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martes, 11 de diciembre de 2012

LA REFORMA CISTERCIENSE Y LA AUSTERIDAD MONACAL ROMÁNICA

 Vista aérea del Monasterio de Santa María la Real de la Oliva (Navarra).


La reforma de la Orden de San Benito (iniciada por San Benito de Nursia a prinicipios del siglo VI en el Monasterio de Mote Casino, en la Campania italiana) iniciada por los monjes franceses de la abadía de Cluny en el siglo X, había obedecido tan sólo al deseo de conseguir mayor disciplina, estableciendo una jerarquía entre los cenobios antes independientes. Este impulso reformista pretendió contrarrestar la corriente secularizadora de la vida monastica que el feudalismo eclesiástico estaba potenciando entre el clero regular. Así se estableció una dependencia exlusiva de la jerarquía eclesiástica, fundamentalmente del Papa y el reconocimiento del abad como la única autoridad monástica; pero este régimen centralizador hizo que la Orden se enriqueciera, lo que produjo otra clase de pecado: el orgullo, y otra inmoralidad: el abuso del poder. Fue una segunda recaída que obligó a una nueva reforma. Esta se realizó en el monasterio de Citeaux (Cister), también en Borgoña, en el 1098 por el abad Roberto de Molesme. Pero será San Bernardo, fundador y primer abad de Clairvaux, quién difundirá el gran movimiento reformista, pretendiendo vivir con exigencia absoluta en los ideales de San Benito. riguroso ascetismo, piedad y misticismo, sencillez y probreza en los modos de vida conventual.
El Cister no era, como Cluny, un lugar absolutamente nuevo para la vida religiosa: ya a principios del siglo XI tres monjes de Solesmes, que en vano se habían esforzado por reformar su abadía, se marcharon a Lyon, y allí, con otros compañeros pidieron permiso para practicar las enseñanzas de San Benito en un lugar apartado. El obispo les dio el permiso en el desierto de Cister, en la diócesis de Châlons, viviendo exclusivamente del trabajo de sus manos, renunciando a las donaciones que le ofrecieran.


Georg Andreas Washubber. San Bernardo de Claraval. Óleo sobre lienzo. 1700. Iglesia de Heilingenkreuz Abbey en Baden bei Wien (Austria).

 
 Francisco de Ribalta. Cristo abrazando a San Bernardo. Óleo sobre lienzo. 
Museo del Prado. Madrid.

Pero el Cister no debía conseguir su completo desarrollo hasta que San Bernardo y sus compañeros vinieron a acogerse a su soledad en 1112; a partir de este momento, una nueva milicia espiritual se presenta para relevar a la que había producido Cluny un siglo antes. Del lugar del Cister, adonde los primeros monjes de Solesmes fueron a construir sus pobres cabañas, en las que vivían míseramente del cultivo de la tierra, tenían que salir, en poco tiempo, más de sesenta mil monjes que se diseminarían y fundarían nuevos cenobios por Italia, España y la Europa central. Cuando murió San Bernardo, en 1153, la Orden del Cister ya poseía 343 monasterios, y hacia 1200 llegaron a la cifra de 694. El espíritu de la nueva Orden puede estimarse como una protesta contra las riquezas de los monjes benedictinos de Cluny, exteriorizadas con el lujo de sus edificios. En los escritos de San Bernardo ya observamos las diferencias entre las abadías cistercienses y las cluniacenses: deben hallarse edificadas con arreglo a un estilo severo, sin adornos escultóricos, y sólo con las molduras indispensables para separar las partes del edificio.



 Núcleo originario y difusión de la Orden del Cister.

