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domingo, 20 de marzo de 2011

ARQUITECTURA BARROCA ESPAÑOLA

Fernando Casas y Novoa. Fachada del Obradoiro. Catedral de Santiago de Compostela. 1738-1750.







Al igual que ocurre en el resto de las artes, el Barroco arquitectónico tendrá en España un carácter fundamentalmente religioso y monárquico. España es en el siglo XVII uno de los grandes defensores de la Contrarreforma católica. Los jesuitas españoles luchan en el Concilio de Trento para defender la indiscutibilidad del dogma y la primacía absoluta de los asuntos espirituales sobre los materiales y, por otra parte, la acción de la Inquisición velará porque así sea. El poder de la iglesia será tremendo y, dada la unidad española y su expansión americana, tendrá mayores consecuencias que en la dividida Italia. Esto explica las más notorias características de nuestro barroco: la primera es que la temática plástica tendrá un definido carácter religioso, la segunda es que el arte, al igual que en Roma, será utilizado como argumento convincente del poder católico. También aquí, y con gran éxito, el arte se dirigirá antes a la sensación que a la razón.
El barroco español es especialmente original; nunca un estilo alcanzó tan hondas y prolongadas resonancias en la plástica popular. El barroco español es una poderosa mezcla de ornamentación y sobriedad: junto a los más dislocados asuntos arquitectónicos encontramos amplios paramentos lisos y rectos. En el siglo XVIII la ornamentación es tan abundante y complicada como el rococó alemán o francés, pero mucho más emotivo y alucinado. La rica policromía de la escultura o el atormentado movimiento de las figuras están sustentados por una imagen patética o desgarradamente dramática. Otra característica es la pobreza de los materiales: ya no llega tanto oro de América, y la crisis, demográfica y económica, es durísima en España. El arte con su brillo y sus dorados oculta una economía débil, es un “querer y no poder”. Pero no se quería renunciar al papel de gran potencia que asumió en el siglo XVI, no lo quería ni el rey ni la iglesia. Por eso se levantan magníficas iglesias y grandes palacios, pero el ladrillo es mucho más frecuente que la piedra y el mármol. Además, es un barroco imaginativo, donde la austeridad del El Escorial se disipa a modo de riquísimos fuegos de artificio en mil innovaciones llenas de fantasía creadora.
En la evolución del barroco español tenemos que decir que en la primera mitad del siglo XVII los modelos herrerianos y la severidad escurialense, la austeridad y la solemnidad será la nota predominante, mientras que en la segunda mitad de siglo y en la primera mitad del XVIII, los elementos decorativos desbordan por completo y lo recubren todo, introduciéndose nuevos elementos ornamentales, tales como hornacinas, baquetones quebrados, molduras fantásticas y columnas salomónicas. Por último, Hay que destacar también la enorme variedad de estilos y formas que representa esta época. Prácticamente cada autor es un estilo distinto, lo que hace difícil una agrupación por escuelas.

Fray Alberto de la Madre de Dios. Fachada del Real Monasterio de la Encarnación. Madrid. 1611-1616.

