Johan Zoffany. Charles Townely y sus amigos en la galería de Park Street. Óleo sobre lienzo. 1779-1782. Towneley Hall Art Gallery. Burnley (Inglaterra).
Podemos
catalogar el siglo XVIII como un siglo convulso y a la vez preludio de muchas
cosas. Convulso, ya que se va a producir el cambio del Antiguo Régimen por la
nueva sociedad liberal. Es el siglo de las Revoluciones (la independencia de
EEUU y la primera constitución de la historia; la Revolución francesa de
1789). Preludio ya que muchas de las nuevas ideas que aporta la Ilustración
germinarán y se desarrollarán en el siglo siguiente: la igualdad entre los
seres humanos, la libertad y el poder de decisión del pueblo nace en las mentes de los grandes
filósofos ilustrados del XVIII: Voltaire, Montesquieu o Rousseau.
El
siglo XVIII es el siglo de las luces, de
la razón, el siglo del pensamiento racional y científico que propugnaba
Descartes o Locke y Hume en el Empirismo inglés. En 1751 se empezaba a publicar
la Enciclopedia, que compendia el saber de la época,
y en la que los términos y conceptos se ven sometidos a análisis críticos y al
rigor empírico heredado del siglo anterior. Pensadores como Voltaire, Diderot,
Montesquieu o Rousseau cuestionan los valores tradicionales, en particular los
poderes de la monarquía y la iglesia. Se descubre la naturaleza, se trata de
explicar los fenómenos naturales y se desarrolla la ciencia, a raíz de las
primeras incursiones de Galileo, Kepler o Newton en el siglo XVII. Otro
concepto fundamental de este siglo es el de la enseñanza: hay que ilustrar,
enseñar y cultivar a la gran masa de iletrados para que puedan ser libres y
autónomos. Por tanto, podemos terminar diciendo que el siglo XVIII es el siglo
del progreso, la sociedad no puede quedarse parada, tiene que innovar, acelerar
los planteamientos y avanzar de manera decidida hacia el futuro.
Por
último, en el terreno político mucho de los reyes absolutos se van a ver
atraídos por estas ideas novedosas de los filósofos franceses, y van a tratar
de hacer mejoras para su pueblo, que vivan más felices y que progresen
(desecación de pantanos, ampliación de tierras cultivables, construcción de
puentes, puertos, carreteras y un sin fin de obras públicas, construcción de
colegios, academias, escuelas técnicas, universidades...). Pero sin que el
pueblo tenga el derecho de exigírselo, sólo por su real gracia. Esta forma de
gobernar absolutista, revestida de ropajes ilustrados, es la que se conoce
por Despotismo
Ilustrado, la cual tiene todo su significado encerrado en la máxima “Todo
para el pueblo, pero sin el pueblo”, y cuyos máximos ejemplos son Carlos III de
Castilla y Federico II de Prusia.
En
el terreno del arte, el siglo XVIII se mueve entre dos estilos: convive un arte
aristocrático y cortesano, el Rococó, con el estilo Neoclásico, más expresivo
de la burguesía, que encontrará en él la plasmación artística de sus ideales
renacentistas. En este siglo, y sobre todo en Francia,
el arte aristocrático fue asociado con el Rococó, por
eso, a medida que transcurre el siglo,
y cuando la clase media se dispone a arrebatar el poder a la
nobleza y al rey, no duda tampoco en acabar con un arte que simbolizaba
el poder y el lujo de las clases
privilegiadas. Por eso, ya desde mediados de siglo, Diderot
atacaba este estilo y recomendaba la serenidad del arte
antiguo.
El
Neoclasicismo representará la segunda oleada recuperadora del la antigüedad
grecolatina (tras el Renacimiento) en la historia del Arte. Además de la coyuntura social, otras circunstancias van a permitir este redescubrimiento de la Antigüedad Clásica por segunda vez:
Michel-Ange Houasse. Alumnos copiando un desnudo al natural en una academia francesa. Óleo sobre lienzo. 1715. Palacio Real. Madrid.
• En 1719 se descubría
Herculano y en 1748 la ciudad perdida
de Pompeya, sepultada
por las cenizas del Vesubio. Estos descubrimientos
van asociados a una fiebre
investigadora y arqueológica que produce una abundante bibliografía.