Sin embargo, en la disposición general los monasterios cistercienses no se apartan mucho de los de Cluny, porque continúan repitiendo la distribución de servicios de los anteriores cenobios. La gran abadía de Clairvaux, o Claraval, fundada por el propio San Bernardo en 1115, a unos 70 km al norte de Dijon, resultaba ya insuficiente en 1133, fecha en que se inició una nueva construcción inmensa. En ella se mantenía la disposición general de los anteriores monasterios benedictinos, con su claustro central, la iglesia a un lado, la sala capitular en el otro, en el tercero el refectorio y en el cuarto las dependencias agrícolas y administrativas.
Además, fuera de este conjunto monumental, se hallaban aún otros dos claustros, hornos, molinos de grano y aceite, hospedería y casa del abad, edificios destinados a oratorios y habitaciones para los obreros y campesinos dependientes del cenobio. Todos los monasterios cistercienses tenían la planta análoga y dimensiones parecidas, debido a idénticas necesidades religiosas y agrícolas. Pronto el Cister tuvo bajo su dependencia centenares de casas de religiosos de ambos sexos, y así el nuevo espíritu benedictino, restaurado por San Bernardo, se extendió por Europa, propagando un estilo de arquitectura (casi de ingeniería) uniforme.


 Esquema básico de un monasterio cisterciense.


En las Constituciones de la Orden del Cister, redactadas definitivamente en 1119, se concreta puntualmente que la iglesia ha de ser construida con gran simplicidad, sin esculturas ni pinturas de ningún tipo, con ventanas de vidrios transparentes y sin torres ni campanarios de altura inmoderada. Las iglesias de los monasterios cistercienses debían dedicarse a la Madre de Dios, para evitar el peligro de los cultos extravagantes, como el de las supuestas reliquias de la Magdalena, en Vézelay. Por tanto, sus cabeceras debían ser planas, sin colosales ábsides ni múltiples absidiolos. Además, se prohibía la entrada a los seglares, seperándose con rejas hasta donde podían llegar estos. La parte oriental de la iglesia debía ser paralos monjes profesos y el área de los pies para los hermanos legos o religiosos que no cantaban misa, procedentes de estratos sociales inferiores y que se ocupaban del servicio y otras tareas mecánicas, como atender la huerta y la granja. La concepción caballeresca de los cistercienses los obligó a mantener también esta barrera de separación a lo largo y ancho del monasterio, entre los hermanos que rezan y los que trabajan. Desnudos de esculturas, sin policromías ni ajuar litúrgico que los enriqueciera, los edificios del Cister serían artísticamente poco interesantes si no fuera por sus grandes bóvedas, que vienen a ser como un anticipo de los atrevimientos constructivos que poco después llevará a cabo el período gótico.
El célebre arquitecto medieval Villar de de Honnecourt ilustra esta sobriedad de la iglesia cisterciense al diseñar, en su célebre "Álbum de Arquitectura para canteros", un croquis de la iglesia con la siguiente leyenda "He aquí una iglesia a escuadra proyectada por la Orden del Cister"




Las iglesias de los cistercienses son, por su planta, de dos tipos, ambos derivados de las plantas de las iglesias de la Orden de Cluny. El primer tipo de las iglesias cistercienses es el de ábside circular, con girola y capillas; así eran las iglesias de Poblet y Veruela, en España, y la iglesia del monasterio de San Bernardo, en Claraval. Una simple comparación de la planta de Cluny con las de Veruela y de Poblet bastará para evidenciar cómo en el fondo tienen la misma disposición; sólo que los cistercienses redujeron y simplificaron el gran conjunto monumental de la iglesia de Gauzon, en Cluny, dejándola de tres naves y un solo transepto.
El segundo tipo de iglesias cistercienses es de ábside rectangular, como la propia del Cister y la de Fonte-nay, en Borgoña, el Monasterio de Santes Creus, en España, y las iglesias de casi todos los monasterios de Italia, como Fossanova. Este segundo tipo tiene también sus antecedentes en algunos monasterios de Cluny Todo indica, pues, que las dos reformas se sucedieron tanto en arte como en influencia social y política, aprovechándose el Cister de los procedimientos constructivos de Cluny sin caer en sus excesos decorativos.
Las naves de la iglesia estaban ya, desde la planta, dispuestas para ser cubiertas con bóvedas de arista, al menos en las naves laterales, como se puede ver en Poblet, que tiene aún la nave central de cañón seguido. En Veruela, la nave central está ya cubierta con bóvedas por arista, lo mismo que las naves centrales de las iglesias cistercienses de Fossanova o San Galgano. En las iglesias de planta con ábside circular, los pequeños elementos trapezoidales de la girola delante de las capillas están cubiertos también con bóveda por arista, de modo que el conjunto de una iglesia cisterciense como la de Veruela, queda ya subdividido en tramos cruzados por nervios o aristones diagonales, lo mismo que se verá más tarde en las catedrales góticas.

