Juan Carreño de Miranda. Carlos II como gran Maestre de la Orden del Toisón de Oro. Óleo sobre lienzo. 1682. Horrach Collection. Rohrau (Austria).
Esta entrada conmemora el 350 aniversario del nacimiento del último monarca de la Casa de Austria, Carlos II. Dicha iniciativa parte de la solicitud formulada por Alberto Bravo en su magnífico blog Reinado de Carlos II, cuyo objetivo es difundir las grandezas y las miserias de dicho reinado.
Tradicionalmente se afirmaba que en los últimos treinta años del siglo XVII se asistía a una progresiva decadencia de la pintura en España, afirmación debida tal vez a la falta de estudios sobre los pintores de la época o a la convicción de que la crisis económica que padecían los territorios de la monarquía debía ir acompañada de la correspondiente crisis en el terreno artístico. Desde luego no surgirán pintores de un talento comparable al de Velázquez. Éste había llenado con su arte casi todo el reinado de Felipe IV, pero habrá una activísima actividad pictórica en ciudades como Madrid y Sevilla, destacando los pintores de corte de Carlos II, ocupada por los lienzos de dos grandes pintores de cámara: Juan Carreño de Miranda y Claudio Coello.
Francisco Ricci. Auto de fe en la Plaza Mayor de Madrid. Óleo sobre lienzo. 1683. Museo del Prado. Madrid.
Desde el punto de vista pictórico, el reinado de Carlos II se caracteriza en Madrid por un auge de la actividad, propiciada no sólo por las necesidades representativas del rey y su entorno, sino también por el interés de las numerosas fundaciones religiosas establecidas allí y de un público cada vez más amplio. En esas décadas trabajaron dos generaciones de pintores caracterizadas por la alta calidad media de sus representantes, que incluyen nombres como Juan Carreño de Miranda, Francisco Herrera el Mozo, Mateo Cerezo, Pereda, Francisco Rizzi, Arellano, José Antolínez, Juan Martín Cabezalero o, más adelante, Claudio Coello o A. Palomino, entre otros muchos; todos los cuales formaron la llamada "Escuela madrileña", que alcanzó una notable entidad. Nos centraremos brevemente en los dos que desempeñaron el cargo de Pintor de Cámara.
Juan Carreño de Miranda es un pintor que trabajó fundamentalmente en la Corte, donde cumple con Carlos II un papel similar al realizado por Velázquez a las órdenes de Felipe IV, siendo, por tanto, sobre todo un pintor de retratos, aunque también se caracteriza por realizar importantes estudios de perspectiva en sus pinturas de grandes bóvedas. En sus obras encontramos reflejados los primeros años del nuevo reinado. La minoría del monarca, abundante en intrigas y bochornosos episodios, fue regida por la reina viuda, Doña Mariana, la princesa austriaca de gran nariz, gruesos labios e incipiente prognatismo, ya retratada por Velázquez y que, con sus tocas de moda, semejantes a las de monja, aparece repetidamente pintada por Carreño. Al mismo tiempo, el pintor reproduce una y otra vez la figura del rey: como niño enteco, pálido y de rubios cabellos descoloridos, se nos aparece triste y enfermizo siempre, vestido de negro y teniendo como fondo los vastos y fríos salones del Alcázar, repletos de cuadros y de espejos en marcos de madera con las águilas heráldicas de la dinastía. Y aunque algunas veces se nos quiera presentar al rey hechizado con viril indumento de coraza, banda y bengala, los estigmas degenerativos se imponen a todo énfasis para hacer más lastimosa aún a figura de tan desdichado monarca.
Entre sus obras religiosas más destacadas, nombraremos la Sagrada Familia de la Parroquia de San Martín de Madrid y la Asunción de de la Virgen del Museo de Bellas Artes de Bilbao. Entre sus numerosísimos retratos destacaremos el Retrato de Mariana de Austria del Prado, el Retrato de Carlos II en el Salón de los Espejos del Alcázar, los retratos del Museo Lázaro Galdiano de Madrid, de la Casa El Greco de Toledo, del Kuntshistorisches Museum de Viena y el Retrato como gran maestre de la Orden del Toisón de oro, de la colección Horrach en Austria. Entre los bufones destaca el Retrato de Eugenia Martínez Vallejo, "La Monstrua".