• Por otra parte las Academias creadas a lo largo de este siglo
subrayan el valor
normativo de lo
clásico y realizan campañas
antibarrocas y en contra del Rococó en pos del "buen gusto".
• Además el Rococó
se había agotado.
Era un estilo que apenas había
tenido trascendencia en los
exteriores de los edificios, cuyos trazados se repetían una y otra vez. Se produjo una crisis estética que llevaba a dos soluciones: o crear un nuevo estilo o volver a lo seguro, al pasado,
a la
Antigüedad Clásica y acabar así con toda una fase de embriaguez decorativa.
De esta manera surge el Neoclasicismo unido a una clase social, la burguesía, como su manifestación estética
y como bandera
de sus reivindicaciones. Este
será el lenguaje plástico de los
revolucionarios empezados en suprimir todo resto de Antiguo Régimen, con sus manifestaciones estéticas incluidas. El Rococó se supera porque era la prolongación del Barroco, y
por tanto del absolutismo y de la sociedad estamental inamovible del Antiguo
Régimen. Los representantes de la
revolución ven en el Neoclasicismo la derrota
de la aristocracia y sus salones. Así el arte Neoclásico
se prolonga durante todo el periodo Napoleónico y se adapta a él con el "estilo imperio", el arte de los Césares
y del Imperio Universal
al que aspiraba Napoleón. El epicentro
de este cambio es Francia pero sus consecuencias abarcan todo el mapa europeo
y afecta a todas las artes, escultura y pintura también.
Junto
al estilo cortesano, risueño y halagador del rococó de las cortes europeas, el
siglo XVIII ve desarrollarse simultáneamente otro arte basado en el orden
clásico y en los modelos de la antigüedad, sobre todo a finales de siglo. Este
arte neoclásico nace por el cansancio de las formas decorativas del rococó, por
los descubrimientos de la antigüedad clásica y las obras de estudios clásicos
(Lesing, Winckelmann...), así como por el desarrollo del pensamiento
revolucionario que ve en el neoclásico la derrota de la aristocracia y sus
salones, así como el triunfo de la razón y el orden antiguo.
El
gusto neoclásico aparece en Italia en los años centrales del siglo XVIII, como
un rechazo intelectual a los efectos ilusionistas del barroco tardío. Los
hallazgos arqueológicos aparecidos en Pompeya y Herculano actuaron de motor de
arranque. Sus ruinas se ponen de modo y aparecen gran cantidad de turistas para
visitarlas. Coleccionistas y aficionados franceses e ingleses compran en Italia
estatuas y relieves antiguos, que exhiben luego en sus gabinetes privados de
Paris o Londres. Además de este atractivo museístico, el fin último del movimiento
neoclásico era perfeccionar la sociedad a través de los valores clásicos del
arte, inculcando a los pueblos la razón y la moralidad, y mostrándoles el
esplendor de una civilización ordenada, sellada por las virtudes cívicas.
En
su desarrollo se escalonan dos etapas. La primera tiene su epicentro en la Roma de 1755 y aparece
representada por dos teóricos alemanes: Winckelmann, el padre de la arqueología
y la historia del arte, y Mengs, el pintor filósofo.
Antonio Rafael Mengs. Retrato de Winckelmann. Óleo sobre lienzo. 1755. Metropolitan Museum of New York.
Winckelmann
era teólogo, bibliotecario y conservador de las antigüedades griegas y romanas
del Museo Vaticano. En 1755 publica su obra “Reflexiones en torno a la
imitación de la pintura y la escultura de los griegos”, que pronto será
considerada el ideario estético del nuevo estilo. En esta obra expone que a los
hombres de su tiempo sólo les queda un camino para ser grandes y quizás
inigualados: imitar a los antiguos. Añade que las esencias del arte clásico
residen en la noble sencillez y la serena grandeza. Más tarde publica la
primera “Historia del arte y de la Antigüedad”.
Antonio
Rafael Mengs fue pintor y tratadista. Como pintor rompe con la tradición de los
techos barrocos de perspectiva fingida optando por fórmulas claras y precisas.
