Claude Monet. La Estación de Saint-Lazare. Óleo sobre lienzo (75,5 x 104 cm.). 1877.
Museo d´Orsay. París.
En la nueva configuración que definía el París del Segundo Imperio y la III República, los palacios y los templos se multiplicaron de manera desorbitada, aunque cambiando con frecuencia su advocación al monarca por la entronización de la "cosa pública", la glorificación del aristócrata por la del burgués y la veneración de lo divino por la de las artes y las ciencias. Pero, sin duda alguna, los nuevos recintos palaciegos fueron las estaciones de ferrocarril.
Tras el desarrollo del ferrocarril, primero en Gran Bretaña y luego en Francia, y coherentes con su origen moderno, las estaciones ferroviarias participarían de lleno en el pulso que la arquitectura estaba librando con la ingienería y sus nuevos materiales constructivos casa desde el siglo anterior. Así, se aunaba dos corrientes enfrentados: por un lado, el canto de cisne de una arquitectura en piedra, unida a viejas retóricas formales, pero ahora científicamente codificada en sus procedimientos. Por otro lado, las deslumbrantes posibilidades del empleo masivo del hierro fundido y el vidrio plano. Ambas corrientes convergieron en esos grandes hangares con fachada urbana que fueron las estaciones de ferrocarril, auténticas catedrales para el vapor.
París queda rodeada de un anillo de estaciones: Garede Saint Lazare, du Nord, de l´Est, de Lyon, d´Austerliz, de Montparnasse, de Vincenns, d´Orleans. Las seis primeras, más o menos transformadas, aún se manienen en servicio. La última, desplazada hacia el Sena y convertida en el Museo d´Orsay, alberga gran parte de la memoria visual de este París decimonónico que estamos describiendo. Los impresionistas también captaron el valor deeste nuevo tipo de espacios arquitectónicos capaces de engullir atmósferas cargadas de vapor, de energía y de futuro a través de sus grandes pórticos abiertos hacia el horizonte y eel cielo. Manet, Monet y Caillebotte pintaron insistentemente la Gare de Saint Lazare y sus alrededores.
Exterior e interior del Museo d´Orsay. París
Hacemos ahora un inciso, para hablar del Museo de los impresionistas, el Museo d´Orsay. Inaugurado el 14 de julio de 1900 como estación de ferrocarril, la Gare d´Orleans, el arquitecto Victor Laloux concibió el edificio como un conjunto prestigioso, con un hotel de 370 habitaciones. Estuvo funcionando como estación hasta 1939. Declarado monumento histórico en 1973, fue transformado en Museo y abierto al público el 1 de diciembre de 1986.
El Museo d´Orsay (Rue de Lille, 62) cubre el período artístico que va desde 1848 hasta 1914. Es, por tanto, el museo donde puede contemplarse la mayor parte de la producción artística de los impresionistas. En la planta baja del museo se sitúa parte de la pintura impresionista anterior a 1870, pero sin duda la mejor y más numerosa se encuentra en la planta superior, enteramente dedicada al impresionismo y postimpresionismo, incluida una sala especial para la escultura de Degas y Renoir.
Charles Garnier. Palacio de la Ópera de París. 1875. Exterior e interior.
En la actual instalación del Museo d´Orsay, los museógrafos han situado la maqueta del colosal Teatro de la Ópera (1860-1874) que diseñara Charles Garnier. Se evoca así el protagonismo del edificio más emblemático del París del Segundo Imperio y la III República, que allí se congregaba en las rutilantes veladas de ópera para rendirse culto a sí mismo, ornado con sus mejores galas y exhibiendo ufano el aparato simbólico de un poder económico, social y político recién estrenado.
Como el jardín urbano o el bulevar, las representaciones de ópera, teatro, música o ballet se convertían, simultáneamente, en acontecimientos de una cultura resplandeciente y en escaparates para la liturgia social de la vida parisina (La vie Parisienne fue el título de una de las óperas más célebres de Offenbach, estrenada en 1867).
