Ingres. La fuente. Óleo sobre lienzo. 1856. Museo d´Orsay. París.
Jean Auguste Dominque Ingres (1780-1867), también discípulo de David, nació en Montauban en 1780; se dice que,
habiendo visto en Toulouse unas copias de Rafael, sintió desde aquel momento
decidida vocación por la pintura; la "religión de Rafael"
debía inspirar toda su vida. Por lo demás, la historia de su carrera es poco
más o menos la misma de los artistas franceses de su tiempo: primer viaje a
París, ingreso en el taller de David y Premio de Roma, sólo que en el año de
1801 el Gobierno no tenía dinero para enviar sus pensionnaires a Italia.
Hasta 1806 no pudo disfrutar de su beca. En Roma (donde
prolongó su estancia durante veinte años) pintó sus cuadros más famosos,
dentro del más puro estilo académico, y sus dibujos de trazos finos
realizados entonces son excelentes. En Roma se vió influido por la pintura florentina y la romana, especialmente por Rafael. Tras la caída de Napoleón, se instaló en Florencia, donde pasó dificultades económicas, hasta que fue nombrado Director de la Academia de Francia en Roma. Volvió a París en 1841 donde
obtuvo una acogida triunfal y se le encargó la decoración de las
vidrieras de la Capilla de Notre Dame. En 1846 expuso por primera vez en
la Galería de Bellas Artes, siendo a continuación nombrado miembro de
la comisión junto con Delacroix.
A
causa de una enfermedad que le afectó a los ojos, en el último
período, Ingres se vio obligado a valerse de alguno de sus colaboradores
para ultimar la parte secundaria de sus obras, correspondientes al
perído maduro, caracterizado por la búsqueda de una perfección de las
formas. También estudió música y fue un consumado violinista. Ingres
murió a los ochenta y siete años en 1867. La ciudad de Montauban le
dedicó un museo instalado en su taller: el Museo Ingres.
Ingres. Autorretrato a los veinticuatro años. Óleo sobre lienzo. 1804. Museo Condé. Castillo de Chantilly (Francia).
Ingres
no es, en sentido estricto, neoclásico ni académico, sino un ferviente
defensor del dibujo. Resulta a la vez clásico, romántico y realista. Igualmente, es ejemplo de orientalismo,
pues muchos de sus cuadros, especialmente desnudos femeninos, están
dominados por un sentido irreal del exotismo propio del siglo XVIII. Era contemporáneo de los pintores románticos,
pero defendió siempre la tradición davidiana frente al impulso romántico
(especialmente frente a Delacroix, a quién recriminaba el dar más importancia
al color que al dibujo). A pesar de la importancia que prestó en su obra al
dibujo, se sintió atraído por el sentimentalismo y nostalgia del pasado, el
orientalismo y la exhuberancia decorativa.
El dibujo, según él, constituye el
fundamento de la pintura. "Un buen dibujante siempre podrá encontrar el
color que corresponda al carácter de la obra". Para la pintura suya
más famosa, La Fuente, dícese que empleó más de cuarenta años, retocándola siempre.
A su actitud académica debió Ingres todos los juicios adversos que desde el arte pictórico del Romanticismo se han emitido contra él. Pero es un caso el suyo que reclama revisión. Si proclamó que "el secreto de la belleza reside en la verdad", no por ello merece ser considerado, en lo mejor suyo (que no son únicamente los retratos), como un pintor verista. Sus obras maestras no son desde luego los encargos que realizó sobre temas grandilocuentes, como su amanerada Apoteosis de Hornero (en el Louvre), ni el falso exotismo de sus Odaliscas, que es en verdad demasiado convencional. Pero su rafaelismo (que ya se inicia en su autorretrato juvenil del Museo Conde, de Chantilly (1804)) no es justo considerarlo como una simple supeditación a Rafael.
