José Antolínez. El tránsito de la Magdalena. Óleo sobre lienzo. 1672. Museo del Prado. Madrid.
El siglo XVII es el llamado Siglo de Oro de la pintura española.
En él se muestran las personalidades más fuertes del arte nacional, aunque como
sucede en la escultura, puede subrayarse la limitación que supone la carencia
casi total de pintura profana, mitológica especialmente, y de la sensualidad
barroca italiana, al no existir otra clientela que la religiosa, y sobre todo
la monástica. Salvo en la Corte,
la actividad de nuestros pintores va ligada a lo devocional, y si en algunos
casos es evidente la intensidad con que se acierta a expresar el apasionado
fervor contrarreformista, apoyado en la realidad sensible, en otros puede
reconocerse una cierta monotonía y el frecuente recurso de apoyarse en
composiciones ajenas, aprovechando los modelos que suministran las estampas
flamencas e italianas.
Como características generales destacan los
contenidos religiosos y devocionales,
con una clara tendencia hacia lo ascético y místico, con cuerpos en éxtasis o
miradas perdidas hacia el cielo. Existe una gran presión de la Inquisición: se prohíben los desnudos y lo pagano (Contrarreforma).
Vicente Carducho. Conversión de San Bruno. 1626-1632. Convento de Santa María de El Paular. Rascafría (Madrid).
La pintura barroca hispana significa de modo
general el triunfo de una tendencia que privilegia el realismo, incluso en sus
aspectos dolorosos y patéticos. El realismo
es el afán común y se intenta solucionar
de varias formas. En este proceso el punto de partida es
el Tenebrismo de Caravaggio y sus novedosas indagaciones sobre la luz. La casi
totalidad e escuelas y maestros siguen ese nuevo sendero, quedando la técnica
tenebrista incorporada de pleno derecho, siendo su aparición constante en las
obras del momento.
Se podría dividir el siglo en tres grandes períodos: la primera mitad, los años centrales
con los grandes maestros
y la segunda mitad. Es un siglo pródigo en pintores
pero
este
siglo
termina por agotamiento a fines del XVII y habrá que esperar a la segunda mitad del XVIII para encontrar a otro gran maestro: Goya.
La primera mitad se caracteriza por el realismo y el tenebrismo,
de influencia directamente italiana. Los focos más importantes son Castilla,
con la corte de Madrid y Toledo como centros, Andalucía con Sevilla, y Valencia,
destacando, especialmente, esta última zona (con Ribalta y Ribera). En los años centrales del siglo aparecen los más
grandes pintores: es la época de Zurbarán,
Alonso Cano y Velázquez. En la segunda
mitad o Barroco pleno, cambia
el
gusto
pictórico. La difusión de los modelos flamencos rubenianos, y el nuevo sentido,
más triunfal, opulento y colorista, que la iglesia difunde, cambia por completo
el tono de la pintura española, que de realista y tenebrista pasa al colorismo
luminoso y al optimismo teatral del pleno barroco. Pero falta en España casi por completo ese clasicismo que hemos
visto en Italia y Francia. En este período, la importancia de Valencia casi
desparece, y sólo Madrid (Velázquez) y Sevilla (Murillo y Valdés Leal) crean
escuelas de primer orden.
Eugenio Cajés. Adoración de la Virgen. Óleo sobre lienzo. 1603. Museo del Prado. Madrid.
Primera mitad de siglo: el naturalismo
Madrid:
En el ámbito castellano, la conexión con El Escorial es muy directa, ya que algunos de los más importantes pintores madrileños de comienzos de siglo son de origen italiano. Ellos introducen, junto a una técnica muy hábil, una especial sensibilidad religiosa que se aproxima a lo real, y humaniza las representaciones sin perder el decoro, es decir, la nobleza necesaria en las representaciones religiosas. En Madrid pueden citarse a Vicente Carducho, florentino de nacimiento, hombre culto, amigo de Lope de Vega y los escritores de su tiempo, cuyos lienzos principales son los que pintó para el Convento cartujo del Paular. Son obras importantes, muy bien compuestas y con un hábil sentido narrativo, aunque su ideal pictórico se basa en los principios del Renacimiento. Otros pintores de este círculo son Juan Van der Hamen, de familia flamenca, bodegonista excelente y tenebrista en los cuadrosreligiosos, Eugenio Cajés (hijo de italiano) y Juan Bautista Maino, fraile dominico que estuvo en Italia y conoció a Caravaggio y a Annibale Carracci, formando un estilo muy personal, de fuerte realismo y modelado escultórico, pero con colores claros y un gran interés por la calidad de las cosas.
