Páginas

domingo, 10 de abril de 2011

LA PINTURA DE JACQUES LOUIS DAVID

J.L. David. Autorretrato. Óleo sobre lienzo. 1794. Museo del Louvre. París.

Dentro del desarrollo del Neoclasicismo, en pintura no se disponían de modelos clásicos de la antigüedad como ocurre con la escultura o la arquitectura, que tantas muestras se conservaban en Italia.  La única referencia eran los relieves que ya habían perdido su anterior cromatismo, por lo tanto la pintura neoclásica se fundamenta en la temática, sin aportar nada nuevo en cuanto a sistemas de representación ni a técnica. La pintura se desarrolla a finales del siglo XVIII y primera mitad del XIX (hasta 1848) en dura pugna con el Romanticismo: se produce una gran tensión entre el orden y la libertad, entre la razón y el sentimiento.
La pintura neoclásica se caracteriza por el equilibrio compositivo, el predominio del dibujo sobre el colore, los colores son apagados, minuciosidad y detallismo en las pinceladas, búsqueda de la armonía, el orden y la belleza ideal.


JACQUES LOUIS DAVID (1748-1825) es el máximo representante de la pintura neoclásica. Su biografía refleja el curso de los acontecimientos revolucionarios hasta la caída de Napoleón. Es el prototipo de artista revolucionario comprometido con los ideales igualitarios de su tiempo, de la Revolución y del Imperio, que no duda en poner su arte al servicio de la propaganda, aventurando el camino de la pintura moderna. 
Jacques Louis David es el fundador del Neoclasicismo francés. Nació en París en 1748, iniciándose en la pintura a temprana edad. Se formó en el taller de  J.M. Vien, pasando después a la Academia de París (1766), obteniendo como premio una pensión para trasladarse a Roma. Allí descubrió la Antigüedad clásica, interesándose por la pintura idealista de los Carracci durante su breve estancia en Bolonia. En Roma también se interesaría por Rafael y Poussin. En la Ciudad Eterna será captado por los teóricos del Neoclasicismo, Winckelmann y Mengs especialmente. Años después realizaría un segundo viaje a Roma, estancia que duró cinco años, adoptando una técnica tenebrista aprendida de Caravaggio. Simultanea grandes composiciones históricas con retratos para ganarse la vida.  
En un primer momento recibe la influencia de los últimos pintores del rococó (escuela de Boucher) contra los que después arremeterá.    Después  se  pasa  a  cultivar  la  pintura  de tema clásico escenografiando pasajes de la antigüedad con una técnica realista, una cierta rigidez y seriedad en el tratamiento de las figuras y un cromatismo muy vivo. 

 J.L. David. El juramento de los Horacios. Óleo sobre lienzo. 1784. Museo del Louvre. París.

A este periodo corresponde El  juramento  de  los  Horacios  (1784), que se convierte en el primer manifiesto de la pintura neoclásica europea (lo hizo en Roma). Representa la promesa que hacen los tres hermanos Horacios, designados por el pueblo romano para enfrentarse a otros tantos albanos y decidir los destinos de Roma y Alba Longa, que se encontraban en guerra. David se centra en el momento en que los Horacios reciben las espadas de su padre, comprometiéndose a defender el futuro de Roma. El cuadro glorifica las virtudes de patriotismo y sacrificio, pero lo que llamó la atención de sus contemporáneos, y convierte a David en un precursor de modernidad, es el abandono intencionado de la narración literaria de la historia para concentrarse en la expresión pasional de un instante dramático, aunque técnicamente abusa del claroscuro. En el lienzo destacan el dramatismo en la utilización de la luz, las formas idealizadas y la claridad gestual, lo que lo hace ser la proclama del Neoclasicismo artístico. En este lienzo, como en otros, se aprecia como la narración se reparte en tres actos. Estos tres actos o momentos están marcados físicamente por los grupos de personajes y por los tres arcos de la arquitectura de fondo. Así pues, los tres momentos resumen en primer lugar, la declaración de guerra de los tres hermanos, el juramento de fidelidad a Roma que les toma su padre sobre las espadas que llevarán a la lucha, y la desesperación de las mujeres, que se apartan del ritmo histórico para llorar en su privacidad. La pintura neoclásica tiene por norma diferenciar el espacio masculino y el femenino. El masculino es el espacio público, el de la guerra o el trabajo. El espacio femenino será siempre el hogar, la intimidad, y sus labores llorar a los héroes muertos o realizar las tareas domésticas.

