Bartolomé
Esteban Murillo. Inmaculada Concepción de los Venerables. Óleo sobre
lienzo (274 x 190 cm.). 1679. Museo del Prado. Madrid.
En estas navidades pude contemplar la gran exposición "Murillo y Justino de Neve. El arte de la amistad",
organizada por la Fundación Focus-Abengoa, el Museo del Prado y la
Dulwich Picture Gallery de Londres. Dicha muestra estuvo en Sevilla
desde octubre a finales de enero pasado y se celebró en el Antiguo
Hospital de los Venerables, sede actual de la sede de Focus-Abengoa, en
el barrio de Santa Cruz de la capital hispalense. Con anterioridad, la
muestra estuvo expuesta hasta septiembre de 2012 en el Prado, y ahora,
de febrero a mayo en la capital londinense.
La exposición en cuestión es bastante significativa, pues muestra la relación entre el pintor sevillano Murillo
y Justino de Neve, canónigo de la catedral sevillana en el siglo XVII,
quien fundó el Hospital de los Venerables (1670), como residencia de
ancianos y sacerdotes impedidos, así como la reconstrucción de la
iglesia de Santa María la Blanca, colaborando activamente en la
canonización de Fernando III el Santo en 1671. En esta exposición se
mostraron veinte pinturas de colecciones privadas y públicas de todo el
mundo, que estuvieron originariamente en Sevilla. Precisamente, para la
iglesia de Santa María la Blanca (recientemente abierta al público, tras
años de restauración), encargó a Murillo los lienzos "Sueño del Patricio" y "Visita al Pontífice Liberio".
Además, cuatro obras de Murillo expuesta en la muestra, fueron
ejecutadas por el pintor sevillano para el Hospital de los Venerables,
donde estuvieron hasta que fueron expoliadas por el general francés
Soult en la Guerra de la Independencia. Soult, admirador de Murillo, no
solo expolió en los Venerables, sino que también se llevó a Francia las
dos obras anteriormente citadas en Santa María la Blanca. En la
actualidad, sólo una de las cuatro que pintó Murillo para los
Venerables, se encuentra en su marco original, estando las restantes en
el Museo del Prado.
Murillo. El sueño del patricio Juan. Óleo sobre lienzo. 1663. Museo del Prado. Madrid.
Murillo. El patricio revela su sueño al Pontífice Liberio. Óleo sobre lienzo. 1663. Museo del Prado. Madrid.
Lo que más me llamó la atención es la historia del expolio de la Inmaculada de los Venerables (también conocida vulgarmente como la Inmaculada de Soult). Murillo fue autor de numerosas Inmaculadas, esta es posiblemente la última
que pintara siguiendo la misma fórmula ideal que venía empleando desde
sus primeras aproximaciones al tema, con la Virgen vestida de blanco y
manto azul, con las manos cruzadas sobre el pecho, pisando la Luna
y la mirada dirigida al cielo; la composición, como en este caso, suele
presentar un claro impulso ascensional, muy barroco, que coloca a la
figura de la Virgen María en el espacio empíreo habitado de luz, nubes y ángeles, aunando dos tradiciones iconográficas:
la de la Inmaculada propiamente dicha y la de la Asunción.
En el Barroco se concreta la iconografía de la Inmaculada Concepción que tuvo un papel muy importante en toda España. En el siglo XVII se discute obsesivamente si la Virgen fue creada sin mácula, sine macula, es decir, sin contacto carnal. Una vieja controversia que había comenzado ya en el siglo XIl con San Bernardo de Claraval.
Francisco Pacheco como teórico concreta esta iconografía a nivel plástico. Al final de su tratado el Arte de la Pintura, publicado en 1649, realiza una serie de recomendaciones para representar la Inmaculada Concepción de María. Entre estos consejos dice que no debe aparecer con el Niño en los brazos; ha de estar coronada de estrellas con la luna a sus pies; ha de ser pintada en la flor de su edad, de doce a trece años, y con las puntas de la media luna hacia abajo; ha de estar adornada con serafines y ángeles, y se ha de pintar con túnica blanca y manto azul.
Es llamativa
en esta Inmaculada, como en otras del pintor, la desaparición de los
tradicionales símbolos de las Letanías lauretanas,
oración mariana que se asocia muy frecuentemente con la iconografía
inmaculista. En lugar de ellos, Murillo idea en torno a María una gran
gloria de ángeles, pintados en las más variadas actitudes con una
pincelada muy deshecha, que logra fundir las figuras con la atmósfera
celestial.
Las Inmaculadas de Murillo se caracterizaron por una delicadeza y una gracia especial a la figura femenina e infantil. El sentimiento, lo amable y lo tierno son calificativos característicos de su obra. Precisamente, aquí se aprecian con claridad. El artista sevillano creó una pintura serena y apacible, en la que priman el equilibrio compositivo y expresivo, con una delicadeza nunca conmovida por sentimientos extremos. Colorista excelente y buen dibujante, concibe sus cuadros con un fino sentido de la belleza y con armoniosa mesura, lejos del dinamismo de Rubens o de la teatralidad italiana. El estatismo de la figura de la Inmaculada contrasta con el movimiento de los querubines que le sirven de peana, en posturas retorcidas. Este revoloteo de ángeles en espiral ha llevado a considerar la obra un preludio del rococó.
Se conocen cerca de veinte cuadros de Murillo con el tema de la Inmaculada, cifra sólo superada por José Antolínez y que ha hecho que se le tenga por el pintor de las Inmaculadas, una iconografía de la que no es el inventor pero que renovó en Sevilla, donde la devoción se hallaba profundamente arraigada. Algunas de sus Inmaculadas más estimadas son la Concepción Grande (Museo de Bellas Artes de Sevilla), la Inmaculada de Santa María la Blanca (Sevilla), la Inmaculada de El Escorial o la Inmaculada del Palacio Arzobispal de Sevilla. Pero, probablemente, la mejor ejecutado o de mayor virtuosismo sea esta Inmaculada de Soult, como afirmaba Céan Bermúdez: "superior a todas las de su mano".
En el Barroco se concreta la iconografía de la Inmaculada Concepción que tuvo un papel muy importante en toda España. En el siglo XVII se discute obsesivamente si la Virgen fue creada sin mácula, sine macula, es decir, sin contacto carnal. Una vieja controversia que había comenzado ya en el siglo XIl con San Bernardo de Claraval.
Francisco Pacheco como teórico concreta esta iconografía a nivel plástico. Al final de su tratado el Arte de la Pintura, publicado en 1649, realiza una serie de recomendaciones para representar la Inmaculada Concepción de María. Entre estos consejos dice que no debe aparecer con el Niño en los brazos; ha de estar coronada de estrellas con la luna a sus pies; ha de ser pintada en la flor de su edad, de doce a trece años, y con las puntas de la media luna hacia abajo; ha de estar adornada con serafines y ángeles, y se ha de pintar con túnica blanca y manto azul.
Murillo. Concepción Grande o La Colosal. Óleo sobre lienzo. 1650. Museo de Bellas Artes. Sevilla.
Murillo. Inmaculada de El Escorial. Óleo sobre lienzo. 1660-1665. Museo del Prado. Madrid.
Las Inmaculadas de Murillo se caracterizaron por una delicadeza y una gracia especial a la figura femenina e infantil. El sentimiento, lo amable y lo tierno son calificativos característicos de su obra. Precisamente, aquí se aprecian con claridad. El artista sevillano creó una pintura serena y apacible, en la que priman el equilibrio compositivo y expresivo, con una delicadeza nunca conmovida por sentimientos extremos. Colorista excelente y buen dibujante, concibe sus cuadros con un fino sentido de la belleza y con armoniosa mesura, lejos del dinamismo de Rubens o de la teatralidad italiana. El estatismo de la figura de la Inmaculada contrasta con el movimiento de los querubines que le sirven de peana, en posturas retorcidas. Este revoloteo de ángeles en espiral ha llevado a considerar la obra un preludio del rococó.
Se conocen cerca de veinte cuadros de Murillo con el tema de la Inmaculada, cifra sólo superada por José Antolínez y que ha hecho que se le tenga por el pintor de las Inmaculadas, una iconografía de la que no es el inventor pero que renovó en Sevilla, donde la devoción se hallaba profundamente arraigada. Algunas de sus Inmaculadas más estimadas son la Concepción Grande (Museo de Bellas Artes de Sevilla), la Inmaculada de Santa María la Blanca (Sevilla), la Inmaculada de El Escorial o la Inmaculada del Palacio Arzobispal de Sevilla. Pero, probablemente, la mejor ejecutado o de mayor virtuosismo sea esta Inmaculada de Soult, como afirmaba Céan Bermúdez: "superior a todas las de su mano".