A su actitud académica debió Ingres todos los juicios adversos que desde el arte pictórico del Romanticismo se han emitido contra él. Pero es un caso el suyo que reclama revisión. Si proclamó que "el secreto de la belleza reside en la verdad", no por ello merece ser considerado, en lo mejor suyo (que no son únicamente los retratos), como un pintor verista. Sus obras maestras no son desde luego los encargos que realizó sobre temas grandilocuentes, como su amanerada Apoteosis de Hornero (en el Louvre), ni el falso exotismo de sus Odaliscas, que es en verdad demasiado convencional. Pero su rafaelismo (que ya se inicia en su autorretrato juvenil del Museo Conde, de Chantilly (1804)) no es justo considerarlo como una simple supeditación a Rafael.
Lo que sí intuyó
Ingres en los retratos de Rafael fue una lección por él sabiamente
empleada: que la línea no traduce la realidad, sino la impresión que ha
de recibir quien contempla la obra. Para David contó mucho la anatomía;
para Ingres lo único que interesa es el efecto visible. Ambos artistas
representan, así, dos puntos de vista distintos, en los logros de toda
la fase final del neoclasicismo pictórico. La galería de retratos que dejó constituye un testimonio muy valioso de
la sociedad burguesa de su tiempo, del espíritu y las costumbres de una
determinada clase a la que él pertenecía, reflejando las virtudes y sus
límites.
Pasemos ahora a ver algunas de las obras más destacadas de Ingres:
Ingres. Venus Anadiómene. Óleo sobre lienzo. 1807. Museo Condé. Castillo de Chantilly (Francia).
En estos años sus obras son fuertemente rafaelescas, aunque frente a esto encontramos una cierta blandura influencia de Correggio. Esta obra no se parece en nada a las de David de décadas anteriores. El Neoclasicismo toma ahora un carácter más estético y desvinculado de las ideas políticas.
Ingres. Edipo y la esfinge. Óleo sobre lienzo. 1808. Museo del Louvre. París.
En esta obra tenemos el ideal estatuario de belleza, pero con una
composición escultórica y un modelado por luz muy claro. El paisaje
resalta la escultura. En este segundo momento del Neoclasicismo los
pintores vuelven la mirada hacia la mitología griega.
Ingres. Júpiter y Tetis. Óleo sobre lienzo. 1811. Museo Granet. Aix-en-Provence (Francia).
Esta obra tal vez nos parezca actualmente de un carácter excesivamente
retórico. Aquí se recoge el modelo de mujer característico de Ingres, en
la que deforma los rasgos anatómicos haciendo una espalda más alargada,
alargando también el cuello y la línea de la nariz se prolonga con la
frente, reproduciendo el perfil ideal griego.
Esta deformación de los rasgos persigue sin embargo la idealización de
la belleza. Destaca también el contraste entre el tamaño de las figuras,
representando un sentido de la masculinidad y feminidad. Un águila,
símbolo de Zeus, completa el triángulo compositivo, típicamente
neoclásico. Las formas tienen una condición estatuaria. En el relieve
inferior aparece representada la Gigantomaquia.
Ingres. Bañista de Valpinçon. Óleo sobre lienzo. 1808. Museo del Louvre. París.
En
este cuadro aparece representada una mujer en el baño. La modelo
aparece de espaldas, presenta una espalda longilínea, y con la cabeza
cubierta con un turbante, mostrando un gran dominio de las curvas.La
composición está dominada por la figura de la mujer desnuda,
siendo mínima la escenificación: una cama cubierta por una sábana blanca
y un cortinón verde oscuro a la izquierda. El torso femenino está
realizado con un gran refinamiento de
contornos y de colores. La mujer está iluminada por los reflejos difusos
de la toalla y del turbante que limita con líneas arabescas. La luz se
concentra en la espalda de la mujer.
El atractivo radica sobre todo en la monumentalidad de la figura individual.
