El hospital de la Caridad es una de las instituciones asistenciales más antiguas de Sevilla, donde perviven en gran medida el espíritu y la mentalidad de la sociedad del siglo XVII y, en especial, de Miguel de Mañara, quien renovó y amplió sus actividades hospitalarias, ante el impacto de la epidemia de peste que asoló la ciudad en 1649. Pero dicha insitución encierra un auténtico tesoro artístco, empezando por el edificio en sí mismo y continuando por las obras escultóricas y pictóricas que alojó y, aún hoy, sigue alojando, además de ser la manifestación más fehaciente de la mentalidad barroca sevillana. Su decoración interior acoge todo un auténtico programa iconográfico sobre el origen de la institución y la obra de su principal impulsor, D. Miguel de Mañara: las obras de caridad y misericordia al necesitado, muy propio de la mentalidad barroca. Pero para comprender esta mentalidad, es necesario empezar con una introducción histórica sobre el contexto histórico de la época, para pasar después a resumir el conjunto artístico de la institución.
La época
Tras la Guerra de los 30 años (1618-48), el Imperio español inicia su decadencia política, perdiendo su hegemonía en Europa, además de aumentar su ruina económica. Si ya de por sí no fuera poco las derrotas militares y las malas cosechas y las hambrunas que se sucedieron, se siguieron sucediendo varias epidemias de pestes que causaban estragos entre la población española. Significativa fue la de 1649, que, sólo en Sevilla mermó la población en cerca de 60.000 personas (aproximadamente la mitad de la población hispalense). Otras catástrofes reseñables son la seqía de 1682, la inundación de 1683, la obturación de la desembocadura del río y el traslado de la Casa de la Contratación (que dirigía todo el comercio con América) a Cádiz en 1717.
La Iglesia
El Hospital se construyó en la zona del Arenal, en los antiguos terrenos de las Atarazanas de la ciudad, de época de Alfonso X el Sabio, que acogió también a pescaderías, almacenes, Aduana... El elemento más importante del hospital, desde el punto de vista artístico, es la iglesia, que debe representar la expresión de toda una época: el barroco pleno de la segunda mitad del XVII. Antes había una vieja capilla dedicada a San Jorge, la cual estaba en estado ruinoso y la hermandad encarga a Pedro Sánchez Falconete (Maestro de obras de la Catedral y el Arzobispado, finalizó la Lonja de la ciudad, actual Archivo de Indias) la construcción de una nueva iglesia. El proyecto inicial fue reformado por Miguel de Mañara, principal impulsor del proyecto, y la fachada la terminó Leonardo de Figueroa.
La fachada de la Iglesia se encuentra estructurada en tres cuerpos de altura y presenta un esquema de gran simplicidad constructiva, semejante a un retablo, dividida en tres cuerpos verticales y tres calles horizontales. Los dos tramos superiores se encuentran decorados con azulejos que representan a sus patronos San Jorge y Santiago y a las tres virtudes teologales, Fe, Esperanza y Caridad (creer en Dios, esperar la salvación y amar al prójimo). Más abajo, a los dos lados de la puerta se contemplan esculturas de Fernando III el Santo y San Hermenegildo. La fachada aparece rematada por un ático precedido por una baranda de hierro y flanqueado por dos pináculos de ladrillo. En cuanto al interior, la iglesia es de una sola nave cubierta con bóveda de cañón y una pequeña cúpula en el antipresbiterio. Los muros se articulan con pilastras corintias que sostienen una cornisa de saliente alero. A los pies de la iglesia se encuentra el coro, elevado sobre una arcada triple. El templo se encuentra decorado con yeserías que en su nave central que presenta formas abstractas.
