Lorenzo Ghiberti. Segundas puertas del Baptisterio de Florencia. Bronce. 1424.
En 1401 se organiza un concurso para las puertas norte
del baptisterio de Florencia, que estaba dedicado a San Giovani. El
gremio que se encargaba de la manutención del baptisterio era el de
L'arte di Camala, es decir, el de los comerciantes de tejidos. De las tres entradas que tiene el baptisterio, las primeras puertas, las del sur, fueron realizadas por Andrea Pisano, entre los años 1330 y 1336.
Es la primera vez que se realiza en Florencia un concurso de
estas características, para el que se presentan siete escultores, todos ellos toscanos:
Fillipo Brunelleschi (más tarde, el arquitecto de la cúpula del Duomo de Florencia), Lorenzo Ghiberti, Jacopo della Quercia, Simone da Colle, Francesco
Valdambrino, Nicoló d'Arezzo y Nicoló di Pietro Lamberti. El tema que
se les propone es el del Sacrificio de Isaac, un motivo del Antiguo
Testamento y a cada escultor se les da el bronce necesario para hacerlo y un año de
plazo, teniendo que componer el plafón en la misma forma y medida que lo de las puertas de Andrea Pisano.
Filippo Brunelleschi. Sacrificio de Isaac. Bronce. 1401. Museo Nacional del Bargello. Florencia.
En 1402 se hace público el fallo del jurado: quedan dos
finalistas, Brunelleschi y Ghiberti. A pesar de que es más conservador,
el proyecto de Ghiberti (que entonces tenía poco más de veinte años) sale ganador. Brunelleschi tiene mucha más
experiencia como orfebre, pero su "Sacrificio de Isaac" es excesivamente
dramático. Además, la confección resulta mucho más complicada ya que se trata de diferentes piezas de bronce enganchadas.
La obra de Ghiberti está hecha de una sola pieza a excepción de
Isaac, el brazo de Abraham y la roca. Este plafón es menos innovador, la
figura de Isaac es más clásica, la de Abraham es muy gótica. La composición está marcada por dos diagonales, una marcada por
el ángel, Abraham y los criados, la otra está marcada por la roca. No
hay un centro claro en la composición y la vista del espectador recorre
los dos grupos.
Ghiberti gana el concurso porque su obra entusiasmaba al público con su
impecable factura y su melodioso ritmo gótico Este apego a la tradición del
siglo XIV, al virtuosismo técnico y a la delicadeza en los detalles le hace vencer, ya que era más del gusto de la época.
En el Museo Nacional de Florencia se conservan los modelos en bronce presentados en este concurso por los florentinos Brunelleschi y Ghiberti; se conoce que en tiempo de Vasari ya se los admiraba, comentándolos y comparándolos en todos sus detalles. Es de suponer que los que propusieron el tema señalaran también el número y posición de las figuras, porque en ambos modelos hay el mismo número de personajes; a los escultores no quedaba más que disponerlos según aquella novedad y belleza de estilo que constituye la invención artística.
En los dos relieves, Isaac está sobre una ara y Abraham en el momento de agarrarle por el cuello; en los dos, el ángel portador del cordero aparece en la parte superior, y en la inferior los dos criados, con el asno que ha traído la leña para el sacrificio. En el relieve de Brunelleschi podemos apreciar su portentosa habilidad como escultor, después medio olvidada por su afición dominante, la arquitectura, y sobre todo por los trabajos de la cúpula; se advierten también curiosos detalles de gran naturalidad, como el del cordero que se rasca el cuello, y la singular imitación de la antigua estatua del niño espinario (que se saca una espina del pie), reproducida en uno de los tipos de los sirvientes.
Este relieve de Brunelleschi demuestra que Florencia estaba
muy bien preparada para dar vida a su escuela de escultura
cuatrocentista, cuando un hombre como Brunelleschi, que después casi
abandonaría este arte, llegaba a componer y ejecutar un relieve
parecido, dentro de la forma ingrata del cuadro lobulado. Sin embargo,
el relieve de Lorenzo Ghiberti le supera. El escultor, cuando labró su
maravillosa composición, muestra la disciplina de sus años de estudio
en el taller de su padrastro, que era un gran platero.