Presenta
el ideal de belleza femenina de Ingres, a pesar de apreciarse algunas
incorrecciones anatómicas, como la planta del pie hinchada, la excesiva
delgadez de las piernas y la ausencia de caderas
A Ingres no le interesa señalar la psicología de la retratada sino la
belleza de su cuerpo. El color aparece regido por ocres, grises y
blancos, haciendo también presencia un rojo mate, en el que se hace
patente una renuncia a la brillantez del color.
Ingres. Rafael y la Fornarina. Óleo sobre lienzo. 1814. Fogg Art Museum. Cambridge. Massachusetss (Estados Unidos).
Este
cuadro estrena un género nuevo que permite la transición entre el
Neoclasicismo y el Romanticismo, basándose en Géricault, el llamado
"estilo trovador'', que trata de representar el ocaso de la Edad Media.
Aquí se hace un homenaje a Rafael y a su modelo de mujer, la Fornarina,
modelo y amante del pintor.
El autor hace hincapié en el dibujo, con una pintura fuertemente estilizada, característica del estilo trovadour.
Realiza también una recreación histórica del estudio del pintor,
viéndose por la ventana un palacio romanoflorentino del siglo XVI, un
tondo con la Virgen apoyado en la pared del fondo y un lienzo con una
pintura de la Fornarina, que tiene el mismo aspecto que la mujer. Las
figuras tienen un carácter muy idealizado, con formas ovaladas. El color
utilizado aquí es más vivo, haciendo presencia el rojo, pero
sometiéndose siempre al dibujo.
Ingres. Gran Odalisca. Óleo sobre lienzo. 1814. Museo del Louvre. París.
Es
otra obra orientalista de Ingres. Fue encargada por Carolina Bonaparte,
hermana de Napoleón y reina de Nápoles. Se trata del desnudo de una
mujer de los harenes orientales, de espaldas al espectador, pero girando
la cabeza. Está recostada voluptuosamente en un diván, con una pose que recuerda a Madame Récamier,
de Jacques-Louis David, de la que Ingres pintó los accesorios.
Elementos orientales son el abanico, el turbante y la pipa. Está
influenciada por las figuras manieristas italianas, con un cuerpo
excesivamente largo y el ritmo serpentino. En cuanto al cromatismo,
los críticos acusaron a Ingres de usar una gama cromática leve y
monótona. No obstante, esa era una decisión consciente del pintor, que
consigue un gran preciosismo a través del uso del azul en las cortinas,
combinado con el rojo, el blanco y el dorado.
Ingres. Retrato de Mademoiselle Riviere. Óleo sobre lienzo. 1805. Museo del Louvre. París.
Ingres realiza una serie de retratos de la familia Rivière, entre los que destaca el de Madamoiselle Riviére.
Éste tiene un fondo paisajístico que parece inspirado en Poussin o en De
Lorena, por ser un paisaje organizado en franjas que discurren
paralelas al espectador (ríos, praderas, montañas...). La cabeza se
incardina en un arco carpanel, marcándose las formas curvas, como los
óvalos, las curvaturas de la boa de piel...
Ingres. Napoleón en el trono imperial. Óleo sobre lienzo. 1806. Musée de L´Armée. Los Inválidos. París.
Este cuadro tiene un carácter pomposo y oficial. Napoleón parece
representado aquí como emperador heredero del Sacro Imperio
romanogermánico, portando los cetros carolingio y romano, así como el
manto de púrpura y armiño. Esta figura nos remite a la de Júpiter y Tetis.
Ingres. Odalisca con esclavo. Óleo sobre lienzo. 1839.
Esta obra es realizada en 1839, oponiéndose totalmente a los ideales de
Romanticismo, ya entonces en auge. Se busca una recreación ambiental,
además de la representación del tema de las odaliscas en el harén, lo
que nos remite al mundo turco. También aparecen representados aquí
instrumentos musicales.