Murillo. Retrato de Don Justino de Neve. Óleo sobre lienzo. 1665. National Gallery. Londres.
A
pesar de la terrible epidemia de peste que sufrió la capital hispalense
a mediados del XVII (que mató a la mitad de su población), Murillo no
dejó ningún testimonio de esta tragedia; ello se debe a que su pintura
tiene un fin consolador y suavizador de la dura realidad. Y esto atraía a
la sociedad piadosa de su época, no en vano fue el gran pintor de la
sociedad sevillana y el mejor pagado. Las Vírgenes y santos de Murillo
podían materializarse en sus lienzos frente a los mismos lisiados,
pobres y enfermos que en otros eran protagonistas absolutos y con los
que el pueblo llano se sentía identificado. Y este éxito no sólo era
privativo de nuestra ciudad, también en el extranjero el pintor
sevillano gozaba de una fama inmensa y un poderoso atractivo.
Ahora nos centramos en la crónica del expolio del lienzo de Murillo.
Durante
su campaña militar en Andalucía como general en jefe de Napoleón, el
mariscal Nicolás Jean de Dieu Soult despojó de sus mejores obras a los
templos sevillanos (entre ellos, lienzos de Zurbarán y Murillo), muchas
de las cuales engrosaron el Museo Napoleón de París y colecciones
particulares, muchas de las cuales engrosan hoy la Galería española del
Museo del Louvre. La Inmaculada de Murillo fue admirada en Francia por
personajes como Honoré de Balzac, Rossini o Gustave Flaubert.
Inmaculada de los Venerables en su marco original en la Capilla del Hospital de los Venerables.
En
1852, los herederos de Soult se desprendieron de esta obra, que fue
adquirida en subasta por el Louvre, donde permaneció hasta 1940. En la
segunda mitad del XIX comenzó el declive en la valoración del pintor
sevillano, tachado de dulzón y empalagoso, al mismo tiempo que se
produce el encubramiento de otro pintor sevillano, Diego de Velázquez.
Durante
la Guerra Civil española, se creó el Servicio de Defensa del Patrimonio
Artístico Nacional, en el bando constitucional republicano, sobre el
que recaerá la responsabilidad del traslado de la Inmaculada de Soult a
su destino actual. Dicho servicio, dependiente del Ministerio de
Educación, sería dirigido por Pedro Saínz Rodríguez, sieguiéndole en
orden jerárquico el Jefe del Servicio Nacional de Bellas Artes, Eugenio
D´Ors. El bando franquista tardó mucho más en tomar medidas sobre la
protección del patrimonio.
El
5 de diciembre de 1940 el comisario de Patrimonio Artístico de
Barcelona, Luís Monreal y Tejada, recibió la llamada del Marqués de
Lozoya (subcomisionado del Servicio Nacional del Patrimonio, dándole
instrucciones para que estuviera el día siguiente en la pequeña
población costera francesa cercana a la frontera de Port Bou; allí debía
esperar el tren que había atravesado Francia en guerra y que
transportaba la Inmaculada de Murillo. La entrega se la haría en persona
René Huygue, conservador de pinturas del Museo del Louvre. El tren no
llegó al día siguiente a la hora convenida por las persistentes lluvias
que habían caído en la región. Así nuestra obra fue transportada a un
viejo camión entoldado que se abrió paso por las sinuosas carreteras del
litoral. En el camión sólo viajaban el conductor y René Huygue, sin
escolta alguna, tal vez para pasar más inadvertido.
Louis Henri de Rudder. Nicolas Jean de Dieu Soult. Óleo sobre lienzo. 1856. Palacio de Versalles. París.
Hay
que preguntarse por qué la obra de Murillo era restituida ahora por el
gobierno francés al español, sin petición expresa de éste. La respuesta
está en que los nazis se lanzaron en 1939 a una fulgurante invasión de
Europa. El mariscal francés Pétain constituyó en Vichy un gobierno
colaboracionista que estuvo bajo el control de los alemanes. Sabía que
necesitaba buscar amigos, así que pensó en el general Franco. El
caudillo tomó con mucha cautela dicha reposición, que vieron el peligro
que entrañaba aceptar la restitución sin ninguna contrapartida, y
formuló un intercambio de obras entre el Prado y el Louvre. Pero Pétain
se impacientó y envió la obra de forma unilateral, para que estuviera en
España el 8 de diciembre, conmemorando su festividad.