Claudio Coello sucede a Carreño como pintor de Cámara. Se formó en el taller de Francisco Rizzi y viajó por Italia. Junto con su labor de retratista, destacan sus trabajos al fresco y las composiciones en lienzos de grandes proporciones. Dominó también perfectamente la técnica de la perspectiva aérea. El gusto por elementos decorativos como cortinajes, ángeles, flores, columnas, etc., son las principales características de su primer estilo. Lo mejor de este momento son las pinturas de los retablos del convento madrileño de San Plácido, en los que resalta la gigantesca Anunciación del altar mayor de San Plácido. Antes había pintado el Triunfo de San Agustín, cuya aparatosa escenografía delata la influencia flamenca. Desde 1675 su labor como pintor de temas religiosos es profusa, recibiendo un gran número de encargos, entre los que destacan los retablos de Torrejón de Ardoz (1667), pero donde alcanza uno de sus puntos culminantes la pintura de Coello es en la soberbia Santa Catalina.
En 1683 es nombrado pintor del Rey y, más tarde, pintor de Cámara, destacando ahora en la faceta del retrato, donde recoge las influencias de Velázquez y de Carreño de Miranda. Abundan también los retratos de la familia real como el de Carlos II, especialmente el conservado en el Instituto Staedel de Fráncfort, que es una muestra de su gran crudeza retratista al presentar al monarca con todos los síntomas de su degeneración física e intelectual. Por su despiadado realismo es sólo comparable al de la Adoración de la sagrada forma por Carlos II, de El Escorial. Este cuadro por lo que representa y por sus cualidades es el que ha hecho inmortal al pintor, si bien toda su obra se caracteriza por el alto nivel alcanzado. El lienzo es una espléndida galería de retratos de los personajes de la Corte; presenta una composición diagonal y de gran teatralidad, propia del Barroco; el estudio de la perspectiva aérea es muy similar a los de Velázquez, donde el espectador parece integrarse en la composición, lográndose la espacialidad por medio de la sabia utilización de la iluminación.
Juan Carreño de Miranda. La reina Mariana de Austria de luto. Óleo sobre lienzo. 1669.
Museo del Prado. Madrid.
Juan Carreño de Miranda. Carlos II, Rey de España. Óleo sobre lienzo. 1685.
Kunsthistorisches Museum. Viena.
Claudio Coello sucede a Carreño como pintor de Cámara. Se formó en el taller de Francisco Rizzi y viajó por Italia. Junto con su labor de retratista, destacan sus trabajos al fresco y las composiciones en lienzos de grandes proporciones. Dominó también perfectamente la técnica de la perspectiva aérea. El gusto por elementos decorativos como cortinajes, ángeles, flores, columnas, etc., son las principales características de su primer estilo. Lo mejor de este momento son las pinturas de los retablos del convento madrileño de San Plácido, en los que resalta la gigantesca Anunciación del altar mayor de San Plácido. Antes había pintado el Triunfo de San Agustín, cuya aparatosa escenografía delata la influencia flamenca. Desde 1675 su labor como pintor de temas religiosos es profusa, recibiendo un gran número de encargos, entre los que destacan los retablos de Torrejón de Ardoz (1667), pero donde alcanza uno de sus puntos culminantes la pintura de Coello es en la soberbia Santa Catalina.
Claudio Coello. Triunfo de San Agustín. Óleo sobre lienzo. 1664. Museo del Prado. Madrid.
Además, hay que contar con la llegada a Madrid de un consumado pintor italiano, Luca Giordano, que viene a trabajar para la monarquía hispana. Tampoco era posible que apareciese otro coleccionista o mecenas como Felipe IV y, sin embargo, Carlos II consiguió aquello que no lograron ni su padre ni su bisabuelo: atraer al mejor pintor italiano del momento a su corte (Tiziano o Pietro di Cortona). Giordano no debió sentirse como un extraño en nuestro país, al fin y al cabo había nacido en un virreiantao español (Nápoles), por lo que conocía en cierto sentido las costumbres y gustos españoles. También, había envíado cuadros a las pirncipales cortes de Europa y había viajado por toda Italia, estando al corriente de las últimas tendencias artísticas, todo lo cual lo convertían en un referente indispensable del arte más moderno de la segunda mitad del siglo XVII. Giordano llegó en 1692, por lo que no es dee xtrañar qu el rey lo nombrase pintor de Cámara. Su principal cometido a a partir de esa fecha será realizar una ambiciosa serie de decoraciones murales en El Escorial, el Alcázar de Madrid, la Catedral de Toledo y diversas iglesias de la Corte, desarrollando un programa de exaltación de la monarquía hispánica y de la iglesia católica. Su rápidez de ejecución lo hacen muy apto para esta tarea, pero eso no excluyó que demostrara su capacidad en otros campos, como el del retrato. Así realizó dos magníficos retratos conservados en El Prado, el Retrato ecuestre de Carlos II y el Retrato ecuestre de Mariana de Neoburgo, esposa del rey español, donde se puede apreciar toda la propaganda política y religiosa de la monarquía hispana.