La composición es perfecta, pero adolece de un exceso de frialdad que es
reprochado por los románticos. El modelo femenino que aparece aquí es
el característico de Ingres, presentando en su figura un juego de curvas
y contracurvas.
A pesar de su frialdad, Ingres influirá en gran medida en autores posteriores como Degas y Picasso.
Ingres. Condesa de Houssenville. Óleo sobre lienzo. 1845. Frick Collection. Nueva York.
Este es un retrato de un miembro de la nobleza. El ademan infantil con
el que aparece representada rejuvenece a la modelo. Aquí Ingres recurre
de nuevo al recurso del espejo, al igual que en el Retrato de la Vizcondesa de Senon,
pero en este caso la figura aparece ligeramente más escorzada. En este
cuadro aparecen más concesiones realistas, como las flores. La modelo
aparece en una postura muy estudiada y con la curvatura del cuello muy
marcada. El color tiene un carácter muy lavado, destacando la variante
de azul presente en el espejo, intentando presentar una amplia gama de
tonos a pesar del uso de colores apagados.
Ingres. Baño turco. Óleo sobre lienzo. 1862-1863. Museo del Louvre. París.
En este cuadro aparecen pocas notas de color, con sólo algunos rojos en
los turbantes del pelo o en la alfombrilla del primer plano. En esta
obra Ingres representa formas femeninas ya presentes en obras anteriores
como La bañista Balpinçon, La Gran Oalisca, Perseo y Andromeda... Así todas las mujeres representadas constituyen variantes del mismo ideal de belleza.
La forma circular del tondo es típica del Renacimiento. A pesar de esta,
la composición no es circular, sino estable, organizándose en líneas
paralelas. Los cuerpos de las figuras nos muestran tonos casi blancos.
El
erotismo del cuadro es suave y no provoca gran escándalo ni lo hizo en
su época, a diferencia de otros del mismo género, como el Déjeuner sur l´herbe de Édouard Manet (1863). Está considerada como la obra maestra de los últimos años de Ingres.
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Terminamos con dos videos sobre Ingres, uno sobre sus desnudos y otro con sus principales obras:
Y su famoso cuadro El baño turco aunque no causó tanto escándalo como El origen del mundo de Courbet, también debió de sonrojar a más de un puritano, en una época poco propicia a contemplar en público la voluptuosidad de las carnes femeninas.
ResponderEliminarUn abrazo
Esa esfinge siempre me ha cautivado tanto como a Edipo; y en cuanto al emperador Napoleón, yo creo que le favoreció un poco en su majestad.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Se ve en su obra que es un enamorado del dibujo, de la línea, más que de la mancha. Es archiconocido el retrato de Napoleón, retratado en su esplendor y majestad, como un dios del Olimpo.
ResponderEliminarUn saludo.
Un genio puntilloso, de gran delicadeza y sensibilidad romantica.
ResponderEliminarUn abrazo grande.
Se debía de sentirse triste de no poderse valer por el mismo con su perdida de visión.
ResponderEliminarHay algunas imágenes que no le conocía. Un abrazo
Buenas noches, amigo Paco:
ResponderEliminarNos ha encantado tu repaso al gran clasicista del siglo XIX. Coincidimos en el juicio que haces sobre su obra, pues sus dibujos son lo más delicioso que uno pueda imaginar, bien lo sabía Picasso.
No obstante, personalmente me desconcierta esta postura tan ortodoxa hacia la representación de la realidad haciendo hincapié en el dibujo para que más tarde demostrase una constante evocación de los cuerpos tremendamente alargados del manierismo.
Gracias por la lección, maestro. Un saludo y buenas noches.
Las mujeres de Ingres son identificables a un primer golpe de vista. Sin duda es uno de los grandes pintores de la mujer, sin dejar de lado el resto de su producción, con esos personajes casi escultóricos, con una enorme presencia.
ResponderEliminarUn abrazo!!
Me gusta el cuadro de napoleón emperador. Es impresionante verlo.
ResponderEliminarEl cuadro del baño turco, lo encuadre en un trabajo como los que traes por aquí de tus alumnos.
Saludos Paco
Antes o después, el arte siempre necesita volver a las fuentes al clasicismo insuperable para versionarlo. De todas las muestras aquí expuestas, me quedo con "La fuente", donde el perfecto desnudo femenino compite con la fuente que mana y hasta parece salpicar.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me gusta, incluso cuando expone esos cuellos como hinchados, extraños. Me gusta la untuosa carnosidad como con volumen muy liso de las pieles, me gusta. Besitos y hasta siempre.
ResponderEliminarLos detalles los borda y es lo que hace que se enriquezca la pintura.Estoy totalmente de acuerdo que el dibujo es determinante para el cromatismo.
ResponderEliminarUn perfeccionista su autorretrato es un ej.
Un abrazo feliz fin de semana.
Al maestro Ingres, se le achacó posteriormente un estilo académico excesivamente perfeccionista y pulido. Sin embargo, si observamos sus odaliscas veremos que rompen claramente con la perfección clásica y el ideal de belleza imperante en sus figuras alargadas y retorcidas, casi manieristas.
ResponderEliminarCon respecto al gusto por lo oriental que se iba adentrando en la moda contemporánea de la época, la obra "Baño Turco" es buen ejemplo de ello, aunque imagino que se consideraría casi pornográfica.
Un saludo
Querido Paco, los cuadros de Ingres de tema mitológico siempre forman parte de mi galería personal; me encanta ese Zeus imponente que descansa su brazo sobre las nubes.
ResponderEliminarmil bicos.
Quizás el más famoso, más aún que el retrato del emperador fue el Baño Turco, en el que la sensulidad manda, sin rastro alguno ya del neoclasicismo anterior.
ResponderEliminarMuy interesante, como siempre, Paco. Un abrazo.
Que bello reportaje. Cuanta delicadeza hay en en "La fuente".
ResponderEliminarLa modelo debe ser la misma que la que posa en la Venus Anadiómene.
No conocía toda su pintura. Gracias por traerla.
Yn abrazo y buen finde que se presenta soleado.
Ingres fue un gran pintor aunque no es uno de mis preferidos. El primer cuadro que has puesto "La fuente" se encuentra en el Museo d'Orsay pero pertenece al Museo del Louvre.
ResponderEliminarUn abrazo
Muy buena entrada. Yo he de confesar que no siento especial simpatía por Ingres, pues en el debate dibujo-color siempre me he posicionado hacia el segundo. Ingres siempre me ha parecido excesivamente frío, si bien reconozco su gran calidad técnica.
ResponderEliminarUn saludo.
Retratista infatigável da figura feminina. Que espetáculo de entrada, amigo Paco!
ResponderEliminarA fascinante galeria de retratos que Ingres deixou constitui um testemunho valioso da sociedade burguesa de seu tempo, do espírito e dos costumes dessa classe social a que ele pertencia.
Muito obrigada por mais esta esplêndida aula.
Feliz fim de semana.
Beijos.
Fue, desde luego, un dibujante excepcional. Coincido contigo en que buscaba más la "sensación" que el "verismo" y la majestad que transmiten los retratos de Jupiter y Napoleón son un gran ejemplo.
ResponderEliminarAbrazos, Paco
"Hubiera asombrado a Poussin"...exclamó Baudelaire con gran asombro cuando contempló una de sus obras.
ResponderEliminarBonito recorrido por la obra de Ingres.
P.e. en "Odalisca con esclavo" que nos muestras y en otras muchas de él me gusta mucho su cuidada composición y ocupación del espacio de personajes y adornos,y es capaz de conseguir una magia ambiental muy delicada y en muchas ocasiones potenciada con fuertes efectos del clarooscuro muy utilizados en su obra.
Ciertamente su destreza es muy apreciable en muchas de sus obras.
Saludos.-