Y como tratadista sostuvo que el arte era superior a la naturaleza, de modo que
el pintor debía depurar con la imaginación y el intelecto las imperfecciones de
la realidad.
Con
todas estas aportaciones empieza a cambiar la percepción del arte: éste debe
estar al servicio de las ideas cívicas como en la antigua Grecia y se buscará
un arte clásico y racional que encarne esta nueva concepción y función. El arte
vuelve los ojos al pasado pero no es una mera copia de la antigüedad, sino que
la reinterpreta, la adapta al gusto y al s nuevas funciones de la època.
La
segunda fase del Neoclasicismo se abre en 1770 y viene marcada por la
aceptación y la difusión a escala internacional de sus principios a través de
las academias. Estas contribuyeron a que la pintura, la escultura y la
arquitectura dejaran de ser oficios mecánicos para convertirse en nobles artes
liberales, y a que el artista abandonase el estamento artesanal para
transformarse en un profesional independiente. Los objetivos en su
funcionamiento fueron dobles: establecer sesiones periódicas entre sus
miembros, con el fin de tratar problemas técnicos de su profesión, e inculcar a
los alumnos la correcta educación neoclásica, sin que tuvieran que servir como
auxiliares manuales al maestro de taller. Los arquitectos se educaban
proyectando edificios según la preceptiva de los teóricos italianos romanos y
renacentistas como Vitrubio, Vignola y, sobre todo, Palladio. La devoción a los
clásicos dio lugar al neopalladianismo, enriqueciéndose las principales
capitales europeas y norteamericanas con monumentos inspirados en la visión que
este arquitecto veneciano tuvo de la antigüedad grecorromana.
Las
academias de Bellas Artes surcaron las grandes ciudades ilustradas, como la Academia de San Fernando
de Madrid. Éstas convocaban anualmente concursos para estimular a los artistas
jóvenes, exponiendo en público las obras ganadoras y premiando a los vencedores
con diplomas, medallas y becas en el extranjero. En general consiguieron
aumentar el prestigio social de los artistas, pero coartaron su libertad
creativa.
Jules Hardouin-Mansart. Plaza Vendôme París. 1699.
Para hacernos una mejor idea de estilo, dejamos dos videos introductorios:
Yo siempre digo que es una época apasionante desde el punto de vista ideológico, cultural y tecnológico, un momento histórico en el que la humanidad se desembaraza de la superstición y del conformismo y da un paso de gigante...Pero para mi gusto, desde un punto de vista estético y literario, es una época tremendamente aburrida porque, por encima de todas las cosas, se busca la utilidad. No hay más que ver que la poesía se llena de fabulistas, como Iriarte y Samaniego, y la narrativa de ensayos sobre la reforma agraria, como el del señor Jovellanos.
ResponderEliminarUn saludo.
Excelente análisis del siglo XVIII, ese gran olvidado o despistado de los currículos de Literatura española ya que se encuentra en "tierra de nadie", siempre al final de un curso o siempre como introducción de uno nuevo, por tanto, siempre en un lugar de paso.
ResponderEliminarPero, personalmente, no es de extrañar ya que si fue el gran siglo de la razón, de las luces, de la filosofía, de los avances, del progreso a través de concepciones ilustradas como la enseñanza y cultura como medio eficaz del progreso de un país (igualito que ahora, Paco, no me digas...), literariamente, no fue un gran siglo ya que se prima la razón y se censura la expresión de sentimientos en la obra literaria ¿Qué es la literatura sin sentimiento? No florecieron grandes obras si exceptuamos "El sí de la niñas" de Moratín, pero en otras ramas como la filosofía, y, sobre todo el ensayo, creo que fue el mejor siglo de la historia.
En arte, el estilo neoclásico es inconfundible aunque, para mi gusto, algo insípido si lo comparamos con otros.
Un placer leerte, Paco.
Un beso.
Aquí disfrutando y recordando, me ha venido estupendamente. Me hace gracia el final del comentario de Cayetano. Ja,ja, es cierto lo práctico puede ser aburrido..... pero no siempre, ;), pero esa es otra historia a la que podría sacarle punta cualquier día. Bss.