Destaca el patio de acceso, flanqueado por tres de sus lados por columnas toscanas rematadas con arcos de medio punto, se haya dividido en dos por un pasaje volado sobre columnas y decorados con siete paneles de azulejos de 1700, de origen holandés, que representan escenas del Antiguo y Nuevo Testamento y que en un principio pertenecieron al Convento de los Descalzos de Cádiz. En cada uno de los espacios del patio se levanta una fuente de mármol con grupos escultóricos de la Fe y la Caridad, respectivamente. Desde el patio se accede a la antigua sala de cabildos, en la que se conservan distintos algunos objetos relacionados con Miguel de Mañara, como una de las espadas que le pertenecieron o la mascarilla mortuoria, las paredes recogen interesantes pinturas entre las que destaca un retrato de Mañara pintado por Valdés Leal y un crucificado obra de Zurbarán.
Escultura y pintura en el interior del templo
La decoración interior de la iglesia fue programada por el propio Miguel de Mañara, quién contó con los mejores artistas de la época, como Murillo, Valdés Leal, Pedro Roldán y Bernardo Simón de Pineda, los cuales plasmaron la inspiración de Mañara acerca de la caridad cristiana.
A los pies del templo se encuentras dos de las obras maestras de Valdés Leal y que contienen una profunda meditación sobre la Muerte y los acontecimientos espirituales que la suceden: "Finis gloriae mundi" y "In Ictu Oculi"; en el trascoro, también de Valdés Leal, se encuentra "El triunfo de la Santa Cruz".
Las obras anteriormente descritas daban paso a las seis pinturas de Murillo sobre las "Seis obras de la misericordia", cuatro de las cuales fueron robadas, en 1810, durante la Guerra de la Independencia, por el Mariscal francés Soult, que posteriormente exhibió orgullosamente en su casa de París. A su muerte, las pinturas fueron vendidas por sus herederos, encontrándose en diversos museos del mundo, tales como la National Gallery de Londres, la Galería Nacional de Ottawa, la National Gallery de Washington y el Ermitage de San Petersburgo. La séptima obra de misericordia está representada por el Entierro de Cristo, realizado por Pedro Roldán y encuadrado en el Retablo Mayor. Estos lienzos fueron sustituidos en un principio por cuatro paisajes con escenas bíblicas, atribuidos a Miguel Luna, que rompían el discurso iconográfico pretendido por Mañara. Desde 2008, se han colocado reproducciones de los cuadros originales de Murillo que hacen conservar el sentido iconográfico del conjunto de la iglesia.
El Retablo Mayor, realizado entre 1670 y 1675, es obra de Bernardo Simón de Pineda y las esculturas de Pedro Roldán, siendo la policromía de Valdés Leal. En su centro hay un bellísimo grupo escultórico de gran tamaño que representa el Entierro de Cristo. En la parte superior del retablo aparecen representadas la Fe, la Esperanza y la Caridad y en los lados del retablo se encuentran figuras de San Roque y San Jorge, obras también de Pedro Roldán, así como una Virgen de la Caridad. El Retablo es un espacio limitado por cuatro columnas ricamente decoradas que sostienen una cúpula, y en el bajorelieve del fondo se representa el Monte Calvario. El Retablo, brillante como el oro, atraería las miradas de los fieles y confirmaría visualmente la idea de que cualquier obra de caridad, se haría también con el mismo Cristo, justificándose también la función inicial de la Hermandad: enterrar a los ajusticiados.
Pedro Roldán (1624-1629) fue un escultor sevillano, nacido en 1624, quién aprendió la talla con Alonso de Mena en Granada. Establecido en Sevilla, aprenderá de José de Arfe la expresividad y la teatralidad. Adquirío gran reputación y fue profesor de dibujo en la Academia de Dibujo y pintura fundada por Murillo en 1660. Aunque de formación naturalista, su estilo va adquiriendo un creciente barroquismo y monumentalidad, con figuras angulosas, pliegues muy marcados y carácteres elegantes. Obras importantes suyas son el Retablo de la Piedad de la Capilla de los Vizcaínos, hoy en la Parroquia del Sagrario de Sevilla, el San Fernando del la Sacristía Mayor de la Catedral de Sevilla y algunos pasos procesionales, como el Jesús Nazareno de la Cofradía de la O y el paso de la Exaltación de la Hermandad de Santa Catalina. Tuvo ocho hijos, muchos de los cuales colaboraron en su taller, llegando algunos a tener gran relevancia, como su hija Luisa Roldán (la Roldana), gran imaginera. Murió en 1699.