 J.L. David. El rapto de las sabinas. Óleo sobre lienzo. 1799. Museo del Louvre. París.

Otros temas de ambientación romana son El rapto de las sabinas y Los lictores devuelven a Brutus los cuerpos muertos de sus hijos. En este último representa la escena en que son traídos los cadáveres de los hijos de Brutus que él mismo ha mandado decapitar por traición a la República, ante la madre y hermanas desconsoladas. Llama la atención la figura aislada pensativa de Brutus, que tiene tras él una estatua de la República. Como detalle, este cuadro contiene un bodegón espléndido de una cesta de costura sobre la mesa (único detalle que revela la realidad familiar). Otro aspecto notable es el estudio perfecto de la luz Luz cuyo mejor ejemplo es el contra luz de la estatua de la República citada. Esta obra puede calificarse de incendiaria (llamada a la Revolución), y aunque tiene muchos valores estéticos, lo que trasciende es su contenido ético.

 J.L. David. Muerte de Sócrates. Óleo sobre lienzo. 1787. Metropolitam Museum. Nueva York.

David regresa a París en olor de multitudes. A la anterior obra de ambiente romano le sigue otra de inspiración griega: la Muerte de Sócrates, donde el padre de la filosofía está a punto de beber la cicuta. La injusticia de su condena por el simple hecho de dedicarse a la enseñanza guarda relación con los mártires políticos de la Revolución Francesa. La Muerte de Sócrates es una pintura de fuerte carga simbólica al ensalzar la aceptación de la muerte por parte del filósofo. Aunque el conjunto denota cierta frialdad, la composición de la escena es extraordinaria, gracias a la acertada colocación de las figuras, los efectos de luz, etc. Otra obra ambientada en tema griego es Andrómaca velando a Héctor, donde Héctor se encuentra tumbado y Andrómaca en primer plano con sus hijos. Se representan tres momentos: muerte, dolor y consuelo. David ha realizado una severa composición geométrica en una gama casi monócroma, lo que le da un aspecto muy frío.

 J.L. David. Muerte de Marat. Óleo sobre lienzo. 1793. Museo Real de Bellas Artes. Bruselas.

En este sentido está su obra Muerte de Marat. En un marco austero, aparece el revolucionario al que le han cortado las venas, exhalando el último suspiro, con la pluma todavía en la mano, mostrando el valor moral de la razón frente a la barbarie y el crimen. Se trata de una pintura de gran sencillez y austeridad, con escaso cromatismo, donde la parte alta de lienzo no tiene figuración y los objetos representados son de gran pobreza. Con ello David exalta la honradez y sacrificio del político amigo que sólo vela por el bienestar del pueblo, pero rechazando el enriquecimiento personal. Además, el cuchillo con el que es asesinado Marat representa la violencia irracional de la asesina frente a la pluma y papel que es la sabiduría del tribuno.
Pero  al  estallar  la Revolución, David  se  entrega  ciegamente  a  la  política. Es nombrado superintendente de Bellas Artes y decidió  suprimir la Academia por sus reminiscencias rococós y someter el arte a una dictadura personal.  Sus discípulos llegaron apedrear obras de Watteau. 

 J.L. David. Juramento de la pelota. Boceto. 1791. Museo Nacional de Chateau. Versalles, París.