 Abadía de Clairvaux en Borgoña (Francia). S. XII.

¿Qué distingue, pues, una construcción cisterciense de otra de puro estilo gótico, tan parecidas ambas en su estructura interior? Técnicamente, sólo faltan los contrafuertes para contrarrestar los empujes de las bóvedas. En una construcción gótica, todo el peso de las bóvedas se concentra en algunos puntos singulares de los muros, donde, por medio de arcos exteriores que determinan un esfuerzo contrario, resulta contrarrestada la presión de los arcos del interior. Ello permite elevar bóvedas de piedra de una altura y de una amplitud antes desconocidas, y (al mismo tiempo) abrir en los muros grandes ventanales. En los edificios cistercienses apenas hay contrafuertes, que faltan en absoluto en Poblet o se reducen a pilastras en Veruela.

El primer convento de la Orden del Cister en la Italia Central fue el de Fossanova, construido desde 1179 a 1208 cerca de Terracina. Fundado por los cistercienses franceses de Haute-Combe, en la vía de Roma a Nápoles, es conocido por la circunstancia de que en él murió Santo Tomás de Aquino yendo de camino para asistir al concilio de Lyon. Los grandes edificios italianos de puro estilo cisterciense no tienen diferencias con los que se levantaron simultáneamente en Francia y España. Las iglesias de tres naves abren sus puertas con arquivoltas decoradas de simples molduras; en el interior, los pilares se levantan sencillísimos, con las columnas adosadas en que se apoyan los torales; por fuera, el único elemento que sobresale del conjunto de edificios es la torre octogonal del cimborrio de la iglesia, que puede distinguirse desde lejos. La regla de San Benito está interpretada al pie de la letra: un espíritu de austeridad artística domina en los monasterios del Cister, rodeados de granjas y explotaciones agrícolas.

 Iglesia del Monasterio de Poblet (Tarragona).


Existía así poca diferencia entre un monasterio y otro. Los monjes repetían en la casa filial la misma disposición y las mismas formas de la casa matriz, y, como siempre sucede en arte, la repetición continuada de un tipo fijo iba conduciendo a la perfección, y como siempre también, no queriendo hacer premeditadamente nada nuevo, se iban produciendo las más grandes novedades. Si se comparan los interiores de dos iglesias cistercienses sorprenden las insignificantes diferencias que existen en la disposición general y en cada uno de sus elementos: los pilares tienen casi la misma sección, y las molduras son idénticas. La sala capitular tiene siempre una forma cuadrada, dividida en nueve tramos de bóvedas por arista con cuatro pilares en el centro. El refectorio es una sala rectangular, con una tribuna para el lector y una fuente en el centro.
Las iglesias de Poblet y Veruela, en España, tienen casi una misma planta, lo cual no es de extrañar, porque ambas fueron construidas por monjes franceses y ambos repetían el tipo de iglesia de la casa matriz de Claraval.
Además de estos dos monasterios mayores, tenemos en España muchos otros monasterios cistercienses. En Cataluña, los Monasterios de Santes Creus (construido de 1174 a 1225) y Vallbona de les Monges; en Navarra, el Monasterio de La Oliva; el Monasterio de Moreruela en León, fundado directamente por los monjes de Claraval; en Castilla, el Monasterio de Las Huelgas en Burgos, y en Portugal, el Monasterio de Alcobaça, también descendiente directo de Claraval, cuya edificación fue iniciada en 1158 y terminada en 1223.