Bernardo Simón de Pineda (1637-1702), nacido en Antequera en 1637, se afincó en Sevilla, participando también en la Academia de Dibujo y Pintura de Murillo. Se le consideraba un arquitecto de la madera, ya que manipulaba la perspectiva con fines escenográficos, incorparando el baldaquino o la hornacina como escenario teatral donde los actores son sustituidos por esculturas. Trabajó y diseñó el Retablo Mayor de la Iglesia de la Caridad, y también hizo el Retablo del Hospital de la Misericordia de Sevilla.
Como ya dijimos anteriormente, a los pies de la iglesia se encuentran las dos obras de Juan Valdés Leal (1622-1690) de "Las Postrimerías", sobre la muerte y los acontecimientos espirituales que le suceden: Juicio, Infierno y Gloria. Valdés Leal es un pintor sevillano nacido en 1622 y de padre portugués. De niño se traslada su familia a Córdoba, aprendiendo a pintar en el taller de Antonio del Castillo. Se establece luego en Sevilla y fue uno de los fundadores de la Academia de Dibujo y Pintura, llegándola a presidir. En sus obras se proyecta su personalidad atormentada. Es un hombre violento, apasionado y desigual, que desdeña por completo la belleza y se interesa exclusivamente por la expresión. Magnífico colorista, desprecia el dibujo y comete con frecuencia incorrecciones que sólo la belleza del color y de la materia pictórica consiguen hacer perdonar. Es un pintor absolutamente barroco, de tendencia naturalista y tenebrista, busca siempre motivos dinámicos y violentos, con mucho movimiento, que resuelve, no con alardes de perspectiva y escorzos, sino con remolinos de color. Siempre vivió alejado de la corte y ocupado en satisfacer a una clientela ávida de pintura religiosa. A este género pertenecen sus largas series, como las del Monasterio de San Jerónimo de Buenavista (Sevilla), o los Retablos de Córdoba. Sin embargo, la insistencia, en algunas de sus obras, en temas tétricos, le han hecho el más significativo equivalente de la literatura ascética del desengaño, siendo la antítesis de su contemporáneo Murillo.
Fue amigo del famoso Don Miguel de Mañara, autor del Discurso de la Verdad, tratado ascético donde se describe la muerte con realidad estremecedora. Valdés Leal decide ilustrarlas en el Hospital de la Caridad de Sevilla. Este texto hace referencia al Juicio Final y al valor que en él tendrán las obras de la misericordia. Allí dos grandes alegorías de los fines últimos, macabras alegorías del Barroco más duro que fascinaron a los románticos. Son obras llenas de melodramática teatralidad y con una severa y clara intención moralizante, que contrastan, en el mismo templo, con algunas de las más delicadas obras de Murillo. Se trata de auténticas Vanitas, es decir, bodegones que aluden a la vanidad humana y amonesta sobre la caducidad de los bienes terrenales y la brevedad de la vida terrenal.
Una de ellas es In Ictu Oculi, donde un esqueleto como símbolo de la muerte, dirige su gesto hacia el espectador como indicándonos el mundo bajo sus pies, el ataúd bajo el brazo, la guadaña y la mano que apaga la luz de la vida. Una alegoría de la muerte poderosa y macabra.
Finalmente para el coro, en formato de medio punto y como conclusión, se encarga a Valdés Leal, El triunfo de la Cruz, obra en la que se representa al emperador Heraclio adorando la Cruz y despojándose de sus vestiduras para entrar en Jerusalén, reflexión final del discurso donde se vuelve sobre el ideal del necesario desprendimiento de las glorias del mundo para acceder a Cristo.