Juan Bautista Maino. Adoración de los pastores. Óleo sobre lienzo. 1611-1613. Museo del Prado. Madrid.
Toledo:
Los pintores toledanos más
importantes son Luis Tristán, discípulo de El Greco, con figuras
alargadas que avanzan hacia el tenebrismo y el naturalismo, Juan Sánchez Cotán,
cartujo al final de su vida, aunque su estilo se basa en el de El
Escorial (especialmente Luca Cambiaso); es uno de los grandes
bodegonistas de la historia de la pintura, y el murciano Pedro Orrente, establecido en Toledo, que viajó a Italia y crea un estilo imitando a los Bassanos e incorporando formas e iluminación ya caravaggiesca, como el el San Sebastián de la Catedral de Valencia.
Juan Sánchez Cotán. Bodegón de caza, hortalizas y frutas. Óleo sobre lienzo. 1602. Museo del Prado. Madrid.
Pedro Orrente. Martirio de San Sebastián. Óleo sobre lienzo.1616. Catedral de Valencia.
Valencia:
La escuela valenciana es la más importante en España a principios de siglo. Francisco Ribalta inicia su andadura pictórica desde una influencia de Navarrete el Mudo y otros pintores del círculo de El Escorial. Su estilo nuevo, colorista y realista, va avanzando en la dirección naturalista, hasta desembocar en obras enteramente tenebristas con un magnifico conocimiento de lo real, una iluminación muy contrastada y una preferencia muy marcada por modelos feos, nada estilizados. En su Visión de San Francisco hace patente que su fin principal no es resaltar la belleza de sus figuras sino el realismo y la expresividad de las mismas, las cuales llegan a impresionar por su vigor. En su Crucificado abrazando a San Bernardo, la fuerza del dibujo, la sólida anatomía del cuerpo de Cristo, los espléndidos pliegues del hábito y la luz lateral son el fruto de la madurez artística del pintor.
También destacó en la ciudad del Turia Jerónimo Jacinto de Espinosa, que se mantuvo dentro de la tradición española muy cerca de Zurbarán. Parece que el color pardo-rojizo que domina hoy en sus cuadros es debido a su costumbre de imprimir la tela con cola, aceite de linaza y almagre, lo que les ha hecho perder su frescor original. Prolongó el naturalismo tenebrista con los fuertes contrastes luminosos hasta fecha muy tardía, cuando en el resto de España han triunfado ya las formas del barroco pleno.
El pintor más importante de esta generación es José Ribera, aunque la mayor parte de su producción la hizo en Nápoles. Su obra está estudiada en este post.
Francisco Ribalta. San Francisco confortado por un ángel músico. Óleo sobre lienzo. Hacia 1625. Museo del Prado. Madrid.
Jerónimo Jacinto de Espinosa. Comunión de la Magdalena. Óleo sobre lienzo. 1665. Museo de Bellas Artes. Valencia.
Andalucia:
Los
pintores andaluces (sevillanos, especialmente) han sido ya estudiados,
tanto los de la primera mitad de siglo como los del barroco pleno y
puede consultarse aquí. También ha sido analizado aparte la figura de Bartolomé Esteban Murillo.
Segunda mitad de siglo: el pleno barroco
La segunda mitad del siglo, y especialmente el último tercio, bajo el
reinado de Carlos II, vive una transformación completa en cuanto a la pintura.
A la influencia italiana, naturalista y tenebrista de la primera mitad, sucede
un predominio de lo flamenco, dinámico y colorista, con un sentimiento de
brillo y riqueza que contrasta aparentemente con la realidad de la dura
decadencia española. Pero en general, la influencia de lo flamenco, de Rubens y
Van Dyck, fundida con la tradicional devoción de lo veneciano, produce obras de
una belleza de color y de una ligereza de ejecución que cuentan entre lo más
notable de la época en toda Europa. Se desarrolla también un tipo de pintura
mural, y de bóvedas, nuevo por completo en España. En cuanto a escuelas, sólo
destacan los núcleos de Madrid y Sevilla.