Es un ambiente que percibimos también claramente en otro cuadro de Monet, Baile de máscaras en la Ópera. En esta tela vuelven a aparecer un puñado de retratos de personajes del mundillo intelecutal y artístico, entremezclados con anónimos galanes que cortejan a enigmáticas damitas.
Claude Monet. Baile de máscaras en la ópera. Óleo sobre tela. 1873. National Gallery of Art. Washington.
Degas y Renoir también pintaron escenas ambientadas en este sugestivo mundo del espectáculo distinguido, en el que el público obraba como el verdadero protagonista. Degas, concretamente, se sintió especialmente atraído por los acontecimientos de música y danza que tenían lugar en dichos escenarios. Pero el artista también quiso trascender el momento mismo de la representación en público para adentrarse tras los bastidores, llegando a esa entraña misma del espectáculo que constituyen las duras sesiones de ensayo. Dentro de la apariencia de las cosas, tras la inevitable ficción que implica toda manifestación artística o adespecho de la frivolidad mistificadora de la vida mundana reaparece entonces el rostro verdadero de la condición humana. Es la herencia del realismo y naturalismo que propugnaron Zola (en su novela "Nana") o Courbet. Es la actitud que emerge en novelas capaces de adentrarse en realidades descarnadas o en cuadros que nos muestran fragmentos de una intimidad desprejuiciada, como las numerosas escenas de toilette pintadas por Courbet, Degas, Renoir, Cézanne o Toulouse-Lautrec.
Edgar Degas. Clase de baile. Óleo sobre lienzo (85 x 75 cm.). 1875. Museo d´Orsay. París.
Espectáculo mundano por excelencia fueron las carreras de caballos, que períodicamente se celebraban en el hipódromo de Longchamp, inaugurado por el mismo Napoleón III en 1857, en el corazón del Bois de Boulogne. También se convertiría en argumento predilecto para la nueva pintura (el antecedente está en "El derby de Epson", pintado por Théodore Gericault en 1822). Manet y Degás nos han dejado imágenes vivísimas de esta colorista manifestación de la vida parisina que fueron las carreras en el hipódromo. Aire libre, movimiento, fugacidad, potencia y tensión psicológica se conjugan en unos cuadros que buscan captar la instantaneidad. Son imágenes acosadas por esa condición efímera, fugaz y cambiante que imprime la velocidad, los nuevos tiempos.
El valor de lo veloz como expresión del movimiento preocupó especialmente a la fotografía de la época pero, sobre todo, fue algo inseparablemente asociado al pensamiento del hombre moderno desde que tuvo ocasión de subirse a un tren.
Édouard Manet. Carreras en el Bois de Boulogne. Óleo sobre lienzo (72,5 x 94 cm.). 1869. Colección privada.
Edgar Degas. Carreras de caballos frente a la tribuna. Óleo sobre lienzo (46 x 61 cm.). 1866-68. Museo d´Orsay. París.
Concluímos con dos estupendos videos sobre el museo de los impresionistas, el Museo d´Orsay de París:
Bibliografía:
-- Brihuega, Jaime: "París en tiempos de los impresionistas". En Revista "Descubrir el arte", nº 2 y 3. Madrid, 1999.
-- Denvir, Bernard: "El Impresionismo". Labor. Barcelona, 1991.
-- Historia del Arte Salvat: "El Realismo y el Impresionismo", Col. Historia del Arte, 15. Salvat. Barcelona, 2006.
-- Rewald, J.; "Historia del Impresionismo". Seix Barral. Barcelona, 1981.
-- Wikipedia.
Bibliografía:
-- Brihuega, Jaime: "París en tiempos de los impresionistas". En Revista "Descubrir el arte", nº 2 y 3. Madrid, 1999.
-- Denvir, Bernard: "El Impresionismo". Labor. Barcelona, 1991.
-- Historia del Arte Salvat: "El Realismo y el Impresionismo", Col. Historia del Arte, 15. Salvat. Barcelona, 2006.
-- Rewald, J.; "Historia del Impresionismo". Seix Barral. Barcelona, 1981.
-- Wikipedia.