Luca Giordano. Retratos de Carlos II y Mariana de Neoburgo a caballo. Óleos sobre lienzos. 1693. Museo del Prado. Madrid.
Ahora pasamos a comentar someramente los incremenos en la colección real en este reinado. La colección artística del último monarca de la dinastía Habsburgo en España, Carlos II, el soberano que reinó más tiempo en el siglo XVII (1665-1700), estaba constituida por el conjunto de la colección real, que sus antepasados y él mismo acrecentaron a lo largo de casi dos siglos. El propio Carlos era consciente de la importancia simbólica del conjunto, repartido por los diversos palacios y sitios reales, pues en su testamento vinculó todas las piezas a la corona y sus sucesores, prohibiendo su venta o desmembración. Más allá del valor económico del ingente cúmulo de pinturas, esculturas y elementos de artes decorativas, estos últimos los más numerosos (tapicerías, muebles, alhajas), que hacían de él uno de los más completos e imponentes de Europa, la colección expresaba tanto los gustos artísticos como amparaba a diario el transcurrir de la vida del monarca. Ese concepto hereditario y político no impidió que en ocasiones fueran sustraídas algunas piezas significativas, como la Reconciliación de Jacob y Esaú, de Rubens , que la segunda mujer de Carlos II, Mariana de Neoburgo, consiguió en 1694 para su hermano, el elector Juan Guillermo del Palatinado.
Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones triunfó la decisión real de preservar la integridad de las colecciones y, lo que es menos conocido, mantuvo el afán por aumentarla y modernizarla. De hecho los inventarios realizados durante su reinado y a su fallecimiento, son los documentos más completos sobre el acervo artístico de los Habsburgo que se conservan. Respecto al gusto preferente por la pintura veneciana y flamenca que había demostrado su padre, Felipe IV, a tenor de sus adquisiciones parece que abundó desigualmente en él, aunque lo hubo de tener como importante referente.
David Terniers el joven. El rey bebe. Óleo sobre lienzo.1650. Museo del Prado. Madrid.
En el ámbito flamenco su aportación más novedosa fue la adquisición de obras de David Teniers; El rey bebe (le roi boit), una de las obras más significativas del artista en el Prado, imagen prototípica de la fiesta y la vida popular de Flandes, aparece por primera vez inventariada en el Alcázar de Madrid en 1700, a la muerte del rey. La procedencia de algunos de los Teniers de Carlos II se remonta a su hermanastro Juan José de Austria, que asumió brevemente el papel de primer ministro entre 1677 y 1679. Éste había sido previamente gobernador de los Países Bajos y para él había trabajado Teniers.
Pero su contribución más significativa fue la incorporación de un importante núcleo de obras napolitanas, germen de la abundante colección del Prado, en su gran mayoría de mano de Luca Giordano. Sus pinturas ingresaron en la colección no solo durante la estancia española del pintor (1692-1702), en la que sobre todo se le encomendaron numerosos ciclos decorativos al fresco, sino que se comenzaron a adquirir con anterioridad. El rey encargó a los sucesivos virreyes de Nápoles, Gaspar de Haro y Guzmán, marqués de Carpio, y Francisco de Benavides, conde de Santisteban, la comisión de obras a Giordano para él y la reina madre, Mariana de Austria, que fueron remitidas a España en 1688. Aun con anterioridad consta la llegada de piezas como Mesina restituida a España, que ya en 1684 se encontraba instalada en el Buen Retiro. De la etapa española de Giordano conserva el Museo del Prado originarios de esta colección, entre otros, el magnífico El sueño de Salomón, y una pareja de pequeños retratos ecuestres, ya comentados. El conjunto de obras de Giordano se incrementó en 1696 al morir su madre, Mariana de Austria, cuya colección pasó a su poder.
Luca Giordano. El sueño de Salomón. Óleo sobre lienzo. 1693. Museo del Prado. Madrid.