Destaca el patio de acceso, flanqueado por tres de sus lados por columnas toscanas rematadas con arcos de medio punto, se haya dividido en dos por un pasaje volado sobre columnas y decorados con siete paneles de azulejos de 1700, de origen holandés, que representan escenas del Antiguo y Nuevo Testamento y que en un principio pertenecieron al Convento de los Descalzos de Cádiz. En cada uno de los espacios del patio se levanta una fuente de mármol con grupos escultóricos de la Fe y la Caridad, respectivamente. Desde el patio se accede a la antigua sala de cabildos, en la que se conservan distintos algunos objetos relacionados con Miguel de Mañara, como una de las espadas que le pertenecieron o la mascarilla mortuoria, las paredes recogen interesantes pinturas entre las que destaca un retrato de Mañara pintado por Valdés Leal y un crucificado obra de Zurbarán.
Escultura y pintura en el interior del templo
La decoración interior de la iglesia fue programada por el propio Miguel de Mañara, quién contó con los mejores artistas de la época, como Murillo, Valdés Leal, Pedro Roldán y Bernardo Simón de Pineda, los cuales plasmaron la inspiración de Mañara acerca de la caridad cristiana.
A los pies del templo se encuentras dos de las obras maestras de Valdés Leal y que contienen una profunda meditación sobre la Muerte y los acontecimientos espirituales que la suceden: "Finis gloriae mundi" y "In Ictu Oculi"; en el trascoro, también de Valdés Leal, se encuentra "El triunfo de la Santa Cruz".
Las obras anteriormente descritas daban paso a las seis pinturas de Murillo sobre las "Seis obras de la misericordia", cuatro de las cuales fueron robadas, en 1810, durante la Guerra de la Independencia, por el Mariscal francés Soult, que posteriormente exhibió orgullosamente en su casa de París. A su muerte, las pinturas fueron vendidas por sus herederos, encontrándose en diversos museos del mundo, tales como la National Gallery de Londres, la Galería Nacional de Ottawa, la National Gallery de Washington y el Ermitage de San Petersburgo. La séptima obra de misericordia está representada por el Entierro de Cristo, realizado por Pedro Roldán y encuadrado en el Retablo Mayor. Estos lienzos fueron sustituidos en un principio por cuatro paisajes con escenas bíblicas, atribuidos a Miguel Luna, que rompían el discurso iconográfico pretendido por Mañara. Desde 2008, se han colocado reproducciones de los cuadros originales de Murillo que hacen conservar el sentido iconográfico del conjunto de la iglesia.
El Retablo Mayor, realizado entre 1670 y 1675, es obra de Bernardo Simón de Pineda y las esculturas de Pedro Roldán, siendo la policromía de Valdés Leal. En su centro hay un bellísimo grupo escultórico de gran tamaño que representa el Entierro de Cristo. En la parte superior del retablo aparecen representadas la Fe, la Esperanza y la Caridad y en los lados del retablo se encuentran figuras de San Roque y San Jorge, obras también de Pedro Roldán, así como una Virgen de la Caridad. El Retablo es un espacio limitado por cuatro columnas ricamente decoradas que sostienen una cúpula, y en el bajorelieve del fondo se representa el Monte Calvario. El Retablo, brillante como el oro, atraería las miradas de los fieles y confirmaría visualmente la idea de que cualquier obra de caridad, se haría también con el mismo Cristo, justificándose también la función inicial de la Hermandad: enterrar a los ajusticiados.