Antonio de Pereda. Alegoría de la Vanidad. Óleo sobre lienzo. 1654. Kunsthistorisches Museum. Viena.
Antonio de Pereda. El sueño del Caballero. Óleo sobre lienzo. 1655. Real Academia de Bellas Artes San Fernando. Madrid.
Los
artistas que constituyen la llamada
escuela madrileña, de mediados y finales del siglo, pueden dividirse en dos
grupos, en razón de su edad. Los mayores son los contemporáneos de Velázquez, donde
se advierte en ellos el paso del realismo concreto, hacia un mayor
decorativismo, y la paulatina sustitución del tenebrismo por el colorismo
dinámico. Antonio de Pereda
es quizá el más interesante por su
extraordinario dominio de la técnica y la maestría en la representación
de las
calidades de las cosas, ya que es un sutil captador de finos matices y
suaves efectos luminosos. Destacó por sus pinturas religiosas y por sus
bodegones, que supone un gran avance respecto a sus precedentes, y es el
más
grande pintor de vanitas de toda la escuela madrileña (Bodegón de la
calavera, El sueño del caballero). José Leonardo es un
artista de refinado sentido colorista que recoge influencia de Velázquez y Van
Dyck, en sus lienzos de batalles pintados para el Buen Retiro. Fray Juan
Rizzi, de familia de origen italiano, aunque permanece fiel al tenebrismo de la primera mitad del
siglo, supone por lo ligero de su pincelada y lo violento de sus expresiones,
un considerable avance en dirección de pleno barroco. Citar también a Francisco
Collantes, único cultivador del paisaje, José Antolínez, autor de numerosísimas Inmaculadas y a Mateo Cerezo.
José Leonardo. Nacimiento de la Virgen. Óleo sobre lienzo. 1642. Museo del Prado. Madrid.
Mateo Cerezo. La Asunción de la Virgen. Óleo sobre lienzo. 1660. Museo San Telmo. San Sebastián.
Mucho más personales fueron Carreño de Miranda y Claudio Coello.
Juan Carreño de Miranda. Bóveda de la Iglesia de San Antonio de los Alemanes. Madrid. Pintura al fresco.
Juan Carreño de Miranda. La monstrua desnuda. Óleo sobre lienzo. 1680. Museo del Prado. Madrid.
Claudio Coello (1642-1693) también se dio a conocer por sus retratos de la familia real. Pero sus mejores obras son dos lienzos muy distintos; uno de ellos la gran composición realista que representa a Carlos II adorando la Sagrada Forma (en la sacristía de El Escorial); aparte del magnífico conjunto de retratos que esta obra constituye, sorprende por la maestría, propia de un Velázquez, con la que ha sido captado el aire de la estancia y la atmósfera creada por la ceremonia a la que asistimos. El otro es una obra de exaltado asunto religioso, la Apoteosis de San Agustín, en el Prado. Ambos demuestran que Coello es el mejor pintor del final del siglo XVII.
(En esta entrada puede verse el comentario de Carlos II adorando la Sagrada Forma).
Gran entrada, Paco. Cometar una gran polémica que hubo en A Coruña porque el M. del Prado se llevó una serie de "Carduchos" para Madrid, dejando nuestro magnífico Museo de Bellas Artes (Premio Nacional de Arquitectura) con una sala vacía. Saludos norteños.
ResponderEliminarRibalta y Claudio Coello serían para mí los más conocidos y tal vez admirados de este elenco de pintores menos nombrados del barroco. En todo caso, una nómina interesante.
ResponderEliminarsaludos.
Maravillosa entrada amigo mío.
ResponderEliminarCon la mano en el corazón; me enamora la pastosidad de Maino, me fascinan los mágicos bodegones de Cotán.
Gracias de nuevo, besito en martes.
Como siempre lo bordas, Grades pintores y obras nos dejó el Siglo de Oro de la pintura española.
ResponderEliminarRepar su la historia religiosa de la época todo un lujo.