Y
el 7 de diciembre llegó a Madrid en tren la citada obra, en un vagón
alquilado y precintado en la frontera por Luís Monreal, con la compañía
de René Huygue. También llegó sin escolta, salvo la pareja de la Guardia
Civil que viajaba en los trenes. Enseguida se instaló en el Museo del
Prado madrileño.
Así
pues, dos siglos después de su robo, la Inmaculada de los Venerables de
Murillo ha vuelto a su marco original y la ciudad en la que se gestó.
Además, ha estado expuesta en su marco de madera original en la capilla
del Hospital. Pero la vuelta a su casa ha sido sólo temporal, poco más
de tres meses (11 de octubre de 2012 a 20 de enero de 2013). Tras su
paso por Londres, para poder apreciarla habrá que viajar nuevamente a
Madrid (Museo del Prado).
Leonardo de Figueroa. Hospital de los Venerables. 1687-1697. Sevilla. Fachada, claustro e iglesia.
Pues sí que le pasaron cosas.
ResponderEliminarSiempre he sentido especial debilidad por la iconografía de las Inmaculadas.
Saludos.
Esta es la virgen que guarda mi hogar, la Inmaculada Concepción de Bartolomé Esteban Murillo.
ResponderEliminarUn feliz sábado
Murillo y sus Inmaculadas.La In maculada de Soult es una grandiosidad cómo obra y no cabe duda que en su marco original gana muchísimo.Pero a mí, la Inmaculada que me gusta muchísimo es la que se expone en El Prado y que fué realizada en 1660-1665:`porqué refleja dentro de la sencillez del fondo una Virgen adolescente y con esa mirada extasiada.
ResponderEliminar-Política y Arte son incompatibles.Que pena cuando caen en manos de déspotas ambiciosos los patrimonios de cada pueblo.
Feliz fin de semana Paco.
En general todas las obras devueltas tras su expolio han generado historias curiosas para los historiadores del Arte, qué decir de todo lo que hicieron las tropas napoleónicas en Italia y España.
ResponderEliminarPor suerte, esta obra, aunque fuera de esta manera tan suigeneris, fue devuelta a España, aunque su destino no fue Sevilla, donde debería volver a conservarse.
Gracias por una entrada tan interesante.
Una nueva y excelente entrada de tus eruditas lecciones magistrales. Con el aliciente de nuestra madre la Inmaculada Concepción.
ResponderEliminarUn cuadro aventurero, que logró sobrevivir a los estragos de Napoleón y escapar a los rapaces nazis.Un auténtico superviviente!
ResponderEliminarFeliz fin de semana
Bisous
Sí que fue rocambolesca su devolucion nadie quiere deshacerse de tan dulce obra, tan suave, amorosa y delicada. Soy fanatica de este tipo de expresion, que consuela y da esperanzas. pero, tambien me encanta esta palabra que conoci apenas unos meses: "rocambolesca/o", es genial. Me entere que viene de un personaje, Rocambole y que por extension se interpreta como extraordinario, casi increible.
ResponderEliminarAhora de vez en cuando aplico esa palabra en mi habla diaria y me dicen ...roca... qué??? XD
jeje, nadie la conoce.
Besos.
Me gusta mucho este cuadro. Una copia se encuentra en el ayuntamiento de Caracas, bajo el nombre de nuestra señora de Caracas. De hecho, la inmaculada es la patrona de la ciudad.
ResponderEliminarNo conocía la historia que estaba detrás del cudro.
Saludos Paco.
Me encanta la presencia de la Luna, resabio iconográfico de la Diosa Madre ancestral. Siempre es tan interesante el tratamiento sistemático de algùn tema por parte de un artista. Así se construye -como la historia de los estilos-, una historia de los motivos. El aporte de Murillo, en tal sentido, con las Inmaculadas es un aporte valiosísimo.
