Beato de Fernando I y doña Sancha. "El Cordero y la Cruz adorados". F 6v.
Biblioteca Nacional de Madrid.
Si hay un capítulo realmente sorprendente en la historia del arte medieval español ese es justamente el de los Beatos, esos manuscritos maravillosos, de una riqueza pictórica por encima de cualquier otra producción medieval europea. Resulta difícil saber cómo se crearon esas miniaturas en los pequeños reinos cristianos entre los siglos X y XIII, pero todavía lo es más explicar por qué.
Ni Castilla ni el resto de España han estacado precisamente por una tradición ilustrativa de códices a lo largo de la Edad Media, como podría ser el caso de Italia o de Francia. Ni de los conventos donde surgen estos manuscritos se podría decir que fuesen lo suficientemente ricos como para permitirse estos trabajos tan lujosos y caros.
Lo cierto es que hoy día los Beatos representan el capítulo más rico de las miniaturas de todo el arte medieval europeo, tal como afirmaba Umberto Eco, escritor y experto en arte y literatura medievales, al referirse a ellos como “los libros más bellos del mundo”.
¿Qué es realmente un Beato? Un Beato es un Comentario al Apocalipsis escrito por Beato de Liébana e ilustrado al menos a partir del siglo X en diferentes escritorios conventuales. Al ir copiando este Comentario de Beato se le iban añadiendo no sólo imágenes sino también nuevos textos, de forma que con el tiempo, algunos Beatos alcanzaron una complejidad enorme, como es el caso, por ejemplo, del Beato de Gerona. Las copias se fueron multiplicando cada vez más. Cuanto más antiguo, más fieles al testo de Beato de Liébana; cuanto más tardíos, mas complejos y diferentes.
Los primeros destinatarios de los Beatos fueron los propios monasterios, aunque tampoco haya que descartar que, al menos en algún caso, fuesen a parar a las librerías de algunas catedrales. Con el tiempo los propios reyes se convirtieron en coleccionistas de algún Beato.
Pero la historia comienza en Liébana. Un presbítero de la Liébana, conocido con el nombre de Beato, compuso un Comentario al Apocalipsis del que ofreció la versión definitiva en el año 786. Próximo a la corte del rey asturiano Silo, no dudó en defender con su palabra y sus escritos la vacilante fe de los cristianos sometidos a los musulmanes, al inicio de la Reconquista. Desde 789, Beato sería venerado como santo.
Beato de Fernando I y doña Sancha. "El arca de Noé". F 109. Biblioteca Nacional de Madrid.
En realidad, su Comentario al Apocalipsis es una suma de citas encadenadas de fuentes exegéticas y patrísticas de Ambrosio, Gregorio, Ticonio, Isidoro y otros. Textos creados a veces con otros fines, con los que Beato quiso transmitir la impresión de que formaban parte de un proyecto unitario destinado a lograr una profunda transformación espiritual entre los fieles, a la búsqueda de su edificación y elevación moral. Quizás, también, con el deseo de preparar adecuadamente a los cristianos ante un próximo final del mundo.
El monasterio de Santo Toribio de Liébana, donde vivió el monje llamado Beato y donde escribió las obras que le han hecho célebre, está situado en el centro del valle de Liébana en Cantabria, cuya capital es la villa de Potes. Liébana fue ya un territorio importante en la época prerromana, a juzgar por los testimonios arqueológicos que nos han llegado. A la caída del Imperio Romano, la comarca de Liébana pasó, como el resto de Cantabria, a estar bajo control visigodo. Hacia finales del siglo VI se produce, por una parte, la total cristianización del valle gracias a la predicación de monjes que venían de la Meseta. Precisamente Santo Toribio de Palencia, que dio nombre al monasterio donde vivió Beato, parece que fue el fundador de este monasterio, llamado originariamente de San Martín Turonense hasta que en el siglo XIII cambió su nombre por el de Santo Toribio.
La llegada de los árabes a España obligó a no pocos nobles y eclesiásticos a buscar refugio en tierras inaccesibles como el valle de Liébana. Surgen así, entre los siglos VIII y IX, numerosos monasterios en la zona y, con ellos, un notable incremento en la producción agrícola y ganadera.
Beato del Burgo de Osma. "La mujer y el dragón". F 186v. Biblioteca Nacional de Madrid.
Las historias narradas de esta obra están espaciadas en doce libros y a ellas se añadieron otros textos, como el relativo al Arca de Noé y su comparación con la iglesia, al final del libre segundo, o un extracto de la Ciudad de Dios de San Agustín sobre el Anticristo, en el libro sexto. Textos complementarios de los que el más importante llegaría a ser el Comentario de Daniel de San Jerónimo. Textos, en fin, a los que de inmediato les acompañaron las correspondientes ilustraciones. La contemplación de las imágenes, dispuestas preferentemente entre la historia y su explicación, una vez que se leía y memorizaba el texto, contribuía a fijar sus contenidos y a que el lector se adentrara en el camino de la meditación interior.
Todos estos textos ponen de manifiesto que Beato debió disponer de una buena biblioteca bajo la guía segura de San Isidoro de Sevilla. Ni el original de Beato ni el modelo de Ticonio, del que aquel se sirvió, han llegado hasta nosotros, por lo que hay que acudir a los ejemplares que vieron la luz en el ambiente cultural monástico del reino de León, área de repoblación cristiana a comienzos del siglo X. Fue entonces cuando las pequeñas imágenes del manuscrito de Beato, pintadas directamente sobre el pergamino y sin enmarcar, dieron paso a representaciones monumentales que llegaron a ocupar hasta un doble folio, cuando tomó cuerpo la división de los fondos en bandas de colores opuestos colocados escalonadamente, unos encima de otros y de acuerdo con una fórmula que recordaba lo carolingio. Ahora, también, la fuerza de la luz y los colores, la jerarquía de las proporciones y el contraste de los ángulos de vista confirieron a las figuras el poderío que les ha hecho tan dignas de admiración. También, al quedar suprimida toda sugerencia de volumen y acentuar las posibilidades expresivas del color se crearon las condiciones idóneas. Así lo entendió también Magio, pintor del Beato de San Miguel de la Escalada, al añadir en su colofón el siguiente texto: “A fin de embellecerlo pinté una serie de miniaturas para las maravillosas palabras de sus storiae, con objeto de que los prudentes teman la llegada del juicio futuro”.
Beato de San Andrés de Arroyo, Palencia. "El fuego de Babilonia". F 147v.
Bibliothèque nationale de France, París.
Magio era consciente del enorme predicamento de los textos del Comentario de Beato. Pero fue la presencia de las miniaturas tan deslumbrantes lo que convirtió estos libros en objetos de prestigio de los monasterios del Norte peninsular. El patrocinio regio acabó por asegurar su supervivencia en los siglos del románico.
Los estudiosos de los Beatos han dividido las dos docenas de Beatos que han llegado hasta nuestros días en dos familias. Una agrupa a aquellos ejemplares que, al ceñirse más directamente al original, disponen de ilustraciones relativas al Apocalipsis colocadas tras las “storiae” y es el Manuscrito Vitr. 14-1 de la Biblioteca Nacional, aunque el Beato de Burgo de Osma, procedente del Monasterio de San Facundo de Sahagún y fechado en 1086, es, probablemente, el más celebre de todos. Se hizo en escritura hispana o visigótica en un momento en que la liturgia y la letra hispánica fueron sustituidas, respectivamente, por la romana y la carolingia
En cualquier caso, ha de considerarse como el primer Beato románico, emparentado con las pinturas de San Isidoro de León y hay que reconocer sus aportaciones en el terreno de la decoración y la iconografía. Han sido justamente reproducidos su “Mapamundi”, primera miniatura que asigna a Compostela el papel relevante que tenía ya entre sus contemporáneos, y el tema del “Anciano de la luz blanca e infierno”, con una representación del infierno de gran atractivo y muy imitada, poblado de diablos de tez oscura, expresivos castigos y condenados desnudos que sienten las mordeduras de las serpientes.
La segunda familia de Beatos es donde se encuentran los más lujosos. Tal vez el más importante es el Beato de San Miguel de la Escalada o Beato Morgan, del que conocemos el nombre de su miniaturista: Magio, pero no queda tan claro cuando se terminó. Podría asegurarse que por su estilo se acerca al quehacer artístico de mediados el siglo X. Nos muestra un estilo refinado, con un cambio de trabajo de Magio y una sólida formación, que le llevó a conocer libros miniados carolingios y de la Antigüedad tardía. Y todo ello sin olvidar las referencias islámicas: el arco de herradura que encuadra una escena es significativa.
Claro que a veces se tomaban alguna licencia, como aquí ocurre con las efigies de la bestia y el dragón, tan cercanas en algunos aspectos: la representación del mal, imagen del Imperio Romano primero y del Islam ahora, siendo sus adoradores los no creyentes. El Beato de Gerona es famoso igualmente por la cantidad y riqueza de sus ilustraciones que llegaron a incluir un programa de la vida de Cristo.
Beato de Fernando I y doña Sancha. "Bestia ascendiendo del abismo".
Biblioteca Nacional de Madrid.
El calificativo de lujoso ha sido atribuido también al Beato de Fernando I y doña Sancha, quienes, en 1047, vieron terminado el extraordinario manuscrito que llevaría su nombre y hoy se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid. Dos magníficos miniaturistas se ocuparon de las pinturas que nos causan asombro por el rigor del dibujo, el dominio de la composición y la sensibilidad del color. Se mantuvo, eso sí, el respeto por la tradición; es por este motivo por lo que en la escena de “Los cuatro jinetes del Apocalipsis”, símbolo de la devastación, además de mantener fondos y marco que evocan los Beatos de antaño, se han conservado la disposición y atributos de los jinetes. Pero el último de ellos, la Muerte, se ve acompañada de un infierno de una fealdad nueva y cautivadora.
El Beato de San Andrés del Arroyo es posterior por su renovado naturalismo y una puesta en escena más verosímil: anticipa las detalladas ambientaciones de la miniatura alfonsí. Es el mejor ejemplo del afán que, a caballo del siglo XIII, vio reverdecer el interés por los Beatos; pero no fue más que un espejismo, pues su tiempo había pasado ya. El tema del Juicio Final alcanza en esta obra el carácter de obra maestra. Ha sido arrancada la parte de la izquierda da composición, que representaba a Cristo en el Juicio y sólo nos queda el castigo de los condenados: éstos desfilan apesadumbrados, atados por una cuerda, a las órdenes del diablo de espolones y cuernos pronunciados. Reyes, obispos, abades, dignatarios y pueblo llano, vestidos con los ropajes que los identifican, parecen barruntar el fragor que destila la enorme boca del infierno; la rueda dentada que va cortando en trozos los cuerpos de los condenados es el primer suplicio al que apunta el diablo que tira de la cuerda.
Bibliotecas, coleccionistas, estudiosos, editores y curiosos han otorgado a estos Beatos, en tiempos recientes, un prestigio todavía mayor si cabe que el que gozaron en los tiempos altomedievales. También el final del recorrido del Apocalipsis era triunfante: tras el Juicio Final, tras ver bajar del cielo a la Jerusalén ansiada, un ángel mostró a Juan la ciudad nueva en la que el Señor Dios había de alumbrar a sus moradores, que reinarían por los siglos de los siglos.
Beato de la Seo de Urgell. "Ángeles ante el altar de Dios". F 106. Archivo de la Seo de Urgell.
Los monasterios de Tábara (Zamora), San Miguel de la Escalada (León), San Millán de la Cogolla (La Rioja), San Facundo de Sahagún (León) y San Pedro de Cardeña (Burgos) fueron algunos de los recintos conventuales donde se compusieron los mejores Beatos. Con el tiempo, sus scriptoria diluyeron su función y los códices siguieron caminos diversos: algunos llegaron a perder la vinculación nominal con los centros que los vieron nacer. El precedente de San Miguel de la Escalada se conserva desde el año 1919 en la Pierpont Morgan Library de Nueva York, siendo conocido sobre todo por el nombre de su miniaturista: Magio. El manuscrito de Girona se terminó en el año 975, probablemente en Tábara, y fue legado a la catedral catalana en 1078. Una copia, realizada en el siglo XII y que fue a parar a Turín, ha dado pie a que se le denomine con el nombre de Beato de Turín. Peor fortuna tuvo en su trasiego el Beato de San Pedro de Cardeña, que sufrió una dolorosa mutilación en el siglo XIX: el Museo Arqueológico Nacional se hizo en 1871 con el grueso de sus folios maltratados; otros acabaron repartidos entre el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, el Museo Diocesano de Girona y una colección particular. Triste final para un Beato tan hermoso.
Beato de Fernando I y doña Sancha. "El Juicio Final". F 250v-251.
Biblioteca Nacional de Madrid.
Tomado de Cortés Arrese, Miguel: "Beatos". Revista Conocer el arte. Número 2. Abril, 1999.
En cierta ocasión tuve la fortuna de acceder a los Fondos Antiguos de la Hispalense, también a la Colombina. Sólo el aroma que se respira entre esos manuscritos es un halo tan satisfactorio que no resulta fácil transcribir, como tampoco resulta fácil encontrar las palabras con las que agradecerte el trabajo que periódicamente nos entregas. Un 10 para ti, Paco, y un fuerte abrazo.
ResponderEliminarMagnífica entrada, amigo Paco. Se la merecen estos excepcionales Beatus.
ResponderEliminarPude visitar los monasterios de San Miguel de la Escalada,con su arquitectura que muestra claras influencias mozárabes, una maravilla, San Pedro de Cardeña, Sahagún...en estos lugares sentí una cierta emoción al imaginar que entre sus muros se ilustraron Beatos.
