Juan Pantoja de la Cruz. Retrato de Felipe II. Óleo sobre lienzo. 1590-1598. Monasterio
de El Escorial. Madrid.
Con esta entrada, queremos reflejar la situación política, económica, cultural y espiritual de nuestro país en la segunda mitad del siglo XVI, a través del análisis de tres obras pictóricas: el "Retrato de Felipe II" de Pantoja de la Cruz, y las dos visiones de El Greco sobre Toledo.
"RETRATO DE FELIPE II". JUAN PANTOJA DE LA CRUZ
La imagen que mejor representa los últimos años de Felipe II, y uno de sus más famosos retratos, es la obra pintada en la década de los noventa por Juan Pantoja de la Cruz y conservada hoy día en la Biblioteca de El Escorial.
Pantoja, convertido en estos años en el retratista cortesano por excelencia, en el Retrato de Felipe II presenta una de sus obras maestras al captar a la perfección el concepto de majestad, basado esencialmente en el retraimiento, que se estaba convirtiendo en emblemática de la Casa de Austria. Esta reducción de la imagen a emblema, alcanza en la actitud misma de Felipe II caracteres de paradigma.
Una imagen rígida, solemne y distanciada, que convierte al retratado en un puro signo emblemático y en la representación pictórica de una idea abstracta. Se trata de una trayectoria común a la pintura de corte europea de fines del siglo XVI, a lo largo del cual se tiende hacia la representación de una imagen del soberano cada vez más fría, distanciada y majestuosa.
Juan Pantoja de la Cruz, seguidor y discípulo de Sánchez Coello, formuló toda una idea del retrato en paralelo con las tendencias imperantes: un mayor hieratismo y sentido abstracto y ceremonial de la figura. El deseo de Felipe II de alcanzar, por medio de la pintura, una imagen que respondiera lo más perfectamente posible a una visión de majestad, que él cultivaba de forma muy minuciosa, se consigue perfectamente en el presente lienzo. Es su obra más célebre. En ninguna pintura mejor que en ésta llegó a alcanzar un mayor sentido expresivo la rigidez y la estereotipa-ción de unas posturas, la inexpresi-vidad y blancura de un rostro.
Aquí, ha desaparecido la insistencia en el lujo y en las joyas y se hace ostentación de lo contrario
por medio del despojo y austero traje negro, del que sólo se destaca el Toisón de Oro, y que actúa como elemento emblemático de la imagen exterior que de sí misma pretendía dar el soberano en los últimos años de su vida. Pantoja propone un retrato en el que la majestad del retratado se logra a través de la insistencia en los rasgos congelados de su rostro y en el estatismo de la postura.
El pintor sitúa la figura, ya anciana, de pie y sobre un fondo oscuro, con los habituales motivos de la silla, la columna y los cortinajes, elementos todos componentes de la retratística de aparato. Es precisamente esta insistencia en lo plano, lo geométrico y lo escueto lo que presta riqueza significativa a una obra que trata de expresar la oculta y distanciada majestad del Rey de España. La diferencia de este óleo sobre lienzo de 1590, con el realizado por Tiziano, en el que aparece vestido de armadura, es obvia. De la representación victoriosa y guerrera del monarca se ha pasado al recogimiento y la interiorización; del rey que guía majestuosamente a sus tropas, al monarca escondido en los laberintos de El Escorial. Con Pantoja se está ante el desplazamiento del personaje a un mundo abstracto e irreal.
Retrato de Felipe II, de 181 x 94 cm. conservado en el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, es uno de los mejores ejemplos de esa imagen del "rey oculto" de la que tanto la historia ha hecho referencia.
"PLANO DE TOLEDO"; "VISTA DE TOLEDO".
EL GRECO.
