemplar,
además de las ya citadas, escenas como la de la historia de Josué, en
la que el cortejo de primer término vuelve a verse -en un momento
posterior- en la lejanía, precedido por las trompetas que suenan ante
los muros de Jericó, o la de la historia de David.
En esta última, en pocos centímetros de superficie, la
escultura sugiere una enorme distancia al pasar del alto relieve de
primer término, con la degollación de Goliat, al fondo de las altas
torres de la ciudad, perdida entre la bruma y la lejanía. Entre el
primer término y el fondo, los relieves sucesivamente más bajos de
personajes, árboles y montañas, indican con todo detalle el espacio
intermedio. Al estudiar de cerca los grupos de personajes de estas
puertas, comprendemos el genio de Ghiberti que, con estas pequeñas
figuras tan bien situadas en la atmósfera impalpable que parecen
respirar, inaugura una nueva comprensión poética del hombre y de la
vida: la del Renacimiento.
Lorenzo Ghiberti. Escenas de Adán y Eva, David y Goliat y Salomón y la Reina de Saba de las Terceras puertas del Baptisterio de Florencia. Bronce. 1452.
Lorenzo Ghiberti terminó estas puertas en 1452, es decir que
empleó más de veinticinco años en la ejecución de estos diez relieves,
enriqueciéndolos con una orla de adornos vegetales y cabezas de
profetas, y sobre todo con un marco, también de bronce, rodeado de la
más exquisita decoración de hojas, flores, frutos y pequeños animales
que haya producido nunca la escultura. Vasari, en cierto modo, tiene
razón cuando dice que es "
la más bella obra que se haya visto nunca
entre los antiguos y modernos"; y en verdad que las decoraciones
vegetales de los frisos romanos más perfectos de la época de Augusto no
llegan a esta maravilla de vida y lozanía que tiene el follaje del
marco de las últimas puertas de Ghiberti.
Algunas de sus hojillas parecen vaciadas del natural, tanta
es su riqueza de detalles; pero los relieves fueron tan hábilmente
fundidos y están con tanta belleza combinados con cintas y pequeños
lagartos, pájaros y vivarachas ardillas, que superan acaso en gracia y
espíritu al que poseen los propios seres naturales. El propio Ghiberti,
en sus
Comentarios que empezó a escribir en 1447 y que su
muerte interrumpió en el tercer capítulo, dice que se esforzó en imitar
a la Naturaleza
hasta el extremo.
Las puertas últimas de Ghiberti, con sus marcos, fueron colocadas donde
habían estado antes las de Andrea Pisano, con escenas de la vida de San
Juan, en la fachada delante de la catedral, y aún son llamadas por el
pueblo
las puertas del Paraíso, acaso por su escena de la Creación o por lo mismo que motivó la frase de Miguel Ángel, quien, según nos dice Vasari,
"fermatosi
a veder questo lavoro e domandato quel che glie ne paresse... ripose:
-Elle son tanto belle che elle starebben bene alie porte del
Paradiso..."
Lorenzo Ghiberti. Arca de San Zanobi. Bronce. Catedral de Florencia. 1446.
Si admirable resulta Ghiberti en los relieves de las puertas,
no estuvo tan afortunado en varias figuras de santos que se le
encargaron. Ghiberti es realmente el maestro de una sola obra, como por
lo demás ocurre con tantos otros artistas, cuya abundante producción no
es más que la repetición fría de inspiraciones ya apagadas. Sin
embargo, aun en la vejez su reputación en Florencia era grandísima y la
justifican hasta cierto punto algunas obras suyas de este último
período, como la
Urna de bronce para las reliquias de San Zanobi que
realizó en 1446.
Es por esta reputación por lo que es muy posible que se le
quisiera asociar a Brunelleschi para dirigir la obra de la cúpula, como
si el famoso escultor tuviese que ser una garantía de moderación para
las genialidades del gran arquitecto. Vasari cuenta multitud de
anécdotas sobre el desacuerdo entre ambos maestros. Brunelleschi, según
dice, se sentía humillado por esta colaboración que le había sido
impuesta, pero acabó por vencer y quedó como único director. Hoy se
cree que en el relato de Vasari hay mucha fantasía.
Lo cierto es que en una de las últimas cartas de León
Bautista Alberti a Brunelleschi le encarga que salude a Ghiberti como
muy amigo suyo, y al mismo tiempo le envía un recuerdo para los grandes
escultores y pintores más íntimos de Brunelleschi: Donatello, Luca
della Robbia y el pintor Masaccio, de quienes sabemos con certeza que
eran todos amigos íntimos del director de la cúpula del Duomo. Porque
de todo este grupo de artistas florentinos, el centro, la inteligencia
superior, reconocida por todos, parece haber sido Brunelleschi; él fue,
como hemos dicho, el Fidias arquitecto del cuatrocentismo florentino. A
Brunelleschi se debe, en gran parte, la formación del mejor escultor
de la época, llamado Donato, o más familiarmente Donatello, con quien
hizo por lo menos un viaje a Roma, hacia 1404, para estudiar ambos la
antigüedad clásica.
Lorenzo Ghiberti. San Juan Bautista. Bronce. 1416. Iglesia de Orsanmichele. Florencia.