ResponderEliminarMuchas veces, como en este caso que tan bien nos cuentas, la circulación de la Obra fue estrechamente unida a nefastas contingencias históricas, es una alegrìa que haya retornado a su Origen y a su Tierra.
Un abrazo grande para ti Paco querido, me contenta verte por La Cala!
Sin duda alguna la Inmaculada de Murillo es especial. Todas son especiales y admiradas en muchos rincones del Planeta.
ResponderEliminarDesconocía por completo toda esta historia y eso que conozco el Hospital de los Venerables de Sevilla.
Bss y buen domingo
Bartolomé Murillo es mucho más que las Inmaculadas, pero sin dudas sus Inmaculadas son únicas.
ResponderEliminarUn abrazo
El arte es otro gran damnificado en esto de las invasiones y las guerras. Afortunadamente en este caso, tras muchas zozobras, se logró recuperar esa obra. Otras no han tenido tanta suerte.
ResponderEliminarA veces hemos salvado nuestro patrimonio milagrosamente. Según cuentan por Granada, Napoleón quiso arrasar la Alhambra. Menos mal que se lo impidieron.
Parece que nos hemos puesto de acuerdo. Dentro de unos días sale una entrada mía sobre este tema, con otras obras, pero con el mismo trasfondo.
Un saludo.
Si a la Inmaculada le diera por ejercer sus dotes divinas !las cosas que contaría!
ResponderEliminarEso de expoliar patrimonios ajenos ha sido corriente desde Augusto hasta Hitler y más adelante, basta con repasar las subastas de hoy. La pintura románica de Andorra está toda en el MNAC o en Austria o...que le pregunten al altar de Pérgamo.
Excelente artículo amigo mío, muy ilustrativo. Para mi gusto la mejor es la del Escorial, tiene una expresión doliente esa niña, y una luz excelsa y una pincelada más suelta, más vaporosa, deliciosos angelotes.
Besito dominguero.
Uma entrada com muito luxo e preciosidade... muito boa, sim senhor! Obrigada.
ResponderEliminarBeijos.
Sin restar ni un ápice de interés a la curiosa historia de la "Inmaculada", querido Paco, mis ojos se han ido a fijar especialmente en los dos bellos cuadros de Murillo con los que abres tu entrada, "Sueño del patricio Juan" y "El patricio revela su sueño al Pontífice Liberio". Y la razón no es otra que...¡Roma! porque el tema de las dos pinturas hace referencia al origen de Sta. María la Mayor, basado en la antiquísima tradición de que la construcción de esta basílica fue inspirada en sueños a una pareja de ricos patricios, Juan y su esposa, por la Virgen. Sería ella misma quien indicaría, milagrosamente, el lugar del emplazamiento; Juan lo puso en conocimiento del papa Liberio.La mañana del 5 de agosto, fuera de toda posible previsión meteorológica, la colina del Esquilino apareció nevada, lo cual se interpretó sin duda alguna como el lugar escogido; el papa definió el perímetro y Juan de su finanaciación.
ResponderEliminarComo ves, carissimo, todos los caminos nos conducen a Roma...
Mil biquiños.
La exposición que comentas fue verdaderamente interesante, aunque pienso que es imprescindible, para conocer en profundidad la obra de Murillo, visitar el Museo de Bellas Artes de Sevilla.
ResponderEliminarLo que ocurrió en la Guerra de Independencia fue un horror para la población y supuso una pérdia irreparable de obras de arte, al igual que después pasaría con la desamortización y la Guerra Civil.
Nunca se me había ocurrido pensar que los franceses ehabían entregado la Inmaculada para preservarla de los nazis. ¡Curioso!
Un saludo
Por favor, amigos, dejemos de hablar de "La Inmaculada de Soult" (cuyo único mérito fue robarla) y digamos "La Inmaculada de los Venerables", que es el lugar para el que fue pintada y en el que debería residir permanentemente. Cada vez que leo el apellido del francés me sale un sarpullido.
ResponderEliminarPor otra parte, tampoco comprendo como un expolio tan bien documentado no haya provocado la más mínima reclamación por parte de las autoridades españolas en estos dos siglos que hacen desde los hechos.
Gran artículo, Paco. Saludos.
Si no es la mejor entre las Inmaculadas de Murillo le falta poco. Y, como dice Madame, todo un cuadro superviviente.
ResponderEliminarAbrazos, Paco