Iglesia y Claustro alto del Monasterio de Santa María  de Veruela (Zaragoza).


También en España los cistercienses contribuían a la dirección de las catedrales de transición, como las de Sigüenza, Tarragona y Lérida. El claustro de la Catedral de Tarragona, de principios del siglo XIII, es casi idéntico al del monasterio de Fontfroide, contemporáneo suyo. Todos los claustros cistercienses se caracterizan por tener una serie de arcos de descarga bajo los que se cobijan grupos de arcos de medio punto. La diferencia está en el ritmo creado por el número de arcos de medio punto que corresponden a cada arco de descarga: dos en Poblet y Le Thoronet (Provenza), tres en la catedral de Tarragona y en Valí -bona, cuatro en Fontfroide (Languedoc). En Francia, la influencia cisterciense sobre los arquitectos laicos de catedrales queda confirmada en un arquitecto francés del siglo XIII, Villard de Honnecourt, que en su álbum copió las plantas de dos iglesias del Cister.
La difusión de los estilos de las Órdenes de Cluny y del Cister fue acrecentada con recursos algo ajenos a los propósitos primitivos. Restaurando la disciplina en cenobios relajados, no se hubiera producido el gran furor constructivo que acompañó a ambas reformas. Cluny se hizo campeón de la uniformidad de la liturgia, imponiendo el misal romano en sustitución de los ritos provinciales. Para fundir la cristiandad en un mismo espíritu, estimuló la devoción de las peregrinaciones, haciendo que desde los más excéntricos países de Europa fueran peregrinos a Roma y Santiago. Viajando por las calzadas de las rutas de peregrinación, los devotos viandantes encontraban aposento en las casas que dependían de Cluny, y admiraban las excelencias del estilo cluniacense. Esto explica la internacionalidad del arte cluniacense. El imperio monástico de Cluny, con sus casas distribuidas por toda Europa, produjo una primera impresión de europeísmo religioso, que tuvo alcances políticos. El Papado, sostenido por Cluny, recobró su fuerza perdida.

 Iglesia del Monasterio de Santa Creus (Tarragona).

Aunque en apariencia reducida a una mera revolución monástica, la reforma del Cister traspasó sus límites fomentando las Cruzadas. El propio San Bernardo predicó la Segunda Cruzada en 1146 por encargo del papa Eugenio III (un monje cisterciense, por cierto, que el año antes había sido elevado al solio pontificio). La conquista de Tierra Santa tenía en su origen un carácter de estricta devoción, pero resultó también un fundente político, y muchos de los métodos de la técnica constructiva de la arquitectura cisterciense se emplearon en la obra de los castillos de los cruzados.
Para participar en los movimientos laicos de la peregrinación y las Cruzadas, tanto Cluny como el Cister tuvieron que suavizar el rigor de sus reglas. Los cenobios cistercienses aceptaron algo de decoración, aunque fuera simplemente de enlazados geométricos y de hojas estilizadas. Nunca las construcciones cistercienses llegaron a tolerar las fantasías decorativas del estilo de Cluny, pero no se redujeron al simple esqueleto de piedra que tenía que sostener una cubierta, como parece que era el ideal de San Bernardo. Lo mismo ocurrió con la pintura, y en los libros se hicieron maravillas.