Pantoja, convertido en estos años en el retratista cortesano por excelencia, en el Retrato de Felipe II presenta una de sus obras maestras al captar a la perfección el concepto de majestad, basado esencialmente en el retraimiento, que se estaba convirtiendo en emblemática de la Casa de Austria. Esta reducción de la imagen a emblema, alcanza en la actitud misma de Felipe II caracteres de paradigma.
Una imagen rígida, solemne y distanciada, que convierte al retratado en un puro signo emblemático y en la representación pictórica de una idea abstracta. Se trata de una trayectoria común a la pintura de corte europea de fines del siglo XVI, a lo largo del cual se tiende hacia la representación de una imagen del soberano cada vez más fría, distanciada y majestuosa.
Juan Pantoja de la Cruz, seguidor y discípulo de Sánchez Coello, formuló toda una idea del retrato en paralelo con las tendencias imperantes: un mayor hieratismo y sentido abstracto y ceremonial de la figura. El deseo de Felipe II de alcanzar, por medio de la pintura, una imagen que respondiera lo más perfectamente posible a una visión de majestad, que él cultivaba de forma muy minuciosa, se consigue perfectamente en el presente lienzo. Es su obra más célebre. En ninguna pintura mejor que en ésta llegó a alcanzar un mayor sentido expresivo la rigidez y la estereotipa-ción de unas posturas, la inexpresi-vidad y blancura de un rostro.
Aquí, ha desaparecido la insistencia en el lujo y en las joyas y se hace ostentación de lo contrario
por medio del despojo y austero traje negro, del que sólo se destaca el Toisón de Oro, y que actúa como elemento emblemático de la imagen exterior que de sí misma pretendía dar el soberano en los últimos años de su vida. Pantoja propone un retrato en el que la majestad del retratado se logra a través de la insistencia en los rasgos congelados de su rostro y en el estatismo de la postura.
El pintor sitúa la figura, ya anciana, de pie y sobre un fondo oscuro, con los habituales motivos de la silla, la columna y los cortinajes, elementos todos componentes de la retratística de aparato. Es precisamente esta insistencia en lo plano, lo geométrico y lo escueto lo que presta riqueza significativa a una obra que trata de expresar la oculta y distanciada majestad del Rey de España. La diferencia de este óleo sobre lienzo de 1590, con el realizado por Tiziano, en el que aparece vestido de armadura, es obvia. De la representación victoriosa y guerrera del monarca se ha pasado al recogimiento y la interiorización; del rey que guía majestuosamente a sus tropas, al monarca escondido en los laberintos de El Escorial. Con Pantoja se está ante el desplazamiento del personaje a un mundo abstracto e irreal.
Retrato de Felipe II, de 181 x 94 cm. conservado en el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, es uno de los mejores ejemplos de esa imagen del "rey oculto" de la que tanto la historia ha hecho referencia.
"PLANO DE TOLEDO"; "VISTA DE TOLEDO".
EL GRECO.
El Greco. Plano y vista de Toledo. Óleo sobre lienzo. 1608. Casa Museo El Greco. Toledo.
El Plano y Vista de Toledo, junto con la Vista conservada en el Metropolitan Museum de Nueva York, constituye un excelente testimonio de la imagen de Toledo a finales del siglo XVI, y al mismo tiempo refuerza la idea de la íntima compenetración del artista con la ciudad española.
Bajo un cielo tormentoso se contemplan las diferentes casas, palacios e iglesias, con una minuciosa descripción, donde los edificios más emblemáticos pueden ser perfectamente identificados. En este increíble cielo nublado, fenómeno que impondrán a San Ildefonso, patrón de la ciudad.
En primer término, en la parte derecha del lienzo, un muchacho sujeta un plano donde se recoge minuciosamente la planta urbana de la misma ciudad, planteándose la posibilidad que sería obra de Jorge Manuel, el hijo del pintor, especializado en arquitectura. Tanto en la vista general como en el plano, un género doblemente nuevo, resurgen las antiguas condiciones cretovenecianas de topografía y corografía de El Greco. Si en la versión de Nueva York, se detiene con mayor interés en los aspectos paisajísticos, aquí insiste en los topográficos.
También según opinión de algunos especialistas, el joven que porta el mapa es el mismo Jorge Manuel. Hipótesis, sin embargo, insostenible, ya que en 1608, fecha aproximada de la obra, tenía 30 años y en cambio aquí aparenta a lo sumo 18. Tal vez, pudiera tratarse de una "evocación" de los rasgos juveniles del hijo.
En la zona inferior izquierda se encuentra la representación simbólica del río Tajo como una figura humana con un cántaro y una cornucopia, tradición típicamente manierista.
A la minuciosidad de las casas, dibujadas en una sensación de apiñamiento, y del plano, el resto parece abocetado, planteándose la posibilidad de que el cuadro esté sin concluir.
La dedicación del El Greco al paisaje constituye una muestra más de su singularidad dentro del panorama de la pintura española. Todo indica que el pintor cretense iniciase a comienzos del siglo XVH la producción de pinturas de este género para la producción de España, en el que refleja la simple descripción personal de la ciudad y sus campos.
Este cuadro, emblemático y expresivo, muestra un cierto orgullo ciudadano, que se puede explicar por varios factores: su propia inclinación hacia la pintura de paisaje, demostrada ya en fechas tempranas, como en las Vistas del Monte Sinaí; su conocimiento, como especificado más arriba, de la tradición cartográfica y paisajística veneciana o bien su gusto de algunos de sus amigos o mecenas por las vistas de ciudades. Para este último hay que tener en cuenta que tradicionalmente se ha asumido que los dos lienzos que han llegado hasta el presente serían los que pertenecieron a su primer propietario, quizás también encargados por él mismo, Pedro Salazar de Mendoza, admistrador del hospital Tavera. Una hipótesis aceptable por la importancia que adquiere el dicho edificio en la escena y porque Salazar era un ardiente coleccionista de mapas y vistas de ciudades.
La presente obra, realizada entre 1608-1614 y con unas medidas de 132 x 228 cm, se conserva en el Museo de El Greco, en Toledo.
Bajo un cielo tormentoso se contemplan las diferentes casas, palacios e iglesias, con una minuciosa descripción, donde los edificios más emblemáticos pueden ser perfectamente identificados. En este increíble cielo nublado, fenómeno que impondrán a San Ildefonso, patrón de la ciudad.
En primer término, en la parte derecha del lienzo, un muchacho sujeta un plano donde se recoge minuciosamente la planta urbana de la misma ciudad, planteándose la posibilidad que sería obra de Jorge Manuel, el hijo del pintor, especializado en arquitectura. Tanto en la vista general como en el plano, un género doblemente nuevo, resurgen las antiguas condiciones cretovenecianas de topografía y corografía de El Greco. Si en la versión de Nueva York, se detiene con mayor interés en los aspectos paisajísticos, aquí insiste en los topográficos.
También según opinión de algunos especialistas, el joven que porta el mapa es el mismo Jorge Manuel. Hipótesis, sin embargo, insostenible, ya que en 1608, fecha aproximada de la obra, tenía 30 años y en cambio aquí aparenta a lo sumo 18. Tal vez, pudiera tratarse de una "evocación" de los rasgos juveniles del hijo.
En la zona inferior izquierda se encuentra la representación simbólica del río Tajo como una figura humana con un cántaro y una cornucopia, tradición típicamente manierista.
A la minuciosidad de las casas, dibujadas en una sensación de apiñamiento, y del plano, el resto parece abocetado, planteándose la posibilidad de que el cuadro esté sin concluir.
La dedicación del El Greco al paisaje constituye una muestra más de su singularidad dentro del panorama de la pintura española. Todo indica que el pintor cretense iniciase a comienzos del siglo XVH la producción de pinturas de este género para la producción de España, en el que refleja la simple descripción personal de la ciudad y sus campos.