David puso sus pinceles al servicio de la Revolución y así realizó su Juramento de la pelota.  El hecho histórico que David conmemora en este boceto previo para un cuadro que nunca se realizó es el juramento de mantenerse unidos que realizaron los representantes del "Tercer Estado" y el clero, celebrado de manera casi espontánea en una reunión multitudinaria celebrada en el Jeu du Pomme. Este juramento tuvo lugar el 20 de junio de 1789. David se enfrentaba ante un problema nuevo, como era el de una composición en la que se debía incluir entre mil y mil cien retratos de los asistentes. Además, era importante por un lado la fidelidad histórica al acontecimiento y por otro la exaltación ideal del mismo. David plantea una caja espacial sin la pared delantera, que se abre para que el espectador pueda contemplar lo que ocurre, casi como el proscenio de un teatro. El enorme espacio preparado para jugar a un juego parecido al frontón actual está desnudo en los altísimos muros. Un hormiguero de gente se agolpa en el suelo. Efectivamente, la mayoría de los personajes son retratos. Podemos localizar, por ejemplo, a Robespierre, en primer plano a la derecha, en pie y con las manos expresivamente sobre el pecho. El personaje que está en alto con una mano extendida y un papel en la otra es Bailly, el presidente de la Asamblea. Trata de conseguir silencio para leer en voz alta la declaración de independencia y lealtad. Hacia él convergen todos los brazos, todos los rostros, todas las miradas, como el símbolo de la república. Ante él, tres miembros del alto clero francés se entrelazan en un abrazo, dando el toque sagrado a un acontecimiento que se desarrolló completamente en el laicismo de la Ilustración. Las galerías superiores son el único foco de atención del resto de la estancia. Por sus ventanales se asoma el pueblo de París, que desea contemplar a sus representantes por primera vez. El viento de la revolución penetra en la sala y hace revolotear con furia las cortinas y volverse los paraguas del revés.

 J.L. David. Retrato de Madame Recamier. Óleo sobre lienzo. 1800. Museo del Louvre. París.

David impone también las modas y los gustos; peinados cortos y sueltos en los hombres, túnicas a la romana en las vestimentas de las mujeres y diseño clásico en el mobiliario, como se resume en el Retrato de Madame Recamier. David eligió para ella una pose que fue imitada hasta la saciedad posteriormente. Los elementos secundarios se los encargó a su discípulo, Ingres, que más tarde los empleará en sus propios retratos. Madame Recamier va vestida y peinada a la moda "imperio", que recupera los ideales griegos: peinado de bucles alrededor del rostro, vestido-túnica de talle muy alto, y descalza, lo que era toda una provocación sensual. A Madame Recamier le disgustaba la pose que había de mantener durante largo tiempo. Tanto es así que sus quejas terminaron por provocar al maestro que indignado abandonó el lienzo sin terminarlo. Muchos críticos modernos consideran sus retratos como sus mejores obras, sobre todo porque no conllevan la carga de los mensajes moralizantes y la técnica, a menudo artificiosa, de sus obras neoclasicistas.

 J.L. David. Coronación de Napoleón. óleo sobre lienzo. 1807. Museo del Louvre. París.

Caído Robespierre, fue encarcelado y, Al hacerse Napoleón  con el poder, David fue liberado y fue nombrado pintor de mara y se entregó a conformar una "estilo imperio" del que es ejemplo La Coronación de Napoleón, o Napoleón cruzando los Alpes, donde se realza el lujo inherente a la Corte del emperador, cuando  ya  los  ideales  revolucionarios se habían disipado y se vuelve a cultivar lo que antes se había criticado, el lujo de la aristocracia y su forma de vida privilegiada; lo único  que cambia es que ahora los aristócratas eran otros. En la Coronación de Napoleón retrata a las personas más características de la época. Papa y obispo de París. Los gestos realistas de los espectadores al acto, contrasta con los fríos gestos de los eclesiásticos. Napoleón cruzando los Alpes es un cuadro de gran dinamismo donde se representa a Napoléon como sereno dominador de la fuerza del caballo en el suelo escribe Carolus Magnun Napoleón, con lo que identifica a Napoleón con Carlomagno, por tanto es una simbolización del nuevo héroe de Francia.
Al caer Napoleón, David fue desterrado a Bruselas hasta 1825 cuando murió. Durante esos últimos años retornó a los temas inspirados en la mitología griega y romana, que pintó recurriendo a una mayor teatralidad.  
 Su vida y su obra son el máximo exponente de esa asociación entre  pintura neoclásica francesa y revolución burguesa, aunque ese compromiso implicara graves contradicciones. Frente a la frivolidad del rococó, del que era enemigo declarado, exhibió la grandeza ética y la austeridad de sus héroes antiguos. La carrera artística de David representa la transición del rococó del siglo XVIII al realismo del siglo XIX. Su neoclasicismo frío y calculado ejerció una gran influencia sobre sus discípulos Antoine-Jean Gros y Jean Auguste Dominique Ingres, y sus temas heroicos y patrióticos prepararon el camino para el romanticismo. 