La pulcritud de la fundición parece ser lo que determinó a los treinta y cuatro jueces a decidirse a favor de Ghiberti; él mismo, en su escrito titulado Comentarios de la Pintura, habla con orgullo, ya en la vejez, de su triunfo en aquel concurso, asegurando que los otros competidores se retiraron al reconocer su superioridad. Es posible, no obstante, que por un momento se pensara en adjudicar la obra a los dos florentinos y que Brunelleschi, según dice un biógrafo, sólo cediera para no tener que trabajar en colaboración. Sea lo que fuere, esta vez el resultado obtenido del concurso fue favorabilísimo para el arte: Brunelleschi se confirmó todavía más en su vocación de arquitecto, y Ghiberti pudo realizar libremente en las puertas maravillosas un ideal nunca soñado para la escultura.
En el Museo Nacional de Florencia se conservan los modelos en bronce presentados en este concurso por los florentinos Brunelleschi y Ghiberti; se conoce que en tiempo de Vasari ya se los admiraba, comentándolos y comparándolos en todos sus detalles. Es de suponer que los que propusieron el tema señalaran también el número y posición de las figuras, porque en ambos modelos hay el mismo número de personajes; a los escultores no quedaba más que disponerlos según aquella novedad y belleza de estilo que constituye la invención artística.
En los dos relieves, Isaac está sobre una ara y Abraham en el momento de agarrarle por el cuello; en los dos, el ángel portador del cordero aparece en la parte superior, y en la inferior los dos criados, con el asno que ha traído la leña para el sacrificio. En el relieve de Brunelleschi podemos apreciar su portentosa habilidad como escultor, después medio olvidada por su afición dominante, la arquitectura, y sobre todo por los trabajos de la cúpula; se advierten también curiosos detalles de gran naturalidad, como el del cordero que se rasca el cuello, y la singular imitación de la antigua estatua del niño espinario (que se saca una espina del pie), reproducida en uno de los tipos de los sirvientes.
Lorenzo Ghiberti. Sacrificio de Isaac. Bronce. 1401. Museo Nacional del Bargello. Florencia.
La pulcritud de la fundición parece ser lo que determinó a los treinta y cuatro jueces a decidirse a favor de Ghiberti; él mismo, en su escrito titulado Comentarios de la Pintura, habla con orgullo, ya en la vejez, de su triunfo en aquel concurso, asegurando que los otros competidores se retiraron al reconocer su superioridad. Es posible, no obstante, que por un momento se pensara en adjudicar la obra a los dos florentinos y que Brunelleschi, según dice un biógrafo, sólo cediera para no tener que trabajar en colaboración. Sea lo que fuere, esta vez el resultado obtenido del concurso fue favorabilísimo para el arte: Brunelleschi se confirmó todavía más en su vocación de arquitecto, y Ghiberti pudo realizar libremente en las puertas maravillosas un ideal nunca soñado para la escultura.
Una vez analizado el concurso de 1401, pasamos a ver la obra del gran escultor florentino:
No tiene una vida ajetreada nuestro escultor y hay pocos datos reseñables. Nació en Florencia en 1378 y era hijo de un orfebre, trabajo que el mismo empezó a desarrollar. Siguió la tradición de los clásicos y estudió a Vitrubio, siendo un propagador activo de las ideas humanistas (amigo de muchos de ellos), así como uno de los primeros coleccionistas de arte antiguo. Formó un gran taller de escultura en Florencia, el principal de la ciudad durante más de medio siglo; en él se formaron grandes artistas del Renacimiento, como Donatello, Michelozzo, Paolo Ucello, Masolino o Filarete. Aunque dedicado principalmente a la escultura, también ejerció de arquitecto y de pintor, y en sus últimos años escribió el libro I Comentarî, sobre diversos aspectos del arte. Murió en Florencia en 1455.
No tiene una vida ajetreada nuestro escultor y hay pocos datos reseñables. Nació en Florencia en 1378 y era hijo de un orfebre, trabajo que el mismo empezó a desarrollar. Siguió la tradición de los clásicos y estudió a Vitrubio, siendo un propagador activo de las ideas humanistas (amigo de muchos de ellos), así como uno de los primeros coleccionistas de arte antiguo. Formó un gran taller de escultura en Florencia, el principal de la ciudad durante más de medio siglo; en él se formaron grandes artistas del Renacimiento, como Donatello, Michelozzo, Paolo Ucello, Masolino o Filarete. Aunque dedicado principalmente a la escultura, también ejerció de arquitecto y de pintor, y en sus últimos años escribió el libro I Comentarî, sobre diversos aspectos del arte. Murió en Florencia en 1455.
Autorretrato de Ghiberti en las terceras puertas del Baptisterio de Florencia (Puertas del Paraíso).
