Medina Azahara. Salón Rico.
Durante el gobierno de Abderramán III, Córdoba se convierte en la capital
de un califato independiente y es la ciudad más grande habitada del occidente europeo, llegando a tener cerca de medio millón de habitantes. La urbe se embellece de
espléndidos monumentos: más de 300 mezquitas, 300 baños públicos, 50
hospitales, 80 escuelas públicas, 20 bibliotecas públicas, etc.
Los dos edificios más emblemáticos de este período, la Gran Mezquita y la ciudad palatina de Medina Azahara, construida a partir del 936, ocupan en la historia del arte musulmán el mismo lugar que la Gran Mezquita de Damasco. Durante el siglo X, pues, Córdoba vive un período de extraordinaria prosperidad que se prolongaría hasta el siglo XI. Es en este momento cuando culmina las más grandes realizaciones artísticas del arte califal: el arco de herradura califal (más cerrado que el visigodo), alternando las dovelas rojas y blancas, inspirándose en el romano Acueducto de los Milagros de Mérida, el alfiz cuadrado que inscribe al arco de herradura, el capitel califal de avispero, agujereado a trépano y las cubiertas bien de madera, bien abovedadas de gallones o de crucería dejando un polígono en el centro.
Los dos edificios más emblemáticos de este período, la Gran Mezquita y la ciudad palatina de Medina Azahara, construida a partir del 936, ocupan en la historia del arte musulmán el mismo lugar que la Gran Mezquita de Damasco. Durante el siglo X, pues, Córdoba vive un período de extraordinaria prosperidad que se prolongaría hasta el siglo XI. Es en este momento cuando culmina las más grandes realizaciones artísticas del arte califal: el arco de herradura califal (más cerrado que el visigodo), alternando las dovelas rojas y blancas, inspirándose en el romano Acueducto de los Milagros de Mérida, el alfiz cuadrado que inscribe al arco de herradura, el capitel califal de avispero, agujereado a trépano y las cubiertas bien de madera, bien abovedadas de gallones o de crucería dejando un polígono en el centro.
Plano de Medina Azahara.
Vista de las ruinas de la Madina de Medina Azahara.
La obra capital de la arquitectura civil de los árabes, como en todos
los pueblos orientales, fue la residencia del príncipe; y como antes de
la predicación de Mahoma y de sus primeras conquistas no tenían en esto
precedentes de ningún género, debido a su vida trashumante, tuvieron que
aprender de las naciones que iban conquistando. Por ello, es lógico que
las construcciones abovedadas de los palacios de Persia se prestaran
para ser imitadas por los artistas musulmanes, deseosos de encontrar
referencias paras las nuevas edificaciones que debían levantar para sus
gobernantes.Y, como no podía ser de otra manera, quedaron fascinados por
los palacio del Persia, que estaban en medio de deliciosos jardines con
grandes estanques, bordeados de mirtos y rosales y regados por
ingeniosos juegos de agua, y con lugares retirados llenos de plantas
raras de entre las cuales surgían los elegantes quioscos de mármol.
Los palacios musulmanes responden al modelo de palacio-ciudad oriental, un espacio múltiple, lleno de variadas dependencias, donde se distinguen las habitaciones privadas del califa o emir, muy lujosas, las dependencias de gobierno y recepción de embajadas, la alcazaba militar con murallas y torreones y el espacio popular, una ciudad en sí misma, con mezquita, baños, hospital, zoco y las casas de los servidores. Así ocurrió en Medina Azahara en Córdoba, pero tambien en la Alhambra de Granada.
Dentro de los pabellones, los relieves en yeso, dorados y policromados, eran el ornato único de las paredes, y aunque después decoraban también el techo de las salas, al principio las cubrían con armazones de maderas de ingeniosas formas cuyos casetones revestían de oro y vidrios esmaltados. De este modo, a partir del siglo XI todas las residencias árabes de importancia fueron adoptando este mismo tipo. Por ejemplo, en Sicilia se conservan restos de los palacios que los monarcas árabes se habían hecho construir en las afueras de Palermo. A pesar de que con posterioridad fueron ensanchados y habitados por los reyes normandos, que los adaptaron, asimismo, a su gusto, aún es posible observar que no difieren gran cosa de los palacios del Oriente musulmán.