Nos decía el profesor Joaquín Yarza, en la Universidad de Barcelona, que en el Beato de Girona s.X, probalemente ilustrado en el monasterio de Tábara (Zamora), trabajó el monje Emeterio y la monja Eude, tal vez la única mujer que ilustró un Beato, curioso.
Tengo la suerte de poder contemplar frecuentemente el Beato de la Seu d'Urgell, dado que queda cerca de Andorra, del cual me impresinó el diseño de los bestiarios. En el de Girona consta una lámina donde se ve una palmera, evocadora de los hombres justos y a su lado un hombre desnudo que tal vez intenta cortarla con un hacha, es tema repetido el de la palmera. El Beatus de Girona, bajo mi parecer, expone un refinamiento en las composiciones y el dibujo, los tonos algo menos chillones, además de los detalles mozárabes en arquitecturas, lo cual sucede en la mayoría de Batus, que lo convierten en exquisito.
Los "cuatro jinetes del Apocalipsis", hoy en la Universidad de Valladolid, son una muestra de una calidad sublime, dentro de la expresividad, trazo del dibujo, intensidad del cromatismo muy contrastado, y de no ir equivocada,me llamó la atención que los jinetes visten al estilo musulman, bombachos, turbantes ¿será la identificación de éstos con el fin del mundo, con el terror?
Te felicito compañero por esta detallada, perfecta y sensible entrada al mundo fascinanate de los Beatos. !Salve! un besito y hasta siempre.
No le falta razón al autor de "El nombre de la rosa" al afirmar que estas maravillas ilustradas son lo más bello del mundo. Y lo más trabajado, diría yo, porque mira que hay que echarle horas al asunto.
ResponderEliminarUn saludo.
Se dice que los artistas "iluminaban" los còdices.
ResponderEliminarInmediatamente recordè a Ecco, y su "iluminador hereje", que dibujaba miniaturas donde las personas eran animales.
Un abrazo.
Si que son hermosos estos libros si. No conocía la historia de estas miniaturas, me ha gustado mucho saber más de ellas. Una entrada magnifica!
ResponderEliminarUn saludo!
Amigo Paco: suscribo cada línea de tu entrada. Los Beatos son los libros más bellos de la tierra. Son los más enigmáticos, los más terrenales, los más expresivos, los más etéreos, los más crípticos. Reproducirlos, en mi modesto caso, es una dulce tortura.
ResponderEliminarImpresionante ilustraciones. No conocía la historia.
ResponderEliminarLa bestia ascendiendo del abismo, me llama mucho la atención.
Saludos.
Hola Francisco he tenido ocasión de contemplar algunos cuando las exposisiones de las Edades del hombre (Santo Toribio de Liébana,y el de Burgo de Osma) en las Edades del Hombre.
ResponderEliminarPero además ahora hay unas reproducciones fieles para coleccionistas de estos códices que una amiga los tiene que son un maravilla. Porque puedes deleitarte horas y aprender sobre ellos.
Un abrazo
Auténticas joyas en todos los sentidos: de contenido y calidad artística. Además de tratar sobre un tema tan relevante en aquella época como era el Apocalipsis, el miedo de los cristianos al fin del mundo y la segunda llegada de Cristo.
ResponderEliminarExcelente entrada amigo.
Un abrazo.
PD: por cierto, Umberto Eco es piamontés de Alessandria, cerca de Turín, una tierra que como sabes conozco bastante bien
Hola Paco!! Maravilloso post, como siempre. Son tan bellos..., tu relato nos introduce de una manera clara a su historia. Me encantaría ver alguno y sacar sus enseñanzas. Mejor dicho me gustaría conocer más que uno.
ResponderEliminarFeliz fin de semana amigo!!
Besosssssssssss
Suscribo el título de la entrada y la afirmación de Umberto Eco, con lo que supongo me uniré a toda una legión de personas.
ResponderEliminarAdemás de libros son obras de arte, bueno que ya de por sí casi todos los libros lo son, al menos en su contenido...porque hay ediciones.
Saludos.
Interesantísimo, Paco. Hoy he aprendido mucho con tu artículo. Gracias y un abrazo.
ResponderEliminarGran entrada, Paco. Si no son los más bellos del mundo, poco les falta. Y sí, es curioso que se originaran en una época tan convulsa dela historia de España. Además de lo que apuntas, yo creo que también se vieron favorecidos por la rivalidad política entre los reinos del norte - que había "descubierto" la importancia de la religión como elemento de unión - y la Iglesia de Toledo, que había contemporizado más de una vez con los musulmanes. Es una opinión.
ResponderEliminarAbrazos