Me encanta el cuadro de Monet con el que abres la entrada de hoy. La locomotora del tren parece disolverse o difuminarse en el aire entre el humo, el vapor y la luz que va cambiando según discurre el día. Gran cuadro sin duda.
ResponderEliminarYa veo que has traído la antigua estación parisina, hoy reconvertida en museo.
Un saludo.
Monsieur, qué maravilla, aparte de que siempre es un placer pasear por París, y más por el de aquella época, me encanta encontrarme con ese baile en la opera, y con las bailarinas de Degas.
ResponderEliminarQué hermoso esta hoy el blog!
Feliz dia
Bisous
Este blog, Paco, tiene más de cátedra que de simple divulgación. ¡Cómo te agradezco la capa de barniz que vas dando a mi coja cultura con tus grandes aportaciones!
ResponderEliminarMagnífico post, tan valioso como el anterior.
ResponderEliminarNunca puedo dejar de pensar al ver estos cuadros, al hablar de estos pintores en el París bohemio de los tejados abuhardillados, los cafés, las copas de absenta, los cabarets, las bailarinas... Todo el ambiente que los inspiró. Me ha gustado, Paco. Un saludo.
ResponderEliminarHola Paco:
ResponderEliminarLos cuadros de Manet me han gustado mucho desde que tengo uso razón, realmente desde que estudiaba historia del arte ;D.
Ese cuadro de la estación me relaja.
Saludos
Magnífica entrada. Pura pasión impresionista.
ResponderEliminarCómo he disfrutado de estos dos post ni te lo imaginas. He estado fuera y me he reservado un tiempo para leer ambos. Me has llevado de la mano y recordado mi visita al Museo d´Orsay
ResponderEliminarMonet es uno de mis favoritos sin duda alguna.
Gracias por esta belleza.
Un abrazo
El cuadro con el que abres el artículo siempre ha estado en mi particular galería de favoritos de la historia del arte. Después del artículo que dedicaste a las calles de París, ahora llega este complemento sobre la vida burguesa y las aficiones deportivas y culturales.
ResponderEliminarUn abrazo!!
Paris era una ciudad Medieval,las calles eran tortuosas, en caso de revueltas el ejercito no podia entrar, ya Napoleon I comenzo a construir una gran avenida (la rue de Rivoli) pero hubo que esperar la llegada de Napoleon III y el"perfet" Haussmann para comenzar a domoler, y crear grandes espacios (bois de Boulogne et bois de Vincennes) y todas las grandes avenidas, todas tenian como punto de fuga un gran monumento, (Opera Garnier, Arco del Triumpho...).
ResponderEliminarSi este verano van a Paris hay una expocion en el Hôtel de Ville, "Paris en tiempos de los Impresionistas" los cuadros son magnificos y se pueden ver en ellos muchos monumentos que fueron destruidos
Un saludo
Magnífico blog de arte y cultura....un abrazo de azpeitia (Lo enlazo a mi página)
ResponderEliminarEl encanto de la pintura impresionista...de la nube de algodón de una locomotora; jardines inundados de sol;la terraza de un café parisino;
ResponderEliminarla belleza de un cielo azul...Es el triunfo del color y la fuerza del negro, es mucho más!...Es la vitalidad de la pintura y su extraordinaria pincelada, es uno de los grandes movimientos de la historia de la pintura y nada mejor que disfrutarla en el mejor museo del mundo de pintura impresionista como es d´Orsay,este museo nos muestra claramente los grandes movimientos de la pintura que se sucederán entre 1848 y 1914 por decenios y es uno de mis favoritos.
Un beso.-
Gracias a todos por vuestras aportaciones, sugerencias y opiniones. No sabeis la satisfacción personal al saber que os ha gustado estas dos entradas, que tendrá una continuación en un tercer post, sobre el mundo de la noche, la bohemia, los cafés y los lugares de reunión social de finales del XIX.
ResponderEliminarQuisiera agradecer, también, la aportación de Mariac, nueva en este espacio, y los estupendos detalles del París de la época y la información sobre la exposición de dicha ciudad en los tiempos que estudiamos.
Buen fin de semana para todos y muchas gracias, nuevamente.