Dentro de los pabellones, los relieves en yeso, dorados y policromados, eran el ornato único de las paredes, y aunque después decoraban también el techo de las salas, al principio las cubrían con armazones de maderas de ingeniosas formas cuyos casetones revestían de oro y vidrios esmaltados. De este modo, a partir del siglo XI todas las residencias árabes de importancia fueron adoptando este mismo tipo. Por ejemplo, en Sicilia se conservan restos de los palacios que los monarcas árabes se habían hecho construir en las afueras de Palermo. A pesar de que con posterioridad fueron ensanchados y habitados por los reyes normandos, que los adaptaron, asimismo, a su gusto, aún es posible observar que no difieren gran cosa de los palacios del Oriente musulmán.
Medina Azahara. Edificio basilical superior.
Un primer palacio árabe del tiempo del califato de Córdoba al
parecer fue el suburbano Palacete de la Ruzafa (que significa “del
camino”), mandado a edificar por Abd al-Rahman I, a finales del siglo
VIII, pero del que no queda ni recuerdo del lugar donde estuvo
emplazado. El palacio de los califas del tiempo de Abd al-Rahman II, en
el interior de la capital, estaba en el sitio que ocupa el actual
palacio episcopal.
En cambio, quedan restos importantes del Palacio de Medina Azahara (el Versalles cordobés), edificado cerca de Córdoba (a unos cinco kilómetros al oeste), al pie de la
sierra, en el sitio llamado Cordoba la Vieja. Según la leyenda, Abderramán, califa desde
912 a 961, lo construyó para una de sus favoritas, Al-Zahara, de la cual
recibió el nombre con que aún se conoce este palacio. El topónimo quiere decir "ciudad brillantísima". Aunque destinado a
servir de residencia a la favorita, el palacio es de tan grandes
dimensiones que podía albergar a toda la corte en el caso de que fuera
necesario. Se cree que los arquitectos de Medina Azahara procedían de
Egipto, y consta que el emperador de Constantinopla envió fuentes para
sus jardines. Según las crónicas coetáneas, el palacio encerraba una deslumbrante riqueza, confirmada esta descripción por las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo. Medina Azahara fue la
capital gubernamental del califato islámico en Occidente, mientras que Córdoba,
a sólo cinco kilómetros, continuó siendo la megalópolis religiosa y comercial.
Su fundación responde a dos necesidades de Abderramán III: dotar al estado de
una plataforma político-administrativa que controlara los territorios de
Al-Andalus y prestigiar la dignidad imperial. En definitiva, su construcción es consecuencia de la proclamación como califa de Abderramán III, ya que la nueva dignidad califal se manifestaba mediante la acuñación de moneda de oro y la fundación de nuevas ciudades.
Medina Azahara. Cuerpo de guardia del Alcázar.
Medina Azahara fue la
capital gubernamental del califato islámico en Occidente, mientras que Córdoba,
a sólo cinco kilómetros, continuó siendo la megalópolis religiosa y comercial.
Su fundación responde a dos necesidades de Abderramán III: dotar al estado de
una plataforma político-administrativa que controlara los territorios de
Al-Andalus y prestigiar la dignidad imperial. las obras comenzaron en el 936 y
en el 945 se trasladó Abderramán III con todos los órganos de dirección.
Tradicionalmente, se considera que las obras comenzaron en el 936 y
en el 945 se trasladó Abderramán III con todos los órganos de dirección. Para
ello llegaron a trabajar 10000 obreros y
cada día se colocaban 6000 sillares de piedras y se invertían 400 cargas de
yeso y cal, teniendo 4300 columnas, muchas de canteras cordobesas, pero otras
importadas de Túnez, Bizancio y Francia. Las actividades edilicias concluyeron con la muerte de Al- Hakan II en el 976., siendo destruida durante las revueltas civiles de los años 1009 y 1010, convirtiéndose acto seguido en cantera, primero para obras musulmanas hasta el 1236 y, posteriormente, en cantera para obras cristianas, tras la toma de la ciudad.
El estudio científico del yacimiento arqueológico se inició en 1910 con las excavaciones del arquitecto Ricardo Velázquez Bosco, seguidas de modo sistemático a partir de 1944 por las del arquitecto Félix Hernández, siendo el responsable actual el arqueólogo Antonio Vallejo. Hasta la actualidad, tan sólo se ha excavado parte del álcazar, al norte de la ciudad.
El
palacio-ciudad se construyó en la ladera en la ladera de la sierra. Tenía planta rectangular, de kilómetro y medio de largo en el lado mayor, en dirección este-oeste, por la mitad de ancho en dirección norte-sur, y estaba dotado de recinto amurallado sencillo con torreones cuadrados. El palacio-ciudad estaba escalonado
en tres terrazas jerárquicas hacia el valle (según Al-Idrisi); la superior era la zona norte, más elevada, estaba ocupada por el alcázar defensivo y las dependencias palaciegas
y habitaciones del califa, entre huertas y albercas; la intermedia, orientada hacia oriente, era para
oficinas burocráticas y viviendas de los ministros; la baja o meridional era la propia
ciudad, la medina propiamente dicha, con mezquita, casa de la moneda, centro artesano, zoco, baños y casas
de la población segmentada en barrios. No debe olvidarse que extramueros, como en toda ciudad islámica, quedaban los arrabales con sus numerosas actividades artesanales.
Los conocimientos que poseemos sobre Madinat-Al-Zahra mantienen un cierto carácter de provisionalidad, acentuado por la circunstancia de que los datos aportados por las fuentes árabes y por las excavaciones arqueológicas no concuerdan fácilmente. Además del alcázar, las excavaciones han logrado desenterrar en la explanada alta el
llamado Salón Rico, el salón de embajadores del califa Abderramán III de las fuentes, pabellón de recepción más importante, marco de los
fastuosos recibimientos a las embajadas extranjeras. Está formado por un pórtico con alcobas laterales, precediendo a un gran salón basilical de tres naves separadas por arquerías y flanqueado por dos naves colaterales, a modo de alhanías, separadas por muros. Ante el salón se dispone el llamado jardín alto, que avanza, rodeado de murallas, sobre la zona meridional. Aquí es donde cristaliza
el arco de herradura, con la proporción canónica de tres partes de alto por
cuatro de ancho, y el capitel de avispero, así como los motivos y técnicas
decorativas persas, visibles en los amplios paramentos de ataurique de las
paredes. Pero nada se ha descubierto de las habitaciones privadas del califa,
una de cuyas salas tenía las paredes de mármol y el techo de oro.
Medina Azahara. Puerta del Primer Ministro con arcos califales.
Medina Azahara. Restos de la mezquita.
Madinat Al-Zahra no es solo arquitectura, sino que albergó, en sus
momentos de mayor esplendor una exquisita colección de arte mueble en
forma de piezas de reducido formato. Actualmente, la mayor parte de las
piezas están desperdigadas por colecciones y museos de todo el mundo, ya
que su belleza y exotismo las convierten en piezas codiciadísimas por
parte de los coleccionistas. Se exponen aquí, a continuación, algunos de
los ejemplos de artes decorativas más celebres y representativos de la
ciudad califal: la cierva en bronce, la cerámica zoomorfa o el aguamanil del Louvre.
Píxide del Príncipe Al-Mughira. Marfil. Museo del Louvre. París.
Cierva de Medina Azahara. Bronce. Museo Arqueológico Nacional. Madrid.
Para terminar, dos videos sobre el Palacio de Medina Azahara:
Una maravilla en las proximidades de Córdoba. La última vez que la visité, hace poco, habían reconstruido algunas partes del palacio.
ResponderEliminarUn saludo.
Lo que se hacía antes por amor... Ahora, ya ves, por amor se lo damos todo a los bancos. Saludos norteños.
ResponderEliminarHe estado allí en la medina. Espectacular. Digna de la metropolis que fue en su momento.
ResponderEliminarSaludos Paco.
Precioso recorrido virtual y esta maravilla de ruinas no cabe duda que eran otros tiempos...De Córdoba conozco la Mezquita y no descarto darme un rodeito por" Medina Azahara" en otra escapada.
ResponderEliminarUn abrazo.
Siempre impresionante la arquitectura musulmana, no solo por su belleza sino por esa magia oculta que brota siempre que la miramos. Medina Azahara espléndida. Con la Mezquita de Córdoba siempre me pasa como con la Alhambra cuando las visito: el embrujo de sus piedras me transporta a épocas pasadas con la mayor facilidad.
ResponderEliminarExcelente tu lección de hoy, Paco.
Un beso y gracias por ese viaje a Al-Andalus.
Este año visité Sevilla. Espero conocer Córdoba y Medina Azahara en mi próxima visita a Andalucía.
ResponderEliminarGracias por tu comentario en mi blog. Un abrazo, Paco.
Debió ser un palacio maravilloso, obra de un momento de esplendor y una pena que no se haya conservado.
ResponderEliminarUn abrazo
Estuve un par de veces y es magnífico. Hasta le dediqué un post si mal no recuerdo, claro que ni parecido de contenido:-)
ResponderEliminarUn abrazo u buena semana
Una gran maravilla, me encanta el arte árabe.
ResponderEliminarUn abrazo y gracias por mostrarlo
Sus ruinas dejan ver su Gran espendor de la ciudad Palatina, que pena que no se haya conservado como la Alhambra de Granada o la Mezquita de Cordoba.
ResponderEliminarUn abrazo
Ah, qué paseo maravilloso. Lástima no poder contar con esas habitaciones privadas del califa, pero aun así el lugar resulta de lo más inspirador.
ResponderEliminarUn toque cálido para este frío día otoñal. Ha resultado reconfortante.
Feliz día
Bisous
Con una explicación así, da gusto visitar estos palacios.
ResponderEliminarSaludos
No solo construyó para su favorita el palacio. Para disminuir la melancolía que le causaba la ausencia de nieve, pues Azahara había nacido en la Elvira granadina, con las blancas cumbres de Sierra Nevada a la vista, ordenó plantar el monte cordobés de almendros, que al florecer, al comenzar la primavera, causaban la sensación de estar cubierta la montaña de nieve, y desde entonces se conoció como el Monte de la Novia. Así lo cuenta Gala en El Manuscrito Carmesí, aunque es leyenda de la que también disfrutan otros lugares.
ResponderEliminarUn saludo.
No hace mucho paseé Medina, ahora lo hago de tu mano y por tu arte, un placer.
ResponderEliminarBesito desde lo griposo y nieva.
Reconozco que para mí las visita a las ruinas venerables de Medina Azahara representó un antes y un después para la comprensión de la ocupación musulmana de la península, sumándose a ello la contemplación de la Mezquita de Córdoba y de la Alhambra, claro. Existe en sus despojos un espíritu que penetra en los vistantes, algo que permanece inmune al paso de los siglos y que, además de poner los pelos de punta, sobrecoge y maravilla. Aún podemos ver en el Salón Rico a las embajadas asombradas que se inclinaban ante la majestad de Al Hakam II o los autómatas que decoraban los jardines de Abd Al Rahman III.
ResponderEliminarUn saludo
Hola uno de mis hermanos que era un extraño entre los humanos; un girasol apartado del centeno un deseo en vida en vestirse de ciprés. Escribió muchas cartas a su hermano una de las frases cogidas al azar, abriendo el libro como si soltará la moneda al aire. Dice: el talento es una larga paciencia, y la originalidad un esfuerzo de voluntad y de observación intesidad. Solamente palabras de un "loco".
ResponderEliminarSaludos y gracias por ser un infiel seguidor del arte musulman.
Pues a mi me trajo recuerdos del caballo de Abderramán, Al-Jur, que no resistió la ausencia de su dueño tras su muerte y desapareció misteriosamente. Hoy fantasmea entre sombras, paz, silencio y nada. Aún por Córdoba la vieja sus herraduras de plata suenan como cascabeles en las noches de luna llena.
ResponderEliminarUn abrazo.