Este cuadro, emblemático y expresivo, muestra un cierto orgullo ciudadano, que se puede explicar por varios factores: su propia inclinación hacia la pintura de paisaje, demostrada ya en fechas tempranas, como en las Vistas del Monte Sinaí; su conocimiento, como especificado más arriba, de la tradición cartográfica y paisajística veneciana o bien su gusto de algunos de sus amigos o mecenas por las vistas de ciudades. Para este último hay que tener en cuenta que tradicionalmente se ha asumido que los dos lienzos que han llegado hasta el presente serían los que pertenecieron a su primer propietario, quizás también encargados por él mismo, Pedro Salazar de Mendoza, admistrador del hospital Tavera. Una hipótesis aceptable por la importancia que adquiere el dicho edificio en la escena y porque Salazar era un ardiente coleccionista de mapas y vistas de ciudades.
La presente obra, realizada entre 1608-1614 y con unas medidas de 132 x 228 cm, se conserva en el Museo de El Greco, en Toledo.
El Greco. Vista de Toledo. Óleo sobre lienzo. 1596. Metropolitan Museum of Art. Nueva York.
Pero que dos obras acabas de mostrarnos: la primera tiene una "vida" intensa al ir desapareciendo las formas a medida que nos acercamos a sus pinceladas... y la segunda es toda una anticipación, en cuanto a pincelada, del Impresionismo.
ResponderEliminarAmigo Don Paco,
ResponderEliminarExquisito el comentario del retrato de Felipe II, en el que se percibe la distancia entre el Rey y sus súbditos, porque lo que se refiere al Rey traspasa los límites de lo cotidiano y convierte al Retratado en una especie de símbolo o poder sobrenatural que con justicia puede aspirar a ser divinizado, por eso de que los Reyes en rigor sólo son responsables ante Dios y no están sometidos a las leyes que se han dado los hombres.
En estos momentos, en los que la Monarquía está tan denostada, me parece a mí que ha lugar a la reflexión en el sentido de que los Reyes, o son divinos, o no son nada, porque tienen sentido si uno los considera lejanos o alejados de los humanos, pero no si uno los considera semejantes a uno mismo.
Bueno, son éstas las reflexiones que me surgen al comparar la figura de este gran Austria con los Borbones que lo sucedieron.
Le envío un gran abrazo, amigo Paco.
Antonio
Este último cuadro parece nacido en otro tiempo muy posterior.Me encanta ese "tinte calcáreo y cadavérico" del Toledo del Greco al caer la tarde, como lo describía Baroja.
ResponderEliminarFeliz fin de semana, monsieur
Bisous
El Escorial, uno de mis lugares favoritos , por la sierra,por su universidad de verano a la que solia asisitir ( hace unos años) y su monasterio,!que maravilla!.
ResponderEliminarTodo todo, es impresionsnte en ese edifio.
¿Sabias que la obra del Greco no gustaba nada a FelipeII?.
Saludos
El Greco siempre da ese toque especial a personajes y a escenarios. Mucho ha cambiado esa imagen desde 1516. Y qué decir del cuadro con la imagen del "rey prudente", con esa sobriedad tan característica de los primeros Austrias.
ResponderEliminarUn saludo.
Una interesante entrada. Siempre he pensado que puede enseñarse la Historia de España únicamente a través de los retratos de aparato de los reyes de las diferentes dinastías.
ResponderEliminarComo se ha apuntado en el texto, Pantoja de la Cruz da un paso más en la configuración de la imagen regia, acercándose al emblema y casi al icono. Su tendencia a componer a base de figuras geométricas (algunos de sus retratos, especialmente los femeninos, podrían perfectamente dividirse en polígonos)contribuye a esa idea de lejanía e imperturbabilidad que apuntabas. Sin embargo, donde yo creo que se lleva esto al extremo es en toda la retratística oficial de Isabel I de Inglaterra.
