Iglesia de Quintanilla de las Viñas (Burgos). S. VII.
El Imperio Romano, guiado por su
concepción de la ley y del derecho, había ido ampliando el ámbito de quienes
gozaban de su ciudadanía hasta extenderla a los pueblos bárbaros que habían
ayudado a la causa imperial. El disfrute de una ciudadanía tan extensamente
compartida y la estabilidad de la estructura política romana generaron en sus
miembros una conciencia de pertenencia a un ente universal. El cristianismo,
por su parte, también representó un factor decisivo en el proceso de difusión
de una conciencia universalista y se convirtió, al desaparecer el Estado
Romano, en la única estructura a la que agarrarse para no sucumbir al caos, en
puente entre la civilización clásica y la nueva cultura en gestación. Los
pueblos bárbaros asumieron la cultura romana y la estructura administrativa
cristiana para, a partir de ahí, mezclarlo todo con su propia cultura.
Mapa del reino visigodo en la península en los siglos VI y VII y arco de herradura visigodo.
Los visigodos habían permanecido largo
tiempo en las fronteras del Imperio Romano antes de asentarse en el sur de la
Galia y situar su capital en Toulouse.
Su colaboración con los romanos fue intensa, por lo que se habían convertido en
el pueblo germano más romanizado. La inferioridad militar con respecto a los
Francos, que aspiraban a dominar toda la Galia, hizo que su expansión se
orientara hacia el sur de los Pirineos. Así, a principios del siglo VI Toledo se constituye en la nueva
capital del reino visigodo, el cual conseguirá su mayor expansión con el
reinado de Leovigildo (573-586):
casi toda la Península Ibérica estaba bajo su control aunque ellos sólo poblaban
la zona de la meseta. De creencias arrianas, hasta la conversión de Recaredo en el 589, su cultura ha de coexistir con la hispanorromana paleocristiana. Alcanza su momento de esplendor en el siglo VII, persistiendo hasta el siglo IX, pues los cristianos gozan de libertad en territorio islámico en la primera etapa de la conquista.
Aunque los pueblos germanos aportaron muy
poco a la arquitectura, es en este campo donde los visigodos lograron
resultados más interesantes, merced a su respeto a las formas hispanorromanas y
al enriquecimiento que experimentaron en contacto con los bizantinos del
sureste de la Península (Imperio de Justiniano).
Planta y Exterior de la iglesia de San Juan de Baños (Palencia). S. VII.
La arquitectura.
Tres son los elementos característicos de la arquitectura visigoda: el muro de sillería de piedra, muy bien aparejada; el arco de herradura, más abierto que el posterior islámico y con la particularidad de que la línea del trasdós, es decir, la exterior, caiga vertical sobre el arranque, no siguiendo por tanto la curva de la línea interior; y la cubierta abovedada, bien de cañón, de aristas o pequeña cúpula de tipo bizantino. También utilizarán capiteles corintios hispanorromanos y con cimacio bizantino. La planta más utilizada es la basilical de tradición romana, bien de tres naves o de una con dos cámaras muy alargadas laterales y, en menor medida, la planta de cruz griega. Todas tienen capilla mayor exenta y rectangular y, generalmente, dos sacristías independientes a la cabecera y un pórtico saliente a los pies.
Se pueden distinguir dos etapas en el arte visigodo relacionadas con la
evolución política del reinado: La
primera etapa abarca los siglo V y VI, hasta la conversión al
catolicismo de Recaredo en el
año 587 (antes eran arrianos). Hasta entonces la falta de unidad política y
religiosa impiden hablar de un estilo definido. Se trata más bien de una
continuidad del arte hispanorromano y de esta etapa sólo quedan algunas Ruinas
en Segóbriga (Cuenca) y en Toledo.
Exterior e interior de San Pedro de la Nave (Zamora). S. VII.
La segunda etapa se extiende
desde la unificación religiosa de Recaredo hasta la invasión árabe en el 711. A
esta etapa pertenecen la mayor parte de los monumentos conservados. Los más
destacados se sitúan en la mitad norte de la península. La igleisa de San Juan de Baños (Palencia) se construyó en el
661 por Rescesvinto (según lápida conservada sobre la capilla mayor), ralacionada con modelos del paleocristiano oriental. Es un templo de planta basilical con tres naves separadas por columnas y arcos,
pero a esta planta se le añaden tres ábsides en vez de uno, cuadrados e
independientes. Las bóvedas son de cañón de herradura; en la entrada hay un pórtico que sólo prolonga la nave central.
El aspecto general es el de buenas proporciones, solidez con muy poquitos vanos
en arcos pequeños y escasa decoración exterior pero, en cambio, al interior
destaca la calidad de sus capiteles, perfectamente labrados con escenas
bíblicas.