En Arquitectura el barroco español mantendrá los esquemas fundamentales del edificio. Se mantienen lo estructural, sobre los que se diseñará toda la fantasía ornamental. Las plantas, los espacios, no sufren variaciones con respecto a modelos clásicos, como lo hicieron los italianos; de este modo los espacios internos no se dislocan excesivamente y mantienen una unidad relativamente clásica. La innovación va a ser fundamentalmente ornamental. Las plantas predominantes son las de salón y las de cajón, de estructura regular. El tipo de planta de salón, propio de Castilla, responde al templo cruciforme, con una única y amplia nave, y capillas laterales entre contrafuertes interiores. En Andalucía, en cambio, se impone el tipo de planta de cajón, consistente en un rectángulo perimetral. Ambas soluciones dejan paso a una descollante capilla mayor, visible desde todas las partes del templo. Tónica general de la arquitectura es la pobreza constructiva, visible en la utilización casi exclusiva del ladrillo y en las falsas cúpulas de la meseta castellana, denominadas cúpulas encamonadas. Tenían una estructura o armazón de madera y cubierta de yeso y chapitel empizarrado al exterior. Su éxito venía justificado por el escaso peso que ofrecía y el abaratamiento de los costes, al prescindir de la piedra como material de construcción. No se hará ni una sola cúpula de verdad en el barroco español.
Las ciudades españolas del barroco son esencialmente conventuales, ya que en una época tan religiosa como ésta, abundan las fundaciones monásticas masculinas y los cenobios de clausura femeninos en el interior del casco urbano. Consecuentemente, muchos de los arquitectos del siglo XVII van a ser frailes profesos de las órdenes: los carmelitas cuentan con Fray Alberto de la Madre de Dios, los agustinos con Fray Lorenzo de San Nicolás y los jesuitas con Pedro Sánchez y Francisco Bautista.

Juan Gómez de Mora. Fachada de la Clerecía de Salamanca (Universidad Pontificia). 1617.

A) Primera mitad de siglo. En la primera mitad de siglo se mantiene la herencia de Juan de Herrera y la sobriedad y austeridad escurialense, con iglesias de proporciones cúbicas, de escasa altura y fachadas geométricas.
El fraile carmelita Fray Alberto de la Madre de Dios realiza la Fachada del Convento de la Encarnación de Madrid, cuya fachada sobria y austera (de influencia escurialense), de proporciones cúbicas y escasa altura, van a servir de patrón universal para toda España El arquitecto que representa los primeros años del Barroco transicional es Juan Gómez de Mora, donde observamos elementos de una austeridad provenientes del estilo escurialense. Siempre se le ha atribuido la Fachada del Convento de la Encarnación en Madrid, aunque hoy parece que su autor es Fray Alberto de la Madre de Dios. Realiza la Clerecía de Salamanca, gran colegio de la Compañía de Jesús, que es el prototipo de barroco equilibrado. Sus principales obras son la Plaza Mayor y el Ayuntamiento y la Cárcel de Corte de Madrid, ambos de reminiscencias claramente herrerianas.

Juan Gómez de Mora. Plaza Mayor de Madrid. 1619.

Los jesuitas Pedro Sánchez y Francisco Bautista son los autores de la Iglesia de San Isidro de Madrid (antiguo colegio jesuita), de planta inspirada en la Iglesia de Il Gesú de Vignola, con una nave y capillas, alternando anchas y estrechas, gran crucero con cúpula (encamonada) y fachada de orden colosal. Otras obras interesantes en Madrid son el Palacio del Buen Retiro de Alonso de Carbonell, muy simple, de ladrillo, con torres y chapiteles de pizarra y aire escurialense (hoy sólo queda de él el Salón de Reinos, sala central del Museo del Ejército), y el proyecto de Panteón Real de El Escorial, encargado al italiano Juan Bautista Crescenci.
En Levante se introducen pronto las fachadas retablo, con cuerpos superpuestos y decoración muy rica. El Aragón se mantiene la tradición mudéjar del ladrillo, y de las bóvedas de yeso decoradas con lacerías. En Andalucía, son frecuentes las iglesias de planta rectangular, muy sencillas, re cubiertas de decoraciones de yeso. En ocasiones se incorporan a la fachada azulejos, como en el Hospital de la Caridad de Sevilla, de Pedro Sánchez Falconete. Una última interesante obra de este momento es la Sacristía del Monasterio de Guadalupe (Cáceres), que a pesar de lo profuso de su decoración, que recuerda a los grutescos renacentistas, todo ello se encuentra enmarcado en severas líneas arquitectónicas.

Leonardo de Figueroa. Fachada de la Iglesia de la Caridad (Según planos de Pedro Sánchez Falconete). Sevilla. 1644.

B) La plenitud barroca del paso al siglo XVIII. En torno a 1700, coincidiendo con el cambio de dinastía y los intentos de salida de la crisis económica del siglo XVII, se produce un proceso de activación de las empresas constructivas y la culminación del barroquismo español en todas las regiones, con formas absolutamente opuestas a las que se sostenían en el círculo cortesano más directo, volcadas hacia París e Italia. La sencillez constructiva anterior dejará paso durante el último tercio del siglo XVII y primera mitad del XVIII a una deslumbrante decoración interior, hasta el punto de convertirlas en espejeantes cuevas doradas. Las iglesias aparecen brillantes y teatralmente revestidas de espumosas yeserías, coloristas cuadros de altar y refulgentes retablos dorados, que impactaban mental y sensorialmente a los fieles. Esta corriente ornamentista recibirá el nombre de castiza frente a los palacios cortesanos borbónicos, de influencia francesa e italiana. Todos los autores de ahora harán aparatosas portadas, que se conciben como retablos en piedra muy decorados, auténticas máscaras decorativas que ocultaba al gran público la postración política y económica en que se hallaba el país.

José Benito Churriguera. Fachada del Palacio de Nuevo Baztán (Madrid). 1709-1713.

En Castilla, las figuras más significativas en estos momentos son los Hermanos Churriguera, establecidos en Madrid, pero con mucho trabajo en Salamanca. Su importancia fue tanta, que el término churrigueresco vino a sustituir entre nosotros al barroco. El más genial es José Benito Churriguera, cuyo genio creador rompe todos los moldes establecidos y alcanza la auténtica libertad expresiva, con descoyuntamientos de elementos tradicionales. Entre sus obras de tan exaltado barroquismo decorativo destacan el Retablo Mayor del Colegio de San Esteban de Salamanca, obra muy compleja, movida en varios planos, y con un amplio uso de estípites y columnas salomónicas. También es autor del Palacio e Iglesia de Nuevo Baztán en Madrid, con iglesia, palacio, plaza de fiestas y viviendas para los obreros de la fábrica de vidrios, concebido con una sobria monumentalidad y claro sentido funcional.
Alberto de Churriguera es el autor de la Plaza Mayor de Salamanca, de exquisitas proporciones y acusada horizontalidad, pero tal vez la más acabada y bella plaza mayor de España.

Alberto Churriguera. Plaza Mayor de Salamanca. 1724.

El concepto de Plaza Mayor hay que ligarlo al de la nueva planificación urbanística de la ciudad barroca en tiempos de los Austrias, al pensamiento racional del siglo XVII y al concepto de monarquía absoluta de los Austrias y del despotismo ilustrado de los Borbones. Complemento de la arquitectura van a ser las transformaciones urbanísticas que experimentan las ciudades españolas. El ennoblecimiento urbano alcanza su plenitud con la apertura, en el corazón del caserío, de la emblemática Plaza Mayor, un espacio público de estructura rectangular, con soportales para resguardas de las inclemencias a comerciantes y público en general. Suele tener edificios de tres plantas, con alzado uniforme y balcones de hierro, que se convierten en palcos para los espectáculos civiles y religiosos que se celebran en ellas. La primera fue la Plaza Mayor de Madrid, obra de Juan Gómez de Mora. Luego se hace la de Salamanca por Alberto Churriguera, y otras muchas en todo el territorio nacional y en los virreinatos americanos.
Otros arquitectos importantes de esta escuela castellana son Pedro Ribera y Narciso Tomé. Pedro Ribera es un arquitecto de insólita imaginación creadora y excelente ingeniero constructor, que utiliza elementos ornamentales del vocabulario churrigueresco. Elementos característicos suyos son el estípite y los gruesos baquetones, o molduras cilíndricas que se quiebran o encorvan ciñendo puertas y ventanas. Son dignos de destacar sus numerosas portadas madrileñas, como la Portada del Antiguo Hospicio de Madrid o la Fachada del Cuartel del Conde Duque. Asimismo es autor del Puente de Toledo de Madrid.