En cuanto al Greco, la Vista y plano de Toledo viene a ser un retrato espiritual de la ciudad del Tajo. Sin embargo, es curioso que a esta visión (no exenta de errores topográficos) contraponga el plano, rígido y exacto en su representación de la trama urbana. Es como si presentara un retrato doble: el plano, el retrato "fiel", y la vista, la visión personal/espiritual de la ciudad.
Buen domingo,
Anónimo Castellano
He visto los dos primeros recientemente. El último no me recuerda al Greco de siempre. Curiosos contrastes de color que me llaman la atención.
ResponderEliminarQuien conoce Toledo sin embargo lo ve bien reflejado a pesar del ángulo.
Un abrazo y feliz semana
Encantada com suas reflexões... preciosa pintura de Toledo.
ResponderEliminarMuito inteligente você, mestre das artes. Obrigada.
Beijos e boa semana.
He tenido la suerte de visitar El Escorial y Toledo en numerosas ocasiones. De El Escorial me llamó la atención la sobriedad ornamental de las dependencias reales y la gran biblioteca; Toledo y El Greco es un tándem casi inseparable. Ambos cuadros que nos presentas son extraordinarios.
ResponderEliminarUn abrazo
Para la edad que debe de tener proyecta una imagen bastante serena y se refleja un rostro hermoso apesar de sus numerosos achaques y la perdida de movimiento de su mano derecha.Por la fecha que fué finalizado ya se encontraría en la recta final de su vida.
ResponderEliminarPrecioso legado el Escorial no deja de sero la 8ª maravilla del Mundo.
Un abrazo feliz día.
La monarquía, en este caso Felipe II, es interpretada en un plano ultraterreno, así que servía como un claro mensaje político, casi parece un espectro a punto de desaparecer detrás de la columna. Intocable.
ResponderEliminarY El Greco, dos pinturas propias de un visionario, siempre me ha parecido que hay una conexión con la obra de William Blake -salvando todas las distancias-en la afición a las atmósferas irreales;una espiritualidad que alumbra en las pinturas de los dos artistas.
Abrazos
La monarquía, en este caso Felipe II, es interpretada en un plano ultraterreno, así que servía como un claro mensaje político, casi parece un espectro a punto de desaparecer detrás de la columna. Intocable.
ResponderEliminarY El Greco, dos pinturas propias de un visionario, siempre me ha parecido que hay una conexión con la obra de William Blake -salvando todas las distancias-en la afición a las atmósferas irreales;una espiritualidad que alumbra en las pinturas de los dos artistas.
Abrazos
Es cierto que el retrato de Felipe II realizado por Pantoja de la Cruz refleja no sólo majestuosidad sino también un distanciamiento gélido,quizás una mezcla del personaje y su leyenda.
ResponderEliminarUna estupenda entrada como todas las tuyas.
Saludos
Si el retrato de Pantoja de la Cruz es espectacular, no lo es menos la "disección" que nos presentas, Paco. Para valorarlo más todavía.
ResponderEliminarY, como se dice más arriba, contrasta y realza la "anticipación" pura del Greco.
Un abrazo, Paco
Querido Paco, mucho me ha gustado esa exégesis magistral del retrato de Felipe II,curioso personaje de nuestra Historia. Me ha parecido extraordinariamente original esa visión de Toledo que guarda el Metropolitan; no la conocía.
ResponderEliminarMil bicos y buena semana.
Hola Paco:
ResponderEliminarHe estado frente a los 3 cuadros, muchas veces frente al de Felipe II, pero las vistas de Toledo son excepcionales...Impresionantes.
Saludos
El estilo de El Greco, tan diferente de las obras y gustos de la corte católica, no gustó a ese rey hierático del lienzo de Pantoja de la Cruz. El Greco no pintaba muy diferente a lo que se estaba haciendo en Italia, donde Tintoretto o Parmigianino llevaban las enseñanzas de Miguel Ángel a la enésima potencia, crando la escuela manierista. El problema es que la técnica era demasiado suelta, quizá, y se salí de los cánones italianos manieristas, sí, pero más rígidos, que quería el rey para su recién fundado monasterio de El Escorial. "La vista de Toledo", por cierto, gustó sobremanera a Zuloaga muchos siglos después.