De fines del mismo siglo es Santa Comba de Bande (Orense), con
planta de cruz griega y magnífica bóveda de arista en el crucero y la de San Pedro de la Nave (Zamora), de finales del siglo VII, también con planta de cruz griega complicada
con otras estancias adosadas, como la cámara sobre la capilla mayor y arco triunfal en el presbiterio. En el templo de Quintanilla de las Viñas en Burgos, de planta de cruz griega de uno de cuyos brazos sobresale el ábside cuadrado, en forma semejante a varias iglesias de Asia Menor; se aprecia el característico
ábside rectangular y dos bandas de relieves que rodean el exterior de la
iglesia. También de planta de cruz griega es la iglesia de San Fructuoso de Montelios, en Portugal, con cúpulas.
Planta y exterior de San Fructuoso de Montelios (Portugal). Siglo VII.
Interior de Santa Comba de Bande (Ourense).
La escultura
En cuanto a la decoración, los fragmentos y relieves visigodos que por
doquier se encuentran en España; son abundantes los restos de relieves con motivos geométricos y composiciones radiales
esparcidos por los museos: capiteles, canceles, columnas, nichos, sarcófagos, etc, que proceden fundamentalmente de los talleres de Mérida, Toledo, Tarragona y Córdoba. A veces, en su complicación, estos elementos llegan a una gran belleza
de entrelazado y de superposiciones de líneas raras. Sobre todo Mérida,
con su gran catedral e iglesias y el templo suburbano de Santa Eulalia,
debió de ser la ciudad más monumental de España en la época visigoda. En Toledo, los relieves procedentes de monumentos visigodos se ven
empotrados en puentes e iglesias; en Córdoba, los árabes aplicaron a las
fachadas de la mezquita multitud de ornamentos de basílicas visigodas.
Todo el suelo de la Península está salpicado de piedras decoradas con
relieves de estilo bárbaro característicos por su imitación de la talla
de madera o del cincelado de metales.
Pero
sólo se han conservado “in situ” algunos relieves escultóricos en San Pedro de
la Nave y en Quintanilla de las Viñas (aquí se puede apreciar la decoración en fajas con estrellas de seis putas, cuadrúpedos, aves, racimos, árboles y monogramas no descifrados). El santuario conserva algunas antiguas reminiscencias del simbolismo paleocristiano, como
el sol y la luna entre escenas bíblicas y figuras de ángeles de piedra. La gran aportación visigoda estriba en la incorporación de la escultura figurativa al edificio. Debemos destacar una Pilastra de la iglesia de San Salvador de Toledo, con temas evangélicos donde aparece la curación del ciego, la resurrección de Lázaro, Cristo y la samaritana o Cristo y la homorroísa. También se adscriben a este momento algunos sepulcros como el Sepulcro de Briviesca, hoy en el Museo de Burgos.
Cancel de San Juan de Baños (Palencia). S. VII.
Capitel de Quintanilla de las Viñas (Burgos). S. VII.
Capitel de San Pedro de la Nave (Zamora). Siglo VII.
Pilastra de la iglesia del Salvador de Toledo.
La orfebrería
Mucho más importantes que los relieves escultóricos son las
creaciones de orfebrería visigoda, en las que se acusa la influencia bizantina. La corte hispanovisigoda de Toledo creó
joyas de pomposa y rica vistosidad, entre las que destacan las coronas que los
reyes lucían en su coronación, como la de Recesvinto hallada en el Tesoro de Guarrazar en Toledo. Digno de destacar es, también el Tesoro de Torredonjimeno (hoy en el Museo Arqueológico de Cataluña), donde destacan las cruces y las coronas.
Aparte han aparecido un gran número de fíbulas rectangulares, de puente y en forma de águila, con la técnica del esmalte en frío, donde la pasta vítrea se incrusta a glope de martillo; destaca el Águila visigoda del Museo Arqueológico Nacional de Madrid. También son característicos unos jarrillos de bronce de forma bulbosa, que aparecen en las tumbas frecuentemente y que debían servir para el bautismo, rompiéndole el fondo para que no volviesen a ser usados.
Corona votiva de Rescesvinto. Tesoro de Guarrazar. Toledo. S. VII. Museo Arqueológico Nacional. Madrid.
Piezas del Tesoro de Torredonjimeno. S. VII. Museo Arqueológico de Cataluña. Barcelona.
Fíbula aquiliforme de Alovera (Guadalajara). S. VI. Museo Arqueológico Nacional. Madrid.
Terminamos con unos videos sobre arte visigodo: el primero de RTVE, luego uno específico sobre San Juan de Baños y otro sobre San Pedro de Nave. El cuarto es de nuestra compañera bloguera Ana Manzano, que recerre con su cámara algunos edficios visigodos: