Páginas

viernes, 23 de marzo de 2012

BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO

Murillo. Autorretrato. Óleo sobre lienzo. 1670. National Gallery. Londres.


La segunda mitad del siglo, y especialmente el último tercio, bajo el reinado de Carlos II, vive una transformación completa en cuanto a la pintura. A la influencia italiana, naturalista y tenebrista de la primera mitad, sucede un predominio de lo flamenco, dinámico y colorista, con un sentimiento de brillo y riqueza que contrasta aparentemente con la realidad de la dura decadencia española. El barroco decorativo en España tiene que ser una especie de telón vistoso que disimule la fragilidad de la estructura económica del país y sostenga, a duras penas, una apariencia de riqueza. Es significativo que junto al aspecto triunfal de las decoraciones y la alegría del color, es este período el que ve también el auge de ciertos temas, como el bodegón de vanitas (lo caduco) o los lienzos pesimistas de Valdés Leal, que señalan directamente la amargura, el desengaño y la vanidad de los caducos bienes del mundo.
Pero en general, la influencia de lo flamenco, de Rubens y Van Dyck, fundida con la tradicional devoción de lo veneciano, produce obras de una belleza de color y de una ligereza de ejecución que cuentan entre lo más notable de la época en toda Europa. Se desarrolla también un tipo de pintura mural, y de bóvedas, nuevo por completo en España. En cuanto a escuelas, sólo destacan los núcleos de Madrid y Sevilla.
Centrándonos en Sevilla, tenemos que decir que la evolución sevillana hacia el pleno barroco la marcan dos personalidades muy fuertes y contrapuestas: Murillo y Valdés Leal, pintores que conocieron un notable éxito en su ciudad.  


 Murillo. Niños de la concha. Óleo sobre lienzo. 1670. Museo del Prado. Madrid.


Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682) es uno de los pintores más populares de España, aunque su fama haya decaído un tanto ante la acusación de sentimentalismo  excesivo que nuestro ha lanzado sobre él; hasta hace muy poco fue considerado como un pintor dulzón y empalagoso, pintor de almanaques, aunque afortunadamente se ha rehecho su prestigio en la segunda mitad del siglo XX. Murillo es el pintor de la delicadeza y la gracia femenina e infantil, y encarna un tipo de devoción, seguramente burguesa y sentimental, que se complace en lo amable y lo tierno, rehuyendo lo violento incluso cuando es necesario, como en las escenas de martirios.
Nació y vivió toda su vida en Sevilla.  Huérfano  a  los  diez  años,  fue educado por su tía y por ella entró en el taller de Juan del Castillo.   Cuando tenía 24 años recibió su primer encargo: 11 cuadros para el claustro del convento de los Franciscanos, de rasgos  aún  tenebristas  y  con  clara  influencia  de  Zurbarán  y  de  Ribera.  Su  clientela  aumenta  y  se convierte en el pintor más cotizado de Sevilla. Su situación económica es buena y así puede atender a sus nueve hijos (casi todos religiosos).  La muerte se cebó en u familia: huérfano de niño, enviudó muy pronto y vio morir a seis de sus nueve hijos. Mitigó la soledad con su afiliación a las hermandades sevillanas y volcándose hacia la enseñanza del dibujo en la Academia sevillana. Sus clientes fueron casi siempre la Iglesia (no tuvo que acudir al dinero de los nobles de la Corte) lo que influye en la temática (fe el pintor de la Contrarreforma). Renunció a la Corte por vivir en Sevilla; tampoco visitó Italia, familiarizándose con el arte flamenco, genovés y veneciano a través de las pinturas colgadas en las iglesia y colecciones hispalenses; no gozó de esa libertad del pintor sin encargos que tuvieron los artistas de cámara, cuyo único trabajo fue retratar al rey, teniendo que ganarse la vida con la venta de sus obras. Esa gran demanda de trabajo hace que Murillo monte su taller para hacer las obras en serie.  En 1660 funda  la  Academia  de  Pintura sevillana,  una  especie  de  gremio  liberal  con  los  mejores  pintores  de  Sevilla. Murió en 1682 al caerse de un andamio  pintando en el Convento de los Capuchinos de Cádiz.



































Murillo. San Diego de Alcalá dando de comer a los pobres. Óleo sobre lienzo. 1646. Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid.