Os dejamos con un interesantísimo documental sobre los monasterios cistercienses catalanes:

16 comentarios:

  1. El hombre, también el religioso, se mueve por el filo de la espada que deslinda el bien del mal, por eso es tan fácil caer de un lado como del otro; sólo que el mal es más atractivo y consigue mayor clientela.
    Un abrazo

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  2. Excelente repaso al Cister. Menudo era Bernardo predicando enardecido la segunda Cruzada, de armas tomar.
    Bella pintura de Ribalta en la línea de lo místico.
    Me deleitas y me informas, siempre aprendo y repaso contigo, gracias amigo, besito y que te fructifique la semana.

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Buena selección de imágenes que ilustran este estupenda entrada.
    Dejando a un lado la faceta meramente artística y centrándonos más en el espíritu o en el mensaje de ciertas órdenes religiosas,afortunadamente para los que sean creyentes el poder contar con ejemplos edificantes de gentes cristianas, como las del Císter o los Franciscanos, que eran coherentes con el mensaje genuino de su fundador (soslayando algunos errores y contradicciones), apartándose del camino tentador de la riqueza y la ostentación mundanas.
    Un saludo.

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  5. Me han encantado, sobre todo, las fotos de Santa María de Veruela.
    Aquí en mi tierra también hubo un monasterio bernardo (San Martín de Castañeda) cuya iglesia no se conserva mal, pero del resto... hay casi más piedras reutilizadas en los pueblos vecinos.
    Abrazos, Paco

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  6. Qué regalo, el Císter, los monasterios y tu entrada de hoy.
    Cualquier institución que pretenda sobrevivir necesita el aggiornamento y regenerarse de vez en cuando. Un poder terrenal tan vasto, como ha tenido la iglesia católica, es un criadero de ambición y de oportunistas que se amparaban en el hábito. Por fortuna también acogió grandes místicos y personas generosas y buenas. El bien y el mal, caminan juntos pero no revueltos.

    Abrazo

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  7. Aún no he podido visitar los grandes monasterios cistercienses de la península, enclavado en su mayor parte en tierras catalanas, pero sin duda debe ser una experiencia inolvidable dado el gran dominio de los maestros canteros cistercienses en aunar arquitectura y espiritualidad en uno. La pureza de las líneas, la austeridad y el sentido ascendente convierten al estilo en uno de los más representativos del surgimiento de la vida monacal y de los grandes monasterios en Europa.
    Saludos

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  8. Querido Paco, si me permites poner un punto chauvinista en el comentario, haré alusión al monasterio de Sobrado de los Monjes en la provincia de A Coruña, hoy una de las joyas del Barroco gallego tras las sucesivas reformas del s.XVI al XVIII, por haber sido objeto de estudio y dedicación, junto con los demás monasterios del Císter por estas tierras, de mi "costilla consorte".
    Mil biquiños.

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  9. Es una ruta que tengo incompleta amigo
    Siempre es un placer acudir a tus clases
    Besotes

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  10. Muy interesante los monasterios cistercienses, nunca había hecho la diferencia con respecto a los de Cluny.
    Me ha gustado mucho el lienzo de Francisco de Ribalta. Cristo abrazando a San Bernardo.
    Un abrazo

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  11. Fantástica entrada. Me la llevo a mi site de recursos de Sociales y Arte. ¡Gracias!
    Un saludo.

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  12. Aportaciones fundamentales para el desarrollo del románico las hechas por el Císter, dando además una unidad de estilo que se puede rastrear por muchos puntos del continente.

    Un abrazo!

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  13. Cuando vengo de visita a tu casa, ya se que es para quedarme buen rato. Todo me resulta muy interesante y lo leo como mucha atención: no tiene desperdicio.

    Sigo aprendiendo a ver con la inteligencia y con el corazón.

    un fuerte abrazo

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  14. Es severo pero sigue siendo bellisimo, inspirador y provoca un efecto muy elevador y celestial. Un beso.

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  16. En Iniciarte hay varias entradas sobre el Císter y Galicia. Recientemente puse algunas fotos de Moreruela. Saludos norteños.

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Deja tu opinión; me es muy válida. Gracias.