Bss
El siglo XVII español es una conjunción de arte como nunca más se ha dado, no sólo en pintura, sino también en literatura; luego, la primera mitad del siglo XX lo podemos considerar como Edad de Plata frente al Siglo de Oro, con la Generación del 27, más Picasso, Gris... Pero aunque nos señalas a los grandes te has entretenido en mostrarnos a los grandes de la segunda fila
ResponderEliminarUn abrazo
Tus citaciones del siglo de Oro son estupendas, fueron unos pintores que nos dejaron una buena colección de obras conocidas mundialmente de las que uno disfruta admirándolas.
ResponderEliminarSabes en casa de mis suegros tenían un cuadro de Juan Sánchez Cotán de una naturaleza muerta, como siempre decía que me gustaba al final me lo dieron, pero creo que tan solo es una copia, pero como está bien enmarcado parece un autentico.
Un abrazo
Un siglo de lujo para la pintura. Ya lo creo que el siglo fue de oro. El nivel no podía estar más alto, y fueron tantos los grandes nombres que necesariamente algunos con grandes méritos quedaron eclipsados por el brillo de otros genios.
ResponderEliminarFeliz día
Bisous
Una entrada espectacular. Del arte del Siglo de Oro en España.
ResponderEliminarMe gusta muchísimo; la Alegoría a la Vanidad de Antonio de Pereda.
Un abrazo y felices vacaciones de Semana Santa.Mañana entrega de notas uff!
Impresionante entrada. Me encanta ver a nuestros españoles mostrarnos tanta maestría y belleza. Un gran placer. Besazos.
ResponderEliminarGran entrada. Definitvamente el siglo de Oro demuestra de lo que se puede ser capaz.
ResponderEliminarSaludos Paco
Excelentes obras.
ResponderEliminarQuerido Paco, completamente de acuerdo con el comentario del amigo Antonio Martínez. ¡No sabes la que se lió cuando se llevaron de nuestro Museo de Bellas Artes de A Coruña los lienzos de Vicente Carducho en el 2011! Agrias polémicas y debates en la prensa local, reclamaciones de la Xunta y desde todos los ámbitos de los partidos políticos gallegos. A cambio y para compensar el levantamiento del depósito de los cuadros, el Prado nos cedió diez cuadros entre los que destacan "El Amor dormido" de Erasmus Quellinus II y "La caída de Ícaro" de J. P. Gowy.
ResponderEliminarExcelente y magnífica entrada; me han encantado las pinturas de "Vanitas", en particular.
Mil bicos gallegos.
Preciosa entrada, no conocia a estos artistas y me encanta Carreño de Miranda, impacta la boveda de Los Alemanes y La Monstrua es hermosa! :D
ResponderEliminarTambien me gustan las letras nuevas de tu frontis, son simpaticas. Ya las habia visto hace varios dias, pero siempre me olvidaba de comentartelo.
Un beso.
A veces se nos olvida que además de los grandes nombres de la pintura barroca española, hay otros artistas de calidad inigualable. Permitáseme una debilidad por el asturiano Carreño Miranda.
ResponderEliminarAbrazos!!
Nos ha encantado el repaso que has hecho de la pintura española barroca fuera de las grandes figuras.
ResponderEliminarFiguras como Carreño, Antolínez o Cerezo son nuestra debilidad. Muchas gracias por este repaso.
Un saludo.
Aunque sean menos conocidos, por estar bajo la estrella de un genio representativo de cada escuela, quiere decir que su arte sea inferior. Ribalta, por ejemplo, aunque ensombrecido por Ribera, me parece excepcional en su calidad de interpretar la forma y estilo de Caravaggio. O Juan Bautista Maíno cuya obra ha merecido, hace bien poco, una exposición en el Prado en el que se le ha revalorizado.
ResponderEliminarUn saludo
Gran entrada amigo. Yo no sabría con cual quedarme, todas me parecen magnificas.
ResponderEliminarUn saludo.
Lorenzo
Buenos cuadros. me gusta la luz que tiene el tránsito de la Magdalena.
ResponderEliminarLa bóveda es una maravilla.
Entrar aquí es visitar los museos desde casa:))
Un beso.
Grandes pintores decifrados pela explicação de um grande mestre. Muito obrigada.
ResponderEliminarBeijos.
A veces, en épocas bajas de talentos, el tuerto es el rey; pero otras ocurre que mucha gente buena queda a la sombra, como tú has explicado.
ResponderEliminarGracias por compartir tesoros.
Un beso tenue ( o dos).