Pintó  obras  con  tal  rapidez  que  sólo  cambia  algunas  cosas  para  que  no  sean  iguales.  Es  el pintor de las Inmaculadas: Sevilla era una ciudad mariana en ese siglo y la Inmaculada Concepción era un estandarte de la Contrarreforma. Se le calculan más de 25 y todas con las mismas características: pocos  colores,  poca  gama  cromática,  expresión  candoroso,  movimiento  ascensional,  promedio  muy joven de las modelos.  Todo esto creará un arquetipo de este tema. La sociedad le recompensó con la fama, aplaudiendo sus creaciones iconográficas; además de las Purísimas, destacan la ternura de sus Niños Jesús y la delicadeza de sus maternidades. Murillo se adaptó al gusto imperante y plasmó una religiosidad familiar y tierna que prefiere las seducciones de la religión en detrimento de sus rigores. Su mayor preocupación la constituye el colorido y no presta atención a la investigación plástica que tanto atareó a Velázquez. Su defecto es la composición compleja y los formatos grandes.  Asocia bien dos o tres figuras principales destacadas de una multitud mal organizada. Las Inmaculadas de mayor tamaño sufren una especie de hinchazón. Pero crea un estilo personal, tierno, dulce y delicado que anticipa el Rococó del siglo  XVIII. Este  estilo  alegre  y  dulce  es  el  que  desbanca  a  la  sobriedad  de  Zurbarán  en  Sevilla porque el gusto popular también cambia a lo largo del siglo. En sus últimos años se ve esa pincelada melancólica (niños  pobres),  pero  siempre  cristiana  y  contrarreformista, teniendo siempre el apoyo de la iglesia.
Los pintores críticos románticos extranjeros dividieron el estilo de Murillo en tres períodos: frío, cálido y vaporoso. Una clasificación, quizás muy rigurosa, pero absolutamente lógica.



























Murillo. Sagrada Familia del pajarito. Óleo sobre lienzo. 1649-1650. Museo del Prado. Madrid.

El período frío corresponde a la etapa juvenil. Deriva de su admiración por Zurbarán y se caracteriza por los fuertes contrastes de luz, la precisión en el dibujo y la pincelada lisa. La serie del claustro del Convento de San Francisco de Sevilla, con los Milagros de la vida de San Diego de Alcalá es muy expresiva de esta etapa. Otras obras de esta fase inicial tenebrista son los cuadros de la Virgen del Rosario con el niño, la Sagrada familia del pajarito (donde la escena religiosa se concibe como un episodio hogareño) y la Adoración de los pastores. También de esta época son las obras que reflejan el ambiente de golfillos y mendigos de los bajos barrios sevillanos, como Niño rascándose.

 Murillo. Niño espulgándose. Óleo sobre lienzo. 1650. Museo del Louvre. París.

El período cálido se inicia en 1656 con su San Antonio de Padua y el Niño Jesús de la catedral hispalense. Murillo, al tiempo que comienza a pintar gigantescos cuadros, incorpora los efectos de contraluz venecianos. También entra en contacto con la colonia de mercaderes flamencos y genoveses de Sevilla, que enriquecen extraordinariamente su técnica, que se va haciendo más suelta, libre y ligera. Ahora su colorido se hace brillante, desapareciendo totalmente el tenebrismo. De esta etapa es el San Francisco abrazando al crucificado. También es la Anunciación, obra donde el estilo de Murillo está plenamente formado. Los colores son fluidos y la pincelada ligera. Han desaparecido  todos  los  restos  de  tenebrismo  y  el  colorido  es  alegre  y desbordante, a base de rojo, blanco y azul.  Al gesto dulce y encantador de la  Virgen  se  suman  los  angelotes  que  juegan  ingrávidos  en  la  atmósfera azulada del lienzo. Hay varias Anunciaciones muy parecidas del mismo autor en las que sólo cambian algunos detalles. 

 Murillo. San Francisco abrazando al crucificado. Óleo sobre lienzo. 1668. Museo de Bellas Artes. Sevilla.


El  sueño  del  patricio es un gran  cuadro que se  pintó  para  la  Iglesia  de  Santa  María  la Blanca de Sevilla hacia el año 1665 y formaba parte de una serie de 4 cuadros. Tratan de los sucesos que tuvieron lugar en la fundación de la Iglesia de Santa María la Mayor de Roma en los primeros años del cristianismo. Se puede apreciar como  la  Virgen  y  el  Niño  se  presentan  en sueños al patricio Juan y le comunican su petición de fundar la citada Iglesia. La composición de esta obra recuerda a la del Sueño de Jacob de Ribera. Nunca faltan los detalles de género como el perrillo que duerme plácidamente a los pies de su cama.

 Murillo. La visión de San Antonio de Padua. Óleo sobre lienzo. 1656. Catedral de Sevilla.


El período vaporoso es el típico de sus últimos años, cuando el color se hace transparente y difuminado. En ésta época firma algunos de sus más grandes cuadros, tales como Santo Tomás de Villanueva repartiendo limosna, para el Convento de Capuchinos, o los cuadros para el Hospital de la Caridad, donde ilustra de manera muy diferente el Discurso de la Verdad de Miguel de Mañara: La multiplicación de los panes y los peces, Rebeca y Eliazer, el Regreso del hijo pródigo o la Reina Santa Isabel de Hungría curando a los tiñosos.