Hizo Ghiberti los recuadros de estas Segundas Puertas del Baptisterio de Florencia, que corresponden a la fachada septentrional. La composición y el trabajo de fundición en bronce le llevó más de veinte años de trabajo. Las dos hojas de estas segundas puertas constaban de veintiocho cuadrados (catorce cada hoja) con tréboles u orlas cuatrilobuladas en el interior de los cuadrados, casi góticas, como eran las de las primeras de Andrea, pero en sus escenas se confirmó en aquella gracia y bello naturalismo que caracterizan su relieve del concurso. En el interior de los tréboles se disponían escenas del Nuevo Testamento. En los fondos se marcan graciosamente los paisajes con árboles; las figuras se agrupan y mueven en gestos finos, sorprendidos de la realidad. Cada cuadrado encerraba a muy pocos personajes, pero de una gran claridad y perfección anatómica, además de originalidad.
Estas puertas con escenas bíblicas fueron la escuela en que Ghiberti se familiarizó con el arte y la técnica de la fundición; cuenta Vasari que, al fundir el gran marco para las puertas, el molde se estropeó y tuvo que hacerlo otra vez. Un siglo más tarde, las puertas despertaban aún tanta curiosidad, que se recordaba el lugar de su fundición y se enseñaban restos del horno de Ghiberti detrás del hospital de los tejedores.
Lorenzo Ghiberti. Anunciación y Transfiguración de Cristo. Bronce. Segundas Puertas del Baptisterio de la Catedral de Florencia. 1424.
Ghiberti acumuló varias historias en un mismo relieve, ejecutando el programa de Bruni en diez compartimientos suficientemente grandes (prescinde deliberadamente de las casillas lobuladas) para poder desarrollar los fondos en perspectiva, los paisajes y pintorescas representaciones con muchas figuras que sólo se anunciaban en sus puertas anteriores. Se trata de una obra mucho más moderna y de los nuevos tiempos, ya que cambia el diseño, el tratamiento del relieve y las fuentes de inspiración El propio escultor afirma en sus Comentarios:
"En algunos de estos diez relieves he introducido más de cien
figuras, en otros menos, trabajando siempre con conciencia y amor.
Observando las leyes de la óptica, he llegado a darles tal apariencia
de la realidad, que a veces, vistas de lejos las figuras, parecen de
bulto entero. En diferentes planos, las figuras más cercanas son
mayores; las de más lejos disminuyen de tamaño a los ojos, como pasa en
la naturaleza”
Este párrafo de los Comentarios indica cuan conscientemente el escultor florentino realizaba la invención del relieve pictórico, que no se había sabido ejecutar desde la antigüedad clásica. En los pulpitos de los písanos, las figuras, todas del mismo tamaño y del mismo alto relieve, indican sólo por el gesto y el sitio que ocupan el papel que representan en la escena, compuesta sin confusión. Los personajes de primer término tienen mucho volumen, mientras apenas están tratados los del fondo, abriendo el camino de la perspectiva lineal en la escultura. La obra tiene mucho sentido de movimiento y ritmo, enmarcado todo en arquitecturas clásicas.
Lorenzo Ghiberti. Terceras puertas del Baptisterio de la Catedral de Florencia. Bronce. 1452.
Sin embargo, cuando en su imaginación veía aparecérsele una composición grandiosa que exigía la totalidad de un relieve, Ghiberti se lo concedía sin vacilar, como en la teatral escena de Salomón y la reina de Saba o en la del Hijo Pródigo, donde las figuras forman animados grupos con una perspectiva común de pórticos en el fondo.
Quizás lo más sorprendente de estas diez composiciones sean los fondos con palpitantes definiciones de espacio y de ambiente. Todavía cuando Ghiberti utiliza el "punto de fuga" de la teoría perspectiva inventada por Brunelleschi, no todo se resuelve con una fría geometrización del espacio, sino que emplea con una increíble sutileza los efectos de atmósfera producidos por las formas difuminadas. Con ello, logra resultados que recuerdan los relieves helenísticos alejandrinos con escenas de paisaje. Basta contemplar, además de las ya citadas, escenas como la de la historia de Josué, en la que el cortejo de primer término vuelve a verse -en un momento posterior- en la lejanía, precedido por las trompetas que suenan ante los muros de Jericó, o la de la historia de David.
En esta última, en pocos centímetros de superficie, la escultura sugiere una enorme distancia al pasar del alto relieve de primer término, con la degollación de Goliat, al fondo de las altas torres de la ciudad, perdida entre la bruma y la lejanía. Entre el primer término y el fondo, los relieves sucesivamente más bajos de personajes, árboles y montañas, indican con todo detalle el espacio intermedio. Al estudiar de cerca los grupos de personajes de estas puertas, comprendemos el genio de Ghiberti que, con estas pequeñas figuras tan bien situadas en la atmósfera impalpable que parecen respirar, inaugura una nueva comprensión poética del hombre y de la vida: la del Renacimiento.
