Frank Lloyd Whright. Salomon Guggenheim Museum. 1937. Nueva York.
Sin embargo, ciertas obras y
artistas han mantenido una lata estimación sociocultural sin que se haya puesto
en duda su calidad. Así, debe de existir aspectos que posibiliten una
apreciación razonada y bastante objetiva: su contexto. Así pues, hay que situar
a la obra en el espacio y en el tiempo. El grado de innovación, de creatividad,
de aportación técnico-lingüística sobre otras obras sólo se puede apreciar por
contraste. El grado de habilidad técnica dentro de las normas de determinado
estilo puede comprobarse con bastante objetividad. Todos los estilos poseen
normas y convenciones y, dentro de ellos, se puede comprobar fácilmente si
algunos artistas han resuelto mejor que otros determinados problemas (Ej, la
perspectiva en los pintores del Renacimiento).
Desde la antigüedad clásica
se ha valorado bastante la unidad dentro de la variedad: las obras de arte
destacan por su unidad, pero al mismo tiempo por su complejidad. Asimismo se
destacan los valores universales: obras que tratan genéricamente de la
condición humana y que poseen un alto grado de comunicación intercultural y
transcronológica. Por tanto, todos los que se interesen por ellas se
encontrarán siempre una fuente de conocimientos, sean de la época que sea. Los
denominados clásicos tienen ese carácter de apertura y perduración.
Vincent Van Gogh. Viñedo rojo. Óleo sobre lienzo. 1890. Museo Puskhin. Moscú.
¿Quiénes deciden el valor
artístico de las obras? El campo del arte tiene sus expertos, como cualquier
otra actividad. Son ellos los que estudian las obras, establecen criterios de
interpretación y de apreciación y, en definitiva, atribuyen y defienden cierto
grado de valor que será más o menos consensuado por la sociedad. Evidentemente,
sus opiniones serán más valoradas por los grupos sociales más afines, siendo
rechazadas, a veces, por el resto. Otro problema a tener en cuenta dentro de la
valoración de la obra de arte es su valor económico. En general los precios del
arte vienen determinados por la ley de la oferta y la demanda y su cotización
no tienen ninguna relación con la calidad. Cuando se paga una altísima cantidad
de dinero se hace por escasez en el mercado de obras de arte de ese artista,
por capricho o por la firma del artista, al margen de la calidad (Van Gogh no
vendió ni un solo cuadro en vida y hoy es uno de los pintores más cotizados).
Hoy día, nos encontramos con
una oferta muy amplia de objetos denominados "de arte". La distinción
entre lo que tiene valor artístico y lo que no, viene marcada por su valor
económico ya que existe una enorme actividad comercial alrededor de la creación
artística, convirtiéndose en consecuencia la obra de arte en un objeto más de
consumo.
Si miramos hacia el
pasado, ya desde la época helenística, se fomento el consumo y coleccionismo
del arte. En la Edad Media
y durante muchos siglos después, es la Iglesia la que ocupa un papel preponderante como
cliente del arte. En el Renacimiento, se desarrolló la figura del mecenas, como
persona que ayuda al artista desde un punto de vista económico y vital. En los
siglos XVII y XVIII, son las monarquías europeas, las que protegen y atraen a
los artistas a sus cortes. Sin embargo, el mayor auge del coleccionismo y, por
tanto, de consumo artístico, se produce en la segunda mitad del siglo XIX, con
la llegada al mercado del arte de los americanos, a los que se unen en el siglo
XX los compradores japoneses y alemanes.
Las fuertes cantidades
económicas que se mueven actualmente en el mercado artístico, han fomentado la
aparición de intermediarios como son los galeristas
y marchantes, que utilizan las exposiciones en salas de arte, galerías y
ferias como centros de operaciones.
Auguste Renoir. Retrato de Paul Durand-Ruel. Óleo sobre lienzo. 1910.
--La galería de arte, es una firma comercial que tiene colección de
objetos de arte propios para vender y al mismo tiempo, hace exposición de sus
fondos o de los de algún artista con el que contacta.
--La sala de arte o de exposición, se diferencia
de la galería, en que no tiene ni artistas ni fondos propios. Ambas pueden ser
públicas o privadas y en ambas se funde el interés cultural con el económico.
--Las ferias de arte, son certámenes anuales
que reúnen a muchos artistas y firmas comerciales para dar a conocer sus
últimas creaciones. Destacan entre ellas, la Feria de Colonia
en Alemania y ARCO en Madrid, que en 2002 ha celebrado su
XX edición.
En cuanto a la figura del marchante, cobra fuerza desde finales
del siglo XIX hasta hoy. Controla la distribución de arte en un país así como
las galerías de arte y los hay de dos tipos: el valorador, que expone su
capital y prestigio en producir y promocionar artista independientemente del
valor de la obra; y el revendedor, que vende, compra y promociona exposiciones
de artistas consagrados. Es el más abundante y le interesan más los valores
económicos que los culturales. Esta función la suele abarcar en la actualidad
las grandes casas de subastas (Christi´s o Sotheby).
Podemos definir el museo como el espacio que facilita el
encuentro entre la obra y el espectador, aunque la obra se halle fuera de
contexto ya que no fue creada para ser expuesta en ellos, salvo excepciones
como algunas pinturas en los Museos Vaticanos. Los museos, son creaciones de la
sociedad contemporánea. Fue en Francia tras la Revolución Francesa, cuando se inició tras
expropiar las obras de arte de la
Monarquía, la acumulación de ellas para ser expuestas al
público.
Juan de Villanueva. Museo del Prado. 1786. Madrid.
En España, fue en
1809, cuando se produce la primera disposición legal para crear un museo que
recoja las obras de todos los edificios públicos, nace así el Museo del Prado.
Inicialmente, la
concepción tradicional del museo, lo sitúa como un almacén de obras. Será a
partir del siglo XX, cuando se pasa de una exposición acumulativa a otra
selectiva, de tal manera que el museo se convierte en un centro cultural, donde
no sólo se expone sino que se promueve todo tipo de actividades culturales. Con
esta nueva concepción, que llega hasta nuestros días, se intenta transformar a
los museos en entidades dinámicas que exponen y catalogan sus obras, que
fomentan la investigación, que organiza exposiciones de autores concretos con
sus fondos y con otros prestados por otros museos, entidades culturales y
particulares y que, además, se encargan de restaurar y conservar su patrimonio
artístico. Todas estas actividades, requieren de una financiación económica que
puede provenir del sector privado o como ocurre en España, puede proceder
mayoritariamente de la
Administración pública.
En cuanto a los tipos de museos, existen
dos grandes grupos:
a) Museos Públicos: surgidos
a partir de la segunda mitad del
siglo XVIII y entre los que podemos citar el British Museum de Londres (1753),
el Louvre de París (1793), el Prado en Madrid, el Metropolitan Museum de
Nueva York, etc.
b) Museos dedicados a personalidades
artísticas o históricas: nacen en este siglo en honor de personas
concretas y promovidos por "grupos de amigos de ..." o por la familia
o "fundaciones". Son los casos de museos como los de Rembrandt y Van
Gogh en Amsterdam o el de Dalí en Figueras.
Teatro-Museo Dalí. 1970-1974. Figueras (Gerona).
También se pueden clasificar los museos por sus contenidos en:
a) Documentales:
históricos, militares, geográficos, de ciencia, cera, etc.
b) Específicos de Arte: de temática muy amplia (arqueológicos,
de Bellas Artes y de Arte Contemporáneo, de escultura o de Arte Romano).
Los temas relacionados con la protección, conservación y restauración del
patrimonio artístico se han convertido, para las sociedades modernas, en
elemento de interés público y fuente de controversia. Se discute la
responsabilidad de quienes deben garantizar su preservación y, sobre todo, la
sensibilidad de rehabilitadores. ¿Es lícito que un párroco en su iglesia
despoje el templo de los vestigios suntuosos del barroco para acomodarlo a la
sencillez emanada del Concilio Vaticano II? ¿Es lícito que un arquitecto
municipal borre las huellas de un palacio renacentista urbano para convertirlo
en una funcional sucursal bancaria? ¿Es lícito que un restaurador limpie con
idéntico criterio histórico un cuadro depositado en un museo, que una imagen de
culto que despierta veneración popular y cuya devoción reside en su aspecto
ajado, en el oscurecimiento del rostro, en los regueros repintados de sangre o
en los pies descarnados por los besos de los fieles?
La respuesta a estos interrogantes aparece nítidamente en la “Carta
del Restauro”, promulgada en Venecia en 1964, cuya meta es salvaguardar
la obra de arte, respetando los testimonios históricos que el tiempo le ha ido
añadiendo. Sólo falta ya informar y concienciar a la ciudadanía de que la
preservación del patrimonio artístico es la mayor herencia cultural que puede
transmitirse a las generaciones venideras. Y ello se hace a través de
instituciones culturales (como institutos de restauración dependientes de
ministerios o consejerías autonómicas), a través de los centros educativos
(asignaturas de patrimonio histórico y artístico) y a través de la protección
legislativa y judicial (leyes de patrimonio).
El debate abierto sobre la conservación del tesoro
artístico se ha extendido al ámbito del museo público, cuya institución debe
responder, en los umbrales del siglo XXI, a tres finalidades: educar,
enriquecer el patrimonio nacional y ser un depósito activo de la historia
pasada y reciente. Originariamente, el museo surge en los círculos privados
renacentistas, alentado por aficionados que coleccionaban antigüedades y obras
modernas para decorar los gabinetes de sus viviendas y disfrutar de ellas;
luego, llegado el caso, su propietario los mostraba al visitante, orgulloso de
la calidad atesorada y del esfuerzo personal por elevarse sobre los tópicos
vulgares. Durante los siglos XVII y XVIII, los reyes, la aristocracia, las
altas dignidades eclesiásticas y la burguesía acomodada se convierten en
coleccionistas apasionados. Pero tras las revoluciones liberales y los procesos
desamortizadores del siglo XIX, muchas de estas propiedades, junto con los
bienes de la iglesia, pasaron a la tutela del estado, que los instala en
palacios y conventos para el disfrute del pueblo. Fotografía de Vasily Kandinsky. 1913.
El
museo se convertía así en un depósito de lujo, en un espacio inmóvil que
censuraba agriamente en 1912 el pintor ruso Kandinsky en su libro “De lo espiritual en el
arte”,
reclamando profundas alternativas:
“Imagínate un edificio, más o menos grande, dividido en salas; cada
sala cubierta de lienzos de distintos tamaños, quizá miles de ellos. Todo ello
está reproducido en un librito que lleva los nombres de los artistas y los
cuadros. Libro en mano, la gente se pasea de pared en pared. Luego se van, ni
más ricos ni más pobres, y vuelven a sus preocupaciones cotidianas, que no
tienen nada que ver con el arte. ¿Para qué han venido?”
Acabar
con la pasividad del público, mero observador de la tradición que se acumula en
las salas de los museos, y convertirlo en sujeto activo de la experiencia
estética es el gran reto de esta institución pública. Para ello es preciso
construir edificios adecuados, donde el continente arquitectónico rime con el
contenido expuesto. Sus gestores deben esforzarse por instalar pedagógicamente
los fondos y acompañar la colección permanente de una programación de
actividades, que hagan del centro un instrumento productor de comunicación y
difusor de cultura. Ha de contar con espacios para restauración, investigación
y exposiciones temporales que permitan celebrar acontecimientos históricos
relevantes; todo ello, sin olvidar que es un centro de consumo y que debe saber
comerciar. Urge que los patronos y administradores definan una política
coherente de nuevas adquisiciones, comprando solamente con los caudales
públicos aquellas obras singulares que rellenen carencias y, al mismo tiempo,
alienten la participación de la sociedad civil a través de las asociaciones de
amigos de los museos y el mecenazgo de entidades privadas. En suma, el museo
debe convertirse en un lugar dinámico de encuentro, de colaboración y
convocatoria cultural ciudadana a partir del artista y sus posibilidades
creativas.
Con el fin de preservar todos los objetos que puedan tener un valor significativo para nuestra cultura, empleamos con frecuencia la expresión bienes culturales en lugar de patrimonio artístico.
Son bienes culturales aquellos que tengan una gran importancia para el patrimonio
cultural de los pueblos, como las construcciones de interés histórico, los campos
arqueológicos, las obras de arte, manuscritos, libros, colecciones científicas, colecciones importantes de libros, museos etc.
Con posterioridad se les han añadido las imágenes
en movimiento.
Desde el siglo XVIII, con el nacimiento de la mentalidad burguesa,
las diferentes administraciones se vieron en la obligación
de iniciar la protección de sus monumentos
y obras de arte, mediante la creación de academias, fundaciones, escuelas de restauración etc.
Aunque a lo largo del siglo XX han sido muchas las instituciones que han velado por
el patrimonio cultural de los pueblos, la UNESCO ocupa un papel relevante. Siempre
ha promovido la defensa y protección de todos los bienes que pueden formar el
patrimonio cultural de los pueblos con la colaboración,
tanto de instituciones
internacionales como no gubernamentales. Una de las
grandes
aportaciones
de
la UNESCO ha sido la protección de algunos
conjuntos monumentales y bienes culturales, declarándoles Patrimonio Cultural
de la Humanidad.
Marcel Breuer. Sede de la UNESCO en París. 1953.
Todo lo que toca el mercado lo pervierte. Hay cosas, como el arte, la literatura, la educación, la sanidad...que no deberían dejarse a mano de ese gigante que todo lo devora.
ResponderEliminarUn saludo.
Muy interesante. Estamos bajo los designios del mercado, que está en todas partes...Aunque parece ser que invertir en arte es seguro, pero ya sabes, lo que hoy es verdad, mañana es la falacia mas severa.
ResponderEliminarSaludos
Excelente reflexión la que nos ofreces sobre un tema tan candente en los últimos tiempos; desde esta ventana gallega se ve con indignación, desesperación e impotencia el que se ha dado en llamar "el caso del Códice misteriosamente desaparecido y casualmente hallado" que tantas interrogantes ha dejado en el aire sin respuesta alguna.
ResponderEliminarAprovecho la ocasión para felicitarnos por tu regreso y desearte un feliz curso (si nos dejan), amigo mío.
Mil bicos.
No siempre estoy de acuerdo con Tom Wolfe, pero en La Palabra Pintada creo que acierta de pleno al reflejar la evolución del arte en el siglo XX: “Francamente, hoy en día, sin una teoría que me acompañe, no puedo ver un cuadro”
ResponderEliminarLo malo no son los expertos, sino los especuladores. Y ya hace tiempo que unos y otros se confunden demasiado a menudo.
Un abrazo, Paco
Profundo, espacioso, oh!, extenso artículo, con muchos interrogantes, preguntas y respuestas, que darían lugar a diversos debates, sobre algo muy bello: las obras de arte! y que a mí me gustaría que fueran eternas.
ResponderEliminarNo he podido ver el vídeo.
Feliz de reencontrarme contigo una vez más. Te deso un magnífico curso.
Un abrazo.-
Reflexiones imprescindible para situar al alumnado. Nunca dejas de sorprenderme. Saludos.
ResponderEliminarEmpiezas fuerte, Paco. El dilema del precio de una obra de arte es quizá una de las reflexiones que incitan más a la curiosidad y a la división de opiniones. Por cierto, hablando de museos estamos a años luz de los almacenes de objetos del siglo XIX.
ResponderEliminarSaludos
Un estupendo post aclaratorio sobre algo que siempre me ha inquietado y que no acabo de entender, esto de los entendidos del arte. Creo que todo es manipulable. Es cierto que los cánones varían ero curiosamente varía cuando se ha descubierto un mina de oro. Hubo verdaderos genios que jamás fueron considerados como tal y después de muertos menudo negocio. U otros que en vida han hecho a mi gusto muy poco por el arte y están subidos en el carro de la fortuna.
ResponderEliminarClaro que sobre todo acepto mi ignorancia y conque me digan tu no tienes ni idea pues vale.
Un abrazo y estupenda semana
Como siempre, sacas a relucir lo esencial con todos sus flecos.
ResponderEliminarEl arte. Engloba muchas disciplinas, pero si nos fijamso en la artes figurativas, hoy un producto artístico tiene el valor de lo que el mercado le asigna. Puede ser una burrada, de hecho lo es en muchas ocasioes, un zarrapastroso palo que se confunde con un resto de basura, y que los papanatas contemplan como si vieran una aparición. No estaría mal convertirnos en lo que señalas, sujetos activos de la obra de arte, capaces de disfrutar de una obra y también de desenmascarar, o al menos no dejarnos engañar por las pretendidas obras que no son otra cosa que el resultado del oportunismo y la pereza.
Un abrazo
El consumo pone valor al arte y el mercado termina por pervertirlo; sólo la protección puede salvar y dar el verdadero valor a las verdaderas obras de arte.
ResponderEliminar¡Cuánto se aprende en tu blog!
Las distintas épocas han ido forjando los gustos y considerando que son obras de arte o no. En la actualidad resulta en ocasiones difícil de saber qué es arte.
ResponderEliminarUna exposición muy exhaustiva e interesante.
Un abrazo.
Estupendo el artículo. Como siempre nos deleita tanto a amig@s y a alumn@s con esa "pasión" por el Arte.
ResponderEliminarAbrazos,
M ª Ángeles Martín
La eterna discusión entre valor y precio. Cuantas obras cuestan mucho y no valen nada, o casi.
ResponderEliminarUn saludo, Paco.
Esclarecedor informe, Paco, gracias. Me resulta muy interesante, ¿para que hemos venido? para disfrutar del oxigeno que nos aporta el arte y ser felices. Me encanta Kandinsky.
ResponderEliminarUn beso.