 Murillo. Santo Tomás de Villanueva repartiendo limosna. Óleo sobre lienzo. Museo de Bellas Artes. Sevilla.

 Hasta su fallecimiento, Murillo concentró toda su gracia pictórica en las apoteósicas visiones de la Inmaculada  Concepción.  Siempre  se  ha  considerado  a  Montañés  en  escultura  y  a Murillo en pintura como los geniales creadores de la imagen de la Inmaculada y no es casualidad que los dos tuvieran su sede en Sevilla, pues esta ciudad acredita su devoción mariana en el siglo XVII. Tiene Murillo innumerables Concepciones en las que va repitiendo la iconografía esencial, rostro juvenil, siempre vestida de celeste y blanco, con un trono de ángeles a los pies. Es la expresión candorosa y pura, movimiento  ascensional;  todo  un  arquetipo  iconográfico  de  la  Contrarreforma contra el pecado protestante. La Virgen de la Servilleta se puede incluir en este apartado.

 Murillo. Inmaculada Concepción de los Venerables o Inmaculada de Soult. Óleo sobre lienzo. 1678. Museo del Prado. Madrid.

 Murillo. Inmaculada Concepción de El Escorial. Óleo sobre lienzo. 1660-1665. Museo del Prado. Madrid.

 Murillo. Virgen de la Servilleta. Óleo sobre lienzo. 1666. Museo de Bellas Artes. Sevilla.

También repite las representaciones infantiles, como el San Juanito y el Niño Jesús, El Buen Pastor, San Juanito con el cordero o los Niños de la concha. Una y otra vez se complace Murillo de llevar al lienzo a Jesús y a San Juan en forma de niños de tierna edad. Esas edades relacionan a estos dos personajes directamente con la ternura y la pureza que buscaban los espectadores  en  las  obras  del  pintor.  Este  es  una  de sus  cuadros  más  populares,  difundidos  por  todos  los rincones  del  mundo  mediante  estampas y grabados. Se trata de una composición  triangular  más complicada  que   las renacentistas de Leonardo o Rafael. El carácter afable de estos temas piadosos encuentra su correlato en el ámbito profano, con lienzos realistas y callejeros, como Niños comiendo empanada o Niños comiendo melón y uvas, donde nunca hace crítica o denuncia social, tratando la pobreza con dignidad y dulzura. Son obras llenas de gracia y picardía, donde se rehúye la expresión de dolor o miseria, presentando el lado más amable de la triste realidad de su tiempo.

Murillo. El buen pastor. Óleo sobre lienzo. 1660. Museo del Prado. Madrid.

Murillo. Niños comiendo melón y uva. Óleo sobre lienzo. 1645-1646. Alte Pinakothek. Munich.



Dejamos dos videos sobre la vida y la obra de Murillo, el último gran pintor del barroco español:



19 comentarios:

  1. Buena selección de obras del pintor sevillano. La escena de la familia con el pajarito es sencillamente entrañable.
    Curiosidad: en un examen práctico de oposiciones pusieron el detalle ampliado de la mano de Jesús con el pajarito
    Este es un pintor y no esos "cantamañanas" de los que hablamos últimamente.
    Un saludo.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  2. Un pintor al que durante mucho tiempo se le consideró únicamente un buen pintor de vírgenes, de imágenes religiosas que luego se utilizaron en todo tipo de calendarios, por ejemplo, lo que hizo que la opinión sobre su obra estuviera muy mediatizada. Afortunadamente, el paso del tiempo ha ido colocando su figura donde se merece.

    Un abrazo!!

    ResponderEliminar
  3. Hola Paco, extraordinaria entrada, me encanto "el buen pastor" preciosa pintura.
    Estoy por ir a ver a mi hijo que vive en Huesca, y visitare el museo del prado, en Madrid. Hace muchos años fui por primera vez y es magnifico.
    Un abrazo y gracias por compartir tus vastos conocimientos
    Marissa

    ResponderEliminar
  4. Pues infantiloide o no a mi Murillo es uno de los pintores que más me gusta... en el Olimpo de la pintura con Velazquez o Goya... y sin nada que envidiar a los grandes maestros italianos

    ResponderEliminar
  5. Vaya, con eso de pintar con rapidez cambiando solo algunas cosas para que no fueran iguales, parece el Andy Warhol de su siglo! Aunque con inspiración mucho menos profana, desde luego. No escatimaba el hombre en angelitos.

    Feliz fin de semana

    Bisous

    ResponderEliminar
  6. Estaba ya un poco mayor, a sus 65 años, para hacer equilibrios por los andamios. En fin: se diga lo que se diga, a mí me gusta. Un abrazo Paco.

    ResponderEliminar
  7. Me gusta mucho Murillo. Coincido con Cayetano en cuanto al cuadro de al sagrada familia, impresiona que se moveran en algún momento...