Otras adquisiciones subrayaron el aprecio por lo napolitano, como la serie de escenas de la Vida de san Cayetano de mano de Andrea Vaccaro, compradas en la colección de Cristóbal de Ontañón. En diversas almonedas el rey logró también obras italianas de diversa filiación, como en las de Juan Luca Doria y el marqués de Carpio, entre las que no faltaban las atribuciones a Tiziano, Bassano, Veronés o Carracci, pero también obras flamencas asignadas a Van Dyck, Rubens y Seghers. Precisamente Descanso en la Huida a Egipto con santos, de Rubens, proviene de esta última venta. Otras incorporaciones procedían de donativos, como los efectuados por el condestable Colonna y el marqués de los Vélez; amén de los regalos diplomáticos de las cortes europeas, tratándose sobre todo de retratos de la familia real francesa.
En cuanto a los artistas españoles, sus pintores de cámara dejaron una importante galería de retratos del rey, su madre y sus dos esposas. Fundamentalmente las efigies pintadas por Juan Carreño de Miranda, configuran la imagen prototípica del rey durante su minoría de edad y de su madre, Mariana de Austria; de ellas guarda el Prado diferentes versiones. También de Carreño son los retratos de Pedro Ivanowitz Potemkin, embajador de Rusia, El bufón Francisco Bazán y Eugenia Martínez Vallejo, «la monstrua» vestida y La monstrua desnuda (Baco), en la mejor tradición velazqueña.
Giovanni Battista Foggini. Retrato ecuestre de Carlos II. Bronce. 1690. Museo del Prado. Madrid.
En cuanto a la escultura, poco es lo sabido acerca de sus intereses, ya que sus adquisiciones fueron sensiblemente menores que las del reinado anterior. No obstante, hay indicios para suponer que también continuó el precedente paterno, pues se intentó configurar un ciclo ecuestre dinástico y posteriormente el marqués de Carpio contactó con Gian Lorenzo Bernini, para que hiciera una estatua ecuestre del monarca. Precisamente un retrato de Carlos II, ecuestre, un bronce del florentino Giovanni Battista Foggini, es la pieza más sobresaliente de su colección legada al Prado. Le fue regalada por el nuncio Giuseppe Archinto. En otras ocasiones, el rey se abasteció en las liquidaciones de otros coleccionistas, como la serie de bustos decorativos de etíopes procedentes de los bienes de Fernando Valenzuela, también en el Prado.
La gran mayoría de sus pinturas y esculturas se conservan en las colecciones del Museo Nacional del Prado y del Patrimonio Nacional, solo mermadas por el incendio del Alcázar de Madrid de 1734 y algunas pérdidas sufridas durante la Guerra de la Independencia.
Como no podía ser de otra manera en el autor de este blog, toda una estupenda lección sobre el arte de la época.
ResponderEliminarUn saludo, estimado colega.
Estos son de esos artículos que hay que conservar en una carpeta para poderlos releer mil y una vez.
ResponderEliminarEl enfoque del arte contemporaneo en la vida de Carlos II es aleccionador para entender aún mejor aquella época.
Un abrazo y es un placer que iniciativas como esta nos unan en lecturas tan apasionantes y llenas de historia y arte.
Una buena muestra del Arte de la època, con infuencias Flamencas e Italianas.
ResponderEliminarUn abrazo
Hermosas pinturas, sobretodo los regios retratos ecuestres. Gracias por este magnífico recorrido por el arte de la época del último Austria. Un artículo muy didáctico.
ResponderEliminarAbrazos y feliz domingo.
Una buena entrada, nos has dejado una continuidad del arte en una época de decadencia y transitoria del reinado.
ResponderEliminarUn feliz domingo Paco
Una entrada impresionante, Paco. Es cierto que la decadencia de la Monarquía nos hace pensar que todo estaba en decadencia, pero nos acabas de demostrar que no es así.
ResponderEliminarComo siempre, es un placer leerte.
Seguía siendo buena época para la pintura, aunque no para otras cosas. El reinado de Carlos II nos legó las obras de Carreño de Miranda y Claudio Coello. Casi nada.
ResponderEliminarEstupenda aportación, monsieur.
Feliz domingo
Bisous
Hola de mediodía...
ResponderEliminarMi querido profesor, tus entradas me tienen enganchada, he tenido que buscar una hora vacía los fines de semana para leerte atentamente..y más cuando la pintura es uno de mis hobbys.
Si no sueñas, nunca encontrarás lo que hay más allá de tus sueños. Que tengas un lindo domingo y una buena semana.