Lorenzo Ghiberti. Escenas de Adán y Eva, David y Goliat y Salomón y la Reina de Saba de las Terceras puertas del Baptisterio de Florencia. Bronce. 1452.
Algunas de sus hojillas parecen vaciadas del natural, tanta es su riqueza de detalles; pero los relieves fueron tan hábilmente fundidos y están con tanta belleza combinados con cintas y pequeños lagartos, pájaros y vivarachas ardillas, que superan acaso en gracia y espíritu al que poseen los propios seres naturales. El propio Ghiberti, en sus Comentarios que empezó a escribir en 1447 y que su muerte interrumpió en el tercer capítulo, dice que se esforzó en imitar a la Naturaleza hasta el extremo.
Lorenzo Ghiberti. Arca de San Zanobi. Bronce. Catedral de Florencia. 1446.
Si admirable resulta Ghiberti en los relieves de las puertas, no estuvo tan afortunado en varias figuras de santos que se le encargaron. Ghiberti es realmente el maestro de una sola obra, como por lo demás ocurre con tantos otros artistas, cuya abundante producción no es más que la repetición fría de inspiraciones ya apagadas. Sin embargo, aun en la vejez su reputación en Florencia era grandísima y la justifican hasta cierto punto algunas obras suyas de este último período, como la Urna de bronce para las reliquias de San Zanobi que realizó en 1446.
Es por esta reputación por lo que es muy posible que se le quisiera asociar a Brunelleschi para dirigir la obra de la cúpula, como si el famoso escultor tuviese que ser una garantía de moderación para las genialidades del gran arquitecto. Vasari cuenta multitud de anécdotas sobre el desacuerdo entre ambos maestros. Brunelleschi, según dice, se sentía humillado por esta colaboración que le había sido impuesta, pero acabó por vencer y quedó como único director. Hoy se cree que en el relato de Vasari hay mucha fantasía.
Lo cierto es que en una de las últimas cartas de León Bautista Alberti a Brunelleschi le encarga que salude a Ghiberti como muy amigo suyo, y al mismo tiempo le envía un recuerdo para los grandes escultores y pintores más íntimos de Brunelleschi: Donatello, Luca della Robbia y el pintor Masaccio, de quienes sabemos con certeza que eran todos amigos íntimos del director de la cúpula del Duomo. Porque de todo este grupo de artistas florentinos, el centro, la inteligencia superior, reconocida por todos, parece haber sido Brunelleschi; él fue, como hemos dicho, el Fidias arquitecto del cuatrocentismo florentino. A Brunelleschi se debe, en gran parte, la formación del mejor escultor de la época, llamado Donato, o más familiarmente Donatello, con quien hizo por lo menos un viaje a Roma, hacia 1404, para estudiar ambos la antigüedad clásica.
Lorenzo Ghiberti. San Juan Bautista. Bronce. 1416. Iglesia de Orsanmichele. Florencia.
Terminamos con dos videos, uno sobre la obra de Ghiberti y otro sobre las Puertas del Paraíso:
De excepcional factura y belleza.
ResponderEliminarSaludos, Paco.
Encantada com o teu trabalho de trazer as grandes artes e artista com suas histórias, para nós seus leitores/seguidores.
ResponderEliminarPoucos blogs trazem textos magníficos como o teu e de uma utilidade excepcional!
PARABÉNS!
Deixo o meu abraço e o meu desejo de ótimo domingo.
Uma grande admiradora
Ivany
Una de mis grandes debilidades: Las puertas. Estas del Baptisterio tuve la oportunidad de verlas personalmente y quedé maravillada
ResponderEliminarPrecioso post.
Un abrazo
Uma maravilha essa entrada, Paco! Cada detalhe explicado e fotografado. Que beleza de arte e quanta maestria de sua parte!
ResponderEliminarBom domingo.
Beijos e flores.
Una preciosidad que tuve el gusto de conocer personalmente cuando visité Florencia, una ciudad tan emblemática y señorial.
ResponderEliminarUn saludo.
Y, para broche estos dos vídeos, para poder observar con más detalle estas figuras.Tenía razón Miguel ángel: que son tan bellas que estarian mejor en la puerta del Paraiso aunque se refiere en concreto a un paño pero aún y así..Ghiberti: trabajó con una perfección y claridad anatómica, además de su originalidad...pero; dedicar 25 años a concluir una obra se tiene que amar mucho este oficio.