    Hay una copia de la Inmaculada en el museo de bellas artes de Caracas. la Inmaculada fue patrona de la ciudad.

    Saludos Paco

    ResponderEliminar
  8. Sin dudas un gran artista y has hecho una buena colección de sus pinturas, me encantaron. Muy buen blog, saludos.

    ResponderEliminar
  9. Ese realismo de Murillo, jugando con las sombras, y esos niños comiendo ese melón, con el ansia del que pasa hambre, siempre me ha encantado...
    Un abrazo ¡¡¡

    ResponderEliminar
  10. ¿Qué tal Paco?...Decirte que me ha gustado mucho este artículo sobre Murillo.
    ¿Qué me gusta a mí, qué es lo que veo yo?,bueno, en primer lugar destaco que la figura de Murillo siempre irá unida a La Inmaculada Concepción.
    Es cierto que en muchas de sus obras ha conseguido plasmar la picardía y la gracia, que contrasta enormemente con la mayoría de su gran cantidad de obras, mayoría que es la que todo el mundo conoce de este artista.
    También creo que su preocupación por el color lo consigue y demuestra en muchas obras.
    Importante también que a finales del siglo XX reciba el valor que merece después de tanto tiempo, pero como muy bien explicas no nos podemos olvidar de la época en la que vivió y sus circunstancias que influyen de una manera decisiva en la obra.

    Nos has mostrado muchas de sus obras maestras, de las que nos muestras yo me quedo con dos y falta una de mis preferidas.
    Son dos obras de pintura de género mis favoritas: "Mujeres en la ventana" de la que habría mucho que comentar y la segunda "Niños comiendo uvas y melón"y que tuve la suerte de admirar en Munich y que incluso creo que la fotografié...cuando yo estuve en este museo dejaban fotografiar y de esta obra que Murillo representa en un espacio cerrado el pintor plasma sin ninguna duda sus grandes dotes de ser un gran artista,es una obra en la que Murillo juega con la luz como él quiere y lo consigue, es una obra preciosa y muchos detalles para comentar también.
    Y por último me quedo con su autorretrato, de clara influencia holandesa y que le pidieron sus hijos que lo pintara, petición que queda reflejada como podemos ver debajo del óvalo.

    Muchísimos recuerdos y un abrazo fuerte.
    A.-

    ResponderEliminar
  11. Yo creo que nací con Murillo, pues fue el primer pintor que llegué a conocer, ya que sus imágenes eran muy populares en muchas representaciones de estampas y demás.
    Escenas muy tiernas.
    Abrazos

    ResponderEliminar
  12. Recursos no le faltaban para aumentar su productividad artística.
    Murillo forma parte de mi infancia porque mi abuelo, que era pintor aficionado, había copiado la familia con el pajarillo con notable destreza. Y ahí sigue, colgada en el comedor de la casa paterna.
    Cuando contemplo la pintura de Murillo, es como si comiera la magdalena de Proust.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  13. Espléndido estudio sobre Bartolomé Murillo. Eres brillante, Paco.

    ResponderEliminar
  14. Gran pintor Murillo, siempre me ha gustado a pesar de ser considerado un pintor menor. Excelente entrada.
    Se puede decir de él que murió con las botas puestas y en el escenario.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  15. De Murillo me gusta todo, todos sus periodos, no podria elegir una pintura sola. Sus virgenes tan vaporosas y el dramatismo de Jesus con San Francisco, los querubines, la sagrada familia del pajarito... el Buen pastor, que belleza! todas me gustan.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  16. Murillo es uno de mis pintores favoritos. Sus obras transmiten un halo muy especial. Mi favorita, sin duda, la de los "Niños comiendo melón y uvas", desde el primer momento que la ví me cautivó.

    Una muy buena entrada, amigo Paco.

    Un saludo!

    ResponderEliminar
  17. Excelente post!
    Boa semana!
    Beijinhos.
    Brasilº°❤
    °º✿
    º° ✿ ✿⊱╮

    ResponderEliminar
  18. Costumbrista, religioso, pintor de vírgenes y niños, barroco en definitiva amigo mío un claro ejemplo del sevillano
    Es un placer pasearse por el arte de tu mano
    Un beso

    ResponderEliminar
  19. Ante una reproducción gigantesca de una de sus inmaculadas, tenía yo que dejar una flor blanca cada mañana del mes de Mayo. Todas las niñas en fila, cada una con su flor. Cosas de monjas. Educación nacionalcatolicista de la que soy víctima "epígona" porque te hablo del 82 o por ahí...ya debían ser tiempos superados y sin embargo no lo fueron. Igual por eso le tengo manía a Murillo. No me gusta.

    Un beso, Paco

    ResponderEliminar

Deja tu opinión; me es muy válida. Gracias.