Pedro Roldán (1624-1629) fue un escultor sevillano, nacido en 1624, quién aprendió la talla con Alonso de Mena en Granada. Establecido en Sevilla, aprenderá de José de Arfe la expresividad y la teatralidad. Adquirío gran reputación y fue profesor de dibujo en la Academia de Dibujo y pintura fundada por Murillo en 1660. Aunque de formación naturalista, su estilo va adquiriendo un creciente barroquismo y monumentalidad, con figuras angulosas, pliegues muy marcados y carácteres elegantes. Obras importantes suyas son el Retablo de la Piedad de la Capilla de los Vizcaínos, hoy en la Parroquia del Sagrario de Sevilla, el San Fernando del la Sacristía Mayor de la Catedral de Sevilla y algunos pasos procesionales, como el Jesús Nazareno de la Cofradía de la O y el paso de la Exaltación de la Hermandad de Santa Catalina. Tuvo ocho hijos, muchos de los cuales colaboraron en su taller, llegando algunos a tener gran relevancia, como su hija Luisa Roldán (la Roldana), gran imaginera. Murió en 1699.
Como ya dijimos anteriormente, a los pies de la iglesia se encuentran las dos obras de Juan Valdés Leal (1622-1690) de "Las Postrimerías", sobre la muerte y los acontecimientos espirituales que le suceden: Juicio, Infierno y Gloria. Valdés Leal es un pintor sevillano nacido en 1622 y de padre portugués. De niño se traslada su familia a Córdoba, aprendiendo a pintar en el taller de Antonio del Castillo. Se establece luego en Sevilla y fue uno de los fundadores de la Academia de Dibujo y Pintura, llegándola a presidir. En sus obras se proyecta su personalidad atormentada. Es un hombre violento, apasionado y desigual, que desdeña por completo la belleza y se interesa exclusivamente por la expresión. Magnífico colorista, desprecia el dibujo y comete con frecuencia incorrecciones que sólo la belleza del color y de la materia pictórica consiguen hacer perdonar. Es un pintor absolutamente barroco, de tendencia naturalista y tenebrista, busca siempre motivos dinámicos y violentos, con mucho movimiento, que resuelve, no con alardes de perspectiva y escorzos, sino con remolinos de color. Siempre vivió alejado de la corte y ocupado en satisfacer a una clientela ávida de pintura religiosa. A este género pertenecen sus largas series, como las del Monasterio de San Jerónimo de Buenavista (Sevilla), o los Retablos de Córdoba. Sin embargo, la insistencia, en algunas de sus obras, en temas tétricos, le han hecho el más significativo equivalente de la literatura ascética del desengaño, siendo la antítesis de su contemporáneo Murillo.
Fue amigo del famoso Don Miguel de Mañara, autor del Discurso de la Verdad, tratado ascético donde se describe la muerte con realidad estremecedora. Valdés Leal decide ilustrarlas en el Hospital de la Caridad de Sevilla. Este texto hace referencia al Juicio Final y al valor que en él tendrán las obras de la misericordia. Allí dos grandes alegorías de los fines últimos, macabras alegorías del Barroco más duro que fascinaron a los románticos. Son obras llenas de melodramática teatralidad y con una severa y clara intención moralizante, que contrastan, en el mismo templo, con algunas de las más delicadas obras de Murillo. Se trata de auténticas Vanitas, es decir, bodegones que aluden a la vanidad humana y amonesta sobre la caducidad de los bienes terrenales y la brevedad de la vida terrenal.
Una de ellas es In Ictu Oculi, donde un esqueleto como símbolo de la muerte, dirige su gesto hacia el espectador como indicándonos el mundo bajo sus pies, el ataúd bajo el brazo, la guadaña y la mano que apaga la luz de la vida. Una alegoría de la muerte poderosa y macabra.
La otra alegoría es Finis Gloriae Mundi. En un marco de medio punto, una cripta nos muestra la putrefacción del cuerpo de un obispo y un caballero de la Orden de Calatrava, como dando a entender que hasta los grandes hombres más ricos se descomponen ante la muerte. Una balanza muestra el equilibrio entre los vicios y las virtudes, la sabiduría personificada en el búho observa el fin de las vanidades de este mundo. La muerte en su aspecto más corpóreo está interpretada con un realismo que impresiona y repele a la vez. La maestría de la composición, la factura, así como el colorido son admirables.