 J.L. David. Napoleón cruzando los Alpes. Óleo sobre lienzo. 1800. Schloß Charlottenburg. Berlín.
 

JEAN AUGUSTE INGRES (1780-1867) es el otro gran pintor neoclásico y para muchos incluso superior a David. Había estudiado largos años en Italia y guardaba una profunda admiración por Rafael. Ingres representa la última parte del Neoclasicismo. Era contemporáneo de los pintores románticos, pero defendió siempre la tradición davidiana frente al impulso romántico (especialmente frente a Delacroix, a quién recriminaba el dar más importancia al color que al dibujo), desde la dirección de la Academia de Bellas artes. A pesar de la importancia que prestó en su obra al dibujo, se sintió atraído por el sentimentalismo y nostalgia del pasado, el orientalismo y la exhuberancia decorativa. Obras suyas con estas características son La bañista de Valpinçon, donde refleja la poética canoviana de la belleza ideal, El sueño de Ossian, Odaliscas, Baño turco o La fuente. También hace el magnífico retrato de Napoleón en su trono imperial.

 J.A. Ingres. La bañista de Valpinçon. Óleo sobre lienzo. 1808. Museo del Louvre. París.

ANTOINE-JEAN  GROS (1771-1835) fue el mejor discípulo de David, y fue protegido por Napoleón, acompañándole en sus campañas, siendo por tanto un pintor propagandístico. Su clima de emoción heroica y su temática libre le convierten en un pintor prerromántico. Destaca entre sus obras La batalla de Eylau o Napoleón visitando a los apestados de Jaffa, donde contrasta el ambiente exótico oriental lleno de enfermos con la arrogante frialdad del héroe tocando sin temor la llaga de un apestado.

 A.J. Gros. Napoleón visitando a los apestados de Jaffa. Óleo sobre lienzo. 1804. 
Museo del Louvre. París.


Bibliografía:

--  Friedlaender, Walter: "De David a Delacroix". Alianza Editorial. Madrid, 1989.
-- Rodríguez, Delfín: "Del Neoclasicismo al Realismo". Historia 16. Col. Conocer el arte, 8. Madrid, 1996.
-- Novotny, Fritz: "Pintura y escultura en Europa 1780-1880". Cátedra. Madrid, 1978.
--Wikipedia.



Para terminar, un interesante video sobre la pintura de David:



17 comentarios:

  1. La muerte de Marat es una gran obra, a pesar de su carácter propagandístico claramente jacobino, donde se nos presenta a un mártir, no a un líder que firma sentencias de muerte. Un matiz al comentario: Marat fue apuñalado mientras tomaba su baño para aliviar un problema crónico de su piel. La autora fue Charlotte Corday, de la facción girondina, opuesta a la política de los jacobinos.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  2. Academicista, neoclásico, pintor del momento político, lienzos míticos como propaganda, y luego propagandístico napoleónico, siempre supo estar al lado del poder, cayo en desgracia y renació, caía siempre de pie, J.L.David.

    Ingres es otro genio, seguidor de la fascinación por lo árabe, como tantos orientalistas de su época, tocando temas en boga, mitología, Dante...subyacen en sus harenes, en odaliscas, una mórbida sensualidad muy carnal.

    Delacroix adelanta la pintura a lo que está por llegar, es suelta, volubtuosa, enérgica, enloquecida a veces.

    Amigo Paco, otro ramillete de creadores situados más o menos en una misma época y tan distintos, un placer revisar sus obras. !Salve!

    ResponderEliminar
  3. Es tan maravillosa la obra de Jacques Louis David que elegir una obra que represente su arte es más que complejo. Sea como fuere, leer el repaso que has elaborado, por las más significativas, merece la pena.

    Un saludo y ¡buen blog!

    ResponderEliminar
  4. Amigo Don Paco,

    Estupenda y excelente exposición la que nos presenta Vd. de
    Jacques Louis David y Jean Auguste Ingres. Desde luego que sus alumnos lo tienen bien fácil para aprender Arte, y los que no lo somos, ni somos entendidos en Arte, tenemos en su espacio la gran oportunidad de aprender muchas cosas sobre este tema, como es mi caso.

    Yo mismo he utilizado algunas pinturas de David para algunos de mis artículos en el blog, porque David tiene un buen conjunto de pinturas de tema Clásico.

    Le felicito por su trabajo y continúo considerándome su alumno, Querido Maestro.

    Como andaluz que es Vd. y andaluz que soy yo, recuerdo una frase que me dijo alguien hace ya muchos años, cuando yo era un niño casi:

    En Andalucía en general y en La Alpujarra en particular hay mucha abundancia de buenas inteligencias.

    Que quede esto entre nosotros, como una confidencia, no como un síntoma de Narcisismo, ni de Sublimación de nuestro ego patriótico.

    Le envío un gran abrazo,

    Antonio

    ResponderEliminar
  5. Hola!
    Yo destaco en su obra "El juramento de los Horacios", este cuadro realizado en Roma constituye en la historia de la pintura un viraje decisivo por su sobrio realismo y su inspiración viril que lo eleva a rango de modelo
    para la nueva escuela neoclásica.
    En "Las Sabinas" me llama la atención como exalta
    en los cuerpos desnudos la belleza y el juego con
    los drapeados, en la que concede a la línea la primacia en detrimento del color.
    Me quedo con el que le realizó a una celebridad
    mundana..."Madame Récamier"!

    Un beso.-

    ResponderEliminar
  6. El neoclásico me gusta realmente. "El rapto de las Sabinas" es una pintura que tiene para mí algo especial, porque ilustraba la portada de la primera "Eneida" que leí en mi temprana adolescendia.

    Vaya, esto ha agudizado mi estado melancólico.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  7. Me he dado cuenta que en este tipo de pinturas los personajes parecen resaltar sobre el fondo, algo así como un sobrepuesto. Hasta los colores parecen mas brillantes.
    Besos Paco

    ResponderEliminar
  8. Siempre me ha gustado, dentro de lo tétrico del tema, el cuadro de la muerte de Marat, con ese gesto de dolor en su rostro...
    Saludos¡

    ResponderEliminar
  9. Me gustan los cuadros de David, en su momento pudieron ser instrumentos de propaganda, hoy documentos de la historia. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  10. Dos pintores como muy "napoleónicos" al menos en algunos de sus cuadros más conocidos. Me quedo con el David de la Muerte de Marat, una obra magnífica, y con el Ingres orientalista y su exótica sensualidad.

    Un abrazo!!

    ResponderEliminar
  11. Debo decir que no me gusta nada la pintura neoclásica ni las obras de David e Ingres. Son demasiado postizas, demasiado coloristas y además exaltan un régimen de terror como fue el de Napoleón, alias el "pequeño corso"...de esta época a caballo entre el XVIII y el XIX, bajo mi humilde punto de vista, sólo de salva (y como) el gran Goya...lo demás vale poquito.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  12. Qué triste cuando en lugar del populacho llegan a ser los propios artistas los que apedrean obras de Watteau y rechazan la Academia por parecerles que contiene reminiscencias rococó. Al final resulta que hay mucho dictador en potencia, monsieur.
    Pero qué maravillosa esa coronación que tuve durante tanto tiempo en la cabecera de mi blog!

    Feliz comienzo de semana

    Bisous

    ResponderEliminar
  13. Me gusta mucho la pintura de David.
    La coronación de napoleón y cruzando los Alpes han sido mis favoritas.
    Me ha gustado mucho esta entrada Paco.

    Saludos

    ResponderEliminar
  14. Fantastica entrada. Hay que ver lo que se aprende con usted.
    Saludos cordiales.

    ResponderEliminar
  15. Me declaro una admiradora de la pitura de David porque es el eslabón entre el estilo barroco clasicista de Poussin y el decimonónico Ingres, y todo ello teniendo a Jacques inmerso en la revolución francesa y luego siendo el pìntor de Napoleón. Algunos lo denostaron por considerarlo el pintor en el que luego bebió el academicismo, pero refleja tan bien los ideales revolucionarios reflejándolos en la antigüedad clásica...

    Saludos

    ResponderEliminar
  16. He visto algunos de sus cuadros pero no estoy nada familiarizada con su obra. Así que este post me ha servido para empaparme un poco más del personaje como uno de tus pupilos. Gracias.
    Un abrazo y feliz semana

    ResponderEliminar
  17. Uno de mis favoritos. La muerte de Marat... toda una lección.

    ResponderEliminar

Deja tu opinión; me es muy válida. Gracias.