ResponderEliminarEn cuanto al retrato me gusta analizar tanto el distanciamiento real y la sobriedad como los elementos que aparecen en él, tales como la columna, la cortina y la silla. Todos esos elementos no está ahí por casualidad, sino porque respondían a un programa muy determinado de retrato áulico, siendo estos símbolos reales. En cuanto a la forma de vestir del rey, más propia de un simple comerciante, nos induce a adentrarnos más en su personalidad.
Un saludo
La frialdad e hieratismo de Felipe II en el retrato de Juan Pantoja de la Cruz, encaja a la perfección con la idea que tengo de este monarca.
ResponderEliminarEn cuanto a la representación de Toledo y ese simbolismo del río Tajo en el primer cuadro de El Greco es sencillamente, maravilloso.
En ambos casos, tus descripciones son magníficas, Paco.
Un abrazo.
Pantoja de la Cruz resulta demasiado frío y serio... Me apunto a El Greco y esa visión fantástica de Toledo. Besazos.
ResponderEliminarfantástico El Greco ...el retrato de Felipe II me parece serio y altivo,claro que debe de ser como tienen que ser los reyes,serios y altivos....
ResponderEliminaray, que genial. La vision de Toledo por el Greco es muy impactante.
ResponderEliminarBesos.
Qué fenomenal análisis del cuadro de Pantoja. Qué bien supo captar y representar al amo del mundo entonces, por encima de todo y todos. Un abrazo.
ResponderEliminarPantoja de la Cruz pintò a Felipe II pero tù nos ha mostrado la realidad del cuadro. Enhorabuena.
ResponderEliminarun saludo
fus
Años esos de enorme trascendencia histórica pero también en lo cultural en todas las ramas, con un florecimiento magnífico y muy bien llamado Siglo de Oro.
ResponderEliminarBuena semana!
Excelente.
ResponderEliminarEl Arte es tan abarcativo y sustancial, los artistas siempre han expresado a travès de sus obras (si no los censuraban o quemaban en la hoguera)lo que ocurrìa en sus paìses.
Son testimonios que perduraràn y documentaràn de alguna manera los acontecimientos.
Un ejemplo es Picasso y el Guernica que seràn eternos y fieles centinelas,
de una època que quedarà grabada en la retina y memoria de los pueblos, y como èl tantos otros...
El Greco siempre me fascinò.
Besos querido amigo.
He disfrutado leyéndote, como siempre, y esta explicación sobre el modo de representar la figura del rey me ha recordado a otro gran comunicador, mi profesor de Arte de la facultad.
ResponderEliminarY ahora voy a seguir leyendo a tu querido Bomarzo, lo anoté hace un tiempo como lectura queno debía dejar escapar.
Un abrazo
La verdad es que el pintor de cámara de Felipe II consigue trasmitir la sensación de total inexpresividad en los semblantes de los retratados sean niños, jóvenes o ancianos. Sus caras son casi una excusa para recrearse en los encajes o las joyas que adornan a los retratados.
ResponderEliminarNo es El Greco uno de mis pintores favoritos y su Plano y vista de Toledo uno de los cuadros que menos me gustan de él aunque no dejo de reconocerle el mérito que tiene como cuadro testimonio y cartográfico. Su vista de Toledo conservada en el Metropolitan me atrae más tal vez por lo que tiene de anticipación.
Una estupenda entrada que cumple el objetivo de reflejar en pinceladas unos momentos de nuestra historia. Hoy, he robado algo de mi tiempo, siempre escaso, y he pasado un buen rato visitando entradas que no había podido visitar antes. Un gran blog el tuyo, maestro.