Tras los lienzos de Valdés Leal de las Postrimerías, en cada uno de los muros a la entrada en el templo, así como El Triunfo de la Cruz, en el trasncoro, en ambos muros laterales estaban los seis cuadros sobre la Misericordia de Murillo.
Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682) es uno de los pintores más populares de España, aunque su fama haya decaído un tanto ante la acusación de sentimentalismo excesivo que nuestro ha lanzado sobre él; hasta hace muy poco fue considerado como un pintor dulzón y empalagoso, pintor de almanaques, aunque afortunadamente se ha rehecho su prestigio en la segunda mitad del siglo XX. Murillo es el pintor de la delicadeza y la gracia femenina e infantil, y encarna un tipo de devoción, seguramente burguesa y sentimental, que se complace en lo amable y lo tierno, rehuyendo lo violento incluso cuando es necesario, como en las escenas de martirios. Nació y vivió toda su vida en Sevilla. Al principio su pintura está influenciada por el tenebrismo de Zurbarán, gran dominador de todos los encargos en la Sevilla de mediados del XVII, pero pronto la fama empieza a sonreirle a Murillo, quién aclara su paleta y triunfa rotundamente entre la clientela eclesiástica sevillana, declinando la estrella de Zurbarán. Renunció a la corte, por tener la libertad de composición. . En 1660 funda la Academia de Pintura sevillana, una especie de gremio liberal con los mejores pintores de Sevilla. Murió, con las botas puestas, en 1682 al caerse de un andamio pintando en el Convento de los Capuchinos de Cádiz.
Es el gran pintor de las Inmaculadas (Sevilla era una ciudad muy mariana), con vírgenes muy jóvenes y bellas, de sentido ascensional (hizo más de 25). Además de las Purísimas, destacan la ternura de sus Niños Jesús y la delicadeza de sus maternidades. Murillo se adaptó al gusto imperante y plasmó una religiosidad familiar y tierna que prefiere las seducciones de la religión en detrimento de sus rigores. Su mayor preocupación la constituye el colorido y no presta atención a la investigación plástica que tanto atareó a Velázquez. Su defecto es la composición compleja y los formatos grandes. Pero crea un estilo personal, tierno, dulce y delicado que anticipa el Rococó del siglo XVIII. Este estilo alegre y dulce es el que desbanca a la sobriedad de Zurbarán en Sevilla, porque el gusto popular también cambia a lo largo del siglo. En sus últimos años se ve esa pincelada melancólica (niños pobres, mendigos), pero siempre cristiana y contrarreformista, resaltando el lado alegre y amable y no haciendo una crítica de la situación, teniendo siempre el apoyo de la iglesia.
En la parte superior de los muros de la iglesia de la Caridad se encontraban los seis lienzos de Murillo sobre la misericordia, rematando el grupo el Entierro de Cristo del Retablo Mayor (enterrar a los muertos). En el muro izquierdo, en la parte más alta se encontraban Abraham recibe a tres ángeles (que simboliza la misericordia de dar posada al peregrino) y El regreso del hijo pródigo (vestir al desnudo), que actualmente se localizan respectivamente en la National Gallery de Otawa y la National Gallery de Washington.
En el muro de la derecha y comenzando por los pies se encontraban en la parte alta los otros dos lienzos de Murillo de la serie de la misericordia, San Pedro liberado por el ángel (redimir al cautivo) y El levantamiento del paralítico (Visitar a los enfermos), actualmente en el Ermitage de San Petersburgo y la National Gallery de Londres.
A continuación en la parte alta del antepresbítero se hayan los dos cuadros de Murillo de la serie de la misericordia que no fueron robados por los franceses; son de un tamaño mayor que los anteriores y representan a Moisés haciendo brotar el agua de la Roca (dar de beber al sediento) y La multiplicación de los panes y los peces (dar de comer al hambriento).
También en los muros de la iglesia, a un nivel más bajo, como ejemplo de comportamiento caritativo a imitar por los miembros de la Hermandad (de los mejores linajes sevillanos), se hayan dos grandes lienzos de Murillo, que representan a Santa Isabel de Hungría lavando a los tiñosos y a San Juan de Dios trasladando y atendiendo a un enfermo. En el primero de ellos podemos apreciar una pintura de género poblada de niños y jóvenes, tiñosos y pobres de solemnidad, es decir, los estratos más bajos de la sociedad, muy propio de la obra de Murillo, pero tratados sin crítica ninguna, sino destacando la gracia y naturalidad de la juventud. El cuadro presenta una iluminación dramática o teatral, ya que destaca algunas zonas u objetos. Lo que se narra es un ejemplo de caridad: una reina medieval, Isabel de Hungría, atiende y lava a los enfermos y necesitados, como ejemplo de amor al prójimo.
Excelente entrada Paco, el hospital de la caridad es una de las obras barrocas por excelencia de Espana. Yo personalmente me quedo con las dos obras de Valdes Leal, siempre he sido un apasionado de la simbologìa del tema de la "vanitas barroca", sin duda un tema muy acorde con la Espana de la època.
ResponderEliminarUn saludo.
Sevilla y el Barroco forman un tandem imprescindible, y que le da ese aire tan especial que tiene la ciudad. Sevilla sin Barroco no sería lo mismo. Y el artículo extraordinario.
ResponderEliminarUna joya del barroco. Me siento a mis anchas en mi epoca, como usted comprendera. Y veo que esta vez la joya le queda a usted bien cerquita!
ResponderEliminarFeliz dia, monsieur
Bisous
Pues no puedo decir sino que he quedado maravillado ante esta impresionante entrada... Y es que la Caridad es una pedacito fundamental del alma de Sevilla, aún a pesar de las vicisitudes a las que la historia la ha sometido... Qué alegría, por cierto, que podamos contemplar de nuevo en sus muros, aunque sea por esta vía, aquellas obras de las que la invasión napoleónica nos privó...
ResponderEliminarGracias de nuevo por descubrirme tu espacio... Me ha encantado. Estoy seguro de que aprenderé mucho de él.
Que tengas una muy feliz velada...
Buenas noches.
Sevilla nunca dejará de sorprenderme con su perturbadora belleza. Coincido con otro comentario, una entrada extraordinaria.
ResponderEliminarUna maravilla de lugar, donde se conjugan a la perfección todas las artes. Asombra sobre todo su capilla por la proliferación de pinturas pertenecientes a los grandes maestros del barroco sevillano, sobre todo Murillo y Valdés Leal (sus lienzos ponen los pelos de punta literalmente). Recomiendo su visita para todos aquellos que se pasen por Sevilla.
ResponderEliminarUn saludo
Interesantísima entrada. Siempre me han gustado de este edificio el programa iconográfico del interior y la historia del propio Mañara. Habrá que ir a conocerlo algún día...
ResponderEliminarUn saludo
No te acostaras sin aprender algo y ya va siendo hora de planchar la oreja.
ResponderEliminarGracias por tan magnifica informacion.
Enhorabuena por su blog. Lo he encontrado casualmente y me parece excelente. Yo imparto acceso a la Universidad para mayores de 25 años, la materia de historia e historia del arte. Le invito a visitar mi blog sobre historia de Sevilla
ResponderEliminarwww.colonia-julia-romula-hispalis.blogspot.com
esta pagina no esta completa.
ResponderEliminaros falta por poner los cuadros que hay en el patio principal.
El arículo es bueno y no me gustaría parecer
ResponderEliminaragua fiesta pero Mañara el caballero sevillano
que lleva la institución de la Santa Caridad a su
mayor apogeo no se llamaba Juan era Miguel.
Un saludo. Ludovico
Me ha gustado mucho la página y me ha servido para mi trabajo
ResponderEliminarInmaculada
Simplemente felicidades...
ResponderEliminarquisiera saber si ess accesible con sillas de ruedaws
ResponderEliminarPerdona alguien sabe que dice en hebreo en el remate del retablo. Gracias
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