ResponderEliminarPor una parte tienes a los reyes que dejan su poder absoluto y tratan de mejorar al pueblo para que vivan felices y progresen.
ResponderEliminarEn plan del arte creo que cada tiempo tiene su interés y es una cuestión de gustos.
Un abrazo amigo
El XVIII abrió una puerta que aún no se ha cerrado. Desde la Revolución Francesa a la Constitución americana, que sembraron un orden político al que aún le queda un chispa (parece que a punto de extinguirse)
ResponderEliminarEl arte de ésa época, como siempre, refleja la sociedad y sus contradicciones. Es lo interesante del asunto, puedes disfrutar contemplando una pintura o un edificio y, al mismo tiempo, "ver" el momento histórico.
Un abrazo.
Para esta época está poco divulgada, por lo menos en España, por eso me parece esta entrada muy interesante, porque resulta poco conocida.
ResponderEliminarUn abrazo
"Todo para el pueblo, pero sin el pueblo".
ResponderEliminarMe retrotrajo a la escuela secundaria.
Que tiempos.
Un abrazo.
Bueno, aunque explicado por usted todo tiene su aquel, hoy no toca mi estilo favorito, qué le vamos a hacer. Algún día le pillaré el tranquillo, espero :)
ResponderEliminarFeliz tarde, monsieur
Bisous
Hola Paco, esta entrada me encanta por estar explicada magistralmente!
ResponderEliminarUn abrazo.
No es mi estilo favorito pero muy detallada explicación.
ResponderEliminarSe nota la experiencia en estos menesteres.
Saludos Paco
Hola Paco es la segunda vez que entro hoy porque ando muy liada y este post requería mucha atención.
ResponderEliminar¡Menuda lección de historia!
No ha faltado detalle.
Como todo es una cuestión de gustos.
Bss
El neoclasicismo junto al romanticismo son dos maneras de dar solución a las nuevas perspectivas que perfilan la joven Europa decimonónica surgida de la oleada napoleónica, que de alguna manera ha difundido la enciclopedia por todo el continente.
ResponderEliminarLo malo de las guerras y el poder, es que los individuos se sienten precisos e imprescindibles para que continué la rotación del planeta y terminan perdiendo el oremus.
Ya se sabe que se terminó con el "Ancien Regime" pero luego llego Napoleón con las rebajas, y mas de lo mismo, la etapa de Luis Felipe con la especulación de la banca me recuerda a muchos de los aspectos que estamos viviendo.(todo se repite)
Saludos , un placer pasar por aquí.
Suscribo el comentario de Cayetano...recuerdo despedirme con dolor de Lope, Quevedo y Calderón y encontrarme con Feijoo, mi paisano el Padre Isla y el pobre Moratín...cuyo discurso era humanamente intachable,pero mortalmente aburrido. Algún día, como Madame, espero pillarle el punto. Un abrazo grande, Paco. He leído con mucho interés la entrada anterior. Me quedo atrapada en el cuadro de Fernando Arnaud. Es fantástico
ResponderEliminarMe gusta que me recuerden a ese siglo tan olidado en España como el siglo XVIII. Es curioso pero en la carrera de Historia apenas se incide en él. Se habla de la Ilustración para pasar casi sin pausa a la Revolución Francesa. Y no digamos en el mundo de la Historia del Arte... Porque hay que hacer notar que en España el siglo XVIII es una centuria en la que conviven el estilo Rococó, el Barroco y el Neoclasicismo, todo a una, y parece que en él sólo se da una pintor, Goya, habiendo tantos y tantos de reconocido prestigio. Me consta que éste es uno de los siglos, a nivel español, que menos se ha estudiado. Por ejemplo, no existe un monográfico sobre el Arte en la Corte de Madrid.
ResponderEliminarSaludos
El arte neoclásico nos ha dejado grandes cuadros de historia y magníficos edificios sobre todo, si bien se trata de obras para mi gusto demasiado frías, impersonales aunque magníficas.
ResponderEliminarUn saludo!!
El arte neoclásico nos ha dejado grandes cuadros de historia y magníficos edificios sobre todo, si bien se trata de obras para mi gusto demasiado frías, impersonales aunque magníficas.
ResponderEliminarUn saludo!!