ResponderEliminar-Me encanta tambien Brunelleschi:pero se hizo justicia con la elección.
Un abrazo feliz domingo Paco.
Impresionante Paco.Detalles descriptivos esclarecededores.
ResponderEliminarLas he visto en vivo y en directo cuando estuvimos en Florencia.
Saludos
Un trabajo difícil el de hoy, pues mira que con las puertas del Baptisterio que hay tanto que ver en ellas, que preciosidad!, un abrazo y que bonita es Florencia
ResponderEliminarVaya nivel de concurso, monsieur. Qué dos artistas compitiendo por un premio. Yo creo que al final resultó bien merecido.
ResponderEliminarBueno, a ver si puedo dejarle el comentario, porque los problemas que le comenté que estaba teniendo con su página, van a peor. Me ha costado un buen rato lograr ir deslizándome por la página, porque se me traba de continuo. No veo lo que le estoy escribiendo.Pienso si será que falla mi tarjeta gráfica, pero lo curioso es que no me ocurra con otras páginas.
Feliz tarde, monsieur
Bisous
Asombra, además de la bella factura, la mezcla impecable de la tradición gótica y la clásica cuya estela nunca pierden los artistas italianos. Los florentinos tuvieron buen ojo al encargar las primeras puertas del Baptisterio de su ciudad a un escultor de escasa trayectoria artística hasta entonces, un riesgo que se vió recompensado con el éxito. Y la fascinación por las obrad del Ghiberti nunca acaba, pues Rodin utilizó las obras como inspiración en sus Puertas del Infierno.
ResponderEliminarUn saludo
Amigo Don Paco,
ResponderEliminarEste verano estuve en Florencia y pude admirar esas obras que Vd. ahora nos presenta y comenta. Claro, esto que leo ahora es como una especie de postre a lo que vi en Florencia, porque yo soy más hombre de lectura que de viajes, y a veces tengo delante de los ojos bellezas de las que no me percato hasta que me lo dan escrito.
Exquisito texoto y bien documentado.
Que tenga Vd. un buen Domingo.
Antonio
Léase
ResponderEliminarExquisito texto y bien documentado.
en lugar de
Exquisito texoto y bien documentado.
Una auténtica gozada. Las Segundas Puertas no las conocía mucho, pero tienen un gran nivel. Ahora, no me extraña que el autor se librase de las viñetas lobuladas para el siguiente encargo: tuvieron que suponerle un problema añadido en las composiciones de mucho cuidado.
ResponderEliminarAbrazos, Paco
El oficio lo ejerció con toda maestría, que su padre fuera orfebre debió influir,y mucho, en su pericia con los materiales que moldeaba.
ResponderEliminarA Ghiberti le pasó como a tantos artistas, que el esplendor de su trabajo queda reservado a unas pocas obras.
Un abrazo.
La verdad es que es alucinante pensar que dedicó a esta obra cerca de cincuenta años. Las dos primeras veces que estuve en Florencia tuve la oportunidad de contemplar los bronces originales de las puertas del paraíso que creo que luego fueron sustituidos por unas copias aunque esto no impida valorar el trabajo meticuloso y grandioso de los mismos.
ResponderEliminarMagnífica - como siempre - tu entrada. Un lujo ser tu alumno.
Un abrazo.
La verdad es que el resultado para las puertas norte del baptisterio, estuvo muy reñido: tanto el de Ghiberti como el de Brunelleschi me parecen magníficos.
ResponderEliminarExcelente lección la de hoy.
Un abrazo, Paco.
Obra maestra, ya no se da esa importancia a las puertas que creo lo merecen.
ResponderEliminarSaludos.
Unas puertas magníficas, en las que Ghiberti deja muestras magníficas de la enormidad de su talento.
ResponderEliminarBuena semana!!
De haber sido jurado, le habría dado el premio a Ghiberti, ese desnudo frontal de Isaac era novedad y la composición...Luego llegó a lo imposible exquisito en relieve con las otras puertas, ¿son las que se abren al Paraíso?
ResponderEliminarBesito lunero y juguetón, amigo que tengas buena semana.
Quién no vería a nosotros de jueces, já, já.
ResponderEliminarHa sido un placer conocer de tu mano, Paco, a este artista desconocido para mí. Sin ser un experto en esto, movido sólo por el efecto que me causa, también hubiera votado por Ghilberti. La escena del sacrificio me parece más natural, con un Isaac conforme con su destino, resignado, distinto al de Brunelleschi, en una escena más violenta.
ResponderEliminarEn fin, opinión de un lego en la materia, que no hace más que comentar un excelente artículo, como siempre. Un abrazo.