Un abrazo y gracias por esta belleza
Excelente repaso por el panorama pictórico de aquella época con figuras tan importantes como Carreño, Coello o Giordano. En cuanto al coleccionismo destacaron figuras como la del Marqués del Carpio, embajador en Roma.
ResponderEliminarUn abrazo y gracias por la colaboración.
Cuadros para la eternidadd. Pero el de todos me impresiona Francisco Ricci co el Auto de fe en la Plaza Mayor de Madrid. Siempre que voy me quedo un buen rato pensando en todos sus protagonistas.
ResponderEliminarMagnifico tu post de hoy también.
Un abrazo
Los cuadros más sugestivos sobre Carlos II son los retratos, muestran mejor que nada el ambiente de aquella España triste, derrotada y, también, señorial.
ResponderEliminarSaludos y estupenda entrada la escrita por usted.
A pesar de todo, el arte estaba en todo su esplendor por toda la Monarquía Hispánica.
ResponderEliminarGrande entrada, un saludo.
Muy buen repaso de ese periodo final de la pintura española del siglo XVII. El declive artístico tras la muerte de Velázquez, el gran maestro sevillano, tuvo un aterrizaje suave: Carreño y Coello eran importantísimos, lo que sucede es que el nivel dejado era muy difícil de superar. Se complementaba con el italiano Giordano, de cuyo pincel es Madrid un gran deudor por las pinturas que dejó en la Villa y Corte y en su provincia. El vacío que vino depués fue solo un paréntesis hasta la llegada del gran Goya.
ResponderEliminarMuy buena entrada y mis saludos Francisco.
Una fenomenal lección del arte coleccionado por Carlos II. Gracias a lo encargado o adquirido por él, por los anteriores Austria y también por los Borbones posteriores ha logrado España, tener El Prado, el gran museo del que podemos sentirnos orgullosos. Cuánto he disfrutado con tu entrada. Un abrazo.
ResponderEliminarNo me cabía la menor duda de que nos ibas a abordar algún aspecto artístico del reinado de Carlos II y veo que no me equivocaba. A pesar de que Velázquez había muerto y Goya estaba por llegar, no quiere decir que entre uno y otro no existiesen pintores merecedores de tal nombre. Claudio Coello maravilla por la apoteosis del Barroco, Carreño de Miranda por sus retratos llenos de psicología y qué decir de Teniers o Luca Giordano...
ResponderEliminarEn España tenemos un problema grande en cuanto a pintura. Parece que entre Velázquez y Goya no hubo nadie, como tampoco entre éste y Picasso. Son lagunas que tenemos que ir llenando poco a poco.
Saludos
Espectacular clase Paco.
ResponderEliminarUna colección impresionante de arte.
Saludos
De cuando estudiaba solo recuerdo a Claudio Coello, los demás casi los he descubierto en la entrada de hoy.
ResponderEliminarTe sigo, me gusta el arte y veo que es un blog que cubre una parcela de mi cultura en la que tengo muchas lagunas.
Un saludo.
Un magnífico artículo que me ha descubierto conocimientos nuevos. Excelente.
ResponderEliminarBuena semana!!
Hola Paco, después de leer tu post, tengo que felicitarte y mucho, aquí hay muchas horas de estudio y trabajo, cosa que ya sabes que admiro.
ResponderEliminarGracias
En cuanto puedas , dime si tienes problemas para entrar en mi blog.
Gracias
Con ternura
Sor.Cecilia
Estupendo repaso del arte durante el reinado de Carlos II.
ResponderEliminarSaludos, Paco.
Es casi lógico que una figura como Velazquez eclipse casi todo a su alrededor... pero no es necesariamente justo. Claudio Coello siempre me ha parecido un enorme pintor, no valorado en su justa medida.
ResponderEliminarFantástico repaso, Paco.
Un abrazo
Realmente un lujo estimado Paco.
ResponderEliminarHe disfrutado enormemente con esta entrada espectacular!
Te dejo un abrazo y agradezco tu visita.
Buena semana.
La profusion de imágenes que nos presentas, realzan el texto sobre el aniversario de Carlos II.
ResponderEliminarExcelente entrada¡¡¡
Saludos
Una entrada "hechizada". Es magnifica, para leer y volver a leer. Los retratos ecuestres de Carlos II y Mariana de Neoburgo me encantan, aunque todo es increiblemente bello.
ResponderEliminarFelicitaciones, un abrazo.