Pedro de Ribera. Fachada del Antiguo Hospicio de San Fernando. Madrid. 1721-1726.

Narciso Tomé es un arquitecto violentamente barroco y excesivamente decorativo. Su obra cumbre es el Transparente de la Catedral de Toledo, en la girola. Intenta hacer realidad el ideal de artes integradas propio del Barroco, reuniendo arquitectura, escultura y pintura, en un efecto escenográfico en el que la luz juega un muy importante papel, al Perforar la plementería de la catedral, con una ornamentación que llega al paroxismo en la riqueza de sus materiales (mármoles y bronces).
En Levante, el siglo XVIII se abre con la Fachada de la Catedral de Valencia, obra del alemán Konrad Rudolf, de planta cóncava ceñida a un espacio muy reducido y resuelta con gran eficacia, que rompe con toda la tradición hispánica de lo plano. Destacar también el arquitecto Rovira, autor de la Fachada del Palacio del Marqués de Dos Aguas en Valencia. El Valenciano Jaime Bort es el autor de la Fachada de la Catedral de Murcia, en la que introduce, junto a su concepción cóncava y a una ordenación que parece animar ya ritmos neoclásicos, elementos decorativos del rococó, extraordinariamente refinados.

Jaime Bort. Fachada de la Catedral de Murcia. 1738-1753.

En Andalucía, la tradición morisco-mudéjar que no pudo aflorar en el Renacimiento, lo hace ahora en un momento de libertad expresiva (a nivel plástico, no iconográfico). Junto con reminiscencias platerescas, lo morisco y lo barroco se sintetizan formando un estilo peculiar, dándose en Sevilla el barroco más singular de todos. Tiene sus mejores artífices en la dinastía de los Figueroa. Leonardo de Figueroa hace obras tan bellas como la Iglesia de El Salvador de Sevilla y el Palacio de San Telmo en Sevilla. Su hermano, Antonio Miguel de Figueroa, hace la Iglesia de San Luís de Sevilla, de planta ovalada, al estilo de las de Borromini, con gran cúpula sobre el cimborrio. El juego de espacios y volúmenes es magistral, destacando las columnas salomónicas al interior, y el hábil uso del ladrillo, la cerámica y el enlucido de color en toda su obra.

Leonardo de Figueroa. Interior de la Iglesia de San Luis de los Franceses. Sevilla. 1699-1730.

En Granada, la figura de Alonso Cano (también excelente escultor y pintor) crea en la Fachada de la Catedral de Granada un efecto sorprendente de profundidad, al rehundir tres grandes arcos, y de riqueza, al decorar con placas y motivos vegetales las grandiosa estructura. El cordobés Francisco Hurtado Izquierdo es el autor de la Sacristía de la Cartuja de Granada, obra de riquísima fantasía colorista e influencia árabe, sorprendente por el yeso blanco, donde la luz complementa el espacio arquitectónico y envuelve al fiel en una atmósfera mágica. También debe citarse a Vicente Acero, autor de la Catedral de Cádiz, inspirada en la catedral renacentista de Granada, de Diego de Siloé, así como a Eufrasio López de Rojas, autor de la Fachada de la Catedral de Jaén.

Diego Hurtado Izquierdo. Sacristía de la Cartuja de Granada. 1730-1750.

Vicente Acero. Fachada de la Catedral de Cádiz. 1721-1729.

En Galicia y, sobre todo en Santiago de Compostela, nos encontramos con una escuela original. La dureza del material, granito, obliga a los arquitectos a limitar la ornamentación y sustituirla por decoración arquitectónica en forma de figuras geométricas. El principal autor de esta escuela es Fernando Casas Novoa y su obra más importante es la Fachada del Obradoiro de la Catedral de Santiago, fachada telón que encubre el pasado románico de la catedral de Santiago y dota a la plaza de un cerramiento espectacular para los peregrinos. Entre dos torres, el maestro levanta un gigantesco arco de triunfo que remata en una serie de elementos curvados, consiguiendo la sensación ascendente de las catedrales góticas, sin renunciar a la profundidad, al diseñar una escalera saliente en la parte baja.

C) La arquitectura palaciega borbónica. Por último hay que destacar la arquitectura palaciega que se introduce en España con la llegada de los borbones, ya en el siglo XVIII, y el gusto por lo cortesano que venía de Francia. Llega con la nueva dinastía arquitectos franceses e italianos que introducirán tardíamente las plantas elípticas de Borromini, así como las fachadas curvas. Pero su labor más importante s e centra en los palacios. Así surgen obras como el Palacio Real de Madrid, obra de Felipe Juvara y Sachetti, de tremendos órdenes gigantes, así como clara división en dos cuerpos horizontales, que dan al edificio una inusitada solemnidad. Destacan también la ampliación del Palacio de Aranjuez, obra de Bonavia y Sabatini, y la Fachada del Palacio de la Granja, también obra de Juvara, muy clásica, donde se traza el concepto de jardín versallesco, siguiendo las premisas de Le Nôtre.

Felipe Juvara, Juan Bautista Sachetti y Francesco Sabatini. Palacio Real de Madrid. 1735-1760.


Terminamos con un video sobre el Barroco español:


16 comentarios:

  1. Hoy estreno los comentarios. Creo que es la primera vez que lo hago y me alegro que haya sido para hablar del Barroco, creo que el más extendido de todos por nuestra piel de toro, por coincidir con nuestro Siglo de Oro, bien lo dices, y en parte por la cercanía en el tiempo respecto a los anteriores, más antiguos y muchas de sus obras ya destruidas por la piqueta, aunque de esta despiadada herramienta tampoco el barroco ha escapado, puesto que pese a todo también ha tenido muchos detractores que lo han considerado un arte excesivo y decadente. Algo impensable viendo la plaza Mayor de Salamanca o el Obradoiro de Santiago de Compostela. Un abrazo, amigo Paco, y gracias, como siempre, por tan instructivos artículos.

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  2. Hola Paco, lástima que no disponga de más tiempo para leerte, es muy bueno tu blog, para mi instructivo, ya de muchas cosas no me acuerdo.
    Gracias.
    Con ternura
    Sor.Cecilia

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  3. Ayer estuve en Valencia, y visite el barroco que allí se encuentra. Prueba a visitar esta página:

    http://www.laluzdelasimagenes.com/Valencia2009/
    No es lo mismo, pero ayuda.
    Un saludo

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  4. Un barroco, el ibérico, con una enorme variedad. Desde la sobriedad del Monasterio de la Encarnación a la profusión decorativa, con esas líneas ondulantes y fachadas quebradas del Hospicio o de la Catedral de Murcia.
    Muy didáctica la entrada, amigo Paco.
    Un saludo.

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  5. Me ha encantado la entrada y me encanta el barroco español, para mí uno de los más bellos y espectaculares.Es obvio que detrás de esa espctacularidad revestida de pan de oro y vistosos coloridos se esconden también esa decandencia española del XVII con sus edicifios de ladrillo y sus portadas de piedra. Me quedo con la Plaza Mayor que, no obstante lo que citas, fue reconstruida casi por completa en tiempos de Carlos II tras el incendio de 1670; con el Colegio Imperial y la Catedral de San Isidro, con los hermanos Churriguera y el Hospicio de Madrid...

    Yo ya no metería al Palacio Real de Filippo Juvarra y Sacchetti como arte Barroco, sino como el clasicismo que impusieron los Borbones en la arquitectura oficial.

    Para finalizar, sería algo destacable la espectacularidad barroca andaluza e hispanoamericana y por ello te pregunto si tratarás también las mismas en detalle :)

    Un abrazo.

    PD: en la fachada de la Clerecia de Salamanca has puesto 1817 en vez de 1617 ;)

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  6. ¡Hola Paco!
    Es de una gran riqueza y belleza toda esta obra barroca que se va desgranando a través de la lectura y observación pictórica y fotográfica de tu post.
    Llama la atención que teniendo que recurrir a materiales más sencillos por las circunstancias de su sociedad, pudieran realizar una obra tan deslumbrante, tan perfecta. Me encanta la catedral de Murcia,
    la Sacristía de la Cartuja de Granada, la plaza Mayor de Salamanca entre otras.
    Y también es de mi interés ese cambio en la escultura, de una expresión de arte tan dramático en las figuras a una más ténue, más dulce, que también penetra en el espíritu de la persona al contemplarla, sin tener que recurrir a un dramatismo tan fuerte. Gracias por esta información y un abrazo.

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  7. Tengo la suerte de conocer todos los ejemplos de arquitectura barroca aquí expuestos, pero también la gran suerte de que me hayas encontrado, de descubrir tu magnífico blog y acudir a él como alumno interesado y atento a cuanto aquí se dice y expone. ¡Felicidades!

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  8. Me ha llamado la atención la Iglesia de la Caridad. Un estilo muy limpio y atractivo. Quizá es la menos barroca de todas.
    Besos Paco.

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  9. Impagable este recorrido que se incia en la sobriedad del estilo escurialense y desemboca en el más esplendooso barroquismo. Ni que decir tiene que del Barroco dieciochesco el ejemplo más sobresaliente es la Plaza Mayor de Salamanca, abarrotado centro de paso de una ciudad palpitante, cuya piedra dorada se enrojece y echa chispas en el atardecer. OPor cierto, la iglesia de San Luis de los Franceses y el santuario de Loyola son dos templos dignos de ver por sus efectos escenográficos y por su recargada ornamentación. Para quedarse contemplándolos horas y horas, sin exagerar.

    Saludos

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  10. Cada vez que veo la fachada de la Catedral de Santiago de Compostela, se me erizan los vellos. Es una sensación de siempre.

    Un recorrido interesante por este estilo arquitectónico.

    Saludos Paco

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  11. Me pasa como a Manuel, es tan especial esa catedral de Santiago.

    Un saludo.

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  12. He disfrutado con sumo interés esta entrada, explicas el proceso con claridad y vamos entendiendo la evolución del arte de una forma amena.
    Bueno....como siempre.
    un fuerte abrazo

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  13. Hola, Paco: las Fallas estupendas, el tiempo acompañó y , gente, más que nunca. El Ave y el fin de semana se han aliado para que no cupiera un alfiler por las calles de Valencia.
    Tengo que encontrar un ratito para repasarme este tema de la arquitectura barroca.Un abrazo.

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  14. Durante muchos años pasé cada día ante la fachada del Hospicio de San Fernando (ahora es el museo municipal de Madrid)... y al menos una vez a la semana ante el cuartel del Conde Duque.
    En general, mis gustos son más "herrerianos"... pero es difícil sustraerse a la complejidad de muchas de las obras que nos acercas.
    Y más, empezando con la fascinante fachada del Obradoiro.
    Abrazos, Paco

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  15. Hola paco cuanto he disfrutado de tu post de hoy. Normal, cuando conoces los sitios te sientes un poco privilegiado. Pones más amor en la lectura y esta adquiere otra dimensión.
    Es difícil quedearse con alguno en concreto. Mejor no me pronuncio
    Un abrazo

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  16. Amigo Paco, tantísimos ejemplos de arquitectura barroca en España, todos imponentes. Para no variar, excelente artículo. ¿Viste la Capilla de Virgen de la Cinta en la Catedral de Tortosa? Rococó diría.

    Te agradezco tu amable comentario en mi blog sobre las buenas nuevas que tú acabas por convertir en gran